Loquillo, «El último clásico»

Loquillo sigue a lo suyo y no para. Si durante estos años ha girado de forma exitosa celebrando sus cuatro décadas de carrera, con una banda de lujo como vimos en Arnedo en un frío noviembre de 2018 o en el Azkena de 2017, publicando recopilatorios y directos, llega el turno de un nuevo disco de estudio con el título de El último clásico (2019), toda una declaración de intenciones que no sorprende en su forma de ser y posicionamiento, y que ha venido reivindicando en las entrevistas que le han realizado desde la salida del mismo. Loquillo sigue confiando en los músicos que le acompañan como banda con Josu García a las guitarras, además de productor, junto a Igor Paskual también a las guitarras, Alfonso Alcalá al bajo, Laurent Castagnet en la batería y Lucas Albadalejo a los teclacos. Además, el disco cuenta con el imprescindible Mario Cobo, parte de la banda en estos años, Marc Ros (Sidonie), Santi Balmes (Love of Lesbian) y Nat Simons que fue telonera en su gira anterior. La presencia de Ros y Balmes, compositores de algunas canciones es interesante ya que supone la presencia de representantes, y muy relevantes, de ese mundo llamado «indie» lo que implica un entroncamiento con el mismo. Además, en el disco aparecen también algunos de los letristas habituales de Loquillo. El sonido en general reproduce los cánones rockeros de Loquillo pero también hay algunas novedades curiosas, cortesía de los compositores de las canciones.

Comienzan con la épica y muy de Springsteen «Los buscadores», con la presencia entre los autores del gran Gabriel Sopeña y Luis Alberto de Cuenca, junto a Loquillo y García, una canción que tiene una letra que encaja con Loquillo y con esa pose que adopta. Sube la apuesta con «Somos lo que defendemos», de nuevo Sopeña aparece junto al propio Loquillo y García como compositores, y aquí hay unos vientos Soul maravillosos que encajan a la perfección, con una letra de nuevo en primera persona y que ahonda en el tono melancólico, siendo una de las mejores canciones del disco y con estribillo coreable en los conciertos. En cuanto a «El último clásico», corresponde la labor de composición a Paskual y García, es otra canción autorreferencial y más furiosa, un sonido poderoso, con más guitarras, y más rockero si cabe, otra de las canciones que encajarán como un guante en sus conciertos. En «Lo importante es amar» componen Leiva y Loquillo, frena un poco el tempo con un sonido más contenido y en el que aparecen las cuerdas. Una de las novedades es «Gafas de sol», creada por el escritor Carlos Zanon y Marc Ros, una canción que está entre las mejores del disco, con una producción muy ajustada y con unos vientos de nuevo fantásticos, y con la voz de Ros en primer plano.

La segunda parte comienza con la más clásica «Los sonidos son ideas», de nuevo con la presencia de Sopeña junto a García y Loquillo en la autoría, la letra es más poética y los coros y estribillos vuelven a encajar a la perfección. El mismo trío firma «Como un nada», manteniéndose en la línea anterior y con un Loquillo que sube la apuesta al cantar con más fiereza. «Creo en mí» es de Paskual y Cobo, más acelerado y con un tono vinculado a esa chulería de la que hace gala Loquillo en no pocas ocasiones. Marc Ros firma en solitario «La vampiresa del Raval», una letra curiosa y un sonido más melancólico. Y el cierre es para «El resucitado», de Santi Balmes que también pone las voces, otra de las cimas del disco en mi opinión, es una canción diferente, con esas cuerdas, y un sonido que ahonda en parámetros más Pop.

Loquillo convence con este disco a sus seguidores y seguidoras y levantará las críticas de los detractores habituales. Ciertamente, sigue la línea de sus discos anteriores aunque toma algunas direcciones nuevas, pero muy controladas. Como en Viento del este (2016), es un trabajo convincente y que juega a lo autorreferencial, inevitable en Loquillo.

Loquillo alarga la noche arnedana

Arnedo Arena, 3 de noviembre de 2018, Arnedo (La Rioja)

Regresaba Loquillo a La Rioja dentro de su gira de cuarenta aniversario, 40 años de Rock and Roll Actitud, y lo hacía a Arnedo, una oportunidad para volver a ver al clásico rockero barcelonés y su banda repasando su cancionero. Y vaya si lo hizo porque aquello se fue a las treinta y dos canciones y más de dos horas y media que por momentos parecía que iban a ser tres mientras que fuera la temperatura iba cayendo. Superando las dos mil personas en el coso arnedado, estaba claro había muchos y muchas seguidores del de el barrio de El Clot y que había expectación aunque también numerosos conciertos detrás. Gustará más o menos, sus declaraciones no dejan indiferentes, pero no cabe duda que Loquillo es uno de los grandes iconos de la música popular española y que ha dejado numerosos clásicos en estas cuatro décadas de carrera que, como en tantos conciertos, convirtieron el Arnedo Arena en un enorme karaoke con el público entregado a sus letras y estribillos más famosos. Pero antes, había que disfrutar de Nat Simons que ejerció de telonera. Ya hemos destacado aquí su disco Lights (2018) así como su directo en el Ezcaray Fest del pasado julio y en Arnedo nos confirmó lo que ya sabíamos, que su propuesta de raíces norteamericanas de Country-Folk es fantástica con canciones como «People», «Endless Summer Road», «Happiness», «No One Compares» o la versión del «Learning to Fly» de Tom Petty.

Poco más tarde de las 22:00 horas, la banda de Loquillo hacía su aparición en el escenario. Allí estaban Igor Paskual, Mario Cobo y Josu García a las guitarras, Alfonso Alcalá al bajo, Laurent Castagnet a la batería y Lucas Albadalejo a los teclados. Una banda engrasada y que funciona como un reloj, con los tres guitarristas como punta de lanza. Y, de fondo, a lo largo del concierto una sucesión de imágenes y vídeos que nos remitían a la trayectoria de Loquillo, imágenes que nos transmitían un halo de nostalgia acompañando a unas canciones eternas. Loquillo hizo su aparición con «Rock and Roll actitud» y ya fue un no parar. Treinta y dos canciones en las que hubo de todo, desde cuatro temas de su último disco, Viento del Este (2016), hasta un repaso de todas sus etapas, un concierto en el que las canciones no dejaron de corearse por parte del público. Destacaron en una primera parte «El hijo de nadie», «Territorios libres», la enérgica «El mundo que conocimos», «Salud y Rock and Roll» o una «Cruzando el paraíso» con Nat Simons haciendo la parte de Johnny Halliday. El final de esta primera parte ya prometía con la emocionante «El rompeolas», «Memoria de jóvenes airados», «Carne para linda» en la que se bajó a saludar a las primeras filas, «El ritmo del garaje» y «Rey del Glam».

Pero quedaba el bis que se alargó en una sucesión de más clásicos con los que el público ya no paró. Retornaron con «Las calles de Madrid» con imágenes de la «Movida» al fondo y luego atacaron su versión de «Luché contra la ley». «Channel, cocaína y Dom Perignon», «El hombre de negro» de Johnny Cash, «Quiero un camión» y una celebradísima «Esto no es Hawai». Con «Rock and Roll star» no hacía falta que Loquillo cantase porque ya lo hacía el público y la épica apareció con «Cuando fuimos los mejores». De su último disco puso la pausa «En el final de los días» pero era sólo un breve tomar aire para el final con la enérgica «Mi calle» donde rindió homenaje a las bandas de Rock and Roll primigenias y a su barrio. Luego llegó el turno a «La mataré», momento siempre controvertido aunque Loquillo la reivindicó como una denuncia de la violencia de género, «Feo, fuerte y formal» iba a ser el penúltimo tema, también coreadísima por el público, que dio paso al cierre de «Cádillac solitario», el broche ineludible.

Casi a la una de la madrugada, dejábamos el Arnedo Arena y en la calle la temperatura había descendido a los cuatro grados pero la sensación térmica era menor con los fríos vientos venidos de Peña Isasa, pero la satisfacción del público era generalizada. Una gran noche de Loquillo y su banda en el Arnedo Arena.

 

«Corre, rocker» de Sabino Méndez

Anagrama acaba de reeditar Correr, rocker. Crónica personal de los ochenta de Sabino Méndez, uno de los libros más reconocidos de los vinculados al ámbito musical. Publicado por primera vez en el año 2000 en Espasa, hay que reconocerle muchos méritos a este muy recomendable trabajo de un Sabino Méndez que fue el principal compositor de Loquillo y Trogloditas en los ochenta y autor de algunos de los clásicos más imperecederos del Rock & Roll español. Recuerdo cuando se publicó por primera vez, recordemos año 2000, y el impacto que supuso. Primero, porque fue un libro pionero ya que por aquel entonces no eran frecuentes este tipo de obras y todavía quedaba más de una década para que estas publicaciones alcanzasen la notoriedad actual; la segunda, por la repercusión que tuvo al ajustar cuentas con Loquillo y por cómo describía la adicción a la heroína. El libro descubrió a un escritor literario de primer nivel, un Méndez que durante las casi dos décadas siguientes publicaría libros muy reconocidos, como por ejemplo el último, Literatura universal (Anagrama, 2016). Reconozco que en aquel 2000 me fijé en Corre, rocker pero que no le hice mucho caso, aunque sí que leí las entrevistas y reseñas del mismo. Por un lado, no estábamos tan metidos en los libros vinculados a la música y, por otra parte, no eran los mejores años de un Loquillo que, en aquel entonces, parecía más un testigo de otra época, aunque seguía publicando discos como ese mismo año Cuero español. Luego llegaría el «redescubrimiento» de Loquillo por mi parte, pero eso es otra historia.

¿Qué ofrece la reedición, por tanto de este Corre, rocker?, pues poner en valor una obra de alta calidad literaria, unas memorias que se escapan a los lugares comunes y en las que Méndez describe y contextualiza los acontecimientos que vivió en los ochenta, pero también las dudas y los debates interiores así las representaciones y construcciones realizaron y que dieron lugar a una banda tan mítica como Loquillo y Trogloditas. Méndez no ha reescrito ni revisado el texto, lo ha dejado tal cual, y se incorpora un fantástico prólogo a cargo de Carlos Zanón, sin duda alguna uno de los escritores que mejor puede vincularse a esa época, de hecho el propio Zanón ha escrito algunas letras para Loquillo. Méndez nos describe el ascenso de dos personajes, Loquillo y el mismo, desde la base de la estructura social a la primera línea del Pop Rock nacional, primero con los seminales Loquillo y los Intocables y luego ya con Trogloditas. Hay espacio para ese contexto que iba del paso de los grupos y artistas de «La Movida» y de la «Nueva Ola» al «mainstream» y las contradicciones que se generaban. Grabaciones y giras también tienen su momento pero no en un sentido protagonista que queda para la evolución de su relación con Loquillo y cómo eso va afectando a la banda. Y también es fundamental todo el proceso de adicción a la heroína, las desintoxicaciones y los reenganches, partes en las que Méndez escribe su mejor literatura a través de una descripción muy objetiva, sin caer ni en moralismos ni en enaltecimientos.

Méndez abandonó la formación en 1989, finalizando la década, y dejando tras de sí temas míticos como «Rock ‘n’ Roll Star», «El ritmo del garaje», «Quiero un camión», «Carne para Linda», «Cadillac solitario», «El rompeolas», etc. Tras dejar los Trogloditas, no volvería a publicar un disco hasta 1997 con El día que murió Marcello Mastronianni junto a Los Montaña. Loquillo incluiría en su último disco con Trogloditas, el recomendable Arte y ensayo (2004), un tema titulado «Corre rocker corre». Pero poco tiempo después llegaría la reconciliación entre Loquillo y Méndez, apareciendo este último en el disco en directo Hermanos de sangre (2006). Desde entonces, Méndez ha vuelto a colaborar con Loquillo escribiendo canciones para sus discos en solitario, ya sin Trogloditas. En Balmoral (2008) incluyó «Sol» que es uno de mis temas favoritos de Loquillo de los últimos años; La nave de los locos (2012) fue un disco entero compuesto por Méndez; y en su último disco hasta la fecha, Viento del Este (2016), contribuyó con «Limousinas y estrellas».

En definitiva, merece la pena sumergirse en Corre, rocker, donde Sabino Méndez atesora calidad literaria a la par que regresamos a esa década de los ochenta, esa década de los ochenta que parece no abandonarnos con las novedades literarias vinculadas a la música de los últimos meses.