«Monster» o la reivindicación de un buen disco de REM

Septiembre de 1994 y REM, una de las bandas más grandes del momento, publican su noveno disco de estudio, Monster, un trabajo que había levantado una gran expectación tras Out of Time (1991) y, especialmente, el clásico Automatic for the People (1992). Pero había más, en esos dos años el Grunge había arrasado, Nirvana había roto moldes y Kurt Cobain se había suicidado. Y todo el dos años. Las guitarras habían logrado un nuevo protagonismo pero eso ya lo habían hecho REM en los ochenta, en su primera etapa en I.R.S. Records y en aquellos cinco discos también impresionantes. Luego, derivaron en temas más melódicos, en medios tiempos brillantes y angustiosos, que les llevaron a una popularidad inusitada. Pero volvamos a Monster, y es que Stipe, Buck, Mills y Berry tenían el listón muy alto, altísimo. La banda siguió trabajando con el productor Scott Litt y decidieron meter más guitarras, ¿adaptación a los tiempos o una mirada atrás?, las dos cosas seguramente. Lo cierto es que Monster tuvo una buena acogida pero, con los años, no ha sido precisamente el disco más valorado de los de Athens, siendo incluso catalogado como una obra menor. Vale que no tenía todos los singles del Automatic for the People o que algunas canciones son más oscuras, pero escuchando Monster veinticinco años después, y lo llevo haciendo en estas dos décadas y media, creo que es un trabajo que no ha perdido vigencia y que es reivindicable. Por cierto, que Monster fue número 1 en Estados Unidos y en otros países, vendiendo millones de copias.

Ya era un disco que convencía desde la portada pero si comenzabas con una canción como «What’s the Frequency, Kenneth?» pues te tenían ganado. Es una de las grandes canciones de la banda, un tema donde las guitarras toman el protagonismo, con esa guitarra de Buck omnipresente en toda la canción, aunque también tiene un punto melódico. El segundo corte del disco es la oscura y adictiva «Crush with Eyeliner», con un punto perturbador por la forma de cantar de Stipe y la producción, y con la participación a las guitarras de todo un Thurston Moore (Sonic Youth). En «King of Comedy» se adelantan a otros tiempos, con un sonido más electrónico, aunque luego se derivan hacia ritmos más melódicos. Y en «I Don’t Sleep, I Dream» parecen derivarse hacia los sonidos de su disco anterior, aunque matizado, con un Stipe cantando en falsete en parte del tema, y no será la primera vez en Monster.

«Star 69» es más guitarrera, tiene un punto Punk muy claro y funciona a la perfección, con Berry golpeando con fuerza a la batería. Cambian de tercio con «Strange Currencies», un delicioso medio tiempo que podría haber entrado perfectamente en el Automatic for the People, una canción en la que por momentos Stipe frasea y en el que se acercan a su lado más épico. «Tongue» es una canción diferente, es de las más flojas del disco, con Stipe en modo falsete y con el órgano tomando el protagonismo del tema. Por su parte, «Bang and Blame» es una de las canciones más reconocibles del disco, un medio tiempo muy atractivo que crece en intensidad y en el que las guitarras van cogiendo fuerza a medida que avanza el tema.

El tramo final no carece de interés, al contrario, comenzando con la fascinante «I Took Your Name», uno de mis favoritos de nuevo con las guitarras protagonizando la canción. «Let Me In» es la emotiva dedicatoria de Stipe a Kurt Cobain, escrita tras el suicidio del segundo y su letra viene a ser un Stipe hablando por teléfono con Cobain para evitar esa trágica decisión, por cierto que REM eran una de las bandas favoritas de Cobain. Una canción muy minimalista en la que Mills coge la guitarra aunque queda en el fondo destacando siempre la voz y la emotividad de Stipe. «Circus Envy» es muy cañera de nuevo, más oscura y distorsionada, y el cierre es para una menor «You», un tema más experimental en el que Stipe recupera el falsete.

Como decíamos, REM fueron número 1 y Monster vendió millones de discos, pero las expectativas de su discográfica eran más elevadas. Además, la gira posterior tuvo incidentes graves para la banda, el más grave el aneurisma cerebral que sufrió el batería Bill Berry, recordemos que dejó la banda en 1997. Fue también un punto de inflexión cuesta abajo para los de Georgia porque no alcanzarían esas cifras de ventas nunca más e incluso su siguiente disco, que no toca en estos momentos, New Adventures in Hi-Fi (1996), fue saludado como una vuelta a los tiempos del Automatic for the People, pero esa es otra historia. Es el momento de seguir recordando un Monster que, si bien no es uno de los clásicos de REM, merece un mayor reconocimiento.

‘Up’ después de 20 años

Para intentar desmarcarse del éxito absoluto que cosecharon al iniciarse los noventa con ‘Out of Time’ y ‘Automatic for the People‘ (extensible al ‘Green’ con el que en 1988 iniciaron su extensa andadura en la Warner Bros), los más insignes habitantes de la pequeña ciudad de Athens, con permiso de la entonces pujante Kim Basinger y de sus amigos de B-52s, se sirvieron del ruido en sus dos siguientes trabajos (‘Monster’ y ‘New Adventures in Hi Fi’) y mostraron su lado más eléctrico y oscuro. Más allá de la frescura y el descaro de sus primeros discos a principios de los ochenta, seguían conservando una sorprendente independencia pese a haberse instalado por derecho en el estrellato, y continuaban experimentando y extrayendo geniales melodías de la extraordinaria habilidad de todos sus componentes.

Pero un desafortunado incidente vendría a alterar la gloria de estos años cuando durante un concierto en Laussane en marzo de 1995 Bill Berry tenía que abandonar el escenario aquejado de un intenso dolor de cabeza que se confirmaría como un aneurisma del que tuvo que ser intervenido con urgencia. Por fortuna el batería se recuperó y retomó las baquetas durante un tiempo, pero fue tras la grabación de ‘New Adventures in Hi Fi’ (el 30 de octubre de 1997) cuando anunció su intención de abandonar la banda para llevar una vida más tranquila en su rancho junto a su familia. De esta forma la formación original quedó en terceto un año antes de publicar ‘Up’, para unos su último gran disco, para otros el primero de su etapa menos afortunada.

Para solucionar el reciente problema en la percusión reclutaron a Joey Waronker, baterista de sesión que ya había grabado junto a Beck o The Smashing Pumpkins (en la actualidad es integrante de Atoms for Peace), que les acompañaría junto a otros colaboradores más habituales como Scott McCaughey o Ken Stringfellow en la grabación del disco, y que giraría con ellos hasta la grabación y el lanzamiento de ‘Reveal’ en 2001.

En este disco recurrieron más que nunca a las programaciones y la electrónica, algo que se hace patente desde la extensa intro. A continuación los teclados protagonizan junto a la voz desdoblada de Michael Stipe el que sería segundo sencillo del disco Lotus y en Suspicion, que sería el cuarto sencillo, bajan la intensidad pero suenan igualmente luminosos. El lanzamiento tuvo lugar con Daysleeper, una maravilla acústica con moderados trazos de un optimismo que no sobra precisamente en el conjunto del disco. La lista de sencillos la cierra At My Most Beautiful, preciosidad delicadamente orquestada que engrandecen el piano y los coros.

Pero además contenía joyas con menos protagonismo como Hope, cesión a la electrónica que crece sostenida en las programaciones, o The Apologist, una pieza oscura y desencantada cuyo perturbador estribillo bien vale el perdón, o las tristes Sad Professor y You’re in the Air en las que recuperan las cuerdas con sensible habilidad. A continuación dos grandes canciones, por las que uno siente cierta debilidad; Walk Unafraid, de desasosegante inicio que se acelera en el memorable estribillo, o Why not Smile, cuya economía inicial va progresando hasta una magnífica explosión de belleza y esperanza. El disco lo completa un trío conformado por Diminished, pausada y emocionante, al igual que los teclados de Parakeet, y el solemne cierre de despojada intensidad de Falls to Climb.

Reconozco que en su momento este disco me golpeó con virulencia; ahora que cumple veinte años no me produce el mismo efecto (sí un recuerdo emocionado) pero despierta la misma admiración. Se pueden encontrar en él numerosas muestras de grandeza de una banda que prolongaba su estado de gracia por encima de los avatares y seguía con paso firme un camino tan honesto como arriesgado. Tras las cimas alcanzadas a principios de los noventa y los posteriores desvíos por terrenos más rudos, ‘Up’ pudo suponer su regreso al redil a la vez que el inicio del final de una carrera a la que todavía habrían de quedar episodios más que interesantes, porque si para algo REM estaban incapacitados era para defraudar.