Neil Young, «Prairie Wind»

Hay gente inabarcable, gente que tiene tantas cosas buenas que, en el camino, quedan ensombrecidas otras que no alcanzan cotas tan brillantes, aunque no dejan de ser maravillosas. Si te llamas Neil Young, es obvio que tienes tal cantidad de obras maestras que, comparándote contigo mismo, no vas a lograr siempre el nivel de «Harvest», «On the Beach», «Tonight´s the Night», «Zuma», «Rust Never Sleeps» o «Ragged Glory», por poner unos pocos ejemplos de su carrera en solitario, realizando algunos de estos discos con Crazy Horse. Pero, la obra de Neil Young encierra tal cantidad de joyas que algunas quedan arrastradas por esa marea. Y, además, hablamos de discos que nos marcaron, y sin duda a mí me afectó mucho un trabajo considerado «menor» de Neil Young: su disco de 2005 «Prairie Wind». Cuando se publicó, yo apenas estaba familiarizado con el trabajo de Neil Young. Conocía muchas de sus canciones, especialmente los clásicos gracias al incompleto, y primero y único, «Greatests Hits» que había editado en 2004. Pero «Prairie Wind» me atrapó desde esa maravillosa portada, una icónica imagen en tonos sepias, una sábana que se expande por el viento, cortando una planicie típica del imaginario colectivo norteamericano, muy vinculado al propio devenir del bueno de Neil.

El envoltorio del disco ya presagiaba melancolía y tristeza, pero las circunstancias que lo rodearon no hacían sino confirmarlo. Por un lado, parte del mismo se inspiraba en la enfermedad y muerte de padre de Neil Young. Por otra parte, el disco también está matizado por los problemas de salud que sufrió Neil Young en ese periodo de tiempo, un aneurisma en la primavera de 2005, cuando se grabó el disco. Es decir, dos motivos más que suficientes para ofrecer una obra reflexiva, con un fondo acústico y raíces folk y country. No en vano, se grabó en Nashville y rodeado de numerosos amigos y amigas habituales en sus discos.

Sí, ya la portada y la historia que rodeaba al disco me habían atrapado, pero sus canciones lo hicieron en mayor medida, obviamente. Comienza con un golpe tremendo, un tema impresionante como es «The Painter», con una letra reveladora. Le sigue la más eléctrica «No Wonder» y vuelve la calma con la delicada y acústica «Falling Off the Face of the Earth», sobre la que sobrevuela la voz de Neil. En «Far from Home» retorna un ambiente festivo, jalonado por la sección de viento y la harmónica del propio Neil Young. «It´s a Dream» es uno de mis momentos favoritos de todo el disco, con una canción que llama a la nostalgia y a la melancolía. «Prairie Wind» es de los temas más raros del disco, combinando la sección de viento y los toques folk, pero le queda muy bien. En «Here for You» Neil vuelve a los orígenes, una canción que podría haber entrado en sus clásicos.

«This Old Guitar» es una canción lenta y acústica que, como su título indica, es un sentido homenaje, e intercala algunas notas del «Harvest Moon». En «He Was the King» la referencia es Elvis Presley, muy presente en esa infancia y adolescencia que recuerda Neil Young en el disco. Y termina con «When God Made Me», con toques espirituales y un coro de fondo para resaltar una letra acorde con los tiempos que Neil estaba viviendo.

220px-Neil_young_heart_of_gold Pero, por si esto fuera poco, apenas un año después se publicó el documental de Jonathan Demme «Heart Of Gold». El disco me tenía impactado pero, ver ese documental fue una experiencia que repito de vez en cuando. Neil Young reunía a un montón de amigos, la mayoría de los que habían grabado «Prairie Wind» para presentarlo en directo en el ya desaparecido Ryman Auditorium de Nashville, Tennessee, un lugar cargado de simbolismo e historia en la música country, y para el propio Neil Young. El documental es impresionante, no sólo tocan todo «Prairie Wind» sino que suenan clásicos como «Heart of Gold», «Harvest Moon», «Old Man» y «Comes a Time», el mejor momento del documental con esas miradas de complicidad con Pegi Young, entre otros. Los testimonios y los extras son también muy recomendables, y ayudan a entender por lo que estaba pasando Neil Young en esos momentos de grabación del disco.

Hoy, todavía sigo emocionándome con «Prairie Wind», es un disco que me acompaña desde 2005 y sí, no está entre los más destacados de Neil Young, pero para mí es un clásico. No ha envejecido nada, sigue estando vigente y os lo recomiendo a todos y todas. Y si podéis ver «Heart of Gold», pues mejor que mejor porque es una delicia.

Kiko Veneno: «Échate un cantecito»

Se cumple el veinte aniversario de la publicación de uno de los mejores discos de la música española: «Échate un cantecito» de Kiko Veneno. La historia es conocida. Kiko Veneno, José María López Sanfeliu, había revolucionado junto a los hermanos Amador el pop-rock español con Veneno y su disco homónimo. Fueron más allá de su tiempo y fusionaron, en aquellos tiempos esta palabra no tendría el valor y el uso que se le daría después, las raíces flamencas con el rock. Pero el ser unos adelantados y diversas controversias dieron al traste con el proyecto, aunque marcaría un antes y un después.

Durante una década, Kiko Veneno poluló por el mundo de la música (aunque sin alcanzar reconocimiento), la televisión (hacía de Frankenstein en «La Bola de Cristal») y la hostelería, hasta lograr un puesto de funcionario en la Diputación de Sevilla. Como él ha contado, y con 40 años, llegó su oportunidad de la mano de Santiago Auserón, que se lo llevó a Londres a grabar «Échate un cantecito», disco que ahora se reedita.

Confieso que también llegué tarde a este disco, lo descubrí al año de su publicación, pero desde entonces tampoco me ha abandonado. Kiko Veneno compuso e interpretó un disco perfecto, en el que unió rock, pop, flamenco y rumba, todo ello con unas letras que son pura poesía, unas letras que nos muestran a un hombre ante su última oportunidad, y que por eso tampoco teme echar el resto. Un disco que no ha envejecido, al contrario. Son diez canciones que empiezan por mi favorita, «Lobo López», una triste canción de amor, con una letra inmensa y versos como «Tengo que decirle que la echo de menos, lo he dejado todo, por no hacerle daño, soy un lobo bueno». Recientemente, Kiko Veneno confesó que era una canción autobiográfica, como todo el disco, dedicada a su mujer. Lo dicho, difícil elección pero la mejor canción del disco.

Le sigue «El mensajero», una alegre canción, de ritmo caprichoso, para dar paso al hit: «Echo de menos». Esta canción fue catapultando al disco, pero con los años no ha quedado como el gran referente del mismo, en nuestra opinión, ya que son más recordadas otras canciones. «Superhéroes de barrio» es otra canción animada donde Kiko repasa ídolos, de cantantes y artistas a toreros. Vuelve la intimidad con la delicada «Me siento en la cama» y sigue la festiva y explícita «Fuego», con resonancias brasileñas. A «Salta la rana» le sigue otro de los grandes temas del disco: «Joselito». Esta canción está basada en las vivencias de un cliente que Kiko tenía en un bar de su propiedad en los ochenta. Sin duda, es una de las mejores y más recordadas del disco, tanto por la música como por la letra. «Reír y llorar» nos remite de nuevo a «Lobo López». Pero Kiko Veneno se guarda un cartucho muy importante para el final, «En un Mercedes blanco», una canción que va in crescendo, muy rumber.

Kiko Veneno se convirtió en un superventas, pero su estrella no duró mucho. Le siguió un disco muy bueno, «Está muy bien eso de cariño» (1995), para ir haciendo discos buenos o correctos como «Punta Paloma» (1997) o «La familia pollo» (2000). Después, desapareció de la industria, demostrando su independencia y confirmando su capacidad, y valentía para no casarse con nadie. Sus vueltas han sido muy celebradas, «El hombre invisible» (2005) y especialmente «Dice la gente» (2010). Además, no ha dejado de colaborar con otros grupos y artistas, en proyectos paralelos. Eso sí, no esperéis ver a Kiko Veneno en las emisoras y televisiones, si aparece es ya por un valor nostálgico, y por la reedición de «Échate un cantecito». Con este disco, Kiko consiguió una legión de admiradores muy fiel. Diréis que nos puede la melancolía. Pues un poco sí, pero escuchar «Échate un cantecito» viene siempre muy bien para seguir creyendo en otros caminos y vías, como le pasó al propio Kiko, y disfrutar de muy buena música.

Love Of Lesbian, «1999 (o cómo generar incendios de nieve con una lupa enfocando a la luna)»

Tardamos un año en llegar a «1999». El disco había sido publicado en 2009 y nosotros lo descubrimos en marzo de 2010. Nunca habíamos prestado atención a Love Of Lesbian. Sabíamos de su existencia, que habían cantado en inglés y se pasaron al castellano, que siempre aparecían entre los discos españoles mejor valorados del año, pero nunca los habíamos escuchado. Hasta que un día alguien (él ya sabe quién es) me dijo: «tienes que escuchar este disco». Y fue como un puñetazo. Desde ese momento, «1999» será el disco que más he oído en estos dos años, y Love Of Lesbian se encuentran a un mes de sacar nuevo material. Estamos expectantes aunque el listón sea muy alto.

«1999» es un disco superlativo. Es pop-rock, pero es también un disco de grandísimas canciones que en ningún momento se resiente. No sobra nada. Y es difícil en un disco conceptual, en el que se narra la historia de una relación diez años después. El cantante de Love Of Lesbian, Santi Balmes, jugaba al despiste diciendo que se basaba todo en hechos reales, luego que no…En realidad, podemos creer o no a Santi, pero son muchos lugares comunes, y nos podemos sentir identificados. Escuchar «1999» es entrar en la nostalgia de aquellas relaciones pasadas. Son catorce temas, dos dedicados a 2009 y el resto a 1999. Comienza en 2009, con «Allí donde solíamos gritar», un tema melancólico cuyo primer verso es una declaración de principios: «¿A que no sabes dónde he vuelto hoy?, donde solíamos gritar». Con el segundo tema nos vamos ya a 1999. «Club de fans de John Boy» es el hit, una entrada con un piano compulsivo de algo que a todos nos ha pasado: intentar que a tu pareja le guste la misma música que a tí. Aquí, ella lo consigue. «Las malas lenguas» hace referencia a lo que sentía el grupo, que comenzaba a despegar entonces. Es una de mis canciones favoritas del disco, con una letra muy potente. Le sigue «Algunas plantas», una gamberrada discotequera con una letra bastante explícita. «Cuestiones de familia» se pone seria, es una de las canciones escondidas del disco, por ser menos reconocida, pero también es muy emotiva. Una canción triste, pero real como la vida misma.

«Electoplasta» recupera el divertimento, la letra se sale, pero se intuye que la relación va a ir a peor. Las siguientes tres canciones musicalmente son impresionantes, pero aquí ya la relación sale destrozada. «Segunda asalto» es una pelea, que se aprecia ya continua. «Incendios de nieve» sería la mejor canción de todo el disco, y eso que es una elección muy complicada. Se intenta salvar la relación, pero ya es imposible. Su estrofa «Y al parecer nos sienta bien pelear; justo al contrario, fortalece más; supera esto, no serás capaz; supera esto, no serás capaz» es antológica. Con «1999» la cosa está finiquitada: «Hasta aquí llegó el ritual de enfados y canibalismo estúpido» son sus primeros versos, de una canción muy dura, con otra gran letra.

1999 sigue con cuatro canciones que parece que no aportan mucho más, pero que ganan con el tiempo. «Te hiero mucho (historia del amante guisante)» es muy divertida. «Cuando diga ya» y «Miau» son canciones rápidas, de reproches, como en la segunda cuando comienza con «¿Qué cómo es mi vida sin ti?, Pues por fin sí que es vida» (se puede decir más alto, pero no más claro). Termina 1999 con «La mirada de la gente que conspira», una gran canción que también acumula mucha rabia, pero contra el mundo en general. Y el disco llega a 2009 de nuevo. Otra vez la melancolía y la nostalgia, las cuentas pendientes. «2009. Voy a romper las ventanas» tiene otra letra tremendamente emotiva, en la que Santi Balmes recapitula desde la distancia, pero me quedo con los dos siguientes versos: «Vamos a correr el gran sprint final y al cruzar la línea los dos ganarán».

Love Of Lesbian se convirtieron en la banda «indie» del periodo 2009-2011. Gracias a una gira casi interminable, nosotros los vimos tres veces, fueron creciendo en popularidad, siempre ante un público determinado. Así, personificaron de nuevo el debate ya visto en casos como los de Vetusta Morla, Sidonie o Lori Meyers, entre otros, del paso del supuesto indie al supuesto mainstream. No toca aquí este debate sino reconocer un disco imprescindible. Un disco valiente y arriesgado, con unas letras que demuestran que Santi Balmes sabe lo que se hace. Y para muestra, sus discos anteriores también. Esperamos con impaciencia su nuevo largo, aunque para nosotros ya han cumplido con creces. Y si podéis ir a verlos en directo, merecen mucho la pena, grandes músicos, y os divertiréis. Lesbianizaros.