Celebrando a Prefab Sprout y a Paddy McAloon: la trascendencia, la espiritualidad y la religiosidad laica

Cuando leí que Carlos Pérez de Ziriza, del que en este blog ya hemos reseñado su libro No olvides las canciones que te salvaron la vida (Efe Eme, 2019), iba a publicar también Efe Eme un libro sobre Prefab Sprout, o mejor dicho sobre Paddy McAloon, lo anoté el primero de la lista de compras y me lo devoré en un fin de semana. Pérez de Ziriza, que es uno de los mejores periodistas musicales del país, aborda en una obra poliédrica la trayectoria y carrera de la banda inglesa aunque queda claro desde el minuto uno que su objeto de análisis es Paddy McAloon, a fin de cuentas la figura central de la propia formación, artista total y uno de esos genios del Pop que está a altura de muchas de las luminarias y referentes que puedan venirse a la cabeza, y que Pérez de Ziriza también traza de forma acertada. No es casual que incida en los referentes de creadores de canciones clásicos de diferentes épocas como Burt Bacharach, Cole Porter, George Gershwin, Irving Berlin, Jimmy Webb… Nos referimos a un artista mayúsculo que Pérez de Ziriza recorre a través de un poliédrico libro. El autor reconoce la mirada del fan, tan comprensible para personas que compartimos un componente generacional. No se detiene en los aspectos más biográficos más allá de lo necesario. Hablamos de una banda como Prefab Sprout que sale de un lugar remoto del norte de Inglaterra, lejos de todos los focos. Una banda que no se puede encajar en las categorías centrales de los ochenta, del Post Punk a los «New Romantics», pasando por el «Synth Pop». Realmente, los trasciende a todos. Una banda que saca en menos de una década cinco discos, tres de los cuales son obras maestras: Steve McQueen (1985), From Langley Park to Memphis (1988) y Jordan: the Comeback (1990). Un autor como McAloon consagrado a unas canciones sublimes, acompañado de su hermano Martin al bajo, de Neil Conti a la batería y de la voz de Wendy Smith, una seña de identidad de Prefab Sprout, junto a la producción de Thomas Dolby. Todos ellos, actores secundarios de esa película que va imaginando y construyendo a través de decenas de canciones Paddy McAloon. Llegan los noventa, y Prefab Sprout «desaparecen». Desconocía el periodo que cuenta Pérez de Ziriza de Paddy McAloon como compositor para otros artistas (Cher incluida). Retornan con Andromeda Heights (1997), aunque en 1992 alcanzan su lugar más alto en las listas con el recopilatorio A Life of Surprises: The Best of Prefab SproutMcAloon seguirá componiendo y componiendo pero sus apariciones se irán reduciendo, a la par que se quedará solo al frente de la banda. Además, problemas de salud con su vista y oídos condicionarán claramente su trayectoria. En las dos últimas décadas, su producción discográfica, que no creativa, se centra en las canciones creadas para otros y recuperadas en el fallido The Gunman and Other Stories (2001), con producción de Tony Visconti. El experimental I Trawl the Megahertz, firmado en solitario en 2003 y recuperado como Prefab Sprout en 2019. La tercera cima para su discografía para Pérez de Ziriza que es Let’s Change the World with Music que salió en 2009 pero que estaba ya grabado en gran medida a comienzos de los noventa, muy gospeliano y trascendente (ya lo hemos comprado). Y Crisom/Red de 2013, el último disco con canciones nuevas.

Pérez de Ziriza presenta varias interpretaciones sumamente interesantes de la música y las letras de Paddy McAloon. Con respecto a la primera, su evolución hacia canciones cinematográficas, clásicas, ambiciosas en el sentido más positivo. McAloon se presenta como un artista inquieto, un artesano incluso. Pero, es sin duda uno de los grandes aciertos del libro la interpretación de la evolución de las letras de McAloon hacia una generalidad vinculada al valor de la música. Hay toda una cosmovisión en este proceso que Pérez de Ziriza describe como una «religiosidad laica» de forma muy atinada. La educación católica y el paso por un seminario de Paddy McAloon parecen ser determinantes en un esquema de pensamiento que desplaza hacia esa espiritualidad y trascendencia que se centra en la música. Y lo explica muy bien el propio McAloon en las dos entrevistas que aparecen en el volumen, una más contenida y otra exclusiva para el libro que es una verdadera delicia. En la misma, Pérez de Ziriza le «recrimina» que cuente que tiene tantísimas canciones escritas y no las saque a la luz. Y Paddy McAloon, con esa imagen tan de personaje de El Señor de los Anillos, como un Gandalf del Pop, barba y pelo largo blanco inmaculado, sombrero y gafas, reconoce que sí, que es cierto.

Dos cuestiones y algo más sobre el libro. La primera, el reconocimiento del extraño legado de Prefab Sprout. Ciertamente, es una influencia reconocida por bandas y artistas que fueron jóvenes y adolescentes cuando sonaban sus canciones, ahí están casos que recoge claramente Pérez de Ziriza como The War on Drugs, Josh Rouse, Bart Davenport, etc., que han hecho discos con el marchamo de Paddy McAloon. Sin embargo, no es una banda que haya tenido una trascendencia en otros sentidos, no hay apenas homenajes, casi tampoco bandas de tributo… Pérez de Ziriza apunta la posible imposibilidad de abordar este reto. Por otra parte, una cuestión clave es la relación de McAloon con la industria de la música, muy pocas giras (aludía a la imposibilidad de llevar al directo la complejidad de su música), los videoclips justos… Incluso el hecho de que para From Langley Park to Memphis, que les podría haber catapultado en Estados Unidos, no fuesen a promocionarlo (por cierto, se insiste en «arreglar» la confusión en torno a que «Cars and Girls» es una crítica a Springsteen y sus canciones). Y, finalmente, me ha parecido muy relevante que haya señalado la influencia de Prefab Sprout en Deacon Blue, una banda que no llegó a la altura de McAloon y compañía, obviamente, pero que me parece muy reivindicable. Y, finalmente, ¿por qué no aparece «Looking for Atlantis» de Jordan: the Comeback? Se la cargaron del recopilatorio de 1992 y Pérez de Ziriza no la menciona entre las cincuenta canciones esenciales de la banda. A mí me parece un temazo.

 

 

 

Auge, caída y redención de Wayne Kramer

Neo-Sounds sigue trayendo libros muy atractivos sobre música, especialmente biografías y autobiografías. Le toca el turno a la de Wayne Kramer, guitarrista y líder de los míticos MC5 de Detroit, un grupo político y protopunk con una historia compleja, como la de Kramer. Asuntos peligrosos. Drogas, delincuencia, MC5 y mi vida de imposibilidades ya anuncia en el propio título lo que nos vamos a encontrar en sus más de trescientas páginas. Kramer hace un ejercicio de sinceridad al contar cómo va gestando su carrera, dentro de un contexto como el de Detroit de los sesenta, recordemos que es la época dorada de la Motown, y cómo a través de otros movimientos y corrientes se lanzan a esa obra colectiva que es MC5, con influencias diversas y que se acaban convirtiendo, sin quererlo, en precursores del Punk. Pero no es MC5 el protagonista del libro, se convierte más bien en una etapa más y en una canalización de las propias inquietudes de un Kramer que trata de ir más allá. Aunque está narrada esa etapa, su gestación y desarrollo, da la impresión de que el punto final de la banda va diluyéndose. Claro que, dentro de la situación personal de sus protagonistas, el propio Kramer incluido, con adicciones varias, parece que MC5 no era la mayor prioridad. Kramer recorre su vida desde su infancia, que está muy vinculada a esas clases medias aspiracionales norteamericanas, y a cómo llega al mundo de la música. Luego llega todo el proceso de MC5, la fama efímera, los aciertos y numerosos errores que comenten en esos años y el final de la banda.

El tramo central del libro es la caída a los infiernos de un Kramer que acaba en la cárcel varios años por diferentes delitos. Kramer no pone paños calientes ni justificaciones a sus actos, al contrario. Es una parte del libro muy experiencial en la que también cuenta sus vaivenes durante tres décadas que pasan por traslados de ciudad, matrimonios fallidos, trabajos en la construcción y la vuelta a la música de forma ya más estable en los noventa, cuando toma conciencia de la influencia de MC5 en el Punk y el Rock de esos años. También es muy interesante dentro del libro todo lo que rodea a la contracultura de los sesenta y al ideario político de Kramer y compañía. El papel de MC5 como vía de expresión de su ideología en un contexto como aquel es fundamental. Un Kramer que muestra una gran inquietud y que recuperará ya en la etapa final del libro en su vinculación con otros artistas comprometidos como Tom Morello y Billy Bragg, entre otros, en la lucha por la reinserción de presos.

Sin embargo, es esta tercera etapa del libro, la final, la de su redención, también encontrada a través del amor con su actual esposa, la que seguramente quede más endeble. Obviamente, Kramer muestra el proceso de superación de sus adicciones y de cómo reflota su carrera musical. Aquí tiene especial relevancia la resurrección de lo que queda de MCT con aquella formación en la que estaban los tres integrantes supervivientes de la banda, Rob Tyner y Fred Smith habían fallecido, como eran el bajista Michael Davis y el batería Dennis Thompson junto a Kramer, y que tendría por nombre DKT/MC5. Son años de reconocimientos y giras, acompañados de músicos y vocalistas de la talla de Mark Arm (Mudhoney), Lisa Kekaula (The Bellrays) o Evan Dando (Lemonheads, por cierto que a Dando lo terminan «invitando a irse» por sus adicciones y comportamientos), entre otros. Esta es la formación que pudimos ver ya muy de noche en el frío Azkena de septiembre de 2004 (no estaba Dando). Como decíamos, es un tramo final más introspectivo en el que tiene valor la importancia de determinadas personas que acompañan a Kramer en su proceso.

En definitiva, un buen libro el de Wayne Kramer, protagonista de una de esas bandas que siempre aparecen como referencia, MC5, y que llegaron antes de tiempo al lugar que les correspondía. Su influencia fue capital y su trayectoria encierra varias enseñanzas. Y, por supuesto, a destacar también ese compromiso político, central y fundamental. Así que ¡»Kick Out the Jams»!

Desmitificando y reconociendo a Laurel Canyon y el Country Rock y Folk de Los Ángeles de los sesenta y setenta

Cuando suenan los primeros acordes de «Hotel California» de los Eagles, entiendes que es un poco el epitafio de una época en el sentido que Barney Hoskyns describe el periodo de auge y caída del sonido de Laurel Canyon en Los Ángeles durante el periodo que va de 1967 a 1976. Contra ha publicado la traducción de su libro de 2005 Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon y ya con el título tienes casi todos los elementos. Lo primero, antes que nada, es un gran libro para todos los amantes de la música y, especialmente, para el sonido del Country Rock, el Folk y lo que luego sería el «Americana». Hoskyns disecciona un momento y un escenario a través de las voces de sus protagonistas y, en definitiva, casi no deja títere con cabeza. Una de las cuestiones claves del libro son todas las contradicciones en las que incurren un grupo de artistas que de ser underground pasan a ser protagonistas y millonarios. Por el camino, quedan conceptos como los de la autenticidad, la legitimidad y la coherencia, que se van desvaneciendo a medida que las ventas crecen. También habría que señalar que es importante incidir en que la mayor parte de ellos tienen como motivación el triunfar, aunque no es menos cierto que se producen muchas renuncias por el camino, o muchas víctimas. A su lado, una industria musical que encuentra una mina de oro en unos sonidos de Country Rock, acústicos e introspectivos, autoreferenciales, por un lado, pero también una evolución hacia ese mainstream que representan los Eagles más triunfantes. Hoskyns lanza una mirada incisiva en la que tampoco caben medias tintas en relación a la situación de las mujeres, una escena machista en un mundo desenfrenado en la que son tratadas por no pocas estrellas como objetos, así como en relación al abuso de las drogas y al alcohol. Hoskyns no resta valor, al contrario, a un periodo y a unos artistas que crearon algunos de los discos más importantes de la historia de la música popular. Y es que estamos hablando de Neil Young, Joni Mitchell, Jackson Browne y compañía.

En primer lugar, el libro te va llevando de ese momento en el que California, y Los Ángeles, se convierten en la «tierra prometida», ese lugar de optimismo y esperanza bañado por el sol. Allí quedan rescoldos del movimiento hippie, de la contracultura y de la ruptura con los valores imperantes. De esta forma, el movimiento del Folk y el Country Rock que se irá cristalizando a partir de un lugar como Laurel Canyon, donde residirán todos estos artistas, y de clubes de nombres míticos como el Troubadour o el Roxy, recogerá los rescoldos de los Beach Boys y Brian Wilson, los Doors, etc. Allí llegarán figuras desde casi todos los lugares de Estados Unidos y de otros países para hacerse una carrera. La escena irá creciendo a la par que esa industria discográfica opera para convertirse en un sonido clave de esos años, aunque menos mayoritario en las ventas que otros. Aquí cobra especial importancia David Geffen, así como Elliot Roberts, claves en las carreras de buena parte de estos artistas, siendo Geffen el que aparece como uno de los principales villanos de la función, fama que le ha perseguido siempre. También sellos como Asylum, Warner, Reprise o Elektra serán claves en la expansión de este sonido, así como agentes y ejecutivos de la industria musical que también tendrán sus contradicciones, luces y sombras, reflejo de una época muy diferente a la que vendrá tras ellos, ya en la segunda mitad de los setenta y los ochenta.

La historia, como decíamos, es ese ascenso que se va produciendo de estos artistas hasta la cima y cómo, por el camino, abandonan todo idealismo. El propio Hoskyns lo deja explícito cuando señala que «tanto predicar el igualitarismo en los sesenta para acabar convertidos en estrellas distantes como los ídolos de la gran pantalla cuyas antiguas mansiones se dedicaron a adquirir» (p. 372). Esto, no es una novedad, y en el libro se describe con toda la crudeza. Como decíamos, de los grandes nombres de la época, salen muchos más, la mayor parte salen mal parados con sus comportamientos y actitudes. No te irías a tomar un café con buena parte de los mismos, casos como los de David Crosby, Stephen Stills, Joni Mitchell, Don Henley o Glenn Frey son paradigmáticos, entre otros, por no hablar de Geffen. Sobrevuela sobre la escena Neil Young, no podía ser de otra forma que, a pesar de también presentarse algunas de sus numerosas contradicciones y aristas, sale mejor parado por no haber sucumbido a algunas de las derivas de parte de la escena, según la visión que se deduce de la obra de Hoskyns, así como por haber leído mejor la situación y su evolución.

Artistas inmensos, canciones y discos inmortales, pero también autocomplacencia, egocentrismo y ensimismamiento para una escena que comenzó con unos ideales y terminó en los contrarios. Como bien señala Hoskyns, de las cabañas de Laurel Canyon y el sentido de comunidad a las mansiones de Bel Air y Malibú. Por el camino, unos ideales que se iban cayendo a una gran velocidad, casi la misma con la que la cocaína y la heroína hacían estragos entre esos artistas. Eso sí, siempre nos quedarán esas canciones y discos.