«Lost Dogs» o cuando Pearl Jam abrieron el archivo

Es habitual que los grupos y artistas abran de vez en cuando el baúl del archivo o que recopilen esas rarezas, caras B, versiones, etc., que no salieron en sus discos de estudio. Bueno, en realidad es una práctica muy extendida en los últimos años que, en no pocas ocasiones, supone reediciones de discos con material extra, canciones de esas sesiones, etc., pero esa es otra historia. No es el caso de Lost Dogs (2003), el doble disco de treinta temas que publicaron Pearl Jam recopilando rarezas y caras B. Fue el penúltimo disco para Epic tras cerrar contrato un año después con el recopilatorio Rearviewmirror (2004). Parte de las canciones de Lost Dogs eran conocidas, algunas incluso éxitos y habituales en sus conciertos, y también había descartes o temas para discos benéficos y bandas sonoras, así como canciones del single navideño que lanzan para su club de fans. El doble disco cubre toda la trayectoria de los de Seattle desde 1991 a 2003, por lo que también permite ver todas las facetas de la banda. Además, hay temas en los que participan el resto de baterías que han pasado por Pearl Jam, de Dave Krusen a Jack Irons pasando por Dave Abbruzzese), aunque el mayor peso compositivo cae, como es habitual, en Vedder, Gossard y Ament, quedando Matt Cameron y Mike McCready en un segundo plano. El disco es una maravilla y un regalo para los fans de Pearl Jam apareciendo temas que se encuadran en el prototipo de lo que se espera de la banda a otros ejercicios de estilo, intercalándose las canciones sin seguir un orden cronológico.

En el primer disco podemos destacar un comienzo apabullante con «All Night», un descarte del No Code (1996), con esas guitarras características y un sonido muy pesado; «Sad», que proviene del Binaural (2000), canción que encaja en el sonido de ese controvertido disco y que es un tanto angustioso; o «Down», uno de los mejores cortes del disco, que deriva hacia el Power Pop y que es un tema conocido en los directos. También destaca un «Don’t Gimme No Up» que tiene un sonido un tanto urgente y con Gossard a la voz junto a Vedder, también de la época del No Code. «Alone» es del Vs. (1993) y suena épico como sus temas de ese periodo. El disco sigue con canciones que funcionan y que no han perdido vigencia hasta llegar a un «Black, Red, Yellow», otro tema conocido de los directos y que aquí está más contenido aunque mantiene su sustancia Punk Rock. Y, tras algunos temas pertenecientes a discos benéficos, se cierra el disco con el clásico «Yellow Ledbetter», clave en el cierre de sus directos y un medio tiempo «in crescendo» delicioso que fue parte del single de «Jeremy».

Del segundo disco nos quedamos con el inicio de «Fatal», otro descarte del Binaural compuesto por Gossard y que es un medio tiempo que suena muy bien. También destaca la ambiental «Hard To Image» que fue empleada en la banda sonora de Chicago Cab. Del single de «Jeremy» aparece «Footsteps», con armónica incluida, y su música fue empleada en el tema de Temple of the Dog «Times of Trouble», obviamente con diferente letra. «Dead Man» es un tema muy ambiental y desnudo de Vedder que se realizó para la película Dead Man Walking (Pena de muerte, 1996), pero que finalmente no entró en la banda sonora dando paso a «Dead Man Walkin» de Bruce Springsteen. Por su parte, «Strangest Tribe» es uno de los temas que aparecen de los singles navideños para el club de fans, siendo un medio tiempo con un punto crepuscular. Y «Drifting», del mismo origen, es una canción acústica con armónica incluida que gira hacia el Springsteen más crepuscular. No podía faltar el mejor tema que regalaron a sus fans por Navidad, la delicada y deliciosa «Let Me Sleep» de 1991. «Last Kiss» por su parte ha sido la canción que más alto ha llegado en el Billboard norteamericano, número 2, versión del Rock & Roll de Wayne Cochran de comienzos de los sesenta a la que Pearl Jam dotan de una intensidad mayor, y que salió en las navidades de 1998. «Dirty Frank» apareció en la versión europea del Ten (1991) y es una canción más experimental y que cuenta con un tono Funk. Y de la misma época es «Brother», tema instrumental en esta versión que luego contaría con letra en la reedición del Ten en 2009. El cierre es para «Bee Girl», un divertimento acústico, pero esconde «4/20/02» que es el homenaje que le hacen a Layne Staley (Alice In Chains) por su fallecimiento, de hecho el título es la fecha de su fallecimiento, siendo un tema también acústico e intenso y que es un descarte del Riot Act (2002).

No sé cuánta gente se acordará de este Lost Dogs que, en mi opinión, es un disco fantástico y que nos muestra, como decíamos, las diferentes caras de Pearl Jam. Treinta canciones que, aunque no nos hemos detenido en todas, no han perdido vigencia a pesar de los años. Pearl Jam seguro que tienen en el archivo muchas otras cosas. Esperemos que algún día lo vuelvan a abrir.

Mad Cool, el gigantismo festivalero y las transformaciones de nuestro tiempo, aunque siempre nos quedará Pearl Jam

Valdebebas (Madrid), 12 al 14 de julio de 2018.

Y pasó el Mad Cool, tercera edición de un festival que se ha convertido en algo más que un gigante y que ha levantado una enorme polvareda en valoraciones, análisis y críticas. Acabas apabullado leyendo todo lo que está escribiéndose sobre el Mad Cool y, cuando hablas con alguien cercano a la música o no, te preguntan en el minuto uno por el tema y acabas teorizando sobre la cuestión. Las siguientes líneas pretenden, por un lado, reflexionar sobre el festival y todo lo que le ha rodeado y, a continuación, detenerse en la música, que es lo que nos importa aunque también se ve mediatizado por lo anterior. Vaya por delante que yo disfruté de grandes conciertos en el Mad Cool 2018 en Madrid y que fui consciente del lugar al que iba. Pero, eso no quita para que muchas cosas te sorprendiesen, o no. Un cartel en el que estaban Pearl Jam, ocho años sin verlos, Arctic Monkeys, Queens of the Stone Age, Depeche Mode, Eels, Franz Ferdinand…ya era muy atractivo. Sí, vale, música para viejunos/as lo que nos llevará a hablar de la variable edad y de ciertas cuestiones sociodemográficas vinculadas a este tipo de eventos, ¿un cierto tipo de elitismo?, no tan fácil. Pero vayamos por partes y por todo lo que se ha hablado de Mad Cool y lo que nosotros vivimos.

Lo primero que había que destacar era el gigantismo de todo, de todo, la verdad. 80.000 personas es una barbaridad y gestionar todo eso tiene muchos riesgos. En ocasiones dio la impresión de que no se estaba preparado para ello, y eso fue palpable en la polémica entrada de final de la tarde del jueves 12. Aquello fue un caos que no nos tocó, entramos en 40 minutos a las 17:00 horas tras una vuelta sorprendente al recinto de IFEMA bajo un sol de justicia, pero eso es una broma con lo que tuvieron que pasar miles de personas horas después. Ese fue un error gravísimo que no ocurrió los días siguientes. Dentro, todo era inmenso y de nuevo las quejas vienen marcadas por las colas de las bebidas y comidas. De acuerdo, tienes 80.000 personas y tendrás que esperar, eso lo asumes, pero no un sistema de pago primero y servir después además de muchos camareros y camareras que se notaba que no tenían experiencia, bastante hacían soportando el tema. Las vueltas al centro de Madrid, en nuestro caso, fueron fáciles y rápidas pero, por precaución cogimos el Metro, funcionó muy bien, en vez de las lanzaderas del festival en autobús que habíamos cogido en previsión cuando no se sabía si habría Metro, 6 euros por cabeza dilapidados. Lo de Massive Attack fue de traca, con gente bastante decepcionada, y aunque la culpa en mi opinión fue de la banda no es menos cierto que, con los precedentes, la organización podría haber previsto un escenario con menos riesgos. Insisto, la culpa de la banda pero Mad Cool tenía que haber velado más por sus asistentes. El gigantismo del festival, reitero lo de las 80.000 personas, nos lleva a un modelo de forma de ir a conciertos, o al menos una muy mayoritaria, que se basa en el festival. El concepto de las «experiencias» está presente pero lejos quedan esas experiencias cuando estás yendo de lado a lado para no perderte al grupo siguiente que toca en menos de cinco minutos. Todo se basa en el más grande, más rápido y más cosas, un no parar a toda velocidad no vaya a ser que te pierdas algo y que no puedas hacer la foto o el vídeo que tienes que colgar en las Redes Sociales…en fin. Por otra parte, Mad Cool ha dado un golpe fuerte en la mesa y se ha llevado a bandas y artistas muy atractivos que se llevan al público. Ese es un problema, el hecho de que para ver a algunas de ellas tengas que pasar por este tipo de eventos supone valorar el precio a pagar, por ejemplo ver a tu banda favorita, Pearl Jam, a 150 metros de distancia. Por otra parte, la competencia se va reduciendo y, como cantaban ABBA, «The Winner Takes It All». A pesar de todas las críticas, Mad Cool va por ese camino y su gigantismo apabulla. Es el signo de los tiempos, no en vano Uber estaba omnipresente como patrocinador desde las estaciones de Metro, y debemos ser conscientes de ello, otra cosa es qué podemos hacer frente a ello y habrá gente que me diga que no vaya o que hubiese ido a ver a Pearl Jam a Barcelona. Pero vayamos a la música que es lo más importante para nosotros aunque, en mi caso, como sociólogo aprendí, o confirmé, unas cuantas lecciones del mundo posmoderno en el que vivimos.

Pearl Jam arrasan en una noche épica (12 de julio, jueves)

Imagino que, como mucha gente, nosotros llevábamos marcados los conciertos a los que queríamos ir y que, otra cuestión a valorar, nos fastidiaban los solapamientos. No sufrimos muchos de las bandas que nos gustan, pero alguno hubo. Como llegamos pronto y no había mucha gente tuvimos la suerte de estar cerca, muy cerca en medida Mad Cool, en el concierto de Eels. Secundado por una banda potente, Mark E. Everett salió dando una sensación de fragilidad pero eso duró lo que le costó enfilar con los covers de «Out Of Street» (The Who) y la fantástica «Rasperry Beret» de Prince. Eels apabullaron en poco más de una hora con un set cargado de guitarras donde brillaron sus clásicos más potentes, desde «Novocaine for the Soul» hasta «Souljacker, Part I». Mientras dejábamos en el escenario principal a Fleet Foxes perdidos en su inmensidad nos íbamos a la otra punta del festival a ver a Leon Bridges, que dio un gran concierto demostrando carisma e intensidad combinando temas de sus discos y sacando a relucir que sus nuevas canciones, las del controvertido Good Thing funcionaban muy bien en directo. Se acercaba la hora de Pearl Jam pero antes Yo La Tengo atronaban con su ruidismo y su buen hacer a la par que Tame Impala se lanzaban a su viaje psicodélico. Pero nosotros estábamos ya en la fase buscar sitio lo cual era complicadísimo, horrible más bien. Pearl Jam dieron un concierto fantástico, con una honestidad tremenda y demostrando que son la mejor banda del mundo, en mi opinión. Predominando sus dos primeros discos, pero con casi todas sus etapas representadas, nos dejaron agotados y hubo momentos muy emotivos como un McCready desatado (esos momentos de «Eruption» de Van Halen), Vedder tocando en acústico «Just Breathe», la inclusión de «Hunger Strike» en «Better Man», una enérgica «State of Love and Trust», el «Can’t Deny Me» dedicada a las mujeres que cambiarán el mundo, o las infalibles «Why Go», «Animal», «Do the Evolution», «Porch», «Black», «Rearviewmirror», «Alive» y el cierre de «Rockin’ in the Free World»…en fin, no parar durante dos horas de emoción tras ocho años sin verlos por España. De allí ya tocaba irse a descansar porque, la verdad, Kasabian como que no.

Seguimos sin no parar (13 de julio, viernes)

El viernes 13 prometía de nuevo un carrusel de emociones y todavía quedaban fuerzas. Ese día mantuvimos el ir pronto para evitar males mayores y la entrada se produjo sin problemas. De nuevo rodeados por el gigantismo del festival, destacaba la enorme presencia de jóvenes británicos que venían a ver a Arctic Monkeys. Nos perdimos a Kevin Morby por ver a unos Real Estate en plena solina que hicieron un buen concierto de Power Pop. Los gritos de At the Drive In nos convencieron menos y la siguiente cita era en el escenario grande para ver a Snow Patrol. Snow Patrol cuenta con algunas canciones convincentes pero su show fue deslucido, nos dejaron muy fríos y nos fuimos a ver a Morgan en una de las carpas y, amigos de Massive Attack, ellos sí que tuvieron que lidiar con los sonidos del resto de escenarios. Jack White era uno de los platos fuertes del festival y el de Chicago no defraudó. Acompañado de una banda muy contundente, White hizo un alarde de virtuosismo guitarrero mientras que iba combinando canciones de su carrera en solitario, de The White Stripes, así como un par de guiños para The Raconteurs y The Dead Weather. Ni que decir tiene que los momentos más celebrados fueron «The Hardest Button to Button» y, como no, «Seven Nation Army», canción convertida (ufff) en himno futbolero. Es el concierto que vimos más lejano pero había que salir de allí para ver a unos Arctic Monkeys que nos hacían temer lo peor, es decir, que buena parte de su concierto fuese dedicado a su menor, siendo indulgente, último trabajo. Pero no, aunque Alex Turner y compañía no renunciaron al mismo, y algún tema ganó como el comienzo de «Four Out Five», a continuación se lanzaron a una explosión guitarrera que contó con «Brainstorm», «Teddy Picker», «Why ‘d You Only Call Me When You’re High», «Do I Wanna Know», «Arabella», «I Bet You Look Good on the Dancefloor» o el cierre tremendo de «R.U. Mine?». Por cierto, me encantó que tocasen «505», uno de sus grandes tremas escondidos, y me sorprendió que saliesen ellos cuatro y tres músicos más. Por cierto, que el solapamiento de Arctic Monkeys con Alice In Chains fue sin duda el que más me dolió. Mientras se sucedía lo de Massive Attack, Franz Ferdinand no defraudaban con un breve concierto que nos puso a bailar con las pocas fuerzas que quedaban. Kapranos, inmenso, y compañía se basaron en su disco de debut de aquel lejano 2004 («The Dark of the Matinée», «Jacqueline», «Michael», «Take Me Out» y «This Fire») sin descuidar su notable último trabajo con temas como «Always Ascending» y «Feel the Love Go» que encajaban muy bien entre sus clásicos. Fue un no parar que se vio ensombrecido por las caras que se les quedaron a los que fueron a ver a Massive Attack a la vuelta al centro de Madrid.

No nos quedaban fuerzas pero había más (14 de julio, sábado)

De verdad que no, no quedaban muchas fuerzas para volver a Valdebebas el sábado por la tarde. Apabullados como estábamos, veíamos el recinto bajo el sol de las seis de la tarde y te lo pensabas. Hurray for the Riff Raff convencieron con su concierto, Alynda Segarra tiene mucho carisma y por momentos se transmutó en Debbie Harry. A continuación, Jack Johnson (que no ha envejecido nada) hacía un concierto transmitiendo buenas sensaciones pero monótono y también un tanto perdido en un escenario tan grande como el segundo del festival. Claro que luego llegaría la tormenta de fuego y furia de Queens of the Stone Age con un Josh Homme desatado y poniendo el recinto patas arriba. También le dio un fuerte ataque en relación a la zona VIP aunque esto también daría lugar a otra reflexión más amplia, y me quedo con el tweet de Alex Kapranos. El caso es que Homme amenazó con dejar de tocar si no se dejaba entrar a la gente a la zona VIP. El concierto siguió con una banda que en poco más de una hora y cuarto te dejó sin aliento. Homme y los suyos pasaron del Stoner a su Rock más melódico actual, siempre con esas guitarras pesadas y punzantes, que resonaron con fuerza en la noche madrileña con «A Song for the Dead» con la que cerraron, «Go With the Flow», «Little Sister», «Burn for the Witch» o las recientes «The Way You Used to Do», «My God Is the Sun», «The Evil Has Landed» o «Feel Don’t Fail Me». Con un par de minutos hubo que desplazarse unos metros para ver a Depeche Mode que contaban con muchísimos seguidores y seguidoras. Dave Gahan demostró ser un espectáculo aunque no es menos cierto que el concierto de Depeche Mode fue más efectista que efectivo, con mucho saber hacer, pero pero un tanto descompensado. Claro que, si cierras con «In Your Room», «Everything Counts», «Stripped», «Personal Jesus», «Never Let Me Down Again», «Walking in My Shoes», «Enjoy the Silence» y «Just Can’t Get Enough», pues apaga y vámonos, una barbaridad en definitiva. Pero nosotros no podíamos más y dejamos a mucha gente viendo a Nine Inch Nails.

Domingo por la mañana, agotados tratando de digerir tres días de música en Valdebebas y reflexionando y debatiendo sobre Mad Cool, los festivales y el modelo que se ha impuesto. Si miro atrás, me costaría mucho volver, la verdad, pero todo dependerá de nuevo del cartel. ¿Es el modelo que me gusta?, no, creo que es excesivo y que hay muchos grupos y mucha gente, que la sensación que te queda es de agotamiento y de haber disfrutado de algunas de tus bandas y artistas favoritos, mientras que la organización tiene que mejorar bastantes cosas. Pero, mientras voy pensando en Pearl Jam y «Corduroy» no dejo de ver el anuncio de Uber y a los chicos y chicas de Uber Eats…y pienso en el camino que llevamos. Y me diréis que soy un cínico porque Uber es un patrocinador que pone pasta para que venga Pearl Jam, porque puedo irme a otros festivales y salas, porque nadie me ha obligado a ir, porque estoy sosteniendo y pagando ese sistema…Vale, lo dejo para otro día.

Pearl Jam y su incontestable «Vs.»

Aquí no puedo ser objetivo, no puedo. En otoño se va a cumplir el vigésimoquinto aniversario de la publicación del segundo disco de Pearl Jam, Vs. (1993), punto intermedio de esa trilogía mítica que definió a los de Seattle como una de las últimas grandes bandas de nuestro tiempo, entre los también incontestables Ten (1991) y Vitalogy (1993). Y es que Pearl Jam venían de haber arrasado con ese debut que fue Ten y que les situó en la vanguardia del Grunge, en la primera línea, con un supuesto «enfrentamiento» con Nirvana, aunque es cierto que Cobain miraba con desdén a Vedder y compañía. Pero Pearl Jam, como su carrera ha demostrado, iban más allá del Grunge. ¿Eran más accesibles que Nirvana, Soundgarden y Alice In Chains?, pues seguramente sí, pero eso no les quita ningún mérito. Pearl Jam tampoco lo tenían fácil con su segundo disco tras el pelotazo de Ten y haber obtenido mayor visibilidad con la Banda Sonora de la película sobre Seattle Singles, donde estaba la imbatible «State of Love and Trust». Vedder, Ament, McCready, Gossard y el entonces batería Dave Abruzzesse (en 1994 se le invitó a abandonar la banda) decidieron seguir con una línea continuista pero con matices. Seguramente, Vs. es un disco más urgente y menos épico que Ten, hay un punto de aceleración en algunos temas que remiten a sonidos más duros, pero también hay espacios para temas más acústicos e introspectivos. La evolución de Pearl Jam daría un nuevo giro con Vitalogy pero, con Vs., fueron a asegurar y acertaron, generando nuevos clásicos. Además, vendría de nuevo la «competencia» con Nirvana, que publicaron su más áspero y ruidista In Utero (del que también hablaremos en breve) unas pocas semanas antes, lo que daría lugar a más comparaciones y portadas en la prensa. Es un disco en el que Vedder se va a desgañitar, con unas guitarras de McCready y Gossard punzantes y con una sección rítmica poderosa a cargo de Ament y Abruzzesse. Con todas las letras de Vedder, la música estará más repartida pero caerá en mayor medida en Gossard. Y, para terminar, ya no habrá vídeos de Pearl Jam, comenzarán ese proceso en el que tratarán de seguir su camino, llevado al punto más álgido con el comienzo en 1994 de su renombrado litigio con Ticketmaster por el precio de las entradas, una batalla que les hizo ganar mucha legitimidad pero cuyo resultado no fue seguramente el deseado.

El comienzo es brutal, «Go» es un tema urgente de Abruzzesse, esa batería metalizada del comienzo impacta y el bajo de Ament se te clava, una canción que suele estar presente todavía en sus conciertos. Parece mentira pero la intensidad la suben con la tremenda «Animal», furia y fiereza para una canción de Gossard en la que destacan las guitarras por encima del conjunto. Y Gossard demuestra estar en estado de gloria con el cambio de rumbo para la delicada y fantástica «Daughter», un tema semiacústico que se convertirá en una de las favoritas para los seguidores de la banda.

Con este comienzo ya te han dejado fundido pero la cosa sigue con «Glorified G», en esta ocasión a Gossard le acompaña McCready en la autoría, y las guitarras vuelven a imponerse, siendo un tema más festivo si se quiere aunque Vedder sigue desgañitándose. Pero con «Dissident» te cambian el tempo de nuevo, Ament se une a los dos guitarristas en la composición, siendo un tema que comienza pausado pero que sube en intensidad hasta la épica con un Vedder de nuevo soberbio. En «W.M.A.», tema a cargo de la sección rítmica y se nota, apuestan por un sonido casi tribial al comienzo y que luego adapta un tono marcial, con la fuerza de la canción para la parte instrumental mientras que en buena parte de la misma la voz de Vedder queda en la lejanía.

Serán de nuevo Gossard y McCready los compositores de la música de «Blood», las guitarras cobran más fuerza, un tema más marcado por McCready seguramente, y Vedder desgañitado ya casi del todo. Y llega otro momento clásico, el «Rearviewmirror» que firma Vedder, una canción que admite todos los adjetivos que se quieran, un riff histórico, la línea de bajo de Ament, una canción ascendente hasta un final glorioso. Es difícil quedarse con un tema de un disco pero igual aquí no queda otra que hacerlo con «Rearviewmirror»…»Rats» (Ament) es otro tema diferente, Vedder casi frasea tras haber comenzado susurrando, una canción también más experimental pero que encaja bien en el conjunto para dar paso a otro momento clásico, el tema de Vedder «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town», un tema muy campestre, acústico y con un sonido muy clásico, con una gran interpretación de Vedder, una maravilla.

El cierre del disco es para «Leash», de nuevo a cargo de los guitarristas, un tema de los que ganan con el tiempo, con un sonido muy de los setenta en las guitarras. Y llega otra joya como «Indifference», de Ament y Gossard, ambiental y con un toque psicodélico, hipnótico, que confirma que la paleta de sonidos de Pearl Jam iba a ser muy amplia. Finalizaba así un disco que es un clásico que nunca te cansa y que en 2011 tuvo una reedición junto a Vitalogy, junto con un directo de 1994. En la misma, se incorporó la demo de «Hold On», el descarte de estudio de «Cready Storm» y la versión del «Crazy Mary» de Victoria Williams que sería un gran momento en muchos conciertos futuros, en la que participó la propia intérprete y que fue incluida en el disco que se publicó en 1993 para ayudarla con su enfermedad. En fin, que nunca hemos dejado de escuchar este Vs., uno de los discos de nuestra juventud y que a muchas personas nos marcó, fue un disco del que hablamos mucho en esos meses, meses en los que todavía estábamos cumpliendo veinte años…casi nada, como para no cantar «Rearviewmirror».