Gruff Rhys, «American Interior»

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En 1792 un galés de nombre John Evans viajó hasta Baltimore con el objetivo de iniciar la búsqueda de una perdida tribu de compatriotas descendientes del príncipe Madog, supuesto descubridor de América en 1170. Del resultado de su aventura nada se sabe pero hoy, más de doscientos años después, Gruff Rhys recupera su andadura en solitario reconstruyendo musicalmente la odisea de quien resultó ser su antepasado.

Tristemente anclado en la indefinición el futuro de los Super Furry Animals, cuyo último material en 2009 ya se alejaba de su mejor versión, Rhys comenzó a publicar en solitario en 2005, con destacables resultados en trabajos como Candylion y Hotel Shampoo, antes de este American Interior cuyas primeras escuchas transmiten la agradable sensación de que el líder de los SFA aún conserva la capacidad de reeditar el original sonido de la banda que le dió a conocer.

El disco lo abre con brillantez su primer single American Interior, un precioso medio tiempo protagonizado por el piano y la percusión. Las percusiones también encabezan la divertida narración de 100 Unread Messages y sus ligeros toques de folk americano. A continuación aparecen rasgos beatelianos en The Whether (or not) que va creciendo hasta el desenfreno pop final, le sigue la balada The Last Conquistador que mantiene las percusiones crudas junto a la bonita base del piano antes de la más electrónica Lost Tribes. Liberty (Is Where We´ll Be) es una bella conjunción de violines y piano bajo la guía de un contundente bajo que da paso a uno de los divertimentos del disco, la tribal Allweddellau Allweddol. Sintetizadores y bajo lideran la brillante pieza pop que es The Swamp a la que sigue la recreación western de I-O-L-O. Walk Into The Wilderness es una hermosa balada que destaca por su emotivo y romántico estribillo que precede al final del disco con Year Of The Dog, variada canción pop, y al bonito cierre instrumental de Tiger´s Tale.

Gran conjunto de canciones por tanto y repleto de luminosas melodías este American Interior con el que el músico galés eleva el nivel de sus destacados trabajos en solitario y nos recuerda más que nunca al virtuosismo con el que lideraba a los añorados Super Furry Animals.

Conor Oberst, «Upside Down Mountain»

Upside_Down_Mountain_album_coverConor Oberst hace tiempo que se merece un amplio artículo, y prometemos contarlo en breve. Ahora nos detenemos en su último disco de estudio, el más que notable «Upside Down Mountain», recientemente publicado y en el que retoma su carrera en solitario. Y aunque lo contaremos más adelante, a sus 34 años, Oberst es una de esas promesas del rock americano que se va convirtiendo en realidad. Ya sea con su proyecto más reconocido, Bright Eyes, con amigos en Monsters Of Folk (M Ward, Jim James de My Morning Jacket y Mike Mogis) y en numerosos trabajos que sitúan al bueno de Oberst en una hiperactividad que se acerca a la Tweedy o White. Esta gran exposición hace difícil concentrarnos en su obra en solitario, que cuenta con dos trabajos como discos de larga duración anteriormente, y para los que formó como banda a The Mystic Valley Band: el sobresaliente «Conor Oberst» (2008) y el más flojo «Outer South» (2009).

Oberst tiene un talento descomunal y desde sus precoces inicios se le ha comparado con Dylan y otras grandes luminarias. Partiendo del country, ha ido desembocando en otros estilos como el propio rock, el folk, e incluso la influencia de la electrónica. Oberst es un tipo inquieto y se había escrito que su nuevo disco en solitario sería como una vuelta al country, pero no, resulta que sí que hay algunos matices, como la presencia del pedal steel en varios temas, pero es un disco de sello Oberst, ecléctico y con muy buenas canciones. Además, el disco cuenta con la coproducción de Jonathan Wilson, una garantía, y sus manos se notan.

«Time Forgot» es un notable medio tiempo que crece con las escuchas y que es seguida por uno de los mejores temas del disco, «Zigzagging Toward The Light», una maravilla que juega entre lo acústico y lo eléctrico, más rockera. En «Hundreds of Ways» pisa el freno y se lanza a terrenos más mestizos, con presencia de sección de viento incluida. Sigue por la melancolía el sobresaliente medio tiempo «Artifact», pero desciende el nivel con la más lenta «Lonely at the Top», también más country. «Enola Gay» se supera con las escuchas y acaba destacando en el conjunto, pero con «Double Life» vuelve a perder el tino.

«Kick» recupera el pulso más rock y con «Night at Lake Unknown» acierta en los temas de corte más country, aunque «You Are Your Mother’s Child» no consigue un resultado tan destacado. «Governor’s Ball» vuelve a los palos más eléctricos y con «Desert Island Questionnaire» nos encontramos con la mejor canción del disco, un medio tiempo que va creciendo épicamente, apoyada en la estremecedora voz femenina. «Common Knowledge» cierra este trabajo acústicamente, un bonito tema que sirve de descanso tras la emoción de «Desert Island Questionnaire».

Conor Oberst parece que no va a dejar de incrementar su inmenso currículum y volveremos a él durante este verano. «Upside Down Mountain» es un disco a seguir y Oberst lo está presentando con Dawes como banda de acompañamiento, un lujo que tendremos cerca, en el BBK Live, aunque nosotros no podremos verlo. Tiempo al tiempo, Conor Oberst se va a consolidar como uno de los grandes nombres del rock americano, si no lo está ya.

Yann Tiersen, «Infinity»

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Han pasado tres años desde que Yann Tiersen editase Skyline, su último trabajo de estudio, en el que continuaba con el progresivo alejamiento del sonido que le dió a conocer mundialmente. Como si renegara del abrumador éxito de la banda sonora de Amelie el autor bretón hace tiempo que comenzó a embadurnar su minimalismo clásico de experimentación e inmediatez manteniendo su característica belleza aunque aumentando las distancias.

En esta ocasión se ha trasladado a Islandia para grabar este Infinity junto a músicos principalmente de ese país y una menor colaboración de su troupe habitual y el resultado son canciones extrañamente cálidas y lejanas en las que se aprecia una mayor presencia de la electrónica. La agradable imperfeción de los juegos de coros también son otro de los rasgos distintivos del disco que conserva la estructura narrativa e incluso de banda sonora que es habitual en los discos de Tiersen. Cada canción parece un relato y todas juntas componen una suerte de historia sonora.

La música nos va a alcanzar desde las profundidades en el tema que da nombre al disco, que asciende hacia la música que específicamente se inicia con los característicos instrumentos de juguete de Slippery stones junto a coros como los que refería antes y las omnipresentes cuerdas. A midsummer evening se inicia con otra aproximación lenta para ir creciendo hasta la entrada de las percusiones y la instrumentación pop junto a los bonitos juegos de voces. La cuarta canción es una recitación en bretón culminada en compañía de una mezcla de sintetizadores con sonidos folk. Lights combina el rock que Tiersen practicó en sus inicios con el minimalismo que le dió el reconocimiento general en uno de los temas en que su estilo clásico es más reconocible. Gronjord, interpretada en feroés, es un bello conjunto de cuerda y Steinn, cantada en islandés, tiene una mayor presencia de los sintetizadores junto a la guitarra acústica final. In our minds es bastante lenta y The crossing contiene una brillante línea de bajo que, junto a los coros, le confiere un aire pop antes del solitario cierre del violín. Meterorites pone el punto final con una largo monólogo en inglés al que acompaña una cristalina instrumentación.

Se siguen disipando los ecos de Nyman y Mertens así como de la chanson en este trabajo que de nuevo contiene la expresión de las verdaderas inquietudes de Yann Tiersen, un músico experimental y avanzado que domina la receta de una belleza complicada pero a la que el tiempo siempre termina por abrazar.