Royal Blood, ‘Royal Blood’

meta-image-2A Royal Blood le ha tocado ser el hype británico de la temporada, y seguramente a muchos no les sonarán esta pareja formada por Mike Kerr y Ben Thatcher, que han hecho un gran ruido con su debut homónimo hasta el punto de alcanzar el 1 de las listas británicas. Son un dúo, formato que ha dado altos rendimientos en The White Stripes, The Black Keys y, en mucha menor medida, Japandroids (por cierto, hace mucho que no sabemos de ellos, y su segundo disco merecía la pena), con la diferencia de que en este caso se prescinde de la guitarra y se componen de bajo (Kerr) y batería (Thatcher). Por lo tanto, la contundencia que exhibe esta joven banda en poco más de treinta minutos es digna de reseñar. A Royal Blood les tocó la lotería al verse aupados por Arctic Monkeys y, antes de publicar su primer disco en agosto de este año, ya habían estado en los festivales de South By Southwest (Austin, Texas), Glastonbury y Reading. Con su directo y su «anomalía» de ser un bajista y un batería únicamente, fueron conquistando la expectación de público y crítica, que ha alabado su debut.

Royal Blood es un buen disco, asentado en la contundencia que decíamos antes, en los riffs que le saca Kerr a su bajo y en una batería que te taladra. La voz de Kerr también es destacable, y se nota que Royal Blood han estudiado a Queens Of The Stone Age, en su sonido hay un toque al grupo del Josh Homme, aunque más melódico. Con un comienzo demoledor, ‘Out of the Black’ y ‘Come on Over’ son muy buenas, y ‘Figure It Out’ tiene todos los números para convertirse en un hit, siendo la mejor canción del disco. Pero en ‘You Can Be So Cruel’ comienzas a perder el efecto sorpresa, ya empiezan a sonar de forma muy monolítica, lo que les seguirá acompañando en el resto de su debut, aunque un poco diferente es ‘Blood Hands’, que es más oscura.

‘Little Monster’ también es oscura y melódica, y es otra de esas canciones que se pueden convertir en un hit. En el resto del disco se produce una cuesta abajo que comienza con ‘Loose Change’ y sigue en la uniformidad de ‘Careless’. ‘Ten Tonne Skeleton’ mejora con las escuchas, es una canción que encajaría en el último disco de la banda de Homme, y es lo mejor de esta segunda parte. Terminan con ‘Better Strangers’, de lo menos destacable de Royal Blood, una canción que quiere ser diferente pero que no lo consigue.

Royal Blood son diferentes e interesantes, en un debut con buenas canciones pero que es muy uniforme y monolítico, como hemos señalado. Muy predecibles en su sonido, está por ver si se quedarán en el hype o sientan las bases de una propuesta de futuro. Aportan aire fresco, pero corren el riesgo de acabar siguiendo el camino de gente como Wolfmather, por ejemplo. De momento, se han ganado de sobra seguir en la partida.

Ryan Adams, ‘Ryan Adams’

ryan adamsRyan Adams es otra de nuestras debilidades, es otro de esos artistas al que llevamos siguiendo desde hace más de una década, y ahora llega su disco número catorce. Con un ritmo aceleradísimo, especialmente en la primera mitad de la década de 2000 cuando publicó ocho de sus discos, tres en 2005, Adams ha combinado grandes discos y otros menos conseguidos, aunque siempre con su sello que le ha convertido en uno de los iconos del ‘Americana’ y del rock de raíces. Muchas canciones ya son parte de nuestro universo simbólico como ‘Come Pick Me Up’, ‘New York, New York’, ‘Nuclear’, ‘Anybody Wanna Take Me Home’, ‘English Girls Approximately’, ’29’ o ‘Lucky Now’, entre otras. Y eso que nunca le perdonaremos su lamentable actuación del Azkena 2004, injustificable y horrible por la que el propio Adams tuvo que pedir disculpas. Sin embargo, Ryan se ha quedado en una segunda línea del rock, tras apellidos como Grohl, White, Tweedy, Homme y el recién llegado Auerbach, compartida con James, Oberst, Lanegan, etc. Adams ha ralentizado su carrera estos últimos años, Ashes & Fire es de 2011, pero no ha podido evitar sacar a la vez que Ryan Adams un nuevo EP, en este caso más punk y hardcore, como es 1984.

Ryan Adams da un salto más rockero y duro que el acústico y más introspectivo Ashes & Fire, un disco más completo y accesible, que tampoco pierde la melancolía en buena parte del mismo, pero con las guitarras de fondo. El comienzo, en sus cuatro primeras canciones, es esperanzador: ‘Gimme Something Good’ es un temazo, una canción que es un medio tiempo creciente y que se sumará a la lista de nuestras favoritas de Ryan Adams; ‘Kim’ es más clásica; en ‘Trouble’ sube la contundencia; y ‘Am I Safe’ es también otro clásico de Adams, otra canción en el que está muy inspirado y que define la etiqueta del ‘Americana’. Menor nivel se muestra en la pausada e intimista ‘My Wrecking Ball’, pero con ‘Stay With Me’ recupera la línea anterior, otra canción rockera y una de las cimas del disco.

‘Shadows’ se queda en un medio tiempo guitarrero flojo, pero el final del disco supera el notable alto. ‘Feels Like Fire’ es otra canción contundente, al igual que ‘I Just Might’. ‘Tired Of Giving Up’ nos vuelve a recordar al Adams de sus inicios y termina el disco con ‘Let Go’, que tiene un toque más acústico.

Ryan Adams ha firmado su mejor disco de los últimos años, un disco muy atractivo, un trabajo que nos va conquistando con las escuchas, siempre con su personalísima voz en primer plano y con unas composiciones de brillantes melodías. Ryan Adams es uno de los grandes de las dos últimas décadas del rock americano, que lo ha llevado a otras direcciones basándose en las raíces. Ha tenido sus momentos, no parece ser un tipo accesible, pero es un gran autor de canciones que no dejan de acompañarnos. Y en Ryan Adams hemos encontrado un buen puñado más.

Tweedy, ‘Sukierae’

sukierae

Jeff Tweedy debuta en solitario después de más de treinta años de carrera musical y lo hace contracorriente con este doble álbum en el que interpreta todos los instrumentos excepto las percusiones reservadas para su hijo Spencer de dieciocho años. Golpeado por la vida antes y durante la grabación en forma de los fallecimientos de su madre y hermano y la posterior detección de un linfoma a su esposa Sue (cuyo sobrenombre Sukie Rae da nombre al disco), Tweedy se sincera en estas veinte canciones divididas en dos discos conceptualmente diferenciados: el primero es más crudo y el segundo suena más desnudo, aunque sobre el terreno las diferencias sean menores.

Aparcado Wilco y sus excelentes compañeros de viaje Jeff Tweedy apenas se apoya en las excelentes cualidades como percusionista de su hijo Spencer Tweedy y el acompañamiento al piano de Scott McCaughey y a los coros de Jess Wolfe y Holly Laessig para entregar una variada colección de canciones marcada por unas letras introspectivas y nostálgicas que Tweedy arregla con austeridad pero que suenan con la habitual contundencia y pulcritud de las producciones en las que Tweedy participa.

El primer cedé se abre al despiste de la agresiva electricidad rockera de Please Don´t Let Me Be So Understood para tomar acomodo en la tónica general del disco desde High As Hello, segunda canción cruda e íntima que abre el apartado confesional. World Away está dominada por una sencilla y potente base rítmica que se va electrificando a ritmo de blues a medida que avanza en su duración y Diamond Light pt. 1 apenas está protagonizada por la batería del joven Spencer bajo la voz de su padre recitando una críptica letra. El piano de McCaughey aparece por primera vez en la cálida y optimista Wait Foir Love y continúa acompañando a la familia Tweedy en la siguiente canción, la también positiva Low Key cuyo video y letra destilan una cómica frialdad. Jeff se reserva la interpretación en solitario de Pigeons antes de la larga introducción del siguiente tema Slow Love y su oscura interpretación del amor. Nobody Dies Anymore es una delicada canción de temática biográfica llena de buenas intenciones y I´ll Sing It cierra la primera parte rockeando de nuevo.

El segundo cedé lo abren en acústico las bellas Flowering y Desert Bell brillantemente acompañadas por el piano de Scott McCaughey y Summer Noon prolonga la belleza de este inicio con su extraña delicadeza. De nuevo Jeff se aísla para interpretar con su guitarra triste Honey Combed a la que sigue el omnipresente bajo de New Moon antes del suave solo eléctrico que la cierra. Down From Above es una lenta confesión a media voz y en Where My Love Tweedy se sienta al piano para lanzar sus suaves lamentos. El country más puro aparece en la guitarra desnuda de Fake Fur Coat.  La línea de bajo dirige Hazel antes de acabar con las hermosas palabras biográficas de I´ll Never Know.

Son muchos los miembros de prestigiosas bandas que deciden oxigenar su carrera con un disco en solitario pero el caso de este ‘Sukierae’ de Jeff Tweedy en complicidad con su talentoso hijo Spencer es especialmente indicado y significativo dadas sus especiales circunstancias personales y familiares. El resultado es crudo a la vez que hermoso por momentos y, pese a su larga duración, el esfuerzo se ve recompensado con creces por el derroche de sinceridad con que el líder de Wilco inunda unas letras arropadas por un sonido suficientemente austero como para creerlas.