Ty Segall, ‘Manipulator’

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Llega a nuestras manos uno de los discos más celebrados del año y el que debería suponer la consagración de este joven autor de la bahía de San Francisco que, tras una corta pero intensa carrera llena de los más diversos proyectos, entrega este alarde de creatividad cimentado en lo más granado del rock clásico anglosajón. Con apenas 26 años sorprende la selecta lista de influencias que le han sido atribuidas así como el sonido añejo logrado por la producción del propio Segall junto a Chris Woodhouse. Pueden distinguirse en sus pasajes desde el glam hasta el garaje pasando por el heavy o la psicodelia y otras referencias que en mayor o menor medida remiten a una época en la que el joven Segall ni siquiera era un proyecto pero que consigue reeditar con enorme autenticidad.

Guitarras ruidosas y percusiones en primera línea son las señas de identidad de este extenso trabajo que en la mayoría de sus cortes no renuncia a la melodía. El trío de canciones que abre el disco es tremendo: la psicodelia beatle de Manipulator, el crudo guitarreo de Tall Man Skinny Lady que se alarga en un solo desbocado y los aires soul desde los que parte The Singer conforman un inicio al alcance de pocos. A continuación retumba la línea de bajo para crecer hasta conformar el enérgico rock de It´s Over. La brillante guitarra de Feel es deudora de Jimmy Page y en la voz de Segall es patente la influencia de Marc Bolan, especialmente en el potente blues de The Faker. Varía el conjunto de esta destacada primera parte el folk psicodélico de The Clock que se va calmando según se suman violín y chelo. La mano de Keith Richards, atenuada por la guitarra acústica, también tiene su eco en Green Belly antes de que la electricidad se desmande en el cambio de fórmula que supone The Connection Man. Una de las piezas más brillantes es Mister Main cuya groove de ácida negritud conforma el ritmo más bailable del disco. La apertura folk de The Hand da paso a una guitarra también ‘stoniana’ antes de su alucinado estribillo.

Susie Thumb inicia la parte más floja del disco con un ritmo contundente que recuerda a las percusiones de Beck y un piano aporreado a lo Velvet Underground o la tranquilidad folkie que abre Don´t You Want To Know. La línea menor de esta segunda parte se prolonga con la dureza de The Crawler, con una Who´s Producing You en la que lo más destacado es su percusión y la simple aportación eléctrica de The Feels. El genial guitarreo final de Stick Around pone un más que brillante broche a un conjunto sobresaliente.

Diecisiete cortes en total de entre los que apenas cinco rebajan un poco el elevado listón general en una demostración de asimilación inteligente de las fuentes más selectas cuyo resultado, lejos de la mera imitación, amplía el recorrido de una tradición ni mucho menos agotada que solo necesita de pupilos talentosos como Segall para revivir.

Counting Crows, ‘Somewhere Under Wonderland’

índiceHace unas semanas dedicamos un artículo a Counting Crows, una de esas bandas que en mi caso me acompañan siempre. Los Counting Crows son escurridizos, y sus lanzamientos se espacian en el tiempo. De hecho, como ya señalamos, su anterior trabajo con material nuevo es de 2008, el notable Saturdays Nights & Sundays Mornings. Su nuevo disco lleva el poético título de Somewhere Under Wonderland y Duritz y los suyos nos presentan una entrega que tiene algunas diferencias con su antecesor. Por una parte, es mucho más corto, nueve canciones que se extienden a once con las versiones demo de dos de los temas. Por otro lado, dejan un poco de lado el intimismo de buena parte de su carrera para presentar un disco más acelerado y dinámico, aunque sin perder ese poso nostálgico y melancólico que es la marca de la casa. De nuevo, como en discos anteriores, sus seguidores han llevado a su nuevo trabajo a posiciones altas en el Billboard americano, en este caso el 6. Además, también es su primer largo para Capitol, después de su salida de Geffen.

El disco comienza con un tema extenso, más de ocho minutos y ecléctico, con el tono de Counting Crows, titulado ‘Palisades Park’. Pero a continuación la cosa se acelera con la semiacústica ‘Earthquake Driver’, a la que le falta algo, cosa que no acurre con la rockera ‘Dislocation’, uno de los mejores temas del disco. El medio tiempo melancólico y con un peso importante de lo acústico ‘God of Ocean Tides’ también resulta eficaz, es uno de los pocos momentos que nos recuerdan a esos Counting Crows más introspectivos y que tanto nos gustan, un tema que pasará a la lista de favoritos de la banda. ‘Scarecrow’ es una canción animada, con elevada presencia de las guitarras, diferente y extraño, al que cuesta entrar pero que acaba funcionando, gracias en parte al Hammond.

‘Elvis Went to Hollywood’ se escora hacia el pop pero también con presencia de las guitarras siendo uno de los temas más interesantes del disco. El resto del Somewhere Under Wonderland desciende el nivel. En ‘Cover up the Sun’ hay un toque country, que no es algo habitual en sus trabajos, e incluso Duritz varía su forma de cantar. Sin alcanzar los niveles de la primera parte del disco, ‘John Appleseed’s Lament’ regresa al rock, mientras que el final con ‘Possibility Days’ es lo más flojo, un tema lento e insustancial. Como decíamos, también hay tiempo para las demos de ‘Earthquake Driver’ y ‘Scarecrow’, acústicas e interesantes, especialmente la segunda.

Nuevo trabajo por tanto de Counting Crows, que convencerá a sus fieles seguidores y que no les descubrirá a casi nadie. Counting Crows siguen asentados en su zona y carrera y, muy de vez en cuando, nos ofrecen sus novedades. Nosotros siempre les estamos esperando y celebrándolos, porque es una banda que merece la pena.

The National y Ángel Stanich Band, triunfadores del BIME

Bilbao Exhibition Center (BEC), Barakaldo (Bizkaia), BIME, 1 de noviembre de 2014

BimeLive_BannerLast Tour International lleva dos años organizando en el BEC de Barakaldo un encuentro entre promotores y agentes de la industria musical y un festival de música. La lista de nombres que han participado en esta edición ha sido amplísima y, encabezados por The National, ha acerdado al inmenso BEC de Barakaldo a bandas y artistas como Placebo, The Kooks, Mogwai, Mando Diao, Macy Gray y un largo etc. Nosotros nos apuntamos a la segunda jornada, en un día que se anunciaba propicio para que este otoño que no acababa de llegar, hasta el día 2, hiciese su aparición. Asentados en Barakaldo y con la jornada por delante, frente al BIME y con un listado de bandas y artistas por ver, ya que muchas se solapaban en los cuatro escenarios dispuestos, hicimos nuestra elección. Amigos que ya habían estado en la primera jornada nos señalaron la comodidad del festival y el recinto y el triunfo de Placebo, con poco más de 10.000 asistentes, es decir, cifras muy alejadas de los agobios de grandes citas como ya lo es el BBK (no recordemos lo que vivimos con The Black Keys hace unos meses). Y esa comodidad se notaba al entrar en el funcional e industrial recinto, levantado imponente en donde durante décadas hubo fábricas, de las que algunos recordamos sus ruinas y restos cuando pasábamos con el coche por la autovía, yendo a la Universidad del País Vasco en Leioa, hace ya más de dos décadas, pero esa es otra historia.

Como decíamos, el BIME se estructuraba en cuatro escenarios, todo ello con una buena organización que permitía que el tránsito no fuese un caos de gente entrecruzándose. Al principal y otros dos contiguos, en los que se alternaban actuaciones, se unía otro en una zona de graderío, denominado ‘Stage Teatro’. Cuando llegamos al recinto, en el Stage 1 ya estaban La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La MODA), curiosamente la banda que dejamos a medias en el BBK el pasado mes de julio a altas horas de la madrugada. Los burgaleses de La MODA, que actuaron hace unos días en el Biribay y a los que lamentablemente no pudimos ir a ver, consolidan su propuesta que bebe en gran medida de The Pogues y que basa su fuerza en un directo muy consolidado y en canciones redondas como ‘Los hijos de Johnny Cash’ o ‘¿Quién nos va a salvar?’. Habrá que esperar otra oportunidad para verlos más allá de los cuarenta minutos  a los que les limitan los festivales.

The Beast In Its Tracks (2013) de Josh Ritter fue uno de nuestros discos favoritos del año pasado, por no decir el que más nos gustó. Ritter componía e interpretaba un durísimo disco postdivorcio y parece que el hombre lo pasó bastante mal. Pues bien, la ‘responsable’ (siempre hay que escuchar la otra versión) fue la cantautora Dawn Landes que actuaba en el escenario teatro ante unos cientos de personas. Con una puesta en escena acústica y austera, sólo se acompañó de otro guitarrista, Landes, que también tenía una gran presencia, aportó un toque folk y en algunos momentos se escoró al country. Bellas canciones para una voz que habrá que seguir, con emotiva versión del clásico ‘Moon River’ incluida.

Reconocemos que a Mando Diao les habíamos perdido la pista hace muchos años. Nos gustaron mucho en sus inicios, cuando surgieron como punta de lanza del garage rock desde Suecia, junto a The Hives y compañía. Sabíamos que su estilo había dado un giro, pero no el que vimos en el segundo escenario ante un amplísimo público. Nada de rock y sí un pop bailable que nos dejó en suspenso. Sí, había algunos temas interesantes, como la muy coreada y celebrada ‘Dance With Somebody’, pero también muchas canciones de un pop insustancial. Eso sí, ellos se lo pasaron en grande, y buena parte del público también.

Volvimos corriendo al escenario teatro para ver a la Ángel Stanich Band. Stanich se ha convertido en una de las revelaciones del año, aunque sólo congregó a unas cientos de personas en el escenario ya que a la vez actuaban The Kooks y Smile. Pues bien, todos los que no fueron se lo perdieron porque asistimos a un pedazo de concierto donde sonaron las canciones de su disco Camino Ácido, con una banda en estado de gracia y con Ángel Stanich carismático y dueño de una voz particular al servicio de muy buenas canciones. En un lugar incómodo para esta propuesta, se te iban los pies y casi había que atarse al asiento para no saltar el graderío, Ángel Stanich Band redujeron a la nada los metros que les separaban del público. Tras su actuación, más de dos minutos de ovación con centenares de personas en pie. Los que le conocíamos, salimos más convencidos si cabe, los que no se sumaron. El resto, se lo perdieron…

Iba quedando menos para el plato fuerte y había tiempo para ir al escenario 2 donde era el turno de los escoceses Mogwai. Esta banda es de las típicas que siempre está en «lo mejor del año» y que son adoradas por la crítica. No negamos que tengan su calidad, que serán unos virtuosos y que su propuesta, basada en largos parajes instrumentales de un estilo denominado ‘post-rock’ tenga mérito, pero a nosotros nos dejaron tan fríos como ellos, como a la mayoría del público.

Tocaba la hora de buscar sitio para ver a The National, cosa que no fue difícil y que nos permitió estar cerca del escenario. Los norteamericanos son ya una de las principales bandas de rock del mundo, aunque no tengan un hit, aunque sea paradójico que lo hayan conseguido, porque su música no es accesible. Pero es de una calidad tan mayúscula que te lleva a diversos estados. Con seis discos a cuestas, y con los cuatro últimos sobresalientes, los gemelos Aaron y Bryce Dessner a las guitarras, y los gemelos Bryan (batería) y Scott (bajo) Devendorf sirven de soporte a Matt Berninger, frontman de la banda y lo más alejado de una estrella de rock, lo que precisamente le convierte en una. Acompañados de dos músicos a la sección de viento y otros instrumentos y con la presencia de Sufjan Stevens a los coros y en alguna ocasión al piano, The National dejaron sin respiración el BEC, demostrando que también en directo ya están muy arriba. Poco más de una hora y cuarenta minutos en los que se sucedieron a ritmo vertiginoso grandísimas canciones mientras que Berninger crecía en escena y el público se emocionaba cada vez más. Fue un concierto de una grandísima intensidad, como pocos que yo recuerde. Allí estaban ‘I Should Live in Salt’, ‘Don’t Swallow the Cap’, ‘Sea of Love’, ‘I Need My Girl’, ‘Bloodbuzz Ohio’, ‘Graceless’, ‘Ada’ (donde hubo protagonismo para Sufjan Stevens), entre un largo etc. Todas ellas grandes canciones con un final de traca, con un desatado Berninger que realizó su habitual interpretación de ‘Terrible Love’ entre el público, literalmente fuera de sí; con la brutal interpretación de la grandísima ‘Mr. November’; y con el maravilloso cierre de la muy emotiva ‘Vanderlyle Crybaby Geeks», ya con formato acústico y de nuevo con Berninger subido a la valla de separación con el público en algunos momentos.

El BIME seguía pero nosotros nos retiramos, exhaustos y emocionados por The National y con el recuerdo de la actuación de la Ángel Stanich Band. Fue un gran festival en un marco diferente, pero que superó nuestras expectativas y que esperemos que tenga continuidad. Mientras tanto, no se pierdan a The National y a Ángel Stanich.