«Todos quieren a Daisy Jones» de Taylor Jenkins Reid

Cuando comienzas a leer Todos quieren a Dasisy Jones (Blackie Books) de Taylor Jenkins Reid, te da la sensación de entrar en Casi famosos (2000), la película casi autobiográfica de Cameron Crowe sobre sus orígenes como reportero de la Rolling Stone. De aquella película recordamos a la banda Stillwater, a Kate Hudson haciendo de la groupie Penny Lane, y a «Tiny Dancer» de Elton John en el autobús de la banda, junto a otras escenas. Es imposible no acordarse de esta película al leer esta novela que se basa en el mismo periodo y que tiene como una de sus principales virtudes el tomar un punto de vista oral a través de varios narradores siguiendo la línea de ensayos como Por favor mátame. La historia oral del Punk, Todo el mundo adora nuestra ciudad sobre el Grunge, o uno que hubo sobre la MTV. Aquí, Nando Cruz sacó hace unos años Pequeño circo: Historia oral del indie siguiendo el mismo modelo. Taylor Jenkins Reid hace lo mismo en una novela que narra la historia de una banda de Rock, The Six, y su ascenso cuando se juntan con la Daisy Jones del título. La novela es ágil y se lee a toda velocidad, aunque no puede dejar de caer en ciertos estereotipos y lugares comunes del Rock ‘N’ Roll.

Como novela, se pueden establecer tres partes bien diferenciadas. Una primera, muy atractiva, cuando van presentándose los personajes, destacando Billy Dunne, líder de The Six, y Daisy Jones. Procedentes de mundos distintos, Dunne encabeza una banda de Rock con querencias por el Blues, junto a su hermano Graham y otros músicos que serán también narradores del relato. La historia nos remite a los Allman Brothers, a Tom Petty & the Hearbreakers, y todas aquellas bandas que surgieron en los setenta. Daisy Jones procede de un entorno distinto, de clase alta, se convierte en groupie y luego desarrolla su talento pero todo ello en un contexto de desfase y descontrol. Hay una tercera protagonista, Camila, novia y mujer de Billy, que será también el epicentro del relato. La evolución de todos ellos hasta encontrarse y grabar su disco conjunto, Aurora, está muy conseguido porque contextualiza muy bien las relaciones y los procesos que se dan.

Sin embargo, en la parte central, el proceso de grabación de ese disco como Daisy Jones & the Six, queda un poco más deslabazado, igual en algunos momentos demasiado extenso, basándose en la relación entre Jones y Dunne, aunque aquí no desvelo nada, sin dejar de lado el proceso creativo del disco y las tensiones entre los integrantes del grupo. El final es abrupto, qué ocurre al final de la banda y cómo se llega a un destino que es anticipado desde el comienzo del libro. También se revela la persona que recopila todos los testimonios. El final, ciertamente, repunta algunos momentos del libro que se habían quedado muy en valle.

De todas formas, nos encontramos ante una novela notable, una novela que hará las delicias de los seguidores de la música, pero a la que le puede faltar en algún momento algo más de recorrido. Sí que es cierto que, pese a que la autora apuesta por los lugares comunes, incluido el auge – caída – redención inevitable, no es menos cierto que toma algunas decisiones valientes en el desarrollo de la historia. Pero eso no lo cuento que sería un spoiler en toda regla.

«Vives en las cintas que me grabaste» de Rob Sheffield

Vives en las cintas que me grabaste del periodista de Rolling Stone Rob Sheffield y publicado por Blackie Books, cuenta con uno de los títulos más atractivos que he visto. A continuación viene un subtítulo que te da la explicación: «Una historia musical de amor y pérdida». Y aquí te quedas hecho polvo. La sinopsis es la siguiente, y no destripo nada: Rob se enamora de Renée, comparten su afición por la música; Rob le graba cintas; se casan, llevan su vida de búsqueda de su sitio laboral y personal y, de repente, Renée fallece súbitamente. Vale, he sido muy explícito. La historia de la pareja y del dolor de Rob tiene un hilo conductor que es la música, especialmente esas cintas que Rob grababa. Hay que tener en cuenta que la historia transcurre, principalmente, en la segunda mitad de los ochenta y buena parte de la década de los noventa, aunque Sheffield también se centra en su infancia y juventud. Y todo tiene de fondo la música y gira alrededor de la música. Y es que la música tiene ese poder, esa fuerza de llevarte, de acompañarte en los buenos y en los malos momentos, de centrarte, de subirte y de bajarte. Las canciones nos recuerdan a las personas, los años, los hechos, los acontecimientos y esas cosas pequeñas de la vida cotidiana que son tan importantes. La música está vinculada a una mirada, a un olor, a una caricia, a un momento. Y es lo que transmite este delicioso libro.

La mayor parte del libro es optimista y vital, las canciones fluyen, vemos cómo transcurren los años y van cambiando los estilos musicales. Rob y Renée son fans de la música alternativa, hay muchos grupos de radios universitarias norteamericanas, desde REM hasta Pavement, sus favoritos junto a Big Star, fondo con el que se conocieron. Pero también hay espacio para el Pop y el eclecticismo que nos muestra que todas las canciones sirven para enmarcar recuerdos. Viven la irrupción del Grunge y cómo todos los grupos y artistas que les gustan alcanzan el mainstream, y lo viven como un triunfo. Van a conciertos, escriben de música, Rob tiene un programa de radio, compran discos, y Rob graba cintas para Renée, para fiestas, para fregar, etc. Por cierto, ¿alguien me puede explicar que hace en una de las cintas «En tu fiesta me colé»?, y es que todos los capítulos comienzan con la caratula de una casete. Pero llega el momento de la muerte de Renée y todo se torna muy sombrío. Asistimos a una parte de gran intensidad y emoción como es el del duelo pero los últimos capítulos, hasta que atisbamos que Rob comienza a recuperarse, son durísimos. Eso sí, siempre está la música de fondo.

Yo soy uno de aquellos que grababa cintas a las chicas que te gustaban, a amigos y amigas, para las fiestas. Recuerdo que en estas últimas siempre estaban tres temas de la BSO de The Blues Brothers: «Think», «Shake a Tailfeather» y «Everybody Needs Somebody to Love». Ahora recuerdo esas cintas, aunque realmente nunca las olvidas, y cómo establecías el orden de las canciones y las combinaciones, algunas estaban prohibidas, y también había que evitar repetir artista o banda. Todo un arte. Rob Sheffield nos recuerda esa época que ya se fue, en la que grabábamos cintas, pero nos muestra el gran valor y la importancia de la música. Emocionante.