Lydia Loveless, «Somewhere Else»

131212-lydia-loveless-somewhere-else_0Hay discos que tienes que escucharlos una y otra vez, en los que cuesta entrar. Al principio pueden ser difíciles, incluso ásperos, pero luego te encandilan. Y hay otros que son como un puñetazo a la primera y te impactan, vaya si te impactan. Y «Somewhere Else» de Lydia Loveless pertenece a esa segunda categoría, a esos trabajos que, desde el minuto uno, te conquistan. Fue de nuevo nuestro querido amigo Fernando Navarro el que nos puso en la pista de este disco, con una reseña en Ruta 66 como disco del mes de marzo. «Somewhere Else» es el tercer disco de esta cantautora de Ohio, un trabajo soberbio y de los mejores que hemos degustado en lo que llevamos de año. Lydia Loveless se enmarca en el sonido del llamado «Americana», continuando la estela de Lucinda Williams o Emmylou Harris. Siguiendo las constantes de este sonido, Loveless presenta una colección de canciones rápidas y melódicas, con una fuerza incontestable.

Ya su presentación es de diez, «Really Wanna See You» es espectacular con unas guitarras y una batería que se compenetran a la perfección. Una canción que emociona y que marca el ritmo de la primera parte, que es de matrícula. «Wine Lips» es más melódica y «Chris Issak» también sobresale, con presencia destacada incluida para el steel guitar. «To Love Somebody» es tremenda, con esas guitarras y su vínculo con el steel guitar. Y «Hurts so Bad», un medio tiempo de mucha garra, no es la mejor canción del disco porque se encuentra en el mismo «Really Wanna See You». «Head» prosigue el camino de las melodías y se inicia una mínima deriva hacia el country, pero sin perder un ápice de calidad.

En «Verlaine Shot Rimbaud» regresa al primer plano el steel guitar y «Somewhere Else» es un tema que crece al avanzar y gana con las escuchas. «Everything’s Gone» es la canción más pausada, prácticamente acústica y con la voz en primerísimo plano. Y finaliza el disco con el notable medio tiempo, y pese a todo la entrega menos destacada de todo el largo, «They Don’t Know».

Lydia Loveless es uno de los descubrimientos que más nos han impactado de todo el año y «Somewhere Else» ya es uno de nuestros discos favoritos. Y es que lo tiene todo: grandísimas canciones, mucha fuerza y una voz espectacular. Lydia Loveless se suma a la larga lista de artistas que hacen bandera de la música de raíces norteamericanas y que tantas alegrías nos están dando. Lydia Loveless, impresionante.

Sidonie, «Sierra y Canadá»

portada sierra y canadaPor encima del envoltorio con que se adornen las canciones lo que realmente permanece es la calidad de las composiciones, algo que Sidonie ha dominado siempre y que hasta ahora les había diferenciado de otras propuestas. Su indudable habilidad para componer preciosas melodías pop unida a sus cada vez más cuidadas letras les han ido situando en una posición de privilegio en nuestro panorama independiente sin necesidad de variar en exceso su sonido más allá de una evolución natural. En su último trabajo se han apoyado en la electrónica para renovar el envoltorio, pero sus canciones mantienen los rasgos de siempre; arregladas de una u otra manera siguen siendo canciones de Sidonie, aunque cueste un poco más destacar estas piezas por encima de las que han realizado hasta hoy.

En general este disco contiene algún corte destacable, pero también otros fríos e insípidos que lastran el resultado final colocándolo lejos de lo que han sido sus mejores trabajos. El predominio de los sintetizadores de la primera canción deja claro a qué va a sonar el disco al igual que la psicodelia electrónica de Rompe tu voz. Inevitables referencias en este tipo de música, como Depeche Mode u OMD, les sirven para alcanzar la intensidad ochentera de Gainsbourg que, al igual que Yo soy la crema, utiliza el surrealismo en las letras. En la paradójicamente optimista Un día  de mierda resuenan los Beattles. Con Canadá (El feo de los Wham) no solo se ralentiza el ritmo sino que empieza a decaer el nivel general de las canciones, a excepción de la voz entrecortada de Marc Ros en la demostración de energía de Estáis aquí, triunfo seguro en sus directos. El mismo destello no aporta gran cosa, al igual que ocurre con Las dos Coreas. La voz de Jesús Senra acompaña a la variada electrónica clásica de La noche sin final antes del destemplado cierre de Olvido y morfina y los arreglos new age de Hiroshima mi amor.

Son reconocibles las melodías de una parte de este disco aunque sea difícil destacar ninguna entre lo mejor de los barceloneses; es por tanto una colección poco inspirada de sus canciones de siempre en la que lo más destacable es el nuevo y cuidado sonido fruto de una producción electrónica que los hace sonar menos nuevos de lo que podría parecer.

Fue mejor hacer el camino que llegar o Cobain veinte años después

MTV Unplugged: Nirvana8 de abril de 1994 y recuerdo cómo salió la noticia del hallazgo del cuerpo de Kurt Cobain. Eran años muy alejados de la inmediatez de Internet y las redes sociales. Las últimas horas se daban en la radio o se interrumpía la programación en televisión, que me apuesto que no fue el caso con Cobain, aunque me puedo equivocar. Seguramente que se diría también que todo el mundo se acordaría del lugar y lo que estaba haciendo cuando se produjo la noticia. Pero seguramente no tanto. Kurt Cobain había entrado con «Nevermind» (1991) en el altar de líderes generacionales del rock al «abanderar» un movimiento como el grunge, de gran impacto mediático en esos pocos años de éxito, que prácticamente finalizó con su muerte.

La fecha exacta del suicidio de Cobain se estima en el 5 de abril, aunque siguen existiendo dudas. Cobain había decidido poner fin a una (corta) vida de sufrimiento y dolor. No vamos a extendernos aquí en la carrera de Nirvana y en todo lo que les rodeó, está todo más que escrito, y seguro que estos días salen de nuevo miles de reseñas y artículos recordando el vigésimo aniversario. De la formación definitiva con su amigo Krist Novoselic y Dave Grohl; de «Bleach» (1989) en Sup Pop a su paso a la major Geffen para «Nevermind», lo que les valió a los de Sup Pop unos potentes ingresos; de sus dudas con respecto al sonido de «Nevermind» producido por Butch Vig al más crudo «In Utero» (1993), a cargo de Steve Albini; del impacto de su último disco, alejado de los que esperaban un «Nevermind II»; y del éxito del «MTV Unplugged in New York» (1994), sin duda la paradoja de lo que Cobain esperaba de su futuro. Y después directos, grandes éxitos y reediciones de sus discos…Y quedan sus grandísimas canciones, aquellas canciones que marcaron a toda una generación. Y también queda su matrimonio con Courtney Love, su adicción a la heroína, sus ingresos en clínicas de desintoxicación, sus últimos meses con intento de suicidio incluido…en fin, todo lo que pueda alimentar al mito.

El 8 de abril de 1994 creo que escuché la noticia en la radio y, ese mismo día, un amigo llevaba una camiseta de Cobain. La vida de Kurt estaba marcada por la inseguridad y por la angustia. Reflejaba en parte lo que una generación, la «Generación X» de Douglas Coupland, sentía por el mundo que les había tocado vivir y por tantas promesas incumplidas. No encajaban en el mundo. Pero en Cobain también coexistía esa inseguridad personal, definida por el divorcio de sus padres y la violencia doméstica. Kurt Cobain no encajaba por esa mezcla entre lo individual y lo colectivo. Y es un patrón que se repite en otros iconos del grunge como Eddie Vedder, Chris Cornell, Layne Stanley, etc. Con estos mimbres, la dirección de su música y sus letras no podía ser muy optimista, al contrario. Y aprovecharon la mezcla del rock, el punk, el hard core y el pop para hacer discos eternos.

Como hemos escrito aquí alguna vez, todos nos hicimos del grunge, y nos compramos los primeros discos de Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice In Chains y demás. Cobain ha quedado como el héroe de aquella generación inigualable, del último movimiento del rock que saltó del underground al mainstream y trató de tú a tú a las anquilosadas estructuras del sistema. Han pasado más de veinte años y nadie lo ha vuelto a conseguir. Al resto se les ha criticado por activa y por pasiva, especialmente a Pearl Jam, porque Cobain responde al relato que nos hemos construido sobre todo aquel movimiento. Sólo tenía veintisiete años y me es muy difícil aventurar cómo habría seguido su carrera. Existen indicios de que Nirvana no hubiesen durado mucho tiempo más, pero es sólo una hipótesis.

Veinte años después, parte de legado de Cobain y todas aquellas bandas sigue estando presente. Además de incorporar lo alternativo o el indie al gran público (¿o a una parte del mismo?, yo pienso esto segundo), fueron definiendo las bases de lo que sería ese mundo en estas dos décadas, en una especie de fusión con el ámbito comercial. En lo personal, creo que a Cobain también le pasó lo que ocurre muchas veces. Era una persona que buscaba ser aceptado, y se convirtió en el último gran icono del rock, pero fue mejor hacer el camino para llegar hasta allí que conseguirlo. Eso no lo pudo soportar.