«Lemonade» o la autoafirmación de Beyoncé

El disco que nos ocupa en nuestra sección de aniversarios es el más reciente que hemos hecho, cinco años únicamente. Sí, ya existían Los Restos del Concierto pero no fuimos capaces de ver la grandeza de este Lemonade. No vamos a desglosar las virtudes de una de las grandísimas estrellas de la música popular del último cuarto de siglo y, sin duda alguna, la figura más relevante del R&B. Beyoncé lleva dos décadas en solitario generando discos y grandes singles que le han situado en lo más alto. Su potente puesta en escena ha sido otro de los aspectos claves en su triunfo. En la segunda mitad de los noventa, Destiny’s Child se erigían como otro grupo de R&B femenino en la estela de TLC, En Vogue y compañía. Pero, pronto se vio que Beyoncé iba a volar alto y lo hizo con aquel «Crazy in Love» del Dangerously in Love (2003). Además, su matrimonio con Jay-Z les convirtió en una de las parejas fundamentales de la música. Sin embargo, con Lemonade dio un paso más adelante en lo que es un disco absolutamente imprescindible. Beyoncé venía de la maternidad y de una infidelidad de Jazy-Z que le supuso un importante trauma. Junto a ello, su nuevo disco también iba a reflexionar sobre su condición de mujer y su negritud. Es decir, nos encontramos ante un disco absolutamente reivindicativo que, dentro de todo el entramado de Beyoncé, fue también un trabajo audiovisual de gran potencia que viene con el CD y que fue emitido por HBO. El disco es una barbaridad, como decíamos, mezcla de Soul, R&B, Rock y Hip Hop. Estamos ante una artista que desnuda su alma pero que también cuenta con sus contradicciones, como veremos. Por otra parte, el disco cuenta con colaboradores y productores de calado como Jack White, Kendrick Lamar, The Weeknd, James Blake, Diplo, entre otros muchos. En cuanto a las contradicciones, estas vienen cuando ves el imponente docuconcierto del Coachella en Netflix. Aquella película, que suponía la vuelta de Beyoncé tras un gran esfuerzo tras haber tenido gemelos, mostraba a la perfección la imponencia de una artista mayúscula pero también la muestra de una auténtica hija del capitalismo neoliberal. Es decir, la autoafirmación del yo, ese modelo tan norteamericano de que la fuerza está en ti, y todo lo que rodea a su matrimonio formado con Jay-Z, como se vio en el disco conjunto de The Carters, Everything Is Love (2018). Obviamente, ves el concierto de Coachella y te quedas abrumadísimo, con todos los músicos que lleva y la potencia y fuerza que transmite. Allí se sale, en medio de toda la opulencia y el boato. Pero, por otra parte, no puedes dejar de lado la Beyoncé más reivindicativa como la que se muestra en Lemonade. Vamos con este disco de 2016, la cima creativa de Beyoncé hasta la fecha.

Con «Pray You Catch Me» inicia el disco a lo grande, un R&B muy ambiental e intimista en el que colabora en la composición Blake, una Beyoncé que canta con intensidad y fuerza. Para «Hold Up» apuesta por un tono Reggae, sampler incluido de «Can’t Get Used to Losing You» compuesta por Doc Pomus, así como presencia de otras canciones, y que cuenta con la participación en la composición de la canción de Beyoncé con Ezra Koenig (Vampire Weekend) y Josh Tillman (Father John Misty), entre otros. Una canción muy conseguida que da paso a la imponente «Don’t Hurt Yourself» para la que cuenta con Jack White, componiendo y a la guitarra, para un potente y furioso tema con sampler de «When the Levee Breaks» de Led Zeppelin, casi nada. Una de las cimas del disco a la que sigue la más moderna y electrónica «Sorry», aquí aparece la Beyoncé más vanguardista, y que encaja también a la perfección. Como lo hace sin duda «6 Inch» para la que cuenta con The Weeknd, que comienza con un punto más oscuro pero luego avanza hacia un sonido más dramático en el que Beyoncé se impone sin concesiones, especialmente en ese final que pone la carne de gallina. Y, como no, samplers para canciones de Burt Bacharach y Hal David y de Animal Collective. Para «Daddy Lessons» hay un cambio de registro, sonido más acústico con un tono de Pop que no deja de tener un deje más tradicional, y con ella brillando de nuevo, sin olvidar esa sección de viento con toque New Orleans del inicio de la canción.

La segunda parte se inicia con un R&B más Pop que lleva incluso a un punto naif como es «Love Drought» en la que destaca la producción. En «Sandcastles» se lanza a una balada Soul más canónica, el piano como protagonista y Beyoncé imponiendo su tremenda voz. «Forward» es como un interludio en el que participa James Blake, una anécdota que da paso a la barbaridad más grande del disco: «Freedom». Aquí ya te descubres del todo para la fuerza y la reivindicación de una canción de tono comunitario y gospeliano, con un Kendrick Lamar desatado, y una instrumentación épica que subraya la fuerza de la canción. En «Freedom» hay samplers de temas de Kaleidoscope y de canciones y discursos recopilados por Alan Lomax y John Lomax, auténticos e históricos buceadores de la historia de la música tradicional norteamericana. Si querías un himno, aquí lo tienes. «All Night» es una combinación de R&B y Reggae con sampler de canción de OutKast, el mítico dúo de Hip Hop. El cierre es para otra de las canciones más impactantes del disco, «Formation», una canción de sonidos más urbanos, incluso Trap, con ese rapeo de Beyoncé y unas bases muy logradas.

Aunque llegué tarde a este disco, creo que es una de las grandes obras de la segunda década del siglo XXI. Beyoncé consigue en toda la amalgama que concentra una unidad y homogeneidad superlativa. Y, lo más importante, transmitir una autenticidad que consigue darle una legitimidad mayor. Sí, obviamente Beyoncé tiene interiorizado el funcionamiento del capitalismo neoliberal, pero es apabullante si nos centramos en una obra de estas dimensiones. Lemonade no solo te atrapa sino que te lleva.

 

 

 

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