Drive By-Truckers o la metáfora de ‘El fin de la clase media’ de Esteban Hernández

fin de la clase mediaEl fin de la clase media, de Esteban Hernández, Clave Intelectual, 2014

Sé que habrá gente que diga que me he equivocado de espacio. Que este libro no tendría que aparecer en un blog como losrestosdelconcierto.com. Pero no, El fin de la clase media es uno de esos libros que se expande sobre la realidad social y trata de mostrar una mirada integral, y lo consigue. Y en ese punto es donde tiene cabida la música, a la que me referiré más adelante. Esteban Hernández es un periodista de El Confidencial y ha escrito uno de los libros más interesantes y estimulantes acerca de la crisis que yo haya leído. Hernández se ha armado de un amplio marco teórico para explicar dialécticamente, desde lo general a lo particular y de lo particular a lo general, la crisis sistémica en la que nos encontramos, y de la que el fin de la clase media es uno de sus máximos exponentes. Y es que la clase media, ese extraño constructo que fue el agente legitimador del capitalismo moderno ha sido desinstitucionalizado y por la vía rápida. Uno de los grandes aciertos de Hernández, y son muchos los que aparecen en su libro, es el papel como medio y fin de la clase media. No podemos entender el sistema en el que nos integramos sin la clase media y menos todavía su colapso sin la desintegración de ésta.

Hernández parte de numerosas teorías en un ejercicio de interdisciplinaridad, en el que el protagonismo se lo lleva la Sociología, pero también hay espacio para la Psicología, la Economía, etc. Seguramente hay teorías que podrían haberse apuntado en este fantástico libro, partiendo de clásicos como Weber hasta otros aspectos de la Sociología Crítica, sin olvidar al omnipresente Bauman y su modernidad líquida o a los análisis de clases sociales de Goldthorpe. Seguramente que parte de la Academia mirará con recelo una obra como la que nos ocupa, pero no es menos cierto que Hernández acierta de pleno en sus elecciones teóricas. Por ejemplo, puede que Parsons y su funcionalismo estructural hace tiempo que fuese superado, pero no es menos cierto que nuestro mundo bebe de muchas de las legitimaciones que este gran sociólogo norteamericano permitió. Volver a Taylor y Ford no es descabellado para lanzar el inicio de este camino, ni mucho menos a las teorías psicológicas que analizan las pulsiones e impulsos de los individuos.

El fin de la clase media nos cuenta la función de este grupo social, mayoritario en dos sentidos: por el contingente de población que dice pertenecer a ella y por los que buscan hacerlo. La clase media ha sido la aspiración, la promesa, de las sociedades occidentales, la cual se ha trasladado al resto. La clase media era el impulso que el capitalismo necesitaba para avanzar y consolidarse. Con una democracia y un Estado de Bienestar amortiguando otros procesos, la clase media tuvo tiempo de crecer y aspirar a más. Esteban describe esta evolución, en un mundo que tendía al individualismo y el consumismo inevitables e indisociables.

Como sujeto histórico, la clase media olvidó pronto sus orígenes de clase trabajadora y agrícola (y es que la movilidad social casi siempre es hacia arriba). Hernández acierta a mostrarnos las contradicciones y paradojas de un sistema que se aceleran en las últimas dos décadas. Lo que se postula por un lado (creatividad, innovación, libertad, etc.) queda constreñido en un sistema que realmente lo penaliza, las promesas de la red y de las TIC son papel mojado. La ‘jaula de hierro’ de Weber se quedaría corta para explicar este mundo. De esta forma, la clase media se convierte en una promesa, pero una promesa procrastinada, un deseo y un anhelo que cada vez se aleja más, y que se transforma en una quimera en la postmodernidad. El discurso de la clase media y el relato de la clase media son tan disonantes que parece mentira que no nos demos cuenta. Hernández nos pone un espejo en el que mirarnos, y ahí vemos la diferencia entre relato y discurso. Además, Hernández aporta elementos de la cultura y de lo simbólico, en el que la música popular, con el inevitable ascenso del rock and roll, se convierte en un indicador poderoso.

Y aquí llega otro de los aciertos de Hernández. Con un argumentario también trazado con entrevistas cualitativas, tan importantes y necesarias, tan olvidadas por la dictadura de lo cuantitativo (de lo predecible, de lo racional, del cálculo y lo medible), en el que Hernández aborda numerosos profesionales de esos ámbitos de la clase media, hace una comparación brillante entre la situación de la clase media y la de la mayoría de los músicos: gente que van tirando, que aguantan como pueden, que se encuentran en la precariedad, pero que siguen pensando que su destino es el del vivir plenamente de la música o conseguir ser ese profesional que el sistema le ha dicho que va a ser, cuando la realidad es otra. Sí, es uno de los momentos más atractivos de este libro, en el que brillan con luz propia los apartados en los que aparecen Patterson Hood y sus Drive-By Truckers, el «americana» (una interesante interpretación de su repercusión y su vinculación con valores sólidos) y el inconmensurable Fernando Pardo (Sex Museum, Los Coronas, Corizonas), entre otros. Esteban también hace algo muy inteligente como es analizar un proceso macrosocial a través de lo micro, en este caso la música y los músicos, pero también otras profesiones, artísticas o no. Todos nos hemos convertido en músicos que grabamos discos como podemos, que seguimos nuestro camino como supervivientes. La cuestión es cómo nos enfrentemos a esta disonancia, que supone frustración y la aparición de viejas y nuevas situaciones que ya estamos vislumbrando: alineamiento, nihilismo, depresión, estrés…Promesas incumplidas que adquieren un cariz estructural en un mundo en el que la calidad, valor supremo del discurso de la clase media, ha perdido el sentido. Importante también para algo tan central como es la construcción de las subjetividades, un aspecto transversal en toda la obra.

Dicho todo esto, Esteban no se muestra pesimista, al contrario. Aborda una nueva perspectiva, una realidad a la que tenemos que adaptarnos, y esa resistencia al cambio es la que está lastrando en gran medida a la clase media. De forma diferente a lo que preconizan otros discursos, Esteban analiza cómo salir de este embrollo a partir de aprovechar las oportunidades de una realidad más diversa e interconectada. Pero para eso hace falta que la clase media cuenta con la capacidad crítica que al poco de nacer perdió y se produzca un empoderamiento. Algo de esto se aprecia en la aparición de fenómenos como Podemos, y sólo hay que analizar el perfil sociológico de sus fundadores y dirigentes.

El fin de la clase media es una obra imprescindible para comprender lo que ha ocurrido, lo que está pasando, y lo que está por venir. Hay mucha frustración, e irá en aumento porque las reglas han cambiado. Estamos jugando una partida con normas antiguas, y eso es la realidad. Las recetas del pasado no sirven, y esto no hace referencia a la democracia, una democracia que debemos actualizar. Al final, tanto camino recorrido para acabar volviendo al punto de partida, el taylorismo. Esperemos que no nos ocurra como a Drive By-Truckers, gran banda de rock americano que firmaron su última gran obra en 2008, el excepcional Brighter than Creation’s Dark, que suena mientras escribo estas líneas. Desde entonces, los Drive By-Truckers han perdido fuelle, no han llegado a la altura de otros coetáneos y grupos anteriores como Wilco, My Morning Jacket, Ryan Adams y compañía, o han sido superados por bandas y artistas más jóvenes. A la clase media le ha pasado eso pero a lo bestia, deslumbrada por su discurso que esconde un relato muy diferente. Cuando la clase media se ha dado cuenta, se ha encontrado de nuevo siendo clase trabajadora y encima precarizada. Habrá que ver cuánto tiempo necesita para perder la promesa.

Elliott Brood, ‘Work and Love’

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Cuarto trabajo de estudio de este trío canadiense de folk-rock para el que, con la aparente intención de evolucionar en su sonido, han contado por primera vez con el apoyo de un productor externo (Ian Blurton). Además de por su sonido también han querido diferenciarse de los anteriores trabajos por unas letras más elaboradas y personales en lo que parece una apuesta definitiva por avanzar en el cada vez más nutrido escalafón de la música de raíz tradicional norteamericana.

Poco conocidos en nuestro país a pesar de sus diferentes visitas en los últimos años (BBK Live 2014 además de actuaciones en solitario), este trabajo debería proporcionarles notoriedad al menos entre el público más inquieto porque sin duda lo merece su enérgica propuesta en la que los tres componentes interpretan la práctica totalidad de los instrumentos. La voz desgarrada de Mark Sasso también les dota de un extra de intensidad compartiendo protagonismo vocal con Casey Laforet.

El disco lo abre la balada nostálgica Little Ones, acústica y potente a partes iguales y brillantemente cerrada por los vientos, importante aportación con respecto a sus anteriores trabajos. De la misma forma pierde protagonismo su característico banjo, menos presente en este trabajo, pero que aparece para animar temas de rock clásico con predominio eléctrico como Nothing Left, especialmente en su segunda mitad. Tired suena a derrota y continúa con el sonido eléctrico antes de que arranque uno de los temas más destacados, la mayor aproximación al pop del disco en la densidad de Taken. De nuevo vientos en el inicio y el estribillo de Mission Bell, con protagonismo para la percusión en el contundente final. Nostalgia del hogar en la coreable Jigsaw Heart, mandolina y cuerda a la cabeza; de lo mejor antes del bonito elogio de lo rural sobre las cuerdas entrelazadas de Each Other´s Kids. En Better Times retoman el rock con menos acierto a pesar de otro brillante desenlace guitarrero antes del destacado punto final que supone la melancólica, eléctrica y tradicional End Of The Day.

Indudable paso adelante de esta modesta banda de Toronto que crece con este disco como no lo había hecho con sus tres elepés anteriores. Sus grandes canciones además abren un considerable margen para avanzar en próximos trabajos a partir de la senda que parecen haber tomado en éste y que, sin alejarles de la esencia que hasta ahora habían mostrado, ofrece nuevas posibilidades a su contundente sonido que debería situarles entre lo más destacado de los revivalistas del folk.

Spoon, ‘They Want My Soul’

81QUyArKVUL._SL1500_Spoon es una de las bandas más mimadas por la crítica norteamericana. Procedentes de la localidad texana de Austin, Spoon llevan con este They Want My Soul ocho discos en poco más de dos décadas, y en la mayoría las críticas han sido notables y sobresalientes. Es una carrera constante, con numerosos cambios de formación, y liderados por su cantante y guitarrista Britt Daniel, compositor de la gran mayoría de sus temas. El éxito más masivo, fuera del indie por decirlo así, les llegó con Ga Ga Ga Ga Ga (2007), que incluyó algunos temas en películas y series de Estados Unidos. Llegó al 10 en el Billboard, mientras que sus dos siguientes entregas se han situado en el 4. Spoon logró de esta forma un reconocimiento más amplio, antes limitado a un mundo más independiente. Nosotros hemos intentado acercarnos a Spoon en varias ocasiones, pero tampoco les acabamos de pillar su punto. Seguramente sea cosa nuestra, y hemos intentado solucionarlo con el altamente valorado They Want My Soul, y sí que es un gran disco, al que cuesta entrar y al que hay que dedicar tiempo. En They Want My Soul, Spoon realizan un disco ecléctico, que parece recoger diferentes caras de la banda, con Daniel destacado en las voces.

Su inicio ‘Rent I Pay’ no es una declaración de intenciones ya que el disco va saltando de estilos, siendo un tema pop con ciertos ribetes rock, interesante pero que no supera al medio tiempo con toques electrónicos y ambientales que es ‘Inside Out’. La siguiente vuelta de tuerca es para ‘Rainy Taxi’, una canción más pop y ecléctica, seguida por otro medio tiempo tipo ‘Inside Out’, salvo que en esta ocasión nos encontramos probablemente con la mejor cancion del disco: la sobresaliente ‘Do You’. Menos nos convence la más electrónica ‘Knock Knock Knock’, que incluso se atreve con ciertos toques acústicos, en lo que es una novedad con respecto a los temas anteriores.

Casi nos llevan a la pista de baile con la electrónica ‘Outlier’, que es interesante, y llega el otro gran momento del disco que es ‘They Want My Soul’, una canción pop-rock en la que se notan las influencias británicas, un tema contundente y que es una línea que igual podrían haber explotado más. Crece con las escuchas un nuevo medio tiempo como es ‘I Just Don’t Understand’, de nuevo con un fondo acústico. ‘Let Me Be Mine’ retorna al pop más acelerado y esta tendencia se magnificara con la adictiva ‘New Your Kiss’, que en esta ocasión sí que nos lleva directamente al baile.

Nosotros vamos a seguir tratando de descubrir el secreto de los Spoon. Que son muy buenos, no lo dudamos, pero nos dejan algo fríos. Insisto, el problema será nuestro, y mientras tanto vamos a disfrutar de este interesante disco que es They Want My Soul, donde parecen ubicarse varios Spoons, y de temas como este maravilloso ‘Do You’, que sí, que en este caso sí que nos consigue tocar alguna fibra: