M Clan, ‘Delta’

deltaM Clan es una de esas bandas que podríamos calificar, en ocasiones, como en una especie de ‘tierra de nadie’. Tienen su popularidad, alcanzaron un éxito importante hace muchísimos años pero, a su vez, también cuentan con una trayectoria en la que parecen buscar una legitimidad a través de su sonido y que, es una teoría, pesan esos trabajos que les colocaron en lo más alto del mainstream. De entrada, tengo que decir que valoro muchas de las propuestas de M Clan, especialmente en sus últimos años. Convertidos en dúo, con Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez, los murcianos fueron perdiendo integrantes a lo largo de los años. De sus inicios con claro sonido a The Black Crowes al momento de más popularidad con las producciones de Alejo Stivel en Usar y tirar (1999) y Sin enchufe (2001), pasaron a unos años más irregulares hasta Memorias de un espantapájaros (2008) y el más completo y derivado hacia el Soul Para no ver el final (2010), para mí su mejor disco, al que le siguió en 2012 Arenas movedizas, ambos producidos por Carlos Raya. El regreso de M Clan es un ejercicio de estilo hacia sonidos muy norteamericanos, del Country al llamado ‘Americana’, grabado en Nashville (Tennesse) y con la producción de Brad Jones, conocido por sus trabajos con Josh Rouse, Chuck Prophet y Quique González, entre otros. Para ello han contado con la colaboración del propio Jones y de figuras claves de esos sonidos como Al Perkins al pedal steel, Will Kimbrough, Bryan Owings, entre otros. Y no les ha quedado mal disco, aunque en algunas ocasiones tiende a la irregularidad y se hace un poco largo y monótono, posiblemente demasiado acústico por momentos pero sí que es cierto que saben capturar el momento.

El comienzo es excelente con ‘Grupos americanos’, un tema autorreferencial más potente. Le sigue el medio tiempo Country ‘California’, un tema desnudo que tiene el contrapunto perfecto en el pedal steel de Perkins. ‘La esperanza’ es una canción más ‘eléctrica’ y contundente, muy del ‘Americana’, aunque se acerca al que podríamos considerar como el sonido más característico de M Clan. ‘Delta’ es un tema muy lento, no me acaba de convencer, destaca la armónica, pero falla en una de las principales debilidades de la banda como son algunas letras. Se recuperan con la gran ‘Caminos Secundarios’, más acelerada, y con la acústica y desnuda ‘Saltamos sin mirar’, una canción donde la voz de Tarque, que es una de sus grandes bazas aunque no lo hemos dicho, destaca claramente. ‘Tráeme tu amor’ es más nostálgica y menos convincente, entrando en una cierta monotonía que se repetirá en la segunda parte del disco.

Y eso que ‘Viaje hacia el sur’ se beneficia de ese toque de M Clan que decíamos antes, una buena canción que da paso a otro valle como es ‘Todo lo joven muere hoy’, un tema más tópico donde, como en otros, quedan bien las cuerdas. ‘Concierto salvaje’ crece con las escuchas, más dinámico y de nuevo con la voz de Carlos Tarque sobresaliendo. Pero vuelven a dar la de arena con ‘Polvo de estrellas’, muy intimista pero que no convence. Derivan de nuevo al Country con la notable ‘Whisky on the Rocks’, tema divertido, para cerrar con la intrascendente ‘Noche de desolación’.

Delta es un buen disco de M Clan, un ejercicio de estilo que decíamos anteriormente, donde Tarque y Ruipérez saben lo que se hacen y tiran de oficio, bien rodeados por unos músicos superlativos. No van a convencer a sus detractores, pero no es menos cierto que son una de las bandas con más personalidad del panorama nacional. Es cierto que al disco le sobra algún tema y que de nuevo hay letras mejorables, pero nos han vuelto a convencer con un trabajo muy iconográfico.

Julián Maeso, ‘Somewhere Somehow’

julian-maeso-publica-nuevo-disco-somewhere-somehowJulián Maeso es una de esas ‘rara avis’ del panorama musical español. Hace un par de años propuso el muy interesante One Way Ticket to Saturn, un trabajo que situaba a Maeso en un primer plano tras haberse curtido en otras formaciones como los desaparecidos The Sunday Drivers, siempre aportando la elegancia del órgano Hammond, su principal seña de identidad aunque es un multiinstrumentista consumado, además de haber aportado su talento a M Clan o Quique González, entre otros. En su segundo disco, Maeso incidía en el Soul, el Blues, el R&B, etc., con un porte clásico. Así que, tras dos años de espera, llega el tercer trabajo del toledano, Somewhere Somehow, que incide en las líneas del anterior, si bien igual suena más contenido, algunos temas tienen más densidad llevando de nuevo su sonido hacia esos estilos ya señalados, además de incorporar otros nuevos. Puede que en algunos momentos el trabajo suene monótono, especialmente en su parte central, pero también tiene una serie de temas muy destacados, con un Maeso que sigue mostrando también una voz con mucha personalidad, que parece trasladarte a otra época.

El comienzo es con el destacadísimo ‘No Earthly Paradise’, una canción muy dinámica con el órgano omnipresente, combinando el Soul y el Funk, unos coros fantásticos, un tema muy de los 70 que encajaría en la Banda Sonora de Jackie Brown. ‘Riding the Stars Above’ comienza poderosa con la sección de vientos, incluso puede que luego se derive hacia sonidos más jazzísticos, igual por eso se me queda más en un segundo plano. En ‘Long Winter Drama’ recupera el pulso, con más enjundia, llevando su voz hacia lugares más cercanos al Blues. ‘You Gotta’ es otra de las canciones más destacadas del disco, un punto más rockero para regresar a esos sonidos más propios. ‘Before They Live’ es una balada Soul muy sugerente, sonando muy atractiva, y en ‘The Road Less Travelled’ amplía la gama con un punto Country que le queda muy bien.

La segunda parte tiene ese momento más monótono que decíamos, especialmente en sus dos primeros temas. El primero, un Blues que encajaría en un Clapton animado que responde al título de ‘Back To Me Back To You’, sensación que se acrecienta con ‘Keep on Striving’, donde parece que se intensifica el momento ‘jam session’. Pero se recupera de nuevo con otra cima de este trabajo como es ‘Hanging on a Wire’, fantástica la voz de Maeso, los coros y la sección de viente. Otra novedad es el Reggae trotón de ‘I Wonder and Wander’, y destacada un gran final con la intensa, ese Hammond impresionante, ‘It Can’t Be True’, más de siete minutos de canción, que suena triste y melancólica pero que es una maravilla.

Seguramente su antecesor esté un punto por delante, pero este Somewhere Somehow es un disco muy recomendable, que va ganando con las escuchas y que, como decíamos al inicio, tiene unos cuantos temas destacados. Hacen falta más Julián Maeso, de eso no cabe duda, un tipo contracorriente y con personalidad.

La gran novela norteamericana y la épica o la autobiografía ‘Born to Run’ de Bruce Springsteen

bruce-springsteen-autobiography-640x966-1Ha costado un tiempo, pero no porque el libro no sea accesible sino porque me ha tocado una época complicada. Abordé al poco de salir la autobiografía de Bruce Springsteen, que no podía llevar otro título que no sea Born to Run (Penguin Random House), en alusión a su clásico, y punto de inflexión, de 1975. Había temor, las autobiografías de músicos son un arma de doble filo, o te salen bien como las recientes de Elvis Costello, o te descuelgas con las de Neil Young, habiendo decidido que no voy a arriesgarme con el tercer volumen cuando toque. Sin embargo, con Springsteen también había el miedo de que se sabía casi todo y que, siendo una figura como la de Springsteen, la cosa tenía un riesgo evidente. Sacralizado por sus fans y siendo uno de los iconos del Rock & Roll, se puede decir que se sabía casi todo de su vida y obra. Pero surgió antes de su publicación, por cierto a nivel planetario, la noticia de que Springsteen era un hombre tendente a la depresión, una herencia de su padre Doug, uno de los personajes que sobrevuelan todo el libro como veremos. Lejos de quedar como una anécdota, este hecho humanizó todavía más a un Springsteen que ha hecho de presentarse como honesto y auténtico una de sus señas de identidad, aunque tampoco este proceso no esté exento del cálculo y de algunas contradicciones que se detectan en el libro. Hay que comenzar diciendo que Springsteen ha escrito una buena autobiografía, un libro bien estructurado donde se vuelca a pecho descubierto y donde guarda un interesante equilibrio entre sus recuerdos y su concepción como personaje. También hay que reconocer el ejercicio de estilo que realiza. Se nota que Springsteen se lo ha trabajado. Y no puedo dejar de señalar su reflexividad, la continua duda que nos presenta sobre su vida y su obra, que llega a su punto máximo con los episodios depresivos. Habrá gente que observe en este proceso una cierta impostura, pero tampoco creo que tendría necesidad de ello.

Born to Run muestra dos partes bien diferenciadas. Una primera que nos muestra los años de infancia y adolescencia de Springsteen hasta su salto al éxito con el disco Born to Run. En todo momento, Springsteen construye un relato que no huye de ese aspecto estructural de la cultura norteamericana como es el esfuerzo, una ética del trabajo demoledora y una convicción acerca de las posibilidades de conseguir su éxito. Desde sus orígenes en Freehold (New Jersey), Springsteen muestra una determinación sin parangón, un gran conocimiento musical y la elevada influencia de algo que será una constante en su vida: la comunidad y la identidad. Su padre ya es uno de los motores de su libro, y aparece en un segundo plano más claro su madre, Adele Ann, pero su influencia se antoja también central, especialmente en algo que parecerá consustancial en Springsteen como es su capacidad de sufrimiento. Cómo se curte en clubes, cómo funda la E Street Band y entran en escena Steve Van Zandt y Clarence Clemons, o los pasos decididos hacia el éxito conforman esta primera parte que es apasionante.

Con Born to Run, en mi opinión las páginas dedicadas al mismo son las mejores del libro, el ‘héroe’ alcanza la ‘Promise Land’ pero comienza a encerrarse en sus contradicciones, sólo así se explican sus siguientes obras donde marca sus orígenes de clase, irá remarcando su clase trabajadora de procedencia, y aunque no muestre grandes ‘divismos’ ni ‘extraños caprichos’, en algún punto llega a autojustificarse. El hito de Born in the USA (1984), el fracaso de su primer matrimonio con Julianne Phillips y la relación con Patti Scialfa, junto con la paternidad y la siempre compleja relación con su padre van a dar lugar a la entrada en una segunda parte de lleno donde Springsteen hace terapia y se desahoga con los lectores. Hay algunos parajes duros, que para algunos no serán comprensibles viniendo de un tipo que lo tiene todo y más allá. Pero es un estado comprensible por la señalada y temida por Springsteen carga genética y por la presión a la que se ve sometido. Y es que en toda su autobiografía también late su necesidad de construirse un relato en plan ‘gran novela norteamericana’, que encaja como un guante en la increíble trayectoria vital de un chaval de Freehold de raíces irlandesas e italianas (más ‘American Dream’ casi imposible), y que cuenta con un gran sentido comunitario.

No ahonda Springsteen en otras cuestiones pero deja entrever mucho. Explícitamente se muestra un jefe no democrático y por momentos paternalista con la E Street Band, se indican roces y no hay mucha insistencia en el momento en que la banda es despedida a finales de los ochenta. No profundiza en fracasos como los discos Human Touch Lucky Town (1992), ni en los trabajos más irregulares de los últimos años. Al final, detectas la construcción de un ritual basado en la identidad y la comunidad, la que busca a su alrededor, en su familia, en su banda, en sus colaboradores y amigos, en su público. Pero todos hemos visto también cómo ha ido transformando, o quién sabe si haciendo manifiesta, la misma hacia lo ritual. Se agradecen las miradas críticas hacia su país y las desigualdades de la sociedad, de nuevo asume las contradicciones de hablar de las mismas desde una posición de privilegio. Y pone su música al servicio de diversas causas, comprometiéndose.

Springsteen no defrauda en su autobiografía, no busquen tampoco nada escabroso porque no lo hay (en su ética del trabajo, tiene muy claro todo aquello que puede distraerle de su objetivo), pero acabas con un Springsteen como decíamos más humanizado, más cercano. Un Springsteen con dudas e inseguridades pero con una tremenda fe y convicción en sí mismo, que se vuelca en un relato épico para legitimarse. Pero también por momentos te das cuenta de cómo articula el proceso. Aunque no importa, estamos ante un artista y una figura superlativa, autor de un buen número de discos y canciones incontestables. Creo que esa honestidad está ahí y que, con sus aristas, sigue siendo un referente.