Lee Fields & The Expressions, ‘Special Night’

lee-fields-lpLee Fields es otro de esos soulman veterano que ha vivido una segunda juventud a raíz del revival del Soul. Procedente de North Carolina, en los últimos años acompañado por The Expressions, donde están Thomas Brenneck, habitual en Daptone Records y también con Charles Bradley, y Leon Michels, entre otros. Con ellos ha grabado discos tan reconocidos como Faithful Man (2012) o Emma Jean (2014). Fields, cuyo estilo de cantar también ha sido comparado con James Brown, mantiene el pulso a través de un Soul y un R&B sensual apoyado por unos músicos de lujo que elevan enormemente el nivel. Es Soul orgánico, de esa hornada de veteranos y veteranas que tantas alegrías nos están dando con la llorada Sharon Jones a la cabeza, seguida de Charles Bradley. Fields factura un disco de categoría que encaja perfectamente en esa colección de ese revival del Soul que señalábamos, y lo hace con elegancia y estilo. No, no suena antiguo ni fuera de tiempo o lugar, al contrario. Están todas las señas de identidad del Soul, especialmente una sección de viento sobresaliente y la presencia del órgano y la base rítmica en su momento oportuno.

El comienzo no puede ser más elevado que la intensísima ‘Special Night’, un tema sensual y cálido, que se inicia con ese órgano impagable que parece venir de la lejanía para alcanzar el clímax con la sección de viento, aunque algún quiebro del tema descoloque inicialmente pero luego te conquista. La huella de Otis Redding hace su aparición en la más clásica ‘I’m Coming Home’, ya con los vientos más desatados, que se convierten en pieza fundamental en el medio tiempo muy orgánico y también intenso titulado ‘Work to Do’. En ‘Never Be Another You’ juega con otros ritmos y vuelve a construir un tema muy sensual, con ese toque de la percusión, de nuevo unos vientos geniales y su voz en uno de los temas cumbres del disco. Y en ‘Lover Man’ comienza con un bajo que le da un punto más rudo pero luego el tema vuelve a rediles más amables gracias a la sección de viento una vez más.

La segunda parte del disco comienza con una de las canciones más destacadas, ‘Make the World’, un tema Funky con el sello de James Brown impreso claramente y donde incorpora incluso una flauta que no desentona. ‘Let Him In’ es la canción más floja de todo el disco, no acaba de funcionar, es menos dinámica aunque al final trata de recuperarse. Pero ese momento llega con la fuerza de ‘How I Like It’ que se mantiene con el setentero ‘Where Is the Love’, casi sacado de la Blaxpoitation y de los discos de Isaac Hayes, con un punto también muy Funk. El cierre está a la altura del disco, ‘Precious Love’ es un temazo, toda una descarga vital a través de ese giro de nuevo hacia otros ritmos que derivan en un regreso al Soul.

Special Night es un gran disco, un retorno al Soul con mayúsculas, y un trabajo que en directo tiene que sonar de maravilla. Lee Fields, acompañado de The Expressions, se saca de la manga otra obra para recordar, que apenas tiene altibajos y que no cae en la monotonía.

Conor Oberst, ‘Ruminations’

descargaNuevo disco de Conor Oberst, una de las grandes promesas del Folk norteamericano de hace una década, primero al frente de los reivindicables Bright Eyes y luego en solitario, compaginando ambos proyectos y otros como por ejemplo aquel ya señalado en alguna ocasión Monsters of Folk junto a Jim James (My Morning Jacket), M Ward y Mike Moogis (The Bright Eyes). Obviamente, Oberst, que ya cuenta con treinta y seis años, no es una promesa pero sí que es cierto que igual su carrera no ha despegado todo lo que prometía. Presa de una gran hiperactividad, publicando precozmente discos a finales de los 90 y primeros años del siglo XXI, pronto fue bautizado como un ‘nuevo Dylan’ (una carga muy abrumadora, por cierto), e incluso fue incorporado a aquella gira de 2004 de apoyo al demócrata John Kerry frente a George W. Bush en la que también estaban Bruce Springsteen, Pearl Jam o REM, entre otros muchos, todo un espaldarazo. A partir de mediados de la primera década del siglo XXI, Oberst reduce el ritmo y espacia un poco más sus discos, de hecho desde 2006 sólo publicará un disco más como The Bright Eyes, el irregular The People’s Key (2011), donde incide en sonidos más electrónicos, otra constante de su carrera. Su trayectoria en solitario no caerá en esta última deriva, pero también se mostrará irregular, si Conor Oberst (2008) es sobresaliente, en Other South (2009) no funciona tan bien y levanta el vuelo con el ya reseñado en este blog Upside Down Mountain (2014), disco notable pero con algunas limitaciones. Pero Oberst es una figura ya consolidada que también ha seguido sus motivaciones y que sigue manteniendo un gran talento. Su nueva entrega, Ruminations, ha llegado casi por sorpresa y ofrece novedades y le acerca paradójicamente al Dylan más primigenio, el del Greenwich Village, y en ella vuelve a demostrar su capacidad compositiva e interpretativa. Armado tan solo de una guitarra, un piano y una armónica, Oberst nos muestra un disco que no entra a la primera ni a la segunda, pero en el que descubres poco a poco pinceladas y canciones muy redondas.

El comienzo es para ‘Tachycardia’, donde se apoya en el piano y la armónica, y con su voz sonando muy bien, un tema con un cierto tono vital que da paso a, en mi opinión, la mejor canción del disco, la muy dylaniana ‘Barbary Coast (Later)’, cruda en su interpretación con la guitarra y con una melodía preciosa. En ‘Gossamer Thin’ retorna al piano, y desde aquí me quedo con las canciones en las que emplea la guitarra salvo alguna excepción, siendo un tema que gana con las escuchas. Desnudo y crudo, muy minimalista y con la guitarra de nuevo, llega ‘Counting Sheep’. A continuación el turno es para la muy Folk, y con Oberst casi fraseando, ‘Mamah Borthwick (A Sketch)’, una canción muy melancólica que también está entre lo mejor del disco.

Convence menos ‘The Rain Follows the Plow’, ese punto dramático del piano no acaba de cuadrar, pero se recupera volviendo al ‘territorio Dylan’ con otra joya como es ‘A Little Uncanny’, esa guitarra del comienzo a la que luego le da un punto de fiereza y luego de nuevo fraseando. En ‘Next of Kin’ le otorga el protagonismo a la armónica dejando al piano en un segundo plano, dando lugar a un tema bonito y en ‘You All Loved Him Once’ pasa a la guitarra para un tema más melódico. El final es para una teatral y casi dramática en su interpretación »Till St. Oymphia Kicks Us Out’, acompañado únicamente por el piano.

Confieso mi escepticismo cuando salió este nuevo disco de Conor Oberst, pero me ha convencido e insisto en su talento, en que es una de las figuras claves del Folk americano y de lo que podríamos denominar como ‘Indie’. Ha construido una carrera sólida, tomando sus decisiones, con sus aciertos y errores, y seguro que nos dará más alegrías.

Bon Iver, ’22, A million’

592617e90a52c31a1e815e4b7fb37891-1000x1000x1No se detiene la evolución de la música de Justin Vernon en este su proyecto más reconocido, que hace ya tiempo se desmarcó de etiquetas preestablecidas para crear un sonido propio. Obviando los gustos de cada cual, son de reconocer la originalidad y el riesgo de unos ejercicios que expresan una extraña sensibilidad sirviéndose de la experimentación y la técnica.

Tomados con calma cada uno de sus lanzamientos (cuatro y cinco años separan sus tres únicos trabajos), no hay que olvidar que su música partió del folk en su debut de 2007 y hoy se codea con las tendencias más innovadoras. Sin duda que de esos orígenes le llega parte de la calidez que transmiten sus canciones, así como de la cercanía de la voz del propio Vernon, utilizada como un elemento instrumental más.

Bautizados con extraños símbolos numéricos, imposibles de reproducir y que dificultan mucho su identificación, los diez cortes del disco son intensos en un tono general relajado si exceptuamos algunos pasajes en que la percusión cobra protagonismo. Pero lo que más sorprende es el tratamiento electrónico de algunas voces e instrumentos para producir, sin desentonar, efectos y giros artificiales.

La primera pista es una sugerente y relajada combinación de sonidos y programaciones que dará paso a la rabia y la energía de una percusión que sostiene la armonía de la pista dos y a la voz de Vernon, tratada y aislada, buscando transmitir emoción en la tres. El piano abre la pista cuatro para rodearse poco a poco de un desorden rítmico conformado por sonidos graves y percusivos, también protagonistas de la pista seis. La que más recuerda a sus inicios es la quinta, con destacados piano y guitarra a la cabeza de un resultado más crudo. La séptima tiene menos historia, intensa y contaminada por variados efectos que se enredan a medida que avanza, al igual que la novena, que suena a experimentales ejercicios vocales. La ocho se apoya en los vientos para ganar paulatinamente en emoción y los sugerentes ecos de la última, a modo de moderno canto espiritual, emocionan igualmente.

No hay duda de que Bon Iver sabe llegar al corazón por vías novedosas, y ese es un mérito indudable. Se agradece la serenidad que transmite su música, la cual conserva a pesar de las numerosas transformaciones y de los inhabituales medios de los que se sirve, y que lo convierte en una más que agradable compañía.

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