Cuarenta años de «The River», sigue la crónica del sueño americano por parte de Bruce Springsteen

Para ir cerrando los aniversarios de este 2020 toca acercarse a un clásico imperecedero como es The River de Bruce Springsteen. Siempre hay discos que te imponen un gran respeto y con las cumbres, que no son pocas, de Springsteen nos pasa. Las mismas ponen muy difícil el resto de la obra de un artista que, con sus contradicciones, se convirtió en uno de los exponentes de lo que podría ser la «gran novela americana» llevada a la música popular. De hecho, lo hizo también en su propia autobiografía. Porque Springsteen, sustentado por la E Street Band, era capaz de reflejar las expectativas y anhelos del «sueño americano» y el contraste con la realidad. Eso es lo que hizo en cinco discos seguidos que son incontestables: la fuerza, la ilusión y el futuro en Born to Run (1975); el dramatismo y la dura mirada de Darkness on the Edge of Town (1978); los contrastes pero ahondando en el proceso anterior de The River (1980); el minimalismo y la desnudez de Nebraska (1982); y el exceso y el abrazo a los tiempos, pero sin perder la perspectiva, de Born in the USA (1984). A estos cinco hay que añadir un sexto, The Promise (2010), del que hablamos ya este año, que son sesiones del Darkness on the Edge of Town y que, por derecho propio, es una obra a la altura de las anteriores. La línea de continuidad entre Darkness The River es una muestra de cómo Springsteen estaba dando voz a una realidad que, por su éxito, cada vez le quedaba más lejos, y eso también contribuiría a sus propios demonios interiores. De hecho, creo que en la obra de Springsteen siempre subyace esa lucha, ese sentimiento autoimpuesto de autoexigencia como queriendo demostrar estar a la altura de la situación descrita. Hay una melancolía y una nostalgia en sus discos.

Pero toca centrarnos en un The River que vamos a analizar en su versión sencilla, no en las reediciones que han ido saliendo con el material extra de rigor, que muestra ese continuo estado de permanente intensidad que vivía Springsteen en aquellos años y que le llevó a componer y grabar una enorme cantidad de canciones sin que se resintiese la calidad de las mismas. En definitiva, un doble disco de proporciones inmensas con una E Street Band con Steve Van Zandt como mano derecha, con la sección rítmica infalible de Garry Talent y Max Weinberg, con los teclados de Roy Bittan y Danny Federici, y Clarence Clemons, siempre Clarence Clemons con ese saxofón tan protagonista. Producido por Jon Landau junto con Van Zandt y el propio Springsteen, el de New Jersey demostró su habilidad y talento, una vez más.

El primer CD no deja respiro, casi todos son clásicos del cancionero de Springsteen. «The Ties that Bind» es luminosa y exuberante, anunciando lo que vendrá con una banda excelsa. «Sherry Darling» es un Rock & Roll clásico con un Clemons imperial. «Jackson Cage» ya nos muestra otra cara, Springsteen canta de forma más cruda y épica. «Two Hearts» acelera, con ese piano tremendo, una canción muy urgente en la que las segundas voces refuerzan. Emocionante «Independence Day», medio tiempo en el que Springsteen ya se lanza sin red y contando con el contrapunto de Clemons y los teclados de Bittan y Federici. «Hungry Heart» (¿qué puedo decir?) se lanza a la celebración Soul siendo una canción un tanto diferente al conjunto del disco, pero muy conectada. «Out in the Street» es otro tema clásico de sonido Rock y en el que continúan con el tono festivo. «Crush on You» es una canción más directa, un Rock & Roll orgánico en el que Springsteen se desgañita. «You Can Look (But You Better Not Touch)» es otro Rock directo sin florituras con un sonido más potente de las guitarras. «I Wanna Marry You» es una canción preciosa, una balada intensa y emocionante que ahonda en el tono melancólico. Y se cierra con «The River», un punto intermedio en el camino pero también de inflexión, una letra brutal y una canción que tampoco precisa más explicación, el Springsteen más reflexivo en la temática de buena parte de su obra.

Pero, como decíamos, es un punto que enlaza con el comienzo del segundo CD. «Point Black» es como una continuación de «The River», Springsteen apunta más carga dramática si cabe y la letra también es profunda. En «Cadillac Ranch» retornan al Rock & Roll, con la batería de Weinberg destacando. «I’m a Rocker» acentúa el tono luminoso, de nuevo los teclados son protagonistas, y remitiendo a la década de los cincuenta. Pero en «Fade Away» retornan a la melancolía, incluso se puede decir que Springsteen interpreta en forma de lamento. En «Stolen Car» se acerca al sonido más crepuscular, anticipando incluso el Nebraska, canción más intimista y minimalista que también es una de las pocas que se salen del sonido general, que no de la temática. La banda cobra de nuevo el protagonismo con la enorme «Ramrod», todos brillan en esta canción de nuevo festiva y poderosa. «The Price You Pay» retorna al tono más dramático, incluso con cambio de tono de voz de Springsteen, gran intensidad acentuada por los coros. El cierre seguirá por esa línea, primero con «Driva All Night», una canción de más de ocho minutos que comienza pausada y va ascendiendo hacia esa épica llena de dramatismo que es sello de Springsteen. Y termina con «Wreck on the Highway», el Springsteen más narrativo que se lanza hacia un Country Folk melancólico y crepuscular y con una historia de sentimientos de culpabilidad como punto de partida.

Si en la portada de Darkness, poderosísima, Springsteen mira fijamente desde ese hogar de clase trabajadora, con ese pelo enmarañado, en The River, con un tono más sepia, su rostro conforma un primer plano que transmite una evolución desde la mirada de la imagen del Darkness. Sigue mostrándose descreído, y destaca su camisa de cuadros, otra seña de identidad que quiere transmitir. Así, The River, junto con los discos más clásicos de Springsteen, continúa siendo actual, sigue teniendo vigencia. No es de extrañar que quiera regresar siempre a ese momento, a esas imágenes tan poderosas. Claro, hacerlo desde la posición que conquistó igual no es tan fácil, por eso Born in the USA es tan hijo de su época en el sonido y en la imagen, pero no cabe duda que la categoría de Springsteen es tan inmensa que, sin duda alguna, lo seguirá intentando. Ya lo ha conseguido muchas veces.

 

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