Chris Stapleton, «Starting Over»

Vamos con el cuarto largo de un artista al que hemos seguido desde su debut, el con justicia laureado ‘Traveller‘. Ya hemos contado otras veces que Chris Stapleton llevaba largo tiempo componiendo con enorme éxito para artistas de lo más variado (sobre todo en el ámbito del country pero también para gente como Ed Sheeran, Justin Timberlake o Adele) y no sería hasta 2015, rondando ya la cuarentena, cuando se decidiría a grabar en primera persona sus propias composiciones, destapándose entonces como un fantástico intérprete y demostrando que no merecía permanecer en el ostracismo.

Acompañado por sus fieles colaboradores Dave Cobb en la producción y su esposa Morgane Stapleton en el contrapunto vocal, vuelve a compartir la autoría de la mayoría de sus canciones además de arroparse de prestigiosos músicos de la escena norteamericana en estas grabaciones realizadas en el mismo Nashville donde reside, concretamente en los históricos estudios RCA.

Sin inventar nada, es más que admirable su capacidad para aglutinar en torno al country más clásico todo tipo de géneros originarios de su país y ofrecer unas canciones en las que prevalece lo mejor de su tradición y presentarlas con una pulcritud y un cuidado que requiere de los justos alardes. Preciosas guitarras, profundas percusiones y una voz depurada y firme son sus principales señas sonoras.

El disco lo abre con calma el medio tiempo que le da nombre, tema íntimo y ligero que cuenta con la primera colaboración de Benmont Tench, teclista de los Heartbreakers. A continuación se pone bluesero y eléctrico en Devil Always Make Me Think Twice antes de que Cold vuelva a relajar el tono a base de piano y cuerdas y When I’m With You lo pause un poco más. Arkansas derrocha vigor guitarrero a cargo de Mike Campbell (también de los Heartbreakers) y Joy Of My Life es una versión de John Fogerty embellecida por las guitarras y llena de emoción. No podía faltar un rock vaquero como la oscura Hillbilly Blood ni el sabor inconfundilemente americano de una acústica como la de Maggie’s Song. Recupera el blues, denso, eléctrico y desgarrado, en Whiskey Sunrise y el rock más clásico en Worry B Gone, en la que suena la pedal steel de Paul Franklin. Arreglos delicados acompañan la declamación de Stapleton en Old Friends para cambiar el tercio a base de potencia y profundidad antes de que los coros del All Voices Choir rompan con todo al final de Watch You Burn. Para terminar añade un toque soul con la estupenda You Should Probably Leave y la más íntima, pulida con la steel, Nashville TN.

Y a la cuarta sigue sin bajar el listón este grandullón de Kentucky, sin duda uno de los mejores hacedores de canciones del último country, que sin renunciar a la vieja escuela ha sido capaz de desprenderse de herrumbres y corsés para seguir sonando tan auténtico como actual.

 

Dawes, «Good Luck With Whatever»

Mírese por donde se mire, la prolífica carrera de este cuarteto californiano ha propiciado más alegrías que desengaños. Once años de carrera les han dado para siete discos de estudio cuya mayor parte supera el notable pero también para alguna que otra grabación intrascendente.

Precisamente en su último trabajo «Passwords» parecieron algo más desorientados de lo habitual y entregaban sus canciones menos inspiradas e inspiradoras hasta entonces, lo que provocó los recelos con que recibíamos este nuevo lanzamiento. Y rápidamente esa cautela se ha convertido en disfrute al escuchar este trabajo que enlaza con lo mejor y más característico de su producción.

Las nuevas canciones de Taylor Goldsmith recuperan su sutil naturalidad, con una energía bajo control y un sabor auténtico y personal destilado más que nunca a partir del sonido de los grandes del folk-rock americano. Producidos por primera vez por Dave Cobb, no cabe más que alegrarse por el reencuentro que este ha propiciado entre la banda y su voz más genuina.

Un disco que abren electrificados y desenfadados en los coros de Still Feel Like A Kid, buenas vibraciones que se atenúan en Good Luck With Whatever, bello y suave medio tiempo marcado por el piano. A continuación contundentes guitarras acompañan también al piano en la combinación de ternura y energía que es Between The Zero And The One antes del rock ligero y rítmico de None Of My business. La primera balada llega con St. Augustine At Night, de delicada acústica, seguida de la rockera Who Do You Think You’re Talking To, con un potente estribillo, antes de otra balada al piano como la preciosa Didn’t Fix Me. Para terminar con el enérgico aroma springsteeniano de Free As We Wanna Be y la última composición compartida con Jim James, la íntima y lenta Me Especially, en la que destacan las notas de la guitarra.

Sentimientos agradables los que siguen transmitiendo Dawes, sensaciones calmadas que parecen remontar desde gloriosas décadas pasadas. Mayormente alejados de la pesadumbre, sin aspavientos ni desvaríos, aciertan sin duda con estas nuevas canciones que les reconcilian con su mejor versión, la que nos encandiló hace poco más de una década y sigue demostrándose provechosa.

The Lone Bellow, «Walk Into a Storm»

Hay un buen número de bandas y artistas que se encuadran en eso que se llamó el «Americana» y que no es otra cosa que la combinación del Rock & Roll, el Folk y el Country y que, desde comienzos del siglo XXI, no ha dejado de sonar aunque ahora ya no está en la primera línea de la música popular. Hay grupos y artistas que se encuadran en una segunda o tercera línea, lejos de los grandes focos, aunque es fácil verlos también en los festivales de turno. Aquí, en Los Restos del Concierto, somos seguidores de un buen número de ellos, de gente que aunque atesoran grandes talentos, como por ejemplo Jason Isbell, o que hacen discos deliciosos, como por ejemplo The Mastersons. The Lone Bellow pertenecen a esta categoría y hace unos meses entregaron su tercer trabajo, Walk Into a Storm (2017), tras su recomendable debut de 2013, The Lone Bellow, y un segundo disco en el que no decepcionaron, Then Came the Morning (2015). El disco no ofrece novedades en cuanto al sonido, continuista con los anteriores trabajos, en los que se mezclan temas de naturaleza más melancólica con otros más animados, en los que se detectan toques de Soul y Pop. Pero ahora son un quinteto, al trío fundador (Zach Williams, Kanene Pipkin y Brian Elmquist) se han unido Brian Allen y Justin Glasco como sección rítmica, aunque el núcleo de la formación sigue estando en ese trío. Y, en segundo lugar, la producción que en su anterior disco había sido realizada por Aaron Dessner (The National), en este caso pasa a todo un referente del género, Dave Cobb, que ha llevado a cabo esa labor con Jason Isbell, Sturgil Simpson o Chris Stapleton, entre otros.

Comienzan de forma animada con «Deeper in the Water», donde las voces de Williams y Pipkin vuelven a desempeñar un primer plano, un tema con un punto Pop que luego derivan hacia un tono más épico. A continuación entran en la melancolía con la poderosa y preciosa «Is It Ever Gonna Be Easy», siguiendo ese punto con la más irregular «May You Be Well» en la que apuestan por una sección de cuerdas con un tono más barroco. En «Come Break my Heart Again» recuperan fuerza dentro de la melancolía, se muestran más contenidos y las cuerdas quedan en un segundo plano. «Feather» vuelve al principio, a esa alegría contagiosa, un tema cantado por Pipkin que tiene un leve soplo Soul y que es una de las mejores canciones de todo el disco.

La segunda parte del disco se inicia con el tema que da título al disco, «Walk into a Storm», que tiene un punto más minimalista, suena incluso más a cantautor, incluso a Glen Hansard, con Wolliams incluso fraseando por momentos. Y llega a continuación una delicia como la festiva «Time’s Always Leaving», que fue el primer single del disco, y que entra desde la primera escucha, con esas guitarras fantásticas y esos coros. «Can’t Be Happy For Long» se insertaría más en el «Americana», no dejando de ser un tema dinámico en el que vuelven a utilizar el juego de las dos voces. El cierre es para la melancolía, primero con «Between the Lines», aunque en este caso la canción crece con un estribillo épico, y con «Long Way To Go», en la que Williams vuelve a hacer gala de la contención de una interpretación más dramática.

Pues aunque con varios meses de retraso, encantados de escuchar de nuevo a The Lone Bellow, una banda que tampoco alcanzará un reconocimiento masivo pero que sus discos o defraudan, aunque sí que se les puede achacar que no se mueven mucho en su fórmula, pero les funciona.