«Nuevas mezclas» o aquellos primeros años de El Último de la Fila

Manolo García y Quimi Portet, El Último de la Fila, fueron icónicos del Pop Rock español de la segunda mitad de la década de los ochenta y primera mitad de los noventa. Con una propuesta tan personal y ajena a las modas, el dúo catalán logró un inesperado éxito y generó una base de seguidores que se mantuvo fiel hasta el final, ese 1998 en el que oficializaron una separación que era un hecho tras su disco final, La rebelión de los hombres rana (1995), un trabajo que no estaba a la altura de su enorme discografía anterior. Aquello fue un shock, uno más en el que los grandes grupos de los ochenta y noventa se iban separando. De Radio Futura a Héroes del Silencio, una generación de bandas iba dejando un espacio que no sería cubierto en los noventa por nadie, desde el punto de vista comercial. También estaban fuera del tablero Mecano. La segunda mitad de los noventa se debatía entre el mimético indie, con esa escena creciente pero limitada y que no llegaría a ser masiva, y un impasse hasta la llegada de otras formaciones que se quedaron lejos de estas. Sin embargo, no había testigo para El Último de la Fila y compañía, unas bandas que habían marcado una época. Manolo García y Quimi Portet habían conseguido un estilo tan propio e inimitable que fueron únicos. Con el Pop Rock de la época junto a sonidos aflamencados y orientales, junto con la forma de cantar de García y unas canciones, vaya canciones más grandes, que nos aprendíamos de memoria y que seguimos recordando. En cierto sentido, El Último de la Fila eran innovadores en las normas pero adoptaban un tono costumbrista en el contenido, aunque con los años se fueron haciendo más barrocos y, en algunos momentos, incomprensibles. Pero vayamos con Nuevas mezclas, un trabajo que puede funcionar como una recopilación de los primeros años. Un recopilatorio que, por cierto, nunca han querido hacer García y Portet, lo más cercano es el directo Historia de una banda (Autobiografía sónica) (2015) que recoge la trayectoria de Los Rápidos, Los Burros y el propio El Último de la Fila. Pero Nuevas mezclas, publicado originalmente en 1987 y en CD ya por EMI en 1991, recogí canciones y singles de sus dos primeros disco, Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana (1985) y Enemigos de lo ajeno (1986). En aquellos años, estaban en la independiente PDI y regrabaron con más medios aquellas canciones, canciones que vamos a recordar.

Comienzan con «El loco de la calle», clásico y representativo de su sonido, tiene ese punto ochentero pero las guitarras aflamencadas son la seña de identidad, con una letra que se enreda pero que funciona. «Aviones plateados» es otro de sus clásicos, tiene un tono melancólico e incluso un punto incluso oscuro. De nuevo aparecen tonos flamencos y crece con un final fantástico. Siguen con «Querida Milagros», esa carta del soldado Adrián que tiene ese poso triste y amargo, con un García que va cambiando de tono en su forma de cantar, otra canción imbatible. Y qué podemos decir de «Lejos de las leyes de los hombres», otra letra que juega con las formas, y que es una barbaridad por su sonido épico y con ese estribillo, ¿la mejor canción del dúo catalán? En «¿Quién eres tú?» se apuntan a la melancolía, incorporan el acordeón y es un sonido del Pop Rock de los ochenta. «Insurrección»…en la puja por ser la mejor canción de El Último de la Fila, clásico cantado y coreado miles de veces, en noches de copas, una canción rockera que se convirtió en uno de los grandes temas de García y Portet, que todavía te pone los pelos de punta.

«Son cuatro días» mantiene la racha sin pausa, un medio tiempo melancólico que luego acelera aunque es cierto que es de las canciones con un tono más minimalistas. En «No me acostumbro» regresan a la épica, el piano tiene un mayor protagonismo e incluso la batería adopta un tono Post Punk de la época, y en la letra se incide en el barroquismo que acostumbraban. «Soy un accidente» continúan en su línea, sonidos orientalizantes junto a otros más modernos, destacando de nuevo la forma de cantar de García. El toque oriental se mantiene en «Mi patria en mis zapatos» que vuelve a apostar también por esa modernidad de nuevo, esa batería metalizada y con el eclecticismo con seña de identidad, aunque el poso de la canción es el Rock, con uno de los títulos más logrados de la banda. «Dulces sueños» incide en las guitarras, tema más rockero aunque sin salirse de los márgenes del grupo.

Nuevas mezclas, que tuvo dos vidas como hemos comentado, precedió en la primera de ellas a un salto como fue Como la cabeza al sombrero (1988), último trabajo para PDI. Aquí se convirtieron en un fenómeno más amplio, y luego se confirmaron con Nuevo pequeño catálogo de seres y estares (1990), un disco más ambicioso y que incidía en el eclecticismo de la banda. Luego, en 1993 le tocaría el turno al exitoso también Astronomía razonable, mientras que el cierre fue para el menos logrado La rebelión de los hombres rana (1995). Tres años después, García y Portet lo dejaron, García lanzaría el imbatible Arena en los bolsillos (1998), iniciando una carrera en solitario que llega hasta hoy. Portet también ha seguido haciendo música, aunque con un perfil mucho más bajo. Su final, como hemos comentado, fue un shock para sus seguidores y seguidoras, que estaban entregados a la causa. El Último de la Fila fueron uno de los grandes del Pop Rock español de los ochenta y noventa, unos referentes con unas canciones tan fascinantes que, tres décadas después, nos siguen emocionando.

La continuación del éxito de El Último de la Fila, «Nuevo pequeño catálogo de seres y estares»

Uno de los misterios de la música española fue el descomunal éxito de El Último de la Fila. No, no me interpretéis mal, me gustan mucho El Último de la Fila y creo que el mismo es más que merecido. El Último de la Fila fueron una de las grandes bandas de la música popular española en el periodo que va de la segunda mitad de los ochenta a la primera de los noventa. Hay que ponerlos siempre a la altura de Radio Futura y Héroes del Silencio, entre otros, además de los Mecano, Duncan Dhu, etc. Pero, como decíamos, su éxito tenía unos mimbres no convencionales. Manolo García y Quimi Portet fueron, en cierto sentido, un tanto adelantados a su tiempo. Procedían de Cataluña, pero García era hijo de la inmigración hacia territorios más prósperos. Hacían Rock y Pop pero le incorporaban elementos del mestizaje, esos sonidos aflamencados y arabizantes que fueron el sello distintivo del dúo. Algunas de sus letras conectaron con el espíritu de los tiempos, «Querida Milagros» por ejemplo, mientras que otras se basaban en un cripticismo que para sí quisieran Vetusta Morla. Comenzaron desde el underground con Los Rápidos y Los Burros y pasaron a una discográfica menor como PDI donde publicaron sus primeros trabajos, luego llegarían a EMI con el disco que nos ocupa. Y no destacaban precisamente por la imagen, transmitían una normalidad y una cercanía que también les otorgó muchos puntos a la hora de conectar con una amplísima base de seguidores y seguidoras. Nos vamos a detener en el treinta aniversario de su quinto disco de estudio, un celebradísimo Nuevo Pequeño catálogo de seres y estares, publicado en 1990. Como hemos indicado, fue el paso a una major como EMI, y cabe imaginarse la pugna por ficharlos, imagino que Ariola, Hispavox o Warner, por citar algunas de ellas, también harían una puja por incorporarlos a su catálogo.

Para nuestra generación, El Último de la Fila era una de esas bandas que aparecían de forma constante en la televisión y en las radios que comenzábamos a escuchar. Una de mis tías me dejó la casete de Como la cabeza al sombrero, el disco anterior que habían publicado en 1988 y que les había consolidado. La portada ya mostraba la sobriedad «marca de la casa», una imagen de García y Portet, mientras que canciones como «Sara», «Ya no danzo al son de los tambores» o «Dios de la lluvia», entre otras, se incorporaban a un cancionero que habían comenzado a crear desde su debut con Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana (1985), disco que te conquistaba ya por el título. Aquellos primeros discos de El Último de la Fila eran más directos, luego irían haciéndose más barrocos en su sonido y letras, y para muchas personas es la etapa más destacada de la banda. En mi caso, con los años me hice con la edición en CD de Nuevas mezclas (1991), que ya habían publicado en 1987 regrabando algunas de sus canciones más conocidas de sus primeros discos. Allí estaban las atemporales «Lejos de las leyes de los hombres», «Querida Milagros», «Aviones plateados», «Insurrección»…no se puede decir más. Cuando en 1988 publican Como la cabeza al sombrero, afianzan su posición con canciones como «Sara», «Dios de la lluvia», «Ya no danzo al son de los tambores». Además, en 1988 participaron también en el concierto de la gira Human Rights Now! que organizó Amnistía Internacional y que se celebró en el Camp Nou de Barcelona junto a Bruce Springsteen & the E Street Band, Sting, Peter Gabriel, Youssou N’ Dour y Tracy Chapman.

Ya en EMI, como hemos comentado, Nuevo pequeño catálogo de seres y estares es un disco en el que evoluciona su sonido, aunque siguen sus líneas clásicas pero incorporan más elementos electrónicos. Es cierto que el barroquismo de las letras se amplía y que el costumbrismo de parte de sus canciones de la primera etapa deja lugar a un cierto adornamiento, pero siguieron triunfando y añadieron algunos clásicos a su cancionero. También destaca que el libreto incorporara los logotipos de Greenpeace, Amnistía Interncional y otras otro dieciocho ONGs del conjunto de España. Señala Wikipedia que, tras firmar con EMI, García y Portet contaron con una generosa oferta para unirse a una marca comercial, pero ellos lo rechazaron y optaron por esa otra vía.

Vamos con las canciones. El inicio es corto e instrumental «Grünfink o pinzón verde», donde ya hay algunas muestras de sonidos más electrónicos. Pero el primer golpe es para una maravillosa «Músico loco», son El Último de la Fila en estado puro, con la melancolía y las letras crípticas, con la forma de cantar de García, con el sonido aflamencado pero con el eclecticismo y el mestizaje claramente definidos. Pero había más, «Canta por mí» se convertirá en un himno, guitarras muy ochenteras para comenzar la década de los noventa, otro clásico. «Del templo a la taberna» ahonda en el sonido de los ochenta, esa batería, y el tono melancólico de turno, con García a las voces impresionante y con la guitarra eléctrica como protagonista. En «Andar hacia los pozos no quita la sed» comienza con una armónica muy Blues y luego se lanza hacia sonidos mestizos y orientales. «En mi pecho» también tiene en primer plano esa armónica pero se transforma en una canción acústica y minimalista, aunque incorporan instrumentos como el acordeón que suman valor. «Beatus Ille» es un interludio instrumental que precede a la gran «Cuando el mar te tenga» (¿cuántas veces la cantamos en los bares?). Nada que añadir, un clásico más, una canción instalada en el imaginario colectivo, de nuevo El Último de la Fila en estado puro.

La segunda parte comienza de nuevo con esa armónica Blues en «A jazmín» pero luego se traslada al mestizaje, aquí sonidos más aflamencados, pero también hay espacio para el Rock y para esas cuerdas orientales. «Barrio triste» es una canción melancólica, de las que quedaron igual ocultadas por las más conocidas, y que es bueno recuperar, y con una letra que avisa de la concentración urbana y reivindica las raíces rurales. En «Sucedió en la antigüedad» también tiran de letra reivindicativa, la huella de la Guerra Civil, y García vuelve a tirar de una forma de cantar aflamencada. «Todo el día llovió» recupera la armónica, una canción más acústica en la que también vuelven a las mezclas de estilos. Y lo mismo, aunque más rockera, puede apuntarse para «Canción de cuna 823», aunque ni esta ni la anterior alcanzan la altura del resto del disco. El cierre del disco es para dos canciones instrumentales pero de base electrónica, la primera es «Cauterización de una herida», muy de los 80 en dirección hacia New Order, y «‘The Blue Rabbits Machine’ Corporation Hymn», más experimental.

Los primeros años de los 90 iban a ser de García y Portet. En 1993, con Astronomía razonable, mantendrían su posición en lo más alto de la música popular española, volviendo en parte a la esencia de sus primeros discos y con clásicos tan brutales como «Como un burro amarrado a la puerta del baile». Sin embargo, el desgaste de la banda daría lugar a un final abrupto pero natural. La rebelión de los hombres rana (1995) es un disco que no está a la altura de los anteriores, se nota el desgaste. No pasarían muchos años, 1998, para que El Último de la Fila anunciase su disolución, para disgusto de sus seguidores y seguidoras. Ese mismo año, Manolo García debutó en solitario con Arena en los bolsillosun disco que también es un clásico y que es muy El Último de la Fila. Portet, por su parte, se ha mantenido en un segundo plano, siguiendo publicando discos en catalán. Seguramente que Portet y García han tenido ofertas para reunirse, para hacer giras, pero no parece que eso vaya a ocurrir, al contrario. De hecho, ni ha aparecido una recopilación de la banda, algo a lo que siempre se han negado. La mirada sobre El Último de la Fila es nostálgica y melancólica, pero maravillosa y con unas canciones que siempre nos tocan el corazón.

 

El exitoso debut de Manolo García en solitario

Sí, lo sé, parece mentira pero han pasado ya veinte años, veinte años ni más ni menos, del debut de Manolo García en solitario con Arena en los bolsillos (1998). Hace unas semanas publicaba Víctor Lenore un interesante artículo en El Confidencial sobre Manolo García en el que, de forma acertada en mi opinión, analizaba la deriva y cómo la carrera de García se había ido acomodando. Aunque hace mucho que tenía pensado escribir sobre este disco, que me marcó mucho en aquellos meses de 1998, no puedo estar más de acuerdo con Lenore. Y es que, escuchando sus discos posteriores, aunque yo me quedé en el tercero, Para que no se duerman mis sentidos (2004) que me pareció muy flojo, se notaba que iba a ser su camino. Y eso que en 2001 protagonicé algunas discusiones con amigos sobre su segundo trabajo, Nunca el tiempo es perdido, defendiéndolo frente a las acusaciones de repetición, como así sería. Todo ello coloca Arena en los bolsillos en una dimensión superior, y teniendo en cuenta que venían del cierre de El Último de la Fila, Quimi Portet y él habían llegado al final con un disco que mostraba su agotamiento, La rebelión de los hombres rana (1995). Pero El Último de la Fila conservaría, y lo sigue haciendo, un elevadísimo capital simbólico y una enorme cantidad de seguidores y seguidoras. Anomalía en la música española, arriesgados y costumbristas, sus discos triunfaban enormemente y algunos de sus temas son himnos generacionales, de «Querida Milagros», «Aviones plateados», «El loco de la calle», «Insurrección», a «Canta por mí» y «Como un burro amarrado a la puerta del baile», entre otros muchos. Además, decisiones como no publicar un recopilatorio o no hacer giras de reunión, que serían un éxito comercial sin duda, les han dado una mayor respetabilidad.

La separación de El Último de la Fila fue un duro golpe para todos y todas sus fans. Portet, siempre discreto en un segundo plano pero determinante en el sonido de la banda, debutó en solitario en 1997 con Hoquei sobre pedres y siempre ha desarrollado su carrera en catalán. Por su parte, García, el frontman pero siempre con esa imagen que no ha perdido de tipo normal y cotidiano, tardó un año más en publicar su primer disco y mejor trabajo, este Arena en los bolsillos que nos ocupa. Y García no renunció a los sonidos de El Último de la Fila, al contrario, aunque también haría sus aportaciones. Los seguidores y seguidoras de El Último de la Fila abrazaron este disco porque había mucho de continuidad y también porque sonaba muy fresco, más animado que la última entrega de la banda, y sin dejar de lado unas letras coreables, costumbristas de nuevo, incluidos los quiebros y requiebros marca de la casa, y con toques optimistas. Veinte años después, y tras mucho tiempo sin haberlo escuchado, Arena en los bolsillos sigue siendo un disco tremendo, un Manolo García que entregó catorce canciones (en realidad doce, las dos últimas eran versiones de otros temas del disco) que no se resentían, dando lugar a un disco muy homogéneo y sin fisuras, y muchas de ellas se convertirían en clásicos del Pop español.

El comienzo del disco es para «Prefiero el trapecio», un tema brutal con esa percusión y las guitarras, con una letra costumbrista basada en elementos de la cultura popular, y muy animada y directa. Sigue esa senda con una de las cimas del disco, «Carbón y ramas secas», con una letra muy interesante, también destacando el estribillo, las guitarras aflamencadas y la percusión, que será clave a lo largo del disco. «Del bosque a tu alegría» es un tema más pausado al comienzo, un sonido diferente con ese acordeón que le da un toque distintivo, aunque luego pilla una fuerza mayor, la batería fue clave y García canta con más fuerza. Y de «Pájaros de barro» no podemos decir nada, sólo que es incontestable, con ese tono que se mueve entre la melancolía y la nostalgia, con una letra con su punto caústico, pero que se nos grabó en su momento, con esa guitarra flamenca, el sonido del laud, junto a esa acordeón lejana y triste que le daba un tono portuario. Un acierto elegirla como primer single del disco, sin duda alguna. El nivel seguía alto con «Sobre el oscuro abismo en que te meces», un tema más animado y festivo, un punto Pop notable, un tema que también anota su punto caústico y enrevesado en la letra.

En «A quien tanto he querido» ganan presencia los sonidos arabescos y orientales, aunque es un tema con un tono más sombrío y oscuro, pero también muy intenso, siendo una de las mejores canciones del disco. En «Como quien da un refresco» se basa más en la melancolía, con un comienzo que marca, aunque luego crece en intensidad. Y «Zapatero», en ese mismo tono, gana en profundidad, es un tema que también se convirtió en uno de los favoritos del público. Con «A San Fernando, un rato a pie y otro caminando», otra de las cimas del disco, García apuesta por una vía más guitarrera y enérgica, y le funciona sin duda. «La llanura» nos remite a los sonidos más de El Último de la Fila, siendo un tema que también se saldrá un poco de la línea del disco.

El último tercio del disco comienza con un «Viernes» que es un tema más duro, de nuevo hacen su aparición unas guitarras eléctricas muy protagonistas que convierten a esta canción en una de las más animadas del disco. «La sombra de la palmera» se va al lado contrario, un tema de tono flamenco con García cantando muy bien. Y el final es para la revisitación en acústico de «Carbón y ramas secas», muy acertada y preciosa, y para la instrumental «Pájaros de barro». Un cierre que te deja todavía con un gusto mayor tras un disco que, como decíamos anteriormente, es la cima de su autor en solitario.

Muchas escuchas estos días de Arena en los bolsillos, de la discografía de El Último de la Fila, de otros discos de García…y no me cansa este trabajo. Y me lleva también a esos viajes en autobús a Bilbao para hacer el Doctorado, escuchando en un walkman la grabación del CD de Arena en los bolsillos, y se me vuelven a aparecer los mismos paisajes, las mismas sensaciones, los mismos sueños y anhelos, las mismas caras y rostros. Ese es uno de los poderes de la música. García no alcanzaría la excelencia en su carrera posterior, como hemos indicado, y se fue acomodando, aunque no dejó de llenar conciertos y mantenerse en la primera línea del Pop Rock español. Arena en los bolsillos era irrepetible y «Pájaros de barro» también.