Los enemigos, «Bestieza»

Tras su regreso a los escenarios en 2012, diez después de su último concierto, y al estudio en 2014 con «Vida inteligente», parecían haberse dispersado de nuevo los objetivos de la banda madrileña. Proyectos en solitario de Josele Santiago («Transilvania» hace ya casi tres años y el directo en Conde Duque de hace un año) y de Fino Oyonarte (debutante en solitario hace casi dos años con «Sueños y tormentas») han provisto sin embargo este páramo con estupenda música para sus fieles. En esta vuelta, además de Chema «Animal» Pérez a la batería, han contado con la guitarra de David Krahe (Los Coronas, Corizonas) como cuarta pata en sustitución de Manolo Benítez (Porretas) que formaba parte de la banda desde los noventa.

Y ahora reaparecen con un disco menos extenso, más inmediato, pero igualmente guitarrero y urbano. Con los matices melódicos que aportan los coros y algunos desvíos poperos, otra vez eliminan filtros de la mano del productor Carlos Hernández para sonar tan directos como suelen. Como en Siete mil canciones, primer adelanto del disco y apertura de rock enérgico y letra desencantada elevada por el relieve de los coros, estupenda. Después llegaría Vendaval, también segunda en el listado que mantiene el nivel en lo alto con poderío y animacion. El cabreo aparece en La ofensa a base de guitarras y rabia en las letras, y continúa más eléctrica en Menos que un perro. También crítica, La costumbre hace honor a su título con un desarrollo más pesado, antes del acelerón de Mar de sendas, melódica y pintada de voces. En Océano, corta pero brillante, canta Fino, para recuperar la voz con ironía y más suavidad Josele a continuación en Sacrilegio sideral. Las guitarras se endurecen en Hey Judas, que suenan tajantes y rítmicas antes del cierre de Rey pescador, melodiosa hasta el final en comunión al piano y las voces.

Dedicadas a la memoria del histórico hostelero de Malasaña Rafael Fustes, estas diez canciones compuestas por Josele Santiago (excepto Océano que comparte autoría con Fino Oyonarte) ponen de nuevo en marcha a Los enemigos que, por más que se alarguen sus silencios, siguen escribiendo apegados a su tiempo y reapareciendo como si los años no hubieran pasado.

Fino Oyonarte, ‘Sueños y tormentas’

Después de una vida dedicada a la música en variadas facetas, ocupando en general un plano discreto en sus muy diferentes proyectos, Fino Oyonarte pensó tras sufrir un infarto hace tres años que tenía que «hacer algo propio» y como resultado de aquella necesidad llega a nuestras manos esta delicia que no debería sorprender dada la trayectoria de su autor, pero cuya cuidada transparencia no puede menos que hacerlo.

Inquieto y apasionado, durante las tres últimas décadas además de bajista de Los Enemigos (tras sus inicios en Glutamato Yeyé) ha desarrollado otros proyectos en bandas como Clovis o Los Eterno y ha destacado como productor de gente de la talla de Los Planetas, Lagartija Nick o Los Deltonos además de crear la recomendable editorial musical Libros del ruido. Acompañado en la producción por César Verdú, antiguo colaborador en Clovis y actual batería de León Benavente, y rodeado de otros excelentes músicos como Daniel Lorca de Nada Surf o el prestigioso violinista Phillip Peterson, cuya labor con las cuerdas merece una especial mención, el debut en solitario de Oyonarte trascurre alejado del rock y se adentra en terrenos más sutiles e intimistas, en la línea de autores cercanos como Rafel Berrío o más lejanos como Nick Drake o Elliott Smith, en cualquier caso su labor culmina en una particular y atractiva sencillez. Sus letras, igualmente sencillas a la vez que claras y dirigidas sin rodeos, destilan honestidad y contienen vivencias y reflexiones expresadas desde una generosa y directa intimidad.

Desde el destacable inicio con Afortunado ya se adivina el tono bajo del disco, en este caso con Fino apareciendo al piano y la guitarra y una preciosa presentación de la sección de cuerdas. Los ecos de bossa nova aceleran el tempo con moderación en Atrapado para paulatinamente y con suavidad irlos arropando hasta alumbrar el sonoro final. Más ligera e instrumentada, con un piano central y precioso acompañamiento de vientos y cuerdas, Estos años completa el fantástico trío inicial.

A continuación La deriva fluye sobre apenas una guitarra acústica, casi igual que la bella Casualidad, que cede algo de protagonismo al violín, el violonchelo y unos coros sutiles. Se descuelga el autor la guitarra en Huellas en el tiempo, nostálgica introspección al piano que cierra el segundo trío del disco, antes de que Por dónde empezar vaya introduciendo con timidez nuevos elementos folk para relajar un poco la intensidad emocional y completar, junto a la rigurosa belleza de Sueños y tormentas y la maravillosamente arreglada (a destacar trompeta y cuerdas) Cien pasos, un trío final lleno de sensibilidad.

Una enorme presentación la de este experimentado músico que deja un excelente regusto, un disco de alta intensidad emocional y medida intensidad sonora resultado de una necesidad propia que ha acabado redundando en nuestro propio provecho, un trabajo honesto y sabio y hecho con las pretensiones justas para multiplicar el sencillo placer de escucharlo.