Taylor Swift, «Evermore»

A Taylor Swift no la esperábamos hace unos meses con su ambiental y atmosférico Folklore, del que ya dimos cuenta en Los Restos del Concierto. El giro de Swift hacia la legitimidad «Indie Folk» con ese tono introspectivo fue muy bien valorado por la crítica y se rodeó de gente como Bon Iver, Aaron Dessner de The National y Jack Antonoff. La vaporosidad que transmitía el disco encajaba con la imagen de una Swift imbuida en un paisaje idílico pero en blanco y negro en la portada e imágenes del disco. Pero, si Folklore sorprendió, más lo hizo que unos pocos meses después Swift publicase una continuación como Evermore. Si una de las cuestiones que se podía decir de Folklore era su extensión y reiteración en algunos momentos, quedaba demostrado que Swift tenía más canciones. Con un cambio de tonalidad de la portada hacia el color, pero sin dejar el tono introspectivo y la mirada «Indie Folk», Swift incidía en esa línea aunque es cierto que asumía una mayor luminosidad. Repetían Aaaron Dessner y Jack Antonoff en la composición y en la producción, aunque el mayor peso recaería en el primero. De The National llegarían Bryan Dessner y Matt Berninger para colaborar en el disco (que firman la misma como The National), también aparecen Haim y Marcus Mumford de Mumford & Sons, repitiendo Bon Iver como una de los soportes principales. Si Swift tenía claro que «el que da primero, da dos veces», aquí ya ha dado en dos ocasiones y Evermore completa una jugada inteligente. De nuevo, se va a un disco extenso de casi setenta minutos y con diecisiete canciones en la versión ampliada, casi nada.

«Willow» comienza con el minimalismo que será de nuevo seña de identidad del disco pero con una voz de Swift más luminosa, fraseando por momentos, en lo que es una de las mejores canciones del disco. En esa misma línea se inserta «Champagne Problems» que ahonda en una mayor cristalinidad. «Gold Rush» es una de las pocas aportaciones en la que participa Antonoff, escorándose hacia un Pop más acompasado. En «Tis the Damn Season» retorna al sonido más ambiental de Folklore, tono más atmosférico que se observa incluso en su voz. Y este hecho se lleva a una mayor introspección en «Tolerate It». En «No Body, No Crime» colaboran Haim, una canción de nuevo más Pop pero también con un punto de oscuridad siendo un tema muy logrado. En «Happiness» se va más allá de los cinco minutos para regodearse en una suerte de crepuscularidad. Pero con «Dorothea» demuestra saber moverse en esa ambientación más luminosa, jugando con las tonalidades de su voz, y creando una canción muy elegante. Para «Coney Island» cuenta con The National, lo que acaba siendo una canción muy de la banda en su última época, muy atmosférica y ambienta, con fraseos y un Matt Berninger como muy ensimismado. En «Ivy» hay una vuelta al Pop pero sin dejar de lado el minimalismo.

«Cowboy Like Me» es más pausada y melódica, con el piano como protagonista. «Long Story Short» tiene bases más electrónicas, es de nuevo una vuelta al Pop, jugando con las dos tendencias del disco. Por su parte, «Marjorie» apuesta por el sonido crepuscular y se va a la intensidad, modula su voz, susurra casi, y mezcla también algún elemento más electrónico. «Closure» es una de esas canciones minimalistas que van quedando como muy superficiales. Pero, el final del disco lo deja para «Evermore» con Bon Iver, una cancionaza que comienza de forma melancólica y van combinándose las voces de Justin Vernon y Taylor Swift para una canción ascendente, muy de Bon Iver también. Hay dos temas extra como son «Right Were You Left Me» que es una canción intensa de nuevo, que crece. Y cierra con «It’s Time to Go», más convencional y centrada en el mensaje.

Taylor Swift ha firmado en pocos meses un nuevo disco como es este Evermore que, en la línea de Folklore, añade otros matices. No deja la vaporosidad y el intimismo que destilaba el primero, pero no es menos cierto que tiene un punto de mayor terrenalidad. Swift ha seguido con su apuesta muy poco tiempo después. El pero, lo mismo que en la otra ocasión, que igual son discos excesivamente largos por momentos, en los que te puedes perder, o con algunas canciones más intrascendentes.

 

 

 

Kevin Morby, «Sundowner»

Tenía muchas dudas de adquirir el nuevo disco de Kevin Morby, el sexto de su carrera. Tras venir avalado por el reconocimiento de Singing Saw (2016) y City Music (2017), en 2019 sacó el irregular Oh My God, un trabajo ambicioso y excesivo en ciertos sentidos que nos dejó fríos. Cuando anunció su Sundowner, la duda es si incidiría en la línea anterior o retornaría al «indie Folk» que le encumbró. Y, afortunadamente, eso segundo es lo que hizo. Ya «Wander», uno de los singles de adelanto, lo mostraba, y el disco lo confirma. Se nota un tono mucho más crepuscular, solamente la portada ya nos muestra esa dirección, y orgánico, e incluso se puede decir que, por momentos, hay una influencia de Conor Oberst y sus Bright Eyes. Todo ello con la forma característica de cantar de Morby, muchas veces fraseando incluso, y con una predilección por las acústicas y sonidos minimalistas. El disco cuenta con la participación de Katie Crutchfield, cabeza de Waxahatchee, autora de uno de los discos más destacados del año en esta categoría, o lo que sea, del «indie Folk», el Saint Cloud que analizamos hace unos meses. Y también está presente con la percusión James Krivchenia de los siempre interesantes Big Thief. Kevin Morby ha regresado con un buen disco, que lo pone en la senda de la que se salió con su trabajo anterior. Un disco este Sundowner que apenas tiene puntos bajos, y que ofrece algunas canciones sobresalientes.

Como la que da comienzo al disco, una «Valley» es una de las mejores de todo el largo, muy crepuscular y ascendente. «Brother, Sister» es diferente, atractiva con ese tono sincopado de la percusión y con Morby fraseando. En «Sundowner» es intenso a la par que minimalista, parece querer aproximarse a Dylan, con ese toque acústico aunque luego incorpora cuerdas y otros efectos. «Campfire» es una canción con más fuerza y electricidad, aunque se va también hacia lo melódico. «Wander» juega con su fraseo característico aunque tiene ese tono más poderoso, esa guitarra distorsionada, sin dejar de lado lo crepuscular.

La segunda parte comienza con una grandísima «Don’t Underestimate Midwest American Sun» que tiene todavía un tono más intimista al comienzo y que luego va creciendo con un contrapunto leve electrónico, sin dejar de lado el Folk y que, en mi opinión, es la mejor canción del disco. Su tono característico hace su aparición de nuevo en «A Night at the Little Los Angeles», un tema más onírico que se va por encima de los siete minutos. Acústica y melancólica es «Jamie», un Folk al uso que inicia el último tramo del disco. Le sigue «Velvet Highway» que es igual el momento más bajo de los diez temas, una canción instrumental en la que el protagonismo es para el piano. El cierre es para el retorno al sonido del comienzo con «Provisions», un tema acústico y de tonalidad crepuscular que se ve intensificada por los teclados que le dan un punto más expansivo.

Como decíamos al comienzo del artículo, tuvimos dudas y no esperábamos mucho del nuevo disco de Kevin Morby, pero nos ha sorprendido de forma agradable con un notable disco que te va ganando con las escuchas. Muy crepuscular.