«19 días y 500 noches» o cuando Sabina convenció hasta a sus detractores

Reconozco que no soy muy de Joaquín Sabina, puede que sea porque el personaje no me gusta, aunque no le quito sus enormes méritos en lo musical. Sin embargo, creo que Sabina es un artista que por momentos se ha creído que está por encima del bien y del mal, y eso ha lastrado la valoración de su discografía. Tiene Sabina motivos de sobra para sacar pecho, sin duda alguna, y no negaré que soy muy fan de canciones como «Princesa», «Calle Melancolía», «Así estoy yo sin ti», «Contigo» e «Y sin embargo» (dos canciones de su disco de 1996 Yo, mi, me, contigo), etc. Todas ellas medios tiempos, canciones de desamor y de melancolía y nostalgia, que es lo que mejor se le da a Sabina. Como podrá observarse, son todas canciones que abarcan hasta la llegada del disco que nos ocupa, el 19 días y 500 noches, para mí su obra maestra. Sabina llevaba toda la década de los noventa publicando discos que convencían a sus seguidores y en los que jugaba con su eclecticismo mezclando diferentes estilos. De aquellos discos de los noventa, todos con unas portadas poco conseguidas dicho sea de paso, salieron canciones que se instalaron en el imaginario colectivo como el vals de «Y nos dieron las diez» que publicó en el Física y química (1992); «Por el bulevar de los sueños rotos» del Esta boca es mía (1994), su homenaje a Chavela Vargas y que escribió con Álvaro Urquijo de Los Secretos; en ese mismo disco estaba «Ruido», que es otra de las canciones de Sabina en las que tira de influencias flamencas; etc. Por el camino, una gira a medias con Los Rodríguez y un disco conjunto con Fito Páez, Enemigos íntimos (1998), y que acabó como el «Rosario de la Aurora».

En esas estaba Sabina cuando se puso en manos de Alejo Stivel (Tequila) a la producción. Stivel había irrumpido con éxito en esas tareas con el debut de unos desconocidos La Oreja de Van Gogh y su Dile al sol (1998). Pero sería 1999 su año porque al disco de Sabina añadiría el Usar y tirar de M Clan con su vuelta de tuerca al sonido de los murcianos que les llevó a alcanzar cotas de popularidad insospechadas hasta el momento. Stivel repetiría éxitos como productor con El Canto del Loco, con M Clan de nuevo y La Cabra Mecánica y su Vestidos de domingo (2001), pero luego entro en otros terrenos como algunas de las propuestas salidas de Operación Triunfo. Años después, retornaría junto a Ariel Rot con Tequila, pero esa es otra historia. No cabe duda que Sabina se encontró en estado de gracia en un disco en el que casi todas las canciones estaban a una gran altura, aunque no cabe duda que a una pequeña parte el paso del tiempo les ha pasado factura. Mezcló de nuevo estilos y escribió algunas de sus mejores letras. No es que no estén las líneas habituales de Sabina, de sobra, pero las lleva a otro terreno. Además, Stivel le supo dotar de un sonido más moderno y el disco se convirtió en todo un acontecimiento. Igualmente, también destaca esa poderosa portada, tan diferente con respecto a las anteriores (Yo, mi, me, contigo se lleva la palma), en la que en una fotografía en blanco y negro Sabina aparece con alas negras, gafas de sol y fumando, escenificando una de sus figuras más reivindicadas y reconocidas como es la de un cierto malditismo del que siempre ha hecho gala.

Sabina se fue hasta los setenta y cuatro minutos, el espacio de un CD, con canciones que superaban los seis y siete minutos, una temeridad pero que le salió muy bien. «Ahora que…» es un comienzo muy sabiniano, un medio tiempo con una letra desgarradora de desamor, otra temática habitual, y melancólica, destacando las guitarras del comienzo. «19 días y 500 noches» fue el primer single y es una canción flamenca con toques de Rumba, un acierto pleno que se convirtió en un clásico instantáneo. Sabina hace una interpretación brillante para enlazar con «Barbi Superstar», su lado más rockero puesto al servicio de una actualización de «Princesa», aunque con más ironía, una canción que se va a casi siete minutos. En «Una canción para la Magdalena» reduce el tempo, compuesta junto a Pablo Milanés es uno de los cortes que ha aguantado peor el tiempo, pero a continuación se sale con «Dieguitos y Mafaldas», canción de toques latinos desde el tango argentino con ese acordeón del comienzo hasta esa esa evolución de la canción con un final poderoso merced a esos vientos más salseros. «A mis cuarenta y diez» es un tema más ortodoxo dentro de la discografía de Sabina, un medio tiempo creciente y con letra autorreferencial, llevando el personaje de Sabina al extremo. No deja de lado ese personaje con la rockera «El caso de la rubia platino», canción con una letra también con un punto políticamente incorrecto y con el canallismo por bandera.

La segunda parte del disco comienza con, para mí, una de las mejores canciones de Sabina: «Donde habita el olvido». Tomando como referencia a Luis Cernuda, Sabina hace una de las canciones más desgarradoras y de desamor que yo recuerde, durísima, un estribillo magnífico, una forma de cantar de Sabina también emocionante, unos punteos de guitarras que quedan sutiles como ese saxofón del final. Regresa al Flamenco y la Rumba por todo lo alto con «Cerrado por derribo», una canción mas oscura que no alcanza la cima de «19 días y 500 noches» pero que no se queda lejos. El tiempo no ha tratado muy bien a la humorística y con toques del Country Rock «Pero qué hermosas eran», otra letra en consonancia con el personaje de Sabina, mientras que en «De purísima y oro» aborda el escenario de la España y el Madrid de la posguerra, una canción dura y melancólica. En «Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o'», un rap de casi nueve minutos en el que Sabina tira contra todo, uno de los divertimentos habituales en sus discos. Y el cierre es para la ranchera «Noches de boda» en la que hace un dúo con Chavela Vargas, a la que ya había homenajeado como hemos señalado, otra canción de las que quedarán en la memoria.

Joaquín Sabina llegó a lo más alto con 19 días y 500 noches, se embarcó en una exitosa gira y publicó un doble disco en directo, Nos sobran los motivos (2000), grabado en parte en la antigua Plaza de Toros de Logroño. Sin embargo, en 2001, Sabina sufrió un infarto cerebral y sus problemas de salud reaparecerían en las dos próximas décadas. Desde entonces, Sabina no ha dejado de publicar discos, el siguiente fue Dímelo en la calle (2002), pero yo no recuerdo ninguna canción de ese disco ni de ninguno de los publicados posteriormente, que han sido escasos. También ha girado con su amigo Joan Manuel Serrat y publicó con él La orquesta del Titanic (2012). Además, se generaron polémicas por el estado de su voz en ciertos conciertos, cancelaciones y precios de las entradas. No cabe duda que Joaquín Sabina está en lo más alto de la música popular española pero también que con 19 días y 500 noches alcanzó su cima. Un gran disco, sin duda alguna.