«Rompan todo», de legitimaciones y construcciones de relatos

Rompan todo (Netflix) es una miniserie de seis capítulos que te devora. Tiene un gran ritmo, dejando la voz a los numerosos protagonistas que van desfilando por la misma. Te engancha desde el minuto uno. Juega con las imágenes, las entrevistas y la contextualización de cómo el Rock se fue desarrollando por América Latina desde la década de los cincuenta hasta prácticamente la actualidad. Vaya por delante que, desde el punto de vista formal, es un trabajo fantástico. Son seis capítulos que te llevan por las corrientes y las bandas y artistas más destacados del América Latina en el mundo del Rock. Toda la serie pivota en torno a los dos grandes focos de las mismas: Argentina y México, y casi se podría decir que Buenos Aires y Ciudad de México. Es obvio que esto viene marcado por la potencialidad y fuerza de estos dos países, lugares de los que saldrán buena parte de los protagonistas. También hay espacio para Colombia, Chile y, en menor medida, Uruguay y Perú. En algunos momentos, parece que se produce una especie de diálogo entre los dos ámbitos territoriales más destacados, que alcanzarán una dimensión más continental en los noventa con la MTV y la difusión de los grupos.

Desde el punto de vista del contenido, no cabe duda que estamos ante visión muy mainstream del asunto. Es decir, en general nos van mostrando las bandas y artistas que alcanzaron éxito. De hecho, algunas críticas han incidido en este hecho y también en la ausencia de corrientes más actuales como el Reggaeton. En este sentido, aparece entrevistado Residente en el último capítulo, el cual no quiere encasillarse en ninguna categoría. Es cierto que hay una suerte de eje sobre el ámbito de la industria que se refleja por ejemplo en el protagonismo de Gustavo Santaolalla, que es también el productor de la serie, lo cual también ha sido motivo de críticas y de cuestionamientos, destacándose su protagonismo, y es algo que tiene su fundamento A medida que pasan las semanas desde el estreno de la serie, aumentan las críticas hacia el enfoque y se centran en el propio Santaolalla. Este hecho también influiría en los sesgos de la serie, así como en  parte de las ausencias y en las presencias de Fher Olvera de Maná y Juanes.

El impacto del contexto social, político y económico es clave en la mayor parte de la serie. Unos países que, durante buena parte del periodo, son dictaduras militares, con la represión consiguiente. Unos países que están en una situación de pobreza y desigualdad, tanto externa como interna. También hechos como la corrupción sistémica del PRI en México, el descalabro argentino del cambio de siglo, por ejemplo, se convierten en protagonistas, junto con el terrible terremoto de Ciudad de México de 1985 o la Guerra de las Malvinas en 1982, sin olvidar la Colombia de los ochenta y noventa con el enfrentamiento con los narcotraficantes. En definitiva, un contexto determinante aunque también se echa a faltar en buena parte de los casos incidir en los orígenes de los propios protagonistas, pocos hacen referencia a los mismos.

En cuanto a los protagonistas, muchos de ellos son nombres desconocidos en España o que, a pesar de tener su incidencia, no alcanzaron los niveles de éxito que tuvieron en América Latina. Allí aparecen todos los nombres claves que están muy identificados. Víctor Jara en Chile; León Gieco, autor de «Solo le pido a Dios» aquí popularizada por Víctor Manuel y Ana Belén; Charly García en sus diversas encarnaciones, con Serú Girán como hito; Luis Alberto Spinetta; Fito Paéz; en México destaca claramente todo el movimiento que se estructura de Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba y llega a Molotov. Y no hay que olvidar a unos Aterciopelados en Colombia que también alcanza la trascendencia más global. Y, un poco por encima, los Soda Stereo de Gustavo Cerati que alcanzan el grado de los grandes iconos de buena parte del periodo, un protagonismo que también ha recibido algunas críticas. Impresiona ver algunas imágenes de directos multitudinarios de estas bandas y artistas. No faltan, por supuesto, Andrés Calamaro, Los Fabulosos Cádillacs, Julieta Venegas, Juanes o Maná. Calamaro y Venegas tienen una mayor presencia, el primero por su transversalidad y presencia en diferentes proyectos, desde Los Abuelos de la Nada a Los Rodríguez, y Venegas por el papel de la mujer y su trayectoria desde Tijuana No! y el mestizaje del Rock y el Pop con los sonidos folklóricos mexicanos. Venegas también centra una de las excepciones en el tema de género que hace referencia a la escasa presencia de mujeres en la escena. Junto a Andrea Echeverri, de Aterciopelados, son dos de los máximos exponentes femeninos, aunque aparecen más figuras de Argentina y México, fundamentalmente.

En relación a España, lo cierto es que la presencia del Rock español se centra en unas pocas figuras como son Santiago Auserón y Radio Futura, Pablo Carbonell y Toreros Muertos, muy reconocidos estos últimos en México, y Los Rodríguez, cubiertos por la parte de Calamaro. Además, hay algunos testimonios de Nacho García Vega de Nacha Pop, que también triunfaron en México, y de Antonio Carmona de Ketama, aunque muy puntuales estos dos últimos y un cierto descontextualizados, especialmente Carmona. Sorprende mucho que no se hiciese referencia a Héroes del Silencio, grandes triunfadores América Latina, al propio Bunbury y, ya puestos, al triunfo de grupos como Mecano y Hombres G (ya ya, que eso no es Rock). También la muy destacada ausencia de la diáspora argentina a España durante la dictadura militar en el país americano, no hay referencias a Tequila, Moris (se menciona brevemente), etc. Por otra parte, también es interesante constatar que, salvando las distancias, lo que ocurre en estos países no se diferencia en ocasiones de lo que se vivió en España, especialmente en el sentido de la presencia de las tendencias y cómo se iban interiorizando. Ahí están la New Wave, el Punk, lo «alternativo».

Pero, sin duda alguna, uno de los elementos más importantes es la reivindicación de una identidad y lo hacen convergiendo en dos vías. Primero, a través del español como idioma, como una seña propia y que les vincula como comunidad, a nivel latinoamericano. Esa importancia del idioma también se emplea en el sentido de la alteridad. Y, la segunda vía, es la reivindicación de la cultura propia, de lo indígena, de las raíces. Convergen las dos, y curiosamente en el Rock que es importado, pero no lo hacen en el mismo peso en todos los casos, también hay diferencias, especialmente entre el Rock argentino y el mexicano, a fin de cuentas los protagonistas y vectores del relato, como hemos comentado. En fin, una serie que se ve de un tirón. ¿Lagunas, sesgos y contradicciones?, claro que sí, destacando en este sentido el doble papel de Santaolalla y que en no pocos momentos parece funcionar como una legitimación de una escena y de las acciones que llevaron a cabo sus protagonistas principales. Y, por supuesto, ojo a los créditos y a la imagen del famoso salto por la ventana a una piscina de Charly García.