Las «Canciones ’84 – ’96» de Héroes del Silencio y el reconocimiento de un hito en el Rock español

Seguimos con Héroes del Silencio. No podía ser de otra manera tras haber escrito hace unos días del documental de Netflix Héroes: silencio y Rock & Roll, dirigido por Alexis Morante, y del libro de Antonio Cardiel Héroes de leyenda que publica Plaza Janés. No vamos a detenernos en todo lo que se señaló en este artículo, pero conviene irnos hacia los discos y las canciones. Ya decía en el mismo que la relación con Héroes del Silencio había sido por lo menos un tanto curiosa. En cierto sentido, se reproducía el esquema que se cuenta en el documental y el libro. Un inicio con El mar no cesa (1988) que nos muestra a una banda que se identificó con un fenómeno de fans, en palabras de ellos mismos; una ruptura con Senderos de traición en 1990 que les llevó a otra dimensión; y el endurecimiento de El espíritu del vino de 1993 y Avalancha en 1995. Obviamente, la imagen de Bunbury y su afectación también podrían ser un elemento que, a mucha gente, les podría chirriar, pero no es menos cierto que era un frontman imbatible. Y, toda su historia. Con los años, tras la abrupta ruptura, la música de Enrique Bunbury, Juan Valdivia, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu iría adquiriendo un valor más trascendente, como se vio en el retorno de 2007. Aquí nos vamos a centrar en la recopilación de 2000 Canciones 1984-1996, un disco doble de veintinueve temas en el que se van intercalando las épocas, que realmente es muy poco tiempo. No sabemos el orden que llevaron pero queda muy ajustado. Además, se grabaron de nuevo voces y se hicieron nuevas mezclas de las canciones que fueron de sus primeros trabajos, aquellos que son más criticados por la producción de Gustavo Montesano y Roberto Durruty. Con los cambios de Phil Manzanera, el sonido se ajusta más a lo que la banda hizo en el tramo intermedio de su carrera, la cual pasó del Pop Rock de los ochenta, muy influenciado por el Post Punk y The Cure, entre otros, al sonido de Rock de estadio bajo el paraguas de Led Zeppelin, Aerosmith y el Grunge de la época. También hay canciones en directo que muestran su poderío en las tablas. Un doble disco que es todo un carrusel de emociones. A subirse.

Y es que todas las canciones las conoces. Muchas de ellas son parte de la historia de varias generaciones, de los momentos del paso a la adolescencia a la juventud. Canciones que cantabas en los bares aunque no tuvieses ni idea de los significados intricados de las letras de Bunbury. De las guitarras de Valdivia que destacaban con fuerza y de la sección rítmica de Cardiel y Andreu que iba como una apisonadora. Esta gente no hacía prisioneros. El primer CD ya se lanza con «Entre dos tierras» y «Maldito duende», de 1990, dos himnos, el Rock de estadio que se anuncia en la primera y el tono más melódico e intenso se la segunda. «Mar adentro» (1988), nada que decir, ese sonido más limpio de la producción con esas guitarras. Otro clásico. Y notas ya el cambio con la poderosa «La sirena varada» (1993), acelerada y creciente, con un Bunbury más desatado si cabe. Y se lanzan hacia la oscuridad y la épica con «Deshacer el mundo» (1995), el final está cerca y es como la colisión que se anuncia. Claro que también eran capaces de hacer un Rock épico como «La herida» de 1993, armónica incluida, un medio tiempo que es uno de sus clásicos en el que se abonan al dramatismo. «Apuesta por el r’n'» es una anomalía dentro de su discografía, publicado en Rarezas (1998), es una versión acompasada en clave acústica y Country del tema de los zaragozanos Más Birras, que se convierte en otro de sus temas imprescindibles. Hay nueva mezcla para «Flor Venenosa» (1988) que es un Pop Rock más depurado a pesar de ese endurecimiento.

En «Despertar» (1990) se van incorporando los tonos épicos aunque las guitarras todavía tienen un punto de luminosidad. «Opio» (1995) es presentada en directo y es una canción de Hard Rock puro y duro. «Tesoro» (1993) también es remezclada, como las dos siguientes, no tan conocida y con un tono más progresivo, incluyendo las cuerdas. «En brazos de la fiebre» va creciendo en intensidad y dramatismo con esos riffs que son tan propios de su trabajo al final de su carrera. «Fuente esperanza» (1988) es tan diferente, una letra destacada y aquí se observa la influencia en sus comienzos de The Cure. «Oración» (1991) aparece en directo y es más dura a pesar de las guitarras melódicas y con un Bunbury desatado. El cierre es para «No más lágrimas» (1989), también recogida la versión en directo, que es más épica y dura, contrastando con sus grabaciones de la época lo que muestra esa disonancia, aquí la batería de Andreu se impone claramente.

El segundo CD se inicia sin tregua. Aunque no me compré Avalancha, es un disco que recuerdo que me impactó. «Iberia sumergida» con su controvertida letra es una canción inmensa y con ese comienzo de la armónica que la sitúa a la altura de cualquiera de sus influencias. Y «La chispa adecuada», medio tiempo atmosférico que va creciendo y que también se convertiría en uno de sus clásicos. «Héroe de leyenda» (1987) es remezclada, de nuevo el sonido más cristalino y con esa guitarra de Valdivia del inicio llevándote a otra época. «Con nombre de guerra», también remezclada, es de 1990 vuelve a mostrar ese tránsito de la luminosidad de las guitarras al sonido más duro, aquí al servicio de una letra controvertida. «Flor de loto» (1993) es una muestra de la influencia de los sonidos orientales en esos años en Bunbury, tras un viaje a la India y Nepal con Cardiel, una canción poderosa con un final grandilocuente. «Avalancha» (1995) es una canción logradísima, poderosa y que no te suelta. «Agosto» nos devuelve a 1988, aunque remezclada, siendo una de sus canciones más icónicas.

«Malas intenciones» (1990) muestra el talento de Valdivia a la guitarra, esos punteos, mientras que Bunbury canta contenido. «Nuestros nombres» (1993) sorprendió cuando salió, canción dura con ya el cambio de sonido consolidado y con un Bunbury desatado. «Virus» (1998), de letra controvertida y cuyo significado iba dirigido a Valdivia según se cuenta en el libro y el documental, ahonda en el sonido más duro. «La carta» (1990) cuenta con un Bunbury que casi frasea, una batería de Andreu que marca el tempo y con la guitarra de Valdivia de nuevo destacando. En «El camino del exceso» (1993), reveladora según el libro, se van a la épica Hard Rock. Para «Hace tiempo» (1988), aquí en directo, se observa de nuevo cómo eran sus actuaciones y hay un sonido muy de los ochenta con el tono Post Punk, incluso New Wave, y con un Bunbury afectadísimo. El cierre es para «El estanque» (1988), donde la guitarra del comienzo de Valdivia brilla.

Como decía anteriormente, con Héroes del Silencio igual tuve algunos prejuicios que me hicieron verlos de una forma diferente, especialmente en sus primeros años. Pero, no cabe duda que aquellos prejuicios estaban equivocados. Héroes del Silencio, como ya comentamos en el artículo anterior, son una de las bandas fundamentales del Rock español. Vale, que si Bunbury tal y cual, que las letras no se entiende, que si la grandilocuencia, etc., pero se lo curraron y lograron grandes hitos en la música popular española.

 

«Live from Mars» de Ben Harper & The Innocent Criminals o la excelencia en directo

En 2001, Ben Harper ya contaba con una carrera consolidada a través de cuatro discos de estudio, comenzando por el Welcome to the Cruel World (1994) y terminando por el primero firmado como Ben Harper & The Innocent Criminals, Burn to Shine (1999). La figura de Harper era muy respetada por la crítica aunque también era difícil encasillarle. Primero, porque era bastante ecléctico para entrar en el conjunto de lo «alternativo» tan de moda entonces, pero también contaba con esa presencia de las guitarras tan consustancial a esa etiqueta. Harper tiraba de Folk acústico, de Blues, de Soul, de Reggae, de Rock, para construir una identidad que, con los años ampliaría. También destacaba por su virtuosismo como guitarrista y en el pedal steel, clave también en su sonido. Con The Innocent Criminals, la banda con la que ha firmado tres discos (con el armonicista Charlie Musselwhite ha creado dos, y con The Blind Boys of Alabama y con su madre, Ellen Harper, así como con otra banda que bautizó como Relentless7, otros, sin olvidar los que firma en solitario que son los más numerosos, con siete). Pero, volvamos a 2001 cuando publicó el directo Live from Mars, que aparece con The Innocent Criminals. Un disco excelso y amplio, doble con veinticinco canciones, que en realidad son dos más porque las enlaza, y con dos partes bien diferenciadas. La primera, más eléctrica y poderosa con un mayor protagonismo de la banda, formada por Juan Nelson al bajo, Dean Butterworth a la batería y David Leach a la percusión. En la segunda parte, el sonido es acústico, Harper se centra en la guitarra y en su voz con un toque más intimista y cercano. El disco en su conjunto es fantástico pero es la primera parte la que brilla con más fuerza, tanto por la fuerza de las canciones por las interpretaciones. Welcome to the Cruel World y Burn to Shine aportan cada uno siete canciones, por cinco de Fight for Your Mind (1995) y cuatro de The Will to Live (1997), mientras que «Not Fire, Not Ice» es una canción nueva y hay tres versiones de las que luego hablaremos. Vamos a recordar este gran disco en directo de un Harper que siempre ha hecho gala también de un gran compromiso y de realizar canciones con mensajes.

Como hemos señalado, el primer CD es el eléctrico. Comienza con toda la fuerza de «Glory & Consequence», que gana muchísimo en directo con su riff y la percusión. «Excuse Me Mr.» también gana en directo con un Folk intenso y la percusión sigue siendo protagonista. En «Alone» juega con diferentes tonos creciendo hacia un punto más psicodélico. Vincula la canción con una intensa versión de «Sexual Healing» de Marvin Gaye, con un Harper que canta con emotividad y tirando del falsete. Luego sigue con un inicio pausado, y también con el falsete, de «Woman in You» para crecer con una grandísima fuerza con unas guitarras poderosas. Más ruidista y potente es «Ground and Down», impresionante. Otro de sus éxitos es «Steal My Kisses» con un punto más acústico, con bases de Hip Hop y con el bajo con el protagonista. Otra canción destacada es «Burn One Down» que tiene un punto Folk y de raíces, con un punto muy espiritual. El tono Folk se mantiene en «Mama’s Got a Girlfriend» con un punto Blues, una canción muy divertida y con una presencia del pedal steel. El Blues más contenido y con un sonido más ambiental llega con «Welcome to the Cruel World». El final se va con dos canciones que se extienden alrededor de los diez minutos. Primero, «Forgiven» en la que tira de su virtuosismo guitarrero comenzando con el tono acústico y ambiental, pero luego crece con una guitarra muy rockera tirando a la electricidad. Y el final es para la combinación de «Faded» y de «Whole Lotta Love» de Led Zeppelin que se impone con fuerza y furia. Tremendo.

El segundo disco, completamente acústico, se hace más largo aunque Harper demuestra en un tono mucho más intimista su fuerza. Comienza con la muy mecedora «Waiting on an Angel» y sigue con la muy lograda y emocionante «Roses for My Friends» en la que vuelve a hacer gala del falsete. En «Power of the Gospel» se va casi a los siete minutos para un tono muy contenido y con una parte instrumental de tres minutos, destacando su tono espiritual. «Pleasure and Pain» se hace más intimista y melódica si cabe y en «Please Bleed» vuelve a la mezcla de Folk y Blues con un punto de lamento. Uno de los momentos más álgidos es la versión del «The Drugs Don’t Work» de The Verve que está clavada y que gana en esa emotividad que le aporta Harper, prácticamente desnuda. El público está totalmente entregado en «In the Lord’s Arms» con un Harper muy confesional. En «Not Fire, Not Ice», canción nueva del disco, incide en mayor medida en el minimalismo y el intimismo. En «Beloved One» acelera un poco el tempo con un tono muy Folk de los setenta. «#3» es prácticamente instrumental y «Walk Away» es también muy celebrada por el público, con un comienzo muy contenido y que va creciendo. Harper casi frasea en «Another Lonely Day», otra canción muy bien recibida y que implica una gran emoción. El final es para «Like a King/I’ll Rise», dos canciones que se van por encima de los diez minutos, sonido más Blues en el que Harper vuelve a demostrar su virtuosismo como guitarrista y canta con garra.

Tras este disco en directo, que funciona casi como un grandes éxitos, Ben Harper no ha parado como hemos señalado. Es cierto que en algunos momentos ha puesto el piloto automático, o ha abusado de ciertas fórmulas. También su búsqueda de diferentes caminos le ha llevado a discos como el último, Winter Is for Lovers de 2020, que es un trabajo instrumental. Nos quedamos con este directo inmenso, Life from Mars, del que nos impacta su parte más eléctrica, aunque sin desmerecer la acústica.

Sheryl Crow se supera con su segundo disco

La portada quiere decir otra cosa. Sheryl Crow aparece con un tono oscuro, maquillada en tonos oscuros, casi góticos, sombríos. Chaqueta de cuero. Lejos queda la luminosa Sheryl Crow de su disco de debut, con su sonrisa, porque su gesto es rígido, pero desafiante. Pero dentro del disco, no hay tanto tono así sino que incide en las líneas de su disco anterior. Rompía en cierto sentido con ese cliché de «posible novia de América» del Rock con raíces. Si Tuesday Night Music Club (1993) la había elevado a las alturas, había encontrado su «competencia» en la irrupción de una Alanis Morissette que en 1995 se había llevado de calle a las listas y a la crítica. Pero Sheryl Crow tenía su plan y en su segundo disco demostró que no era flor de un día, por seguir con el símil fácil. Al contrario, Sheryl Crow es su mejor disco, un trabajo de 1996 que nos mostraba la versatilidad de una Crow ascendiendo como compositora y añadiendo nuevas paletas dentro del Rock americano de raíces. Con su voz característica y con unas canciones que no renunciaban a la influencia del Country y del Folk pero que también mostraban sus guitarras más afiladas. Crow produjo y tocó parte de los instrumentos del disco y contó en algunas canciones con la colaboración del compositor Jeff Trott. En el disco también colaboraron Neil Finn (Crowed House) en las voces o el mítico batería Jim Keltner. Un disco al que le tengo un cariño muy especial no solo por nostalgia, porque somos un cuarto de siglo más viejos, sino porque es un discazo, un trabajo que fue la cima de Sheryl Crow.

La primera parte no da descanso. «Maybe Angels» comienza con ese tono oscuro, un medio de guitarras que se te clavan y con el piano como protagonista. Pero para «A Change» ya entra en un sonido más luminoso y fascinante, hay incluso un punto Pop, con una Crow lanzada y el sonido del órgano y de la guitarra combinando al final del tema. «Home» es mi canción favorita del disco, una balada intensa y emocionante, una canción que Crow canta de forma susurrante, un sonido más minimalista y crepuscular, muy ambiental para desnudar su sentimientos ante un fracaso sentimental. Fascinante. En «Sweet Rosalyn» acelera para un Country Rock con raigambre Blues, con ella de nuevo demostrando el poderío de su voz. Y «If It Makes You Happy», que fue el single de presentación, muestra ese sonido oscuro y atmosférico de nuevo, pero con más potencia y una forma de cantar un tanto arrastrada. En «Redemption Day» vuelve a sonidos más íntimos con un Country Folk crepuscular que cuenta con la sombra de Bob Dylan con una letra de protesta sobre la inacción de Estados Unidos en la guerra de Bosnia. «Hard to Make a Stand» es una muestra de su capacidad para hacer melodías en un tono más melancólico. Y «Everyday Is a Winding Road» es otro hit, una canción mucho más luminosa y optimista que tiene ese sonido del Rock tan característico en su carrera.

La segunda parte sigue en todo lo alto con «Love Is a Good Thing», tema con un punto de Blues que le generó algunos problemas en su día ya que criticaba en la letra que se pudiesen comprar armas en Walmart, especialmente los menores, lo que implicó creo recordar que esos grandes almacenes retirasen sus discos en aquel momento. «Oh Marie» es un tema de Country Rock muy melancólico mientras que «Superstar» retorna al Rock más luminoso, de tonos californianos de los setenta, con una percusión muy lograda. «The Book» es seguramente la canción más floja del disco, un tono oscuro y crepuscular acentuado por las cuerdas. «Ordinary Morning» es un Rock de garra pero mantiene el tono crepuscular y levanta esta fase final la Country Rock melancólica «Sad Sad World». El cierre es para el extra que representa una versión alternativa y más acústica de «Hard to Make a Stand», que tampoco va más allá.

El disco no alcanzó las ventas de su predecesor, pero facturó unos cuantos millones de copias confirmando a Sheryl Crow como una de las figuras claves de ese momento en el que aparecían artistas femeninas con guitarra, un Rock de raíces norteamericanas que se adelantó unos cuantos años al «Americana» aunque en un sentido un tanto diferente. Y es que Sheryl Crow, que bebía tanto de Bob Dylan como de The Rolling Stones, siempre será una de nuestras favoritas. No importa que su carrera posterior fuese menos potente, pero en The Globe Sessions (1998) y en C’mon, C’m0n (2002) había grandes canciones. Luego, como hemos comentado en algunos artículos, le perdimos la pista a pesar de que su ritmo de publicación ha sido constante. Pero, como su segundo disco, Sheryl Crow, ninguno.