Cordovas, «Destiny Hotel»

Ha dado la casualidad de que me ha tocado estar escuchando bastante Destiny Hotel de Cordovas a la par que leía el libro de Barney Hoskyns Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon (Contra). De este libro ya hemos hablado pero el sonido de Cordovas se ajusta muy bien al sonido Country Rock de la época descrita en el trabajo de Hoskyns. Aunque Cordovas nos remiten a The Band, con sus melodías y armonías, no cabe duda que también podrían haber encajado en el Laurel Canyon angelino siguiendo la estela de Gram Parsons, por ejemplo. Ciertamente, Cordovas será una de esas bandas cuyo alcance no va a ser muy amplio, más allá de los seguidores de estos sonidos, pero no cabe duda que Destiny Hotel es un disco que te atrapa desde la primera escucha. Procedentes de Nashville, hay sonido Country más canónico pero también esa evolución ya señalada anteriormente. Nosotros, que enseguida nos emocionamos con grupos de este estilo, no hemos necesitado más que unas pocas escuchas para rendirnos a un disco que será de esos que cada año atesoras como sorpresa de la temporada y a los que vuelves sucesivamente. Vamos con Cordovas y su Destiny Hotel, una gozada.

Para empezar, el espíritu de The Band se hace presente con la excelsa «High Feeling» que tiene unos teclados que son una delicia. Canción en la que también juega la combinación de las voces, muy tipo de The Band. Luego llega «Rain on the Rail» que es un tema más Country Rock y que se escora claramente hacia el primer estilo de la ecuación. En «Fine Line» tiran de un sonido más tradicional si cabe, muy de bar también, con el violín y el piano como instrumentos destacados. Preciosa es «Afraid No More» en la que destacan de nuevo las armonías que hacen con las voces así como una mandolina que le da un toque distintivo. La primera parte culmina con «Man in My Head» que es un tanto diferente, seguramente tire más hacia ese tono californiano pero también tiene un punto más oscuro, aunque luego crece.

«Destiny» es una de las cimas del disco, una barbaridad de Country Rock con una melodía fascinante. En «Warm Farewells» hay un tono más reposado, aunque vuelven a sobresalir el violín y la combinación de las voces. Se endurece el sonido con «The Game», más Rock con el Hammond también volando alto. «I’Ma Be Me» es otra de nuestras canciones favoritas, aquí recordándonos a un Petty y los Heartbreakers más pausados. Terminan con la más Country «Do More Good», un sonido más tradicional, el violín de nuevo como referente, y más melódica si cabe.

Lo dicho, para degustar este Destiny Hotel de Cordovas, Country Rock en la línea de The Band y compañía, canciones con melodías absorbentes, guitarras, violines y mandolinas, así como juegos de voces fascinantes. No se los pierdan.

Robbie Robertson, ‘Testimony’

Pocas historias son tan maravillosas en el Rock & Roll como la de The Band, ¿cuánta gente habrá montado su grupo siguiendo la estela de Robbie Robertson, Levon Helm, Richard Manuel, Rick Danko y Garth Hudson?, no me lo quiero imaginar. Llega Testimony (Neo Person-Neo-Sounds, 2017), la traducción de las memorias de Robbie Robertson que abarcan desde su infancia en su Canadá natal hasta la disolución de The Band tras grabar el icónico e imprescindible The Last Waltz (1976) y cerrar su discografía conjunta con el menor Islands (1977). Robertson quedó como el ‘malo de la película’ en la historia de The Band tras las disputas con Levon Helm especialmente por los derechos de las canciones, y aquí pasa casi de puntillas sobre la cuestión, apuntando cómo se los compró a Manuel, Danko y Hudson antes de la liquidación de la formación que ya llevaba unos años instalada en la tensión y en el conflicto, unido a las adicciones de Manuel, Danko y Helm. La lectura de Testimony es obligada porque Robertson escribe de forma magistral unas décadas de la historia del Rock & Roll fundamentales y porque te transmite las sensaciones de los diferentes momentos en los que se desarrollan no sólo los acontecimientos centrales de la misma sino esa vida cotidiana de camaradería en la carretera con Ronnie Hawkins, cuando eran The Hawks, con Dylan, como The Band en la Pink Rose, etc.

Asistimos al crecimiento del joven Robertson vinculado a sus orígenes indios por parte de madre y a una infancia complicada en Toronto, incluido el descubrimiento de que su padre no es realmente su padre. Y a partir de ahí todo se acelera cuando a los dieciséis años se lanza a la carretera con Hawkins, con el que ya estaba Helm, llegando al Sur de Estados Unidos en un viaje de descubrimiento a la par que las miles de horas van modelando su pericia con las seis cuerdas. Emocionantes son los momentos de reclutamiento de Manuel, Danko y Hudson, uno de los tipos más increíbles de todo el libro. Y también el vínculo que existe con Helm, dándose en el conjunto una fraternidad envidiable. Y luego está Dylan, siempre Dylan, al que Robertson se rinde y le reconoce la importancia en el desarrollo de The Band. Pasan por el libro Hendrix, The Beatles, un Van Morrison que se muestra tal y como debe ser, Young, Allen Toussaint y su trabajo en las secciones de viento del directo Rock of Ages (1972), etc…La lista es inmensa.

Tampoco debemos olvidar el momento creativo, cómo The Band dieron forma a un sonido inigualable que evolucionaba desde el Rock & Roll primigenio con The Hawks hasta crear un magma en el que integraban todas las tradiciones, del Folk al Country pasando por el Soul, el Blues, el Góspel, etc. Las voces de Manuel, Danko y Helm formaban unas armonías fascinantes que nos siguen atrayendo con unas canciones sobresalientes. Y sí, Robertson igual adopta en ciertos momentos un tono como paternalista, aunque reconoce que tampoco llevaba unos hábitos muy saludables, ante el escenario que se va generando pero no se resiente el relato. Cuando llega The Last Waltz, ese concierto maravilloso del que hablamos el año pasado en Los Restos del Concierto con la reedición del mismo en su cuarenta aniversario, te sumerges en el proceso que reunió a Bob Dylan, Van Morrison, Dr. John, Neil Young, Eric Clapton, Muddy Waters, entre otros muchos. Robertson ya estaba por entonces comenzando a ampliar sus horizontes en el mundo del cine y en unos años sería responsable de la música de parte de la filmografía de Martin Scorsese y ya no estaba en la segunda parte de la historia de The Band, en las décadas de los ochenta y los noventa, en circuitos de serie B y con la publicación de tres discos en los noventa que pasaron desapercibidos, mientras que en 1986 Richard Manuel, que no dejó sus adicciones, se suicidaba a los cuarenta y dos años. Por su parte Rick Danko fallecería a los cincuenta y cinco años en 1999 como consecuencia de un ataque al corazón en un estado de salud complicado tras años también de adicciones. Allí se acabó la segunda etapa de The Band, mientras que Levon Helm nos dejaría en 2012 con setenta y un años víctima de un cáncer. Robertson como decíamos se queda en 1977 y dedica unas bellas palabras a todos sus compañeros.

Robbie Robertson es sin duda una de las grandes figuras de la música norteamericana y con The Band fueron protagonistas de la misma. Seguramente no tienen el reconocimiento que merecen aunque cualquier fan de esta clase de música no dudará en reconocer su valor. Las memorias de Robertson te hacen volver a los discos de The Band, si es que en alguna ocasión los habías dejado, y te recuerdan que ciertos milagros existen.