(Y IV) Lista 2019: del 5 al 1

Y para terminar aquí está la última serie de cinco compuesta por canciones de unas leyendas en activo como Wilco, de una feliz confirmación como Michael Kiwanuka, de un inquieto consagrado como Bon Iver, de unos ilustres en plena forma como The National y del descubrimiento del año en la voz de Yola.

05. Everyone Hides de Wilco.

El camino de Wilco ha sido el de unos currantes que no han dejado de seguir su camino sin mirar a los lados. Los de Jeff Tweedy ofrecieron un concierto brutal en el Azkena de Vitoria el pasado mes de junio, uno de esos que no olvidaremos. En el otoño, traían un nuevo disco bajo el brazo, Ode to Joy, donde estaban los resortes de los Wilco más maduros y que ha sido presentado como su mejor trabajo de la última década. Disco que entra poco a poco, en Los Restos del Concierto había dudas entre «Love Is Everywhere (Beware)«, una preciosa canción que está entre lo mejor de Ode to Joy, y «Everyone Hides«, que muestra el lado más Power Pop de los de Chicago, sin dejar de lado su esencia. Difícil elección pero nos decantamos por esta última.

04. Hero de Michael Kiwanuka.

Otro discazo (y van tres) del talento londinense que va camino de afianzar su corta carrera como digno relevo de los grandes de la música negra. Son muchas los nombres que se han utilizado para comparar y valorar su actualización de la tradición soul y R&B, pero su propuesta ya dispone de un repertorio y una personalidad que lo hacen más que reconocible y admirable por sí solo, como vuelve a demostrar en su último disco ‘Kiwanuka’, nueva demostración de una realidad que se consolida con canciones como Hero, brillante y sencilla combinación de folk acústico con pinceladas eléctricas que se llena de ritmo en su segunda mitad y que parece destinada a convertirse en una de las canciones del año.

03. Naeem de Bon Iver.

Después de descolocarnos con el desvío por territorios inexplorados de su anterior disco, el inquieto Justin Vernon ha regresado este año con un trabajo de los que enamoran, un ‘i,i’ con algunas composiciones para añadir a lo mejor de su carrera, como esta Naeem que combina el sonido clásico del piano con algunos acertados efectos electrónicos y vocales que le van añadiendo dramatismo junto a la una vez más destacada e intensa interpretación de Vernon, otro temazo con el que continúa expandiendo su particular universo.

02. Hey Rosey de The National.

Fantástica la apuesta de The National en su disco de este año; canciones de una fuerza contenida y expandidas en brillantes arreglos orquestales y corales, con especial mención a las acertadas aportaciones femeninas como complemento de la voz de Matt Berninger. Temazos como Oblivions, del que dudamos si seleccionar para esta lista, en la que finalmente incluimos Hey Rosey, con especial protagonismo para la maravillosa voz de Gail Ann Dorsey y que incluye un ligero componente electrónico para aportar ritmo y gravedad a una de las mejores canciones de un disco enorme.

01. Lonely the Night de Yola.

Quizás haya sido el descubrimiento del año en lo que a música negra se refiere que, curiosamente, como Michael Kiwanuka también proviene de Inglaterra. En este caso apadrinada y producida exquisitamente por Dan Auerbach, entregó un disco de debut que poco a poco ha ido ganando adeptos hasta convertirse en el secreto peor guardado del año. Con varias canciones descomunales, como Ride Out In The Country o esta inmensa Lonely The Night que cualquiera no puede entonar y que Yola defiende con sensibilidad y poderío a partes iguales para evocarnos a mujeres y épocas doradas de ese género inagotable que es el soul.

Wilco, «Ode to Joy»

Siempre es una gozada que Wilco publiquen nuevo disco, en el caso de Ode to Joy el número once ya de su carrera. Jeff Tweedy, John Stirratt, Glenn Kotche, Nels Cline, Mikael Jorgensen y Pat Sansone han vuelto con un trabajo «marca de la casa», siguiendo con el tópico, y es que Wilco no defraudan. Sus detractores dirán que suenan aburridos. Habrá seguidores que echen de menos aquellos discos en los que sorprendían como sus obras maestras. Pero Wilco son un valor seguro y Ode to Joy es un disco que se degusta con las escuchas, precisa de varias para sumergirte en las texturas que construyen unos músicos tan excelsos a partir de las composiciones de Tweedy. Son once canciones en las que van jugando con diferentes ambientes aunque casi todo el disco se basa en medios tiempos en los que Tweedy va cambiando su voz, ahora susurrante, luego en falsete, y destaca también la presencia de la batería y la percusión de Kotche. Están, por supuesto, las guitarras de Cline y el resto de la banda sigue a gran altura.

Comienzan con «Bright Leaves» que va marcar el tono de la primera parte del disco, con Tweedy susurrando y un tono musical espectral y atmosférica, siendo la batería de Kotche clave. En «Before Us» siguen en esa línea, aunque inciden luego en la parte más melódica, hay coros y acústica, siendo una de las canciones más emotivas del disco. «One and a Half Stars» parece querer avanzar hacia sonidos más melódicos y más Pop, pero conserva un tono oscuro, reforzado por la voz de Tweedy de fondo. «Quiet Amplifier» prosigue con la evolución, Jeff canta en falsete y aparecen nuevas texturas de sonidos. Y llega la ruptura con «Everyone Hides», canción fantástica en la línea más Ppp de Wilco, más luminosa y con la guitarra de Cline de nuevo protagonista. No bajan el nivel, y tampoco el camino, con «White Wooden Cross», que es más acústica que su predecesora pero también delicada y sutil, con esa percusión y ese piano en primer plano.

La segunda parte comienza con una vuelta a los comienzos del disco, «Citizens» parece crecer en intensidad sonora pero Tweedy vuelve a cantar de forma susurrante y el sonido es más atmosférico. Jeff regresa al falsete en «We Were Lucky», una canción en la que Kotche y Cline vuelven a hacer de las suyas. A continuación, «Love Is Everywhere (Beware)», posiblemente la segunda mejora canción del disco, un tema precioso y melódico con un sonido de la guitarra del comienzo que te atrapa. «Hold Me Anyway» no se queda a la zaga, otra gran canción melódica y que gira hacia sonidos más Pop, aunque las guitarras de nuevo se llevan el protagonismo. El cierre es para «An Empty Corner», una canción que remite a la primera parte, aunque aquí Jeff canta con más fuerza, hay un mayor peso de la acústica y la combinación de texturas instrumentales vuelve a mostrar el virtuosismo de Wilco.

Hemos tenido un año muy Wilco que ha terminado con un nuevo disco, tras su gira que les trajo al Azkena, el disco en solitario de Jeff Tweedy, sus memorias, los aniversarios de varios de sus discos, etc. Regresan en verano a Donosti y Murcia y, la verdad, dan ganas de acercarse a verlos a San Sebastián. De momento, Ode to Joy. 

Jeff Tweedy, «Vámonos (para poder volver). Acordes y discordias con Wilco, etc.

Wilco, de nuevo Wilco. No podemos evitarlo en Los Restos del Concierto, los de Chicago son una de nuestras bandas favoritas. Este año es un año muy Wilco con ese concierto tremendo del Azkena en Vitoria; con su nuevo disco que veremos en breve, Ode to Joy suena muy bien; con discos en solitario de Jeff Tweedy, Warm era acústico e intimista; y conmemoraciones de Summerteeth, A Ghost Is Born y Wilco (the Album). En fin, que habrá gente que dirá que no hay para tanto, pero para nosotros sí. Cuando vimos que Jeff Tweedy había escrito su autobiografía, esperábamos con ganas su traducción y llegó pronto de la mano de Sexto Piso y a cargo de Esther Villardón. Ya sabemos que las autobiografías/memorias de artistas las puede cargar el Diablo, en algunos casos se pueden quedar en unos apuntes o en ciertos dislates, no daré nombres. También pueden generarse expectativas no satisfechas. En el caso de Jeff Tweedy, nos encontramos con un libro muy bien construido, un relato divertido que no deja de lado algunas facetas oscuras de su trayectoria, y un sentimiento de que la carrera de Wilco y Tweedy tuvo momentos de suerte que les llevaron a su estatus. Con una prosa muy fluida y ágil, divertida como decíamos, y sin barroquismos, sin darse importancia también, nos sumergimos en la vida de un Jeff Tweedy que, realmente, tampoco tiene grandes elementos para destacar, ni momentos muy sublimes, ni menos epifanías. Tweedy sigue un camino que va trazando de forma «natural» y va pasando etapas. En algunos momentos se centra en el proceso creativo, pero también parece ir con su personalidad como le indica su hijo Spencer en una de esas conversaciones que inserta, al igual que hace con su mujer, Susie, un vector determinante en su vida y que tiene un protagonismo central en el libro ya que, además, sufre varias enfermedades graves. Queda en un segundo plano su hijo menor, Spencer, aunque no por ello menos reconocido. Y esto me recuerda a un antiguo reportaje, posiblemente hace veinte años por lo menos, cuando el Summerteeth, en el que había una foto de Jeff y su familia, sus hijos unos niños, creo que seguramente en el «Tentaciones» de El País, donde decía que su familia era su banda de Rock.

En cuanto al resto del libro, además del peso de su familia, la relación y el papel de sus padres incluida, hay tres episodios que destacan por encima de todos. Primero su relación con Jay Farrar con el que creó los seminales Uncle Tupelo, pioneros del Country Rock, y cuya relación no acabó nada bien. Tweedy no deja nada en el tintero, y lamenta la situación generada con Farrar, aunque tampoco parece sorprenderle por la personalidad de este. Más dolido parece con el malogrado Jay Bennett, que estuvo en Wilco de 1995 a 2002, y que fue determinante en el sonido y la evolución de Wilco. El retrato de Bennett es más ambivalente, Bennett tiene un perfil más dicotómico, fruto en parte de su adicción a los calmantes, y cuando Tweedy tiene que prescindir de Bennett tampoco tiembla. Y entiendes la posición de Tweedy, claro que Bennett fue uno de los miembros más queridos de Wilco. Y está la propia adicción a las pastillas de Tweedy que le llevó a rehabilitación en varias ocasiones, y no ahorra detalles en todo el proceso aunque no es menos cierto que algunos puntos son más intuitivos.

Una de las cuestiones que más llaman la atención es cómo Tweedy no se incluye en ninguna escena ni profundiza en influencias. Sí que hace referencia a sus primeros recuerdos musicales, a formaciones como R.E.M., The Replacements o Minutemen, pero huye de abanderar movimientos como el «Americana» o el «Country Rock». Apuesta, por el contrario, por un eclecticismo y una experimentación que en parte han marcado a Wilco. Y, con respecto a la banda, hay palabras para los integrantes que han pasado por la formación. Amistad profunda y lealtad de John Stirratt, con él desde Uncle Tupelo; el valor de la incorporación de Glenn Kotche y Mikael Jorgensen; y destaca la presencia de Pat Sansone y Nels Cline. Del pasado, destaca el despido sin contemplaciones del batería original Ken Coomer para ser sustituido por Kotche; el recuerdo a Leroy Bach que dejó la formación y al que Tweedy echa de menos; o la presencia de Brian Henneman de The Bottle Rockets que estuvo en el comienzo de Wilco y grabó A.M. Con respecto a su discografía, se centra más en sus discos hasta Sky Blue Sky mientras que, sus continuadores, no aparecen apenas mencionados.

El libro encantará a los fans de Wilco y de Jeff Tweedy pero también a los que no sean unos grandes seguidores de su obra. Es un relato que te va llevando y que se va haciendo muy ameno. Tweedy refleja la imagen que da, la de un tipo campechano y cercano, tranquilo, pero también una persona con diferentes dimensiones y pliegues. Que dure.

lco