Un Lapido pletórico en «De sombras y sueños»

Eran finales de 2010 cuando publicaba Jose Ignacio Lapido su quinto disco de estudio, tercero desde que las dificultades para encontrar un sello le empujaran a crear el suyo propio, Pentatonia Records. En 1996 se habían disuelto los 091 y no sería hasta tres años después cuando el granadino comenzaría a editar discos bajo su nombre a los que hasta ahora nada se puede reprochar, al contrario, con cada uno de sus siete largos no ha hecho más que ir enriqueciendo un generoso repertorio con trabajos honestos e impecables que, si bien nunca han contado con el favor mayoritario del público, sí lo han hecho con la irreductible fidelidad de sus seguidores.

Ha quedado dicho que no tiene disco malo, pero con la socorrida excusa del aniversario vamos a servirnos del fantástico «De sombras y sueños» para recrearnos con su maestría como compositor y letrista. Grabado en los estudios que tiene en Motril el productor alemán Paul Grau, y arropado por el mismo cuarteto que lo hiciera dos años antes en el también supremo «Cartografía», además se acompañó en esta ocasión de algunos colegas ilustres para interpretar parte de las canciones y engrandecer un disco que, en mi modesta opinión, puede situarse algún punto por encima del elevado promedio de calidad de su discografía.

Desde el inicio predominan los medios tiempos y baladas con raíz folk-rock como El más allá, que abre sin estridencias y nos familiariza con las guitarras, o Doble salto mortal junto a la voz  Eva Amaral, que lo hace con los teclados. Antes de morir de pena huele a cabaret hasta que llega el estribillo tradicional y En medio de ningún lado, en esta ocasión junto a Quique González, es un logro de lentitud y sensibilidad. Muy country, Olvidé decirte que te quiero relaja al son de la pedal steel de Quimi Almendros y Cansado, con Juan Aguirre a las cuerdas, es de una sencillez preciosa. Nadie espera puntea la guitarra a medio ritmo y el cierre lo pone Paredes invisibles, que va acumulando emoción para derrocharla al final.

La parte más eléctrica cuenta con Sueños que dejamos ir, primer impulso rock en el que aumenta la fuerza de la percusión, y luego junto a Miguel Ríos la fantástica La hora de los lamentos, cuya sencilla y emocionante belleza parece extraída de un disco de Big Star. Lo creas o no es pura potencia eléctrica y teclados a destajo, en Algo falla retumban los tambores y las guitarras a todo trapo y en Vuelta a empezar va ascendiendo poco a poco el ritmo hasta culminar en un estribillo bullicioso.

Con su habitual poética llana y certera, dejando el espacio justo a la evocación, en el disco relata historias de desengaño (las más) pero también de rebeldía, sin que sobre una palabra ni asome el derrotismo, y las interpreta de forma aguerrida a la vez que cristalina, sin apreciables ornamentos ni privaciones .

Aparcada su carrera en solitario en «El alma dormida» (2017) para embarcarse en la reunión de los 091 con «La otra vida» (2019) tras veinte años sin material nuevo (cuya gira de promoción continuarán cuando el puñetero virus lo permita), lo cierto es que en los últimos tiempos no ha parado, y eso que sus seguidores nos hemos llevado puesto. Quizás con un punto más de ambición, aunque tan excelente como todos los que llevan su firma, esta vez toca celebrar el «De sombras y sueños», ahora que va a cumplir diez años, y con ello disfrutar otra vez de la talla mayúscula de sus composiciones.

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