Xoel López, «Si mi rayo te alcanzara»

Como viene siendo habitual desde que abandonara el proyecto Deluxe allá por 2008, cada nuevo trabajo de Xoel López supone una oportunidad para la sorpresa y el hallazgo. A su desarrollada capacidad para la melodía ha ido añadiendo paulatinamente elementos étnicos y experimentales, marginando el clasicismo del pop anglosajón de sus inicios, hasta conformar un sonido difícil de clasificar y de incuestionable calidad.

Desde sus primeros pasos en solitario como cantautor lleno de curiosidad, ha alcanzado este cuarto trabajo para arrimarse al carro de los tiempos e introducir elementos ambientales, electrónicos, incluso minimalistas, que le añaden el calificativo de contemporáneo. Más libre y abierto que nunca, ha abrazado el riesgo para arreglar sus nuevas canciones como si de un inexperto se tratara y ha adaptado su irrenunciable componente emocional a una experimentación con la que conserva la frescura y que le sitúa en la esfera de brillantes artistas con menos recorrido, todo un logro sin duda.

En algunas de sus nuevas canciones se apoya en destacadas voces femeninas, como es el caso de Alma de oro, pieza melódica y bailable con un toque exótico que interpreta junto a Ede, la potencia emocionante de Catarata junto a Gaby Moreno y la profunda y sugerente Pez globo junto a Alice Wonder, las tres entre lo mejor del disco. También hay espacio para los ritmos afrolatinos en las festivas Tigre de Bengala y Dancehall junto a otras más íntimas y despojadas como Joana, con apenas voz y piano, la preciosa ligereza acústica de La espina de la flor en tu costado o la bella atmósfera de piano con que El destello abre el disco. Entretanto, los teclados dotan de intensidad a Vampiro blanco y la sección rítmica aporta emoción y fluidez a Si mi rayo te alcanzara.

Variedad de teclados y coros, además de sintetizadores o efectos vocales, para presentarse bajo unos ropajes inesperados que no hacen sino mostrar una cara más atrevida, novedosa pero identificable, sin que haya necesitado ceder un ápice de la calidad a que nos tiene acostumbrados.

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