«El cantante» o el regreso de Calamaro de un exilio muy largo

Año 2000, Andrés Calamaro se lanzaba con un ¡quíntuple! disco a continuar la senda comenzada por Alta suciedad (1997) y Honestidad brutal (1999), este último lanzado a la categoría de mito de la música en español, y con razón. No me quiero imaginar la cara de Warner, DRO y Gasa cuando Calamaro se lanzó con su propuesta de El salmón…pero era Calamaro y si un disco doble como Honestidad brutal había creado, o confirmado, una legión de calamaristas, pues tira adelante. Yo recuerdo la emoción al ir a comprarlo, me costó 5.000 pesetas si no recuerdo mal, y luego las escuchas…las escuchas…pero eso lo dejaré para el año que viene cuando se cumplen veinte años de El salmón. El caso que Calamaro había pasado unos tormentosos años, de excesos y grabaciones y El salmón fue su punto culminante…y desapareció. Calamaro, personaje excesivo decidió darse un largo paréntesis para descansar. Yo sólo recuerdo del periodo 2001-2004 la presencia de Calamaro en la canción y el vídeo de «¿Dónde estás?» de Jaime Urrutia en 2002, en el que aparecían también Bunbury y Loquillo. Seguramente habría alguna aparición más, pero no la recuerdo. El caso es que a comienzos de 2004 se comenzaba a anunciar que Calamaro iba a regresar con un nuevo disco y que iba a ser muy diferente a la trilogía anterior. Y tanto que lo fue. Ya había un cambio en esa portada con ese dibujo de frente de Calamaro, con bigote, como reflejando una mayor madurez. Lejos quedaba el dylanismo de sus portadas de 1997 y 1999 o el minimalismo urgente y grueso de El salmón. Y, lo más importante, el disco no contenía apenas canciones propias sino que era una suerte de disco de versiones de grandes clásicos latinoamericanos que iban del Tango a la Salsa, pasando por el Folklore. Es decir, Calamaro se salía con un disco nada calamarista para sus parámetros pero que iba a marcar buena parte de su rumbo en los próximos años.

La otra novedad era la elección del productor que fue Javier Limón. En esos años, Limón se estaba haciendo un nombre en la producción, especialmente en el Flamenco, trabajando con Enrique Morente, Diego El Cigala, Niño Josele y Paco de Lucía, entre otros. Pero también consiguió destacar con la fusión que demostró en el disco Lágrimas negras de Bebo Valdés y Diego El Cigala, que en 2003 fue un éxito de crítica y público. Javier Limón se convertiría en el productor español de moda y en los años siguientes seguiría trabajando con Calamaro, Concha Buika, Estopa, etc., y una larga lista que no ha terminado. Otra de las piezas fundamentales del disco es la guitarra de Niño Josele, que adopta el perfil más del Flamenco en algunas partes del disco pero en otras se deja llevar de forma fantástica por las canciones. Limón hace una producción fantástica y muy acústica, generando un entorno diferente para un Calamaro que brilla como intérprete y que parece regresar pausado y relajado tras un largo viaje.

Comienza con «Malena», un Tango clásico de Lucio Demare y Homero Manzi en el que destaca la pasión de Calamaro y la guitarra de Niño Josele, que llevan la canción a otro estadio. No deja el Tango y llega al gran «Volver» de Gardel, con la misma base de la guitarra de Josele y la voz de Calamaro aunque aquí ya incorporan más instrumentación. En «La distancia» de Roberto Carlos adopta un tono todavía más nostálgico, destacando los coros y la incorporación de la trompeta de Jerry González que le da una nueva cadencia a la canción. Uno de los pocos temas propios es «Estadio Azteca», que fue el primer single del disco y que se ha convertido en una de sus canciones más celebradas, con un tono melancólico ineludible y una letra brillante, por cierto que el coautor fue Marcelo Scornik. El Tango retorna con «Sus ojos se cerraron», también de Gardel y Lepera, con una interpretación intensa que va creciendo por momentos y en la adopta un tono personal. «Algo contigo» de Chico Novarro es otro clásico que también les sale redondo, de nuevo interpretado con un gran sentimiento.

También de diez es «El arriero» de Atahualpa Yupanqui, un clásico el Folklore argentino con uno tono de la canción brutal. Con Gringui Herrera compone «La libertad», uno de los tres temas propios, con otra letra muy celebrada aunque a mí es una canción que me deja un tanto frío. No podía faltar «Alfonsina y el mar», clásico argentino de Ariel Ramírez y Félix Luna que popularizó Mercedes Sosa, con Niño Josele destacado, incluyendo un fragmento de «Zamba de mi esperanza» de Luis Profili (Morales). «Las oportunidades» es la única canción que compone en solitario Calamaro y nos enlaza con Honestidad brutal, tanto en su música como en la letra, es una canción que mira hacia atrás y parece plantear un recapitulación de lo vivido, sin olvidar el tono rumbero de la canción. «Voy a perder la cabeza por tu amor», la canción de Manuel Alejandro y Ana Magdalena, popularizada por José Luis Rodríguez «El Puma» y que también interpretó Julio Iglesias, comienza con la trompeta de Jerry González y luego la dupla Calamaro – Santiago vuelve a dotarle de una intensidad que no tiene la más cursi versión de Rodríguez. El cierre es para una «El cantante» de Rubén Blades que interpretó Héctor Lavore, un cierre maravilloso y autorreferencial, en el que Calamaro sigue ajustando cuentas, realizando una gran versión.

Calamaro regresó con fuerza con este El cantante que supuso un punto de inflexión. Eso sí, no dejó su fuerza rockera con su retorno al directo con La Bersuit en Argentina, que daría lugar al directo El regreso (2005) y al DVD Made in Argentina 2005 (2006), muy recomendable. En esos años, giraría de nuevo con Ariel Rot y ampliaría su presencia en el estudio, primero profundizando en las versiones de tangos con Tinta roja (2006), de nuevo con Javier Limón en la producción, y El palacio de las flores (2006), con la producción de Litto Nebbia, uno de los clásicos del Rock argentino. A partir de entonces, Calamaro ha ido publicando discos regularmente, con mayor o menor fortuna, ha girado y ha protagonizado no pocas polémicas, pero siempre nos queda uno de los principales nombres del Rock en español. Un clásico que volvió con El cantante.

Ramones, «Pet Sematary»

Stephen King es uno de los iconos de la cultura popular desde hace décadas, y uno de los más prolíficos porque su producción es inmensa. Sus novelas, fundamentalmente de terror, han tenido también su amplia representación en el cine y en la televisión. Alguna de ellas han alcanzado el estatus de clásicos como Carrie, El resplandor, Cuenta conmigo, Misery La milla verde. Además, en el imaginario colectivo aparecen obras como Los chicos del maíz, La zona muerta, It, etc. Su influencia es muy amplia y también aparece en ese culto a la nostalgia ochentera que es la fantástica Stranger Things de Netflix. Y es que Stephen King es un exponente de la novela, el cine y la televisión de terror de esa década. Una de sus novelas, Cementerio de animales (1993), sería adaptada al cine en 1989 con el mismo título. El argumento no se aleja de los elementos prototípicos de King: maldiciones, muertos resucitados, y terror, mucho terror.

Por su parte, Ramones incluyeron la canción que nos ocupa, «Pet Sematary» (como la novela), en su disco Brain Drain (1989), disco en el que también estaban «I Believe in Miracles» y «Merry Christmas (I Don’t Want to Fight Tonight)». La canción la compusieron Dee Dee Ramone y el productor Daniel Rey, y es que el bajista era fan de la novela de King. La canción formó parte de la banda sonora de la película, contó con un vídeo muy ochentero (también muy de los Ramones),  y se convirtió en uno de los principales éxitos de finales de los ochenta. Con letra muy vinculada a la temática de la novela y la película, es una canción que cuenta con todos los elementos ramonianos pero es más melódica y con un punto más Pop. Fue el último vídeo en el que apareció Dee Dee Ramone, que dejaría la formación en ese mismo año.

Sin duda alguna, uno de los vídeos más conocidos de los Ramones, especialmente para la generación que estábamos descubriendo la música a finales de los ochenta y comienzos de los noventa del siglo XX. Por cierto, Cementerio de animales ha contado con una nueva adaptación cinematográfica este mismo año.

 

Yola, «Walk Trhough Fire»

Fogueada en la intemperie de Londres y Nashville, dos de los escenarios callejeros de mayor solera, la más reciente sensación del nuevo country-soul nació, sin embargo, y dio sus primeros pasos en Bristol como corista de gente como Massive Attack o vocalista de Phantom Limb. Y en Nashville le llegó la oportunidad con la que Yolanda Quartey «Yola» soñaba, de la mano de Easy Eye Sound, el sello creado por Dan Auerbach para editar tanto a veteranas glorias de la ciudad como a músicos emergentes. Admiradora de grandes de la canción americana, desde su idolatrada Aretha Franklyn a Dolly Parton o Mavis Staples, porta rasgos de todas ellas en la voz y en las canciones que compone, para las que ha contado con ilustres colaboraciones como el propio Auerbach o Dan Penn, y de músicos de prestigio como el teclista Bobby Wood o el percusionista Pat Mclaughlin entre otros.

Una privilegiada rampa de salida en definitiva para la carrera de esta talentosa música que, sin duda, ha sabido aprovechar para grabar una de esas joyas que sirven para revitalizar el género y situar a su protagonista a la cabeza de las propuestas más ilusionantes. Con las divas del soul y el country de los setentas y ochentas como referencias y unos arreglos fantásticos dirigidos por el propio Auerbach en sus estudios de Nashville, el disco se mueve constantemente entre las dos tradiciones.

La presentación raya a gran altura con la elegantísima Faraway Look, a la vez que potente en el estribillo, como el soul delicado de Shady Grove. Tiran algo más hacia el «campo» tanto la más suave Ride Out In the Country como la demostración vocal de It Ain’t Easier antes de que la fantástica Walk Through Fire prolongue la atmósfera country. Rock Me Gently es un logro de belleza y emoción a la que siguen las delicias no menores Love All Night (Work All Day) y Deep Blue Dream antes de la extensa e inexcusable joya que supone Lonely the Night, de apoteósico estribillo. Para el cierre guarda las mayores muestras de romanticismo animoso con la clásica y setentera Still Gone, el soul ochentas Keep Me Here y el cierre en las optimistas alturas de Love Is Light.

Más que afortunada la aparición de esta artista, rebosante de destreza y vitalidad en su debut en solitario, que contagia el empuje de una tradición que una vez más demuestra lo mucho que le queda por aportar en las manos de nuevos artistas; una delicia para todos los públicos con la única condición de tener el gusto y la sensibilidad dispuestos para reaccionar ante sus emocionantes acometidas.