Adelantarse a su tiempo o el caso de Garbage

Garbage-back-1La segunda mitad de la década de los 90 nos sigue dando mucho juego a la hora de recordar bandas y artistas que parecía que iban a llegar más lejos de lo que lo hicieron. Una de ellas fue Garbage, a los que en cierto modo podríamos considerar una especie de adelantados a su tiempo, ya que el rock electrónico estaba lejos de ser la moda imperante en el momento. Sin embargo, Garbage supieron hacerse un hueco a partir de sus dos primeros discos y se convirtieron en una banda conocida, que firmó muy buenas canciones, aunque la segunda parte de su historia sea menos exitosa.

Garbage era una banda de músicos veteranos que nació en 1993. Sus integrantes eran Shirley Manson, que aunaba una voz con gran personalidad y una fuerte presencia escénica y carisma. Junto a ella, Duke Erikson, Steve Marker y Butch Vig, que habían compartido banda en los efímeros Fire Town. Obviamente, el reclamo era Vig, batería en Garbage y más conocido por haber sido el productor del Nevermind (1991) de Nirvana, además de haber trabajado con The Smashing Pumpkins, Urgel Overkill, Sonic Youth, L7, Soul Asylum, etc., y posteriormente con Green Day, Muse o hacerse cargo de la producción de los dos últimos discos de Foo Fighters. Claro, pasó lo que tenía que pasar, que Garbage comenzó a ser conocido como ‘el grupo del productor de Nirvana’, aunque muy pronto esa etiqueta fue desapareciendo.

Como decíamos, la banda tenía potencia, grandes canciones y la unión del rock con unos componentes electrónicos que no encontraba acomodo en las propuestas en esa dirección del momento, bien el contundente rock industrial de Nine Inch Nails, bien los sonidos mucho más electrónicos que pronto marcarían tendencia a través de The Prodigy o The Chemical Brothers. Así que Garbage cayeron también en el saco del indie rock. Sin duda, su debut es un discazo. Garbage (1995) era una grandísima colección de canciones con la voz sensual de Manson y la impronta de unas canciones que forman parte del imaginario colectivo de los 90, aunque no tanto para ser carne de las radiofórmulas nostálgicas. Ahí estaban ‘Queer’, ‘Not My Idea’, ‘Supervixen’, ‘Vow’, ‘Stupid Girl’, ‘Milk’ o una de las canciones que serán de mis favoritas de la época, y que sigo tarareando: ‘Only Happy When It Rains’. Reconocidos por la crítica, y con un recorrido comercial discreto pero con cierta visibilidad, la propuesta de Garbage se ganaba un hueco.

Con Version 2.0 (1998), aquel disco de su icónica portada, Garbage llegaron mucho más lejos comercialmente, vendiendo millones de discos y siendo número 1 en Reino Unido. La banda no había dejado sus constantes, la electrónica vinculada al rock, pero ciertamente buscaron unas canciones más melódicas, lo que les hizo más accesibles. El disco es notable, pero ha envejecido peor que su debut. Algunas canciones del mismo se convirtieron en hits, sobre todo ‘Special’, un tema mucho más pop; la más festiva, y menor, ‘When I Grow Up’; o la oscura ‘I Think I’m Paranoid’, en la línea del primer trabajo. A mí me gustaba mucho ‘Push It’, que fue el primer single, una canción más compleja. Y seguía la línea electrónica, con esas bases machaconas en algunos casos, en temas como ‘Dumb’, entre otras.

Garbage ya tenían su hueco y su directo era muy reconocido, pero tardaron tres años en publicar su nuevo material, que sería Beautiful Garbage (2001), un disco en el que iban más allá en la parte electrónica. Garbage se habían quedado en un segundo plano, y las ventas se resintieron notablemente. Aquí no había un ‘Special’ o single parecido, sí que algunas canciones podían tener su gancho, pero el giro que dieron no les favoreció. Con el tiempo, Beautiful Garbage se presenta como un disco que no acaba de tener su rumbo, con un contenido más explícito en esa sensualidad que Manson siempre había tenido a gala. Hay temas que recuerdan a sus inicios, como ‘Shut Your Mouth’, ‘Androgyny’ o ‘Silence is Golden’, pero otras entran en el terreno del pop más comercial, con Manson cambiando su forma de cantar, siendo el ejemplo más destacado el ochentero – madonniano ‘Cherry Lips (Go Baby Go!)’, pero también entrarían ahí temas como ‘Breaking up the Girl’, mientras que otras canciones no aportaban nada. La crítica tampoco destacó mucho esta tercera entrega y parecían dirigirse a una tierra de nadie.

Y cuando las guitarras y los ritmos más bailables y electrónicos se unían con más fuerza, ahí estaban Franz Ferdinand, entre otros, Garbage publicaron su cuarto disco, Bleed Like Me (2005). Fue un trabajo que pasó con más pena que gloria, no muy bien valorado por la crítica, y aunque llegó al 4 en Estados Unidos y Reino Unido, sus ventas no alcanzaron ni el millón de unidades, en un tiempo en el que la industria musical ya estaba cambiando para siempre. Se mostraban más rockeros, pero no había grandes canciones, destacando ‘Why Do You Love Me’, que remitía directamente a su debut, ‘Sex Is Not The Enemy’, ‘Bad Boyfriend’ (donde tocaba la batería el amigo Dave Grohl) o ‘Run Baby Run’. Curiosamente, recuperando estos días los discos de Garbage, este Bleed Like Me gana enteros, pese a su irregularidad.

Con el recopilatorio de turno, Absolute Garbage (2007), la banda se tomó un descanso hasta la publicación en 2012 de su quinto trabajo, Not Your Kind of People. En este caso, el disco pasó más desapercibido, como las típicas ‘viejas glorias’ que retornan tras unos años. No alcanzaron la repercusión de los trabajos anteriores, aunque la crítica fue más benévola que con Bleed Like Me. En la actualidad, Garbage sige en activo, actuando y haciendo algunas canciones nuevas, pero su visibilidad es mucho menor. Garbage pudieron haber sido más grandes de lo que fueron, parece que llegaron unos años antes de tiempo, sus mejores trabajos no coincidieron con las épocas en las que su música podía haber tenido mayor repercusión, y cuando se daban las circunstancias, sus discos eran bastante menores. Quedan como una de las bandas más importantes de la segunda mitad de los 90, y con unas cuantas canciones que no vamos a dejar de escuchar y cantar.

Saun & Starr, ‘Look Closer’

BwWL9VmBEn nuestro altar dedicado al Soul, y ya sabéis que es grande, Daptone Records ha ido ganando posiciones. Enamorado del sello de Gabriel Roth y Neal Sugarman ubicado en Brooklyn por su filosofía, por haber revisitado un género con esa fuerza, y por haber descubierto a artistas de la talla de Sharon Jones, Charles Bradley, Lee Fields, entre otros, nos llega ahora el disco de Saun & Starr, Look Closer. ¿Y quiénes son Saun & Starr?, pues nada menos que las coristas de la gran Sharon Jones. La historia de Saundra Williams y Starr Duncan Lowe la cuenta muchísimo mejor de lo que yo podría hacerlo el imprescindible Alfonso Cardenal en Sofá Sonoro de la Cadena SER, por cierto que nadie se pierda su programa, un lujo. Fue a través de este blog cuando descubrimos que Saun & Starr, que nos impresionaron en el mítico concierto de Actual 2012, sacaban un disco escudadas por los mismísimos Dap-Kings, y con las composiciones de la maquinaria de Daptone Records, con Roth (Bosco Mann) a la cabeza. Como decíamos, la historia la cuenta fantásticamente Alfonso Cardenal y yo la resumo, pero tenéis que ir a su artículo. Saun y Starr, procedentes del Bronx, se conocían desde los 80 y en los 90 acompañaron a su amiga Sharon Jones por esa travesía del desierto que parecía no tener fin. Se separaron pero, cuando Jones comenzaba a despuntar, llamó en 2008 a sus antiguas amigas para acompañarla.

La historia de Saun y Starr recuerda también a la del reconocido documental A veinte pasos de la fama (2014), sobre esas coristas del Rock que han acompañado a los grandes artistas y bandas, siempre desde un segundo plano. Saun y Starr, lejos de quedarse arrolladas por la fuerza de la naturaleza que es Sharon Jones, han podido publicar su propio discos, este maravilloso Look Closer, un trabajo brillante, Soul del clásico a dos voces, un lujo, un disco que los que amamos esta música no nos querríamos perder por nada del mundo.

Con las espectaculares voces de Saun y Starr y la potencia de los Dap-Kings, esa sección de viento, el disco comienza con la brillante ‘Get Closer (Can’t You See the Signs?)’, un tema con mucho groove. En la misma línea le sigue ‘Hot Shot’, en la que incluso se atisba un toque funk. ‘Gonna Make Time’ deriva hacia un medio tiempo que crece, con la sección de viento en primer plano. Y ‘Sunshine (You’re Blowin My Cool)’ retorna al inicio del disco, otro tema que nos encanta. Un Soul más clásico, casi doliente, es ‘If Only’, y a destacar también el estribillo de ‘Another Love Like Mine’. Divertida resulta ‘Big Wheel’, con un inicio muy convincente, y a continuación la más clásica ‘Your Face Before My Eyes’. ‘Dear Mr. Teddy’ resulta muy elegante y el clasicismo retorna con ‘In the Night’. Para el final dejan el divertimento de ‘Blah Blah Blah Blah Blah Blah Blah’, un tema simpático que nos recuerda a los grandes grupos femeninos de los 60.

Nada nuevo bajo el sol, sin duda, pero un disco fantástico el de Saun & Starr, en la línea de Daptone Records, una gente que seguimos continuamente. Puede que este disco se quede en una anécdota pero no debería, porque destila calidad y clase.

Recordando a The Doors

1291299927770Ni The Rolling Stones, ni The Beatles, ni Neil Young, ni Led Zeppelin…ni nadie, el primer clásico al que me adscribí fueron The Doors (con permiso de Queen, pero esa es una historia muy diferente). Y no fue durante mucho tiempo, aunque no sea por la calidad de Morrison y compañía. The Doors es una de las bandas más expuestas de la historia del Rock, más explotadas (recopilatorios, directos, etc.), para una banda que publicó seis discos en cinco años, de 1967 a 1971. Y con unas canciones que son ya clásicos como ‘Break on Throught’, ‘The End’, ‘L.A. Woman’, ‘Riders on the Storm’, ‘Light my Fire’, ‘When the Music’s Over’…Y no podía faltar el icónico Jim Morrison, un tipo excesivo que se convertiría en uno de los martires más relevantes del Rock, junto a sus coetáneos Jimi Hendrix y Janis Joplin, e integrante del tristemente ‘club de los 27’, con los ya mencionados y Brian Jones, Kurt Cobain, Amy Winehouse…Morrison añadió el punto mítico a una banda con un sonido característico con el órgano de Ray Manzarek, junto a la guitarra de Robby Krieger y la batería de John Densmore, junto con la ausencia del bajo. Las crípticas letras de Morrison, los escándalos que acompañaban a sus conciertos, y su breve carrera los elevaron a los altares del Rock.

Y para muchos, fue el cine el que nos descubrió a The Doors. En 1991, Oliver Stone dirigió una película sobre la banda, basándose en la figura de Morrison, con Val Kilmer en el papel del ‘Rey Lagarto’, como era conocido Jim Morrison, y con una improbable Meg Ryan en papel de novia hippie de Morrison. Hace más de veinte años que no veo esa película pero recuerdo el impacto que me causó. Fue un shock que nos ponía en contacto, de aquellas maneras, con la contracultura y nos descubría una música adictiva, monolítica en algunos momentos, que bebía del Rock, de la Psicodelia, del Blues, y se expresaba en texturas instrumentales que fueron su marca de identidad, con Morrison sobrevolando el escenario con su presencia y sus textos.

Allí estábamos, con la película de Oliver Stone en la cabeza y con la BSO de la misma. En aquellos años, comenzábamos a descubrir la Serie Media, aquellos discos que ya iban quedando relegados y cuyo precio se reducía notablemente. Los discos no eran baratos, en ocasiones superaban las 3.000 pesetas de la época, descendían si los ponían de oferta, y la Serie Media se situaba en poco menos de 1.000. Warner tenía un grandísimo catálogo y sus discos en esa situación tenían una pequeña pegatina amarilla con una exclamación, que hoy parece una horterada inmensa pero que no puedo dejar de mirar de forma entrañable. Entre esos discos, que se acumulaban en las secciones de Serie Media, estaban los de The Doors. Y los primeros que me compré fueron el inicio y el final: The Doors (1967) y L.A. Woman (1971).

Como decía anteriormente, sólo cinco años y seis discos, y los dos más icónicos eran ellos. El debut porque reunía lo mejor de The Doors, un disco muy bueno con tres temas eternos como ‘Break on Through’, ‘Light my Fire’ y ‘The End’, y otros menos conocidos pero relevantes, de ‘Soul Kitchen’ a ‘Alabama Song (Whisky Bar)’. Casi nada. En cuanto a L.A. Woman, con un Morrison crepuscular y perjudicado por los excesos, la mística se la llevaban ‘Riders on the Storm’ y ‘L.A. Woman’, aunque en disco no llegaba a la altura de su debut.

Los otros discos cayeron en tandas de dos. Los siguientes, todavía en 1993, fueron Strange Days (1967) y Waiting for the Sun (1968). Desde el inicio, Strange Days me pareció el mejor de los seis, y siempre que he vuelto a The Doors, pocas veces, ha sido a este disco. No es que quiera minusvalorar a The Doors, ni mucho menos, pero sacar en el mismo año dos discos como los que estamos señalando…una barbaridad. Strange Days sólo contaba con ‘When the Music’s Over’ como gran clásico, pero el resto de temas estaban entre lo mejor de The Doors, desde ese inicio con ‘Strange Days’, siguiendo con ‘You’re Lost Little Girl’, ‘Love Me Two Times’ y ‘Unhappy Girl’, con ‘Moonlight Drive’ y ‘People Are Strange’ o ‘My Eyes Have Seen You’. Para mí, en este disco está lo mejor de The Doors, una banda que sonaba urgente, con unas canciones menos épicas, salvo el final con ‘When the Music’s Over’, canciones cortas que se encadenaban en una línea de continuidad, con Rock, Psicodelia, Pop, Blues..una locura.

Waiting for the Sun me llegó mucho menos, lógicamente estaba por debajo de los dos primeros discos de The Doors, aunque siempre recordaré la deliciosa ‘Love Street’, una canción maravillosa. Los últimos en llegar fueron The Soft Parade (1969) y Morrison Hotel (1970), en ese afán completista que tenemos. Mientras que el segundo, con toques de Blues potentes y para ejemplo ‘Roadhouse Blues’, se salva, el primero es el peor disco de los seis, un trabajo en el que habían perdido toda la garra e inspiración, salvando la adictiva ‘Touche Me’, y poco más.

La historia de The Doors es de sobra conocida. Tras el fallecimiento de Morrison, el resto publicó en 1971 Other Voices, título que vendría a ser una declaración de principios, y en 1972 sacarían Full Circle, ni que decir tiene que aquellos discos no tuvieron repercusión. En 1978, sobre varios poemas recitados por Morrison, el resto del grupo puso la música y llegó An American Prayer. La figura de Morrison crecía y el resto de la banda tendría tiempo para alguna reunión ocasional. Lo más sonado, y estable en el tiempo, fue el experimento de Manzarek y Krieger que llevó a Densmore a litigar contra ellos por el uso del nombre de The Doors. El organista y el guitarrista fundaron The Doors of the 21st Century, que funcionó de 2002 a 2013, recreando el cancionero de la banda y en la que militaron por algún tiempo gente como Ian Atsbury (The Cult) o Stewart Copeland (The Police), entre otros, y que también se llamaron D21C, Riders on the Storm o directamente Manzarek-Krieger, por las cuitas legales con Densmore. Para los fans más acérrimos de la banda ver a Atsbury asumir el papel de Morrison era casi una herejía. En 2013 fallecería Manzarek, lo que cerraba esa revisitación de The Doors.

Aquella década de los 90 y los primeros años del siglo XXI fueron prolijos en el material de The Doors que iba apareciendo, desde los recopilatorios al uso hasta directos y más directos. Todo aquello no me interesó, hacía mucho tiempo que había pasado mi idilio con The Doors. A medida que iba abriendo nuevos horizontes musicales, los angelinos iban desapareciendo de mi mapa musical, cada vez más relegados a un tercer o cuarto plano. Su música me parecía en algunos momentos monótona y sobredimensionada, especialmente en comparación con otros estilos en los que iba profundizando. Sin embargo, The Doors siempre ocuparán un pequeño lugar en mi cultura musical, en mi socialización primaria en el mundo del Rock, fue el primer gran clásico que me ‘apropié’, aunque no vuelvo nunca a ellos. Sí, a veces suena Strange Days y siempre que veo Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, cuando suena ‘The End’…los pelos como escarpias.