Frank, ‘The Mud and the Thirst’

La edición de Actual 2017 nos descubrió a Morgan, a Los Bengalas (que sacan disco en abril) y los donostiarras Frank, que actuaron en Franco Españolas antes que Morgan. Ya comentamos aquí hace unas semanas que también nos habían convencido de sobra con su propuesta muy basada en la música de raíces norteamericanas pero con un punto más ambiental y melódico, pero a la vez también más eléctrico. Con la potente y personal voz de Sara Comerón como protagonista, Íñigo Bailador a las guitarras, Andoni Etxebeste a la batería y Christina Rodríguez al bajo, Frank construyen un gran debut en disco largo como es este The Mud and The Thirst, tras el EP My Wild Kingdowm (2014), que ya cuenta con casi un año y que rescatamos después de su paso por Actual.

El disco comienza con la fantástica ‘Ullapol’, un tema que construye una atmósfera sustentada en las guitaras y con la voz de Comerón mostrando recursos. ‘The Mud and The Thirst’ tiene un sonido más clásico, encaja perfectamente y las guitarras de nuevo alcanzan su protagonismo, junto con algún giro que va hacia un tono épico, que será frecuente en todo el disco. Hacen un quiebro muy interesante en la más dura y casi garajera ‘I’m Feeling’, especialmente en ese inicio de guitarras más endurecidas aunque luego se suaviza el tema y deriva más hacia lo melódico, pero sin perder esa garra del inicio. Y también es muy convincente ‘Radiant Dome’, donde la incorporación de la trompeta les lleva a sonidos más fronterizos que encajarían en un disco de Calexico o de Corizonas gracias a esa guitarra de Etxebeste. El nivel del disco se mantiene alto con ‘Owner of My Heart’, una canción deliciosa con la voz de Comerón de nuevo sobresaliente. La primera parte finaliza con ‘Unknown Waters’, tema más accesible, si se quiere más Pop, e igualmente logrado.

El inicio de la segunda parte es para la minimalista y delicada ‘Burnt to the Ground’, seguida de una más ecléctica ‘Part of This Oil’, que no acaba de funcionar como las anteriores. ‘Goodbye Muchacho’ parece acercarse de nuevo a sonidos más Pop, destacando el primer plano de los teclados. El final del disco vuelve a recuperar el tono de la primera parte, con una gran ‘The Wind You Are’, uno de los mejores temas de este The Mud and The Thirst, mientras que el cierre es para ‘Safe and Sound’, un tema en el que se desatan en plan épico.

Lo que decíamos, llegamos tarde a Frank pero gracias a Actual los descubrimos y, desde entonces, es también un disco que nos está acompañando. Sonidos limpios y melodías maravillosas, desde Donosti.

 

 

A 20 años de ‘Ok Computer’

Cuando en 1992 Radiohead lanzaban Creep, sencillo de lanzamiento de su álbum de debut, no eran conscientes de que este primer éxito iba a estar a punto de sepultar su carrera. Estos cinco talentosos jóvenes del condado de Oxfordshire mostraban desde sus inicios una especial habilidad para congeniar con la juventud rebelde e insatisfecha de las islas británicas y con la que en Norteamérica cabeceaba al ritmo del grunge, que rápidamente les adoptaba para la causa, aunque les pillara un poco lejos. Ese primer disco (‘Pablo Honey’, 1993) podía haber supuesto, si ellos lo hubieran querido, el inicio de una carrera de éxito convencional, pero supieron reaccionar a tiempo y tomar las riendas de su extraordinario talento.

En ‘The Bends’ (1995) evidenciaban más aún su desarrollada sensibilidad y entregaban una obra cargada de emoción demostrando una madurez poco habitual para una banda de tan corta trayectoria, a la vez que seguían acumulando himnos (High And Dry, Street Spirit) y seguidores pero, a pesar de la indiscutible calidad de este trabajo cuya trascendencia también ha sido reconocida con el tiempo, no supuso la gran sacudida que terminara de desprender de su lomo las etiquetas que sus hits les habían ido colgando. Con apenas dos discos y un Ep (‘My Iron Lung’, 1994) ya habían demostrado estar por encima de la mayoría de las bandas de su generación y poseer una extraordinaria habilidad para componer piezas intensas y bellas con las que, dentro de los cánones tradicionales, habían afianzado un estilo reconocible. Habían conseguido mucho en poco tiempo, suficiente para saber que podían ir aún más allá.

Y a fe que lo hicieron; guiados por su ambición artística liberaron su instinto y se dejaron llevar. Y ese camino arriesgado que tomaron les llevó a construir una obra mayúscula que este año cumplirá veinte como si el tiempo no fuera con ella. El ‘Ok Computer’, primera colaboración con el productor Nigel Godrich (inseparables desde entonces) y presentado en junio del 97, se desvió de las coordenadas que les habían proporcionado el éxito y supuso un salto de calidad enorme que les convirtió en referencia de un montón de nuevas bandas y les granjeó el respeto que pretendían por encima, o además, del éxito para el que ya habían demostrado tener sobrada capacidad.

Hay conceptos que atraviesan y unifican fuertemente el álbum, como la alienación, el consumismo, la deshumanización o la incertidumbre, pero también es un disco de canciones, algunas de ellas excelsas, que por separado se alzan hasta convertirse en cimas de la música popular de las últimas décadas. Puede que las guitarras de la inicial Airbag recuerden en principio a las de ‘The Bends’, pero en su segunda parte ya se muestran rabiosas como preludio a Paranoid Android, primera parada para la posteridad, en la que se suceden el misticismo y la rabia. Con Paranoid Android, cuya versión inicial duraba quince minutos, se desmarcan de su pasado y desvelan las verdaderas intenciones del disco y de lo que será su carrera en adelante, las guitarras aún conservan su protagonismo, a la par de la voz de Yorke, pero se dejan llevar y comienzan a romper con la estrucutura tradicional de las canciones. Más dura, Subterranean Homesick Alien (en claro homenaje a Bob Dylan), también puede conectar con su anterior disco por la trabajada efectividad de las guitarras, pero en la clasicista y desesperanzada Exit Music (For A Film), desnudan su sonido antes de desatarse al final.

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El que debería haber sido segundo sencillo fue relegado a causa de un videoclip insatisfactorio, de esta forma Let Down quedó reservada a quienes se introducían de lleno en el universo del disco. Así es como te noqueaba la adictiva y complicada armonía de esta joya que por sí sola justificaría cualquier álbum y que, al igual que Creep, durante años se han negado a interpretar en directo (fue en julio de 2016 en el Madison Square Garden de Nueva York que la volvieron a tocar después de diez años). Finalmente el segundo sencillo fue Karma Police (había donde elegir), con protagonismo para el piano y la voz, y que les proporcionó una mayor presencia mediática ayudada por su angustioso videoclip. Tras Bitter Happier, arenga cibernética y apocalíptica, llega la crudeza rock de Electioneering, con un sonido más primario y una crítica más directa antes de recuperar el denso clasicismo en Climbing Up The Walls, muestra de intensidad que asciende sin aspavientos en la que Yorke arrastra las palabras hasta romper.

También la hermosa No Surprises (tercer sencillo) se ha instalado en la posteridad, su calidez y aparente inocencia esconden una insatisfacción que de nuevo se ve reflejada en un videoclip asfixiante. En Lucky reaparecen las guitarras con una sencillez que llevada por los coros y la distorsión alcanza momentos de gran emoción, al igual que el cierre con The Tourist, inicialmente pausado y de contundente colofón eléctrico.

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A la estela de este disco se arrimarían muchas bandas, sobre todo británicas (se me ocurren Coldplay, Travis, Muse, Elbow o Bloc Party), con mayor o menor habilidad y distinta fortuna, pero el quinteto de Oxford decidió que había culminado una etapa, que era el momento de explorar nuevos terrenos sonoros, y maniobraron con inteligencia para en lo sucesivo dirigir su carrera en total libertad, algo que el éxito de ‘Ok Computer’ podría haber comprometido de haber obedecido a los lógicos intereses de la industria.

Lo que vino después es otra historia: en el 2000 editarían Kid A y Amnesiac un año más tarde, y con ellos sí que se produciría una ruptura más evidente con el sonido que habían venido desarrollando, como si renegaran del éxito. Profundizarían en sus influencias jazzísticas y abrazarían la tecnología y la experimentación para seguir facturando grandes discos para una minoría que resultó mayor de lo esperado. De esta forma ‘Ok Computer’ parecía haber cerrado un ciclo para revelarse como una obra intemporal, una obra que hoy día conserva su vigencia, tanto temática como musical, y que por suerte sigue emocionando a quienes de vez en cuando regresamos a ella.

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Solange, ‘A Seat at the Table’

Solange es una cantante afroamericana de Houston que publicó a finales de 2016 el disco A Seat at the Table que ha sido valorado de forma muy positiva por la crítica, hasta el punto que los de Pitchfork lo eligieron disco del año. Hasta aquí, vale, pero el caso es que Solange se apellida Knowles y es hermana de Beyoncé. Obviamente, esto es una ventaja en la vida pero, si te quieres dedicar a lo mismo, pues no sé…igual en algún momento la cosa cambia. A Solange trataron de alistarla para Destiny’s Child, pero no cuajo la cosa, y mientras trabajaba como actriz, sacó su primer disco en 2003, Solo Star, cuyo título lo dice todo y la portada lo mismo. Aquello no cuajó y le costó sacar un disco cinco años, Sol-Angel and the Hadley St. Dreams, virando de estilo y alejándose de lo anterior, y participando en la composición de todos los temas. Se lo tomó con calma hasta el EP True (2012), donde apuntaló lo que presentaría en A Seat at the Table, otro título para estudiar, y aquí nos encontramos con un disco que sí, que merece esas críticas porque es una obra con personalidad y atemporal. Mientras que Beyoncé ha alcanzado una de las cimas de su carrera con Lemonade, Solange ha irrumpido silenciosamente, de forma más contenida que su hermana. Como suele ser habitual en este tipo de trabajo, Solange, compositora de todos los temas, ha contado con la producción y colaboración de una gran cantidad de colaboradores con nombres tan destacados como Quetslove (The Roots), Lyl Wayne, The-Dream, Q-Tip (A Tribe Called Quest) el muy habitual André 3000 (Outkast), Raphael Saadiq, entre otros incluidos su padre, Mathew Knowles’, que aparece en el interludio ‘Dad Was Mad’, y su madre Tina Knowles que se encarga de otro interludio ‘Tina Taught Me’. Eso sí, el disco cuenta con muchos más interludios que generan una situación de continuidad.

El inicio es para la breve ‘Rise’, un tema muy pausado y que encaja a la perfección, que sirve como un anuncio de lo que está por venir. ‘Weary’ es un gran tema de R&B moderno, con esa base rítmica y su voz que se levanta por encima, lo que será una constante en todo el disco. Llega el primer interludio que dará paso a otro tema de gran calidad, ‘Cranes in the Sky’, una delicia Soul con un tono como épico pero contenido, un medio tiempo que está entre lo mejor de todo el disco. En ‘Mad’ pone el contrapunto Lil Wayne, siendo una canción que aporta un toque más Soul. ‘Don’t You Wait’ también se eleva como uno de los temas del disco, más innovador y experimental, con una base más electrónica, y con más fuerza en su voz frente a la delicadeza mostrada hasta el momento. Y tras un nuevo interludio llega el plato fuerte, la excelsa ‘Don’t Touch My Hair’, donde colabora el británico Sampha, y que lo tiene todo, incluida una cadencia Soul y que destaca por su elegancia. ‘Where Do We Go’ se cuela como un R&B más clásico, con ese piano más contundentedel comienzo, otro tema que no se queda ni mucho menos atrás.

En ‘F.U.B.U.’ adopta una cadencia jazzística que me quiere recordar a la primera Erikah Badu, otra canción que se sitúa en el sobresaliente y con la colaboración de The-Dream y BJ the Chicago Kid. Q-Tip aparece en ‘Borderline (An Ode to Self Care), que sigue el modelo anterior y que también funciona. El final del disco desciende levemente el nivel, pero siempre en el notable, incluso rozando en algunos temas las notas anteriores, como en la más moderna y con una producción mayor ‘Junie’. El disco se cierra con ‘Don’t Wish Me Well’, ese sintetizador de inicio recuerda a los ochenta, y, tras un nuevo interludio, culmina con ‘Scales’ donde colabora Kelela, un tema más minimalista, con la voz en primer plano y más melódico. Y el final es para otra autoafirmación, ‘Closing: The Choseen Ones’, menos de un minuto donde destacan los vientos y la voz del polifacético Master P, que se hace cargo de varios interludios.

Como decíamos, se lo ha tomado con calma, pero ha merecido la pena con un disco que ha alcanzado tanto el reconocimiento de la crítica como el número 1 del Billboard. Imaginamos que Solange se habrá quitado un peso bastante grande de encima con este disco reivindicativo, tanto en lo colectivo como en lo personal, y a la que habrá que seguir. No se pierdan este explícito ‘Don’t Touch My Hair’: