Ty Segall, ‘Ty Segall’

Al igual que en su debut de 2008, Ty Segall no se mata la cabeza y bautiza con su propio nombre el que ya es su noveno álbum (va a disco por año, sin contar sus otros proyectos y colaboraciones). Acompañado de sus más habituales colaboradores Mikal Cronin, Charles Moothart, Emmett Kelly y Ben Boye (‘The Freedom Band’), el inquieto talento californiano nos resarce de ‘Emotional Mugger’ (2016), que a muchos nos dejó bastante fríos, con un trabajo más clásico y depurado. Conserva sus coordenadas eléctricas y garajeras, así como la impronta del glam, sobre todo, y del punk y el rock duro en menor medida, a las que añade un colorismo folk que hasta ahora había practicado menos.

Grabado en los estudios que Steve Albini posee en Chicago (Electrical Studio), lo inicia con el efectivo y duro riff de Break A Guitar, que nos avanza la vocación eléctrica del disco y la brillante Freedom que, sin abandonar las guitarras, es más rítmica y cuenta con un estribillo más melódico. Warm Hands (Freedom Returned) también suena duro y, alternando fases de energía y de calma, se deja llevar hasta más allá de los diez minutos. En Talkin’ pasea con acierto una vena folk, e incluso blues, menos conocida en él antes de golpearnos de nuevo el rock en The Only One y su cierre de tremenda contundencia.

A Thank You Mr. K, un arreón que suena bastante punk, le sigue Orange Color Queen, medio tiempo dedicado a su novia en el que las guitarras suenan más acústicas y en el que destaca la interpretación vocal de Segall. Más popera, la preciosa Papers aporta color y calidez antes de concluir con Take Care (To Comb Your Hair), de ascendente poderío guitarrero, y cerrada con enorme energía.

Muy buen disco este ‘Ty Segall’ que, aunque puede no llegar al extraordinario nivel del ‘Manipulator’ con que nos conquistó hace tres años, introduce con acierto matices y novedades que desconocíamos del californiano sin abandonar su característica energía, algo más controlada pero igualmente contagiosa.

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‘Tú antes molabas’

Seguro que muchas personas que lean este artículo se sentirán identificadas con algunas de las cuestiones que vamos a comentar. Todo viene porque, a raíz de Actual 2017, me encontré con varias personas que me dijeron que Love Of Lesbian les habían decepcionado. Ya escribimos aquí que la banda barcelonesa competía contra sí misma y que los sentimientos que se despliegan no pueden ser los mismos ahora que hace siete años cuando los conocían poco más que cuatro. Sin embargo, esos comentarios me llevaron a reflexionar acerca de ese momento en el que un artista o banda alcanza un cierto estatus o llega a más público y parte de sus primeros seguidores lo minusvaloran por eso mismo. Cierto, lo hacíamos también, cuando éramos muy jóvenes nos ‘guardábamos’ esas bandas y artistas que nos gustaban y, cuanto más minoritario, mejor. Eso nos hacía sentir ‘especiales’, como que era algo ‘nuestro’ y si se masificaba ‘perdía el encanto’. Una persona cercana me comentó hace tiempo que ‘algo pasaba cuando The Cure y Depeche Mode le gustaban hasta a mi hermana’. Víctor Lenore lo explicó bien en Indies, hipsters y gafapastas (Capitán Swing, 2014), apuntándolo a un cierto esnobismo, incluso a un clasismo y elitismo. Yo aquí precisaría que sí, que en parte sí, y que todavía se viste esa etiqueta en no pocos ámbitos, incluida parte de la crítica que cuestiona lo que es popular por ese mismo motivo. Pero también creo que había en esa actitud un cierto intento de crear una identidad de grupo, un ‘nosotros’ que se articulaba en lo musical como un factor determinante, siguiendo los parámetros del grupo de Tajfel, y especialmente en un periodo como del final de la adolescencia y el comienzo de la juventud, cuando se quiere reforzar esa identidad. A nosotros nos tocó todo el tema del Grunge y el ‘Indie’ y, sí, nos creíamos algo…

Aquello pasó hace tanto tiempo…y sonrío cuando lo pienso, pero reconozco que nos pasó pronto. Claro que tampoco es que hubiésemos descubierto nada…a fin de cuenta casi todo aquello sonaba en las radios comerciales, estaban en multinacionales, etc., pero no lo ponían en la gran mayoría de los bares y, exceptuando Nirvana y poco más, la mayoría pasaba de esos grupos, por lo que se reforzaba nuestra identidad. La cosa ya había tenido sus primeros momentos ‘complicados’ con el impulso de las bandas de Rock duro en la segunda mitad de los ochenta y primeros noventa. Recordemos que gente con Bon Jovi, Aerosmith, Guns N’ Roses, etc., alcanzaron un lugar en el imaginario colectivo de mucha gente que no se identificaba con ese estilo gracias a sus baladas. ‘I’ll Be There For You’, ‘Bed of Roses’ o la ya azucaradísima, y grandiosa claro que sí, ‘Always’ en el caso de Bon Jovi; las ‘Crazy’ y ‘Cryin’ de Aerosmith, que no lo alcanzaron con ‘Janie’s Got a Gun’ porque fueron promocionados a partir de Get a Grip (1993); o la maravillosa e imposible ‘November Rain’, son canciones que suelen aparecer en las emisoras nostálgicas un día sí y otro también, seguro.

Con el Grunge y el ‘Indie’, o lo ‘Alternativo’, la cosa no iba a ser tan fácil. Primero, nos lo vendieron muy bien. Allí nos lanzamos y, claro, una cosa es que les pongas el ‘Always’ en un bar de copas en 1995 y otra es que salte el ‘Killing in the Name’. No, allí estábamos los que estábamos, los ‘raros’, los ‘freaks’ y todo lo que queráis poner. Vale que todo el mundo conocía a Nirvana, pero ‘Heart-Shaped Box’ no le gustaba a tu novia de entonces ni por casualidad. Y tampoco Pearl Jam…’Under the Bridge’ era muy bonita y encajaba en todos los gustos, pero poco más. Luego llegaría el BritPop y eso tenía más enganche y accesibilidad, ¡no vas a comparar! Claro que, para compensar, salió el ‘Indie’ nacional y había que apuntarse a Los Planetas, La Buena Vida, El Inquilino Comunista…Ahí sí que se ganó la partida de la ‘autenticidad’, aunque ya para entonces nos habíamos bajado muy del carro en un periodo en el que la música comenzaba un camino sin retorno donde estos debates parecen haber quedado en un segundo plano, ¿o no?

Pues no, porque todavía como decíamos hay gente instalada en esos parámetros de medir las cosas. El ejemplo que hemos puesto de Love Of Lesbian se podía aplicar también a Vetusta Morla, por ejemplo. Bandas que antes eran más minoritarias y que ahora son más exitosas, aunque también podríamos precisar que según que ámbitos. Hablando de Vetusta Morla, recuerdo gente que decía que eran muy buenos y un gran descubrimiento en el Actual de 2009, cuando salían a vender sus discos tras la actuación, y en 2014 cuando llenaron la Plaza de Toros decir que no eran tan buenos. Tampoco sabemos cómo funcionan ahora los jóvenes en ese sentido, es una de nuestras investigaciones pendientes, pero creo que habrá de todo aunque no de la misma manera que nuestras generaciones. Y es que la música se vive de forma diferente, su influencia en la identidad personal y colectiva es distinta, y nuestra hipótesis es que el eclecticismo es mayor al igual que tienen menos prejuicios. Los críticos de esta visión podrán decir que antes era todo más auténtico, que se vivía con más pasión y que podía marcar de forma más profunda. Ojo, que seguro que hay gente que lo vive de esa forma. Así que a disfrutar, para nosotros, los que nos molaban antes de llegar al gran público, lo siguen haciendo, y aquella tontería se nos pasó pronto, y no dejaba de ser algo muy absurdo. Pero lo que nunca se nos ha pasado ni lo hará es la importancia que le damos a la música, sin prejuicios.

Neil Young, ‘Peace Trail’

Lees que Neil Young vuelve a publicar disco, te emocionas porque es lo que tienes, siempre estás a la expectativa con Young. No para, no filtra, no deja de publicar discos con material nuevo, no habían pasado ni dos años del reivindicativo The Monsanto Years (2015) con Promise of the Real. Has jurado no caer en la tercera entrega de sus memorias pero decides arriesgarte de nuevo, y no te acuerdas de cosas como Storytone (2014) y pasas de leer críticas y reseñas. Y le das al click…y empiezas a leer algunas críticas (malas y regulares) y te acuerdas de Storytone…’Me la ha vuelto a jugar’ piensas, ‘y eso que habían dicho que volvía a su sonido más acústico’. Pero empiezas a escuchar el disco y, bueno, no es una obra de arte pero tampoco es Storytone. ¿Piloto automático?, un poco sí. ¿No filtra?, evidentemente no. Pero hay algunas cosas interesantes aunque no pasará a la historia de la discografía de Neil Young. Buena parte de las críticas han sido negativas, aunque sorprende el 6,7 que le ha dado la Pitchfork Media, y ojo que esta gente no se anda por las ramas y ‘tiran a dar’. También Ignacio Juliá le otorgó un 7 en su crítica de El País. Así que, nos pusimos a la defensiva, y analizamos el trigésimo séptimo disco de Neil Young, donde apuesta por sonidos más acústicos, por un disco minimalista con el contrapunto de algunos fogonazos eléctricos, un disco grabado en cuatro días donde estuvo acompañado por el bajista Paul Bushnell y el veterano batería Jim Keltner. Las letras se muestran de nuevo combativas, como no podía ser de otra manera.

El comienzo da esperanzas, ‘Peace Trail’ es un tema clásico de Young que convence, muy ambiental y con contrapunto eléctrico, destacando también una percusión que acompaña. ‘Can’t Stop Workin’ no llega a la altura aunque no defrauda, Young frasea, algo que hará en otras ocasiones, y con una distorsión eléctrica que le da su punto diferente. La explícita ‘Indian Givers’ aborda el conflicto por el oleoducto Dakota Access, que ha provocado numerosas protestas al atravesar territorio Sioux, pero musicalmente…apunta con una armónica distorsionada frente al tono acústico de un tema que gana con las escuchas, pero que tampoco te deja poso. Y lo mismo le ocurre a ‘Show Me’, bienintencionada, siendo un tema que se queda como sin energía, con un tempo jazzístico en la batería, pero que no te atrapa aunque la escuches en no pocas ocasiones.  Texas Rangers’ presenta un tono burlesco que se empasta con la una eléctrica más desatada.

En ‘Terrorist Suicide Hang Gliders’ levanta el nivel, es mucho más convincente y suena más clásico, siendo acústico aunque vuelve a jugar con la armónica. En ‘John Oaks’ frasea más que canta, es otro tema que no cae en la mediocridad y en el que predomina de nuevo lo acústico, aunque la eléctrica tiene su protagonismo. ‘My Pledge’ vuelve a ser explícita aunque es más extraña y es que utiliza unos efectos que no le quedan muy allá. Menos mal que luego llega ‘Glass Accident’ que, sin ser una maravilla, es una canción minimalista que, en ocasiones, peca de monótona. Pero el final es para ‘My New Robot’, donde pretenderá tener una parte irónica, pero la inclusión de la voz robotizada…ufff, sin comentarios.

Un disco más de Neil Young que, a pesar de las malas críticas, no es tan catastrófico como se pintaba. Tampoco está entre lo mejor de su carrera sino en un tercer cuartil seguramente. Hay algunas canciones que están bien, los temas señalados, y de nuevo destacar su compromiso. No nos cabe duda que, con un tipo como Donald Trump en la Casa Blanca y con los enfrentamientos que ha tenido con él, Neil Young descargará su virulencia en forma de canciones. Ya lo hizo con George W. Bush.