Josh Rouse, «Love in the Modern Age»

Se está convirtiendo en algo habitual en los últimos años la mirada de muchas bandas y artistas hacia los sonidos Pop de los ochenta. Parece como si, de repente, hubiesen recordado aquellos sonidos muy marcados por los sintetizadores. Esas influencias que podrían haber sonado no hace mucho como una herejía, ahora se reivindican y se adoptan. Puede que el éxito de The War On Drugs tenga algo que ver, también la mirada nostálgica hacia nuestra infancia, adolescencia y juventud, de Stranger Things a la explotación ilimitada del universo Star Wars. Pues bien, nuestro querido Josh Rouse también ha ido en esa dirección, y ha reconocido que motivado por los discos que escuchaba en esos años, con Love in the Modern Age, dejando en parte a un lado los sonidos más Folk y derivando hacia un trabajo que bebe directamente de los grandísimos Prefab Sprout o de Blue Nile, entre otros. El resultado es un disco que se escucha fácilmente, que tiene unas cuantas buenas canciones pero que tampoco estará entre sus trabajos más destacados. Podemos decir casi que es un ejercicio de estilo, de recuerdo y de homenaje, y que funciona pero también se le ve alguna costura.

El comienzo es un tema facilón, que no deja de sonar bien, un «Salton Sea» adocenado con sintetizadores en algunos momentos chirriantes, muy de los ochenta. En «Ordinary People» no deja el «sonidito» de turno que se contrapone a un tema más pausado, muy del Soft Pop. En «Love in the Modern Age» arriesga más, con esa voz susurrante del comienzo, una canción que gana con las escuchas y que tiene un saxofón de contrapunto interesante. Y la joya del disco es un tema que podría haber firmado perfectamente Paddy McAloon (Prefab Sprout), una canción de gran elegancia Pop con un tono melancólico y unos coros maravillosos, y de nuevo ese saxofón del final. Por su parte, en «Women and the Wind» nos encontramos uno de los pocos temas que nos remiten al Josh Rouse más previsible, el del sonido acústico con esos toques elegantes de Pop y Soul, una canción muy convincente.

La segunda parte es más irregular, comenzando por una «Tropic Moon» que no acaba de funcionar, de nuevo vuelta a los ochenta con esos sintetizadores protagonistas y con un tono más ambiental. Retoma su sonido más reconocible de nuevo con una simpática y divertida «I’m Your Man», que también está entre lo mejor del disco. En «Hugs and Kisses» regresa a los sonidos más ochenteros en el comienzo aunque luego quiere llevarlo de nuevo a su terreno, quedándose en una especie de «tierra de nadie». Y el cierre es para «There Was a Time», también caracterizado por su «facilidad» y previsibilidad, cerrando así su homenaje a la década de los ochenta.

Josh Rouse casi nunca defrauda, y Love in the Modern Age, no es una excepción pero también da la impresión de ser un experimento, insisto en el punto de homenaje o recuerdo, que a veces se toma por el camino más fácil. Pero también es verdad que hay algunas canciones muy destacadas y que el tono del disco nunca decae.

 

 

‘For Emma, Forever Ago’, Bon Iver irrumpe suavemente

No exactamente un álbum de ruptura como se ha afirmado en muchas ocasiones (no existe la tal Emma como ha venido declarando) sino más bien de respuesta a una crisis personal y en busca de un cambio en su vida, es como el propio Justin Vernon define el origen de este disco cautivador que le cambiaría la vida. Gestado durante tres meses en una pequeña cabaña de caza que su padre poseía en Eau Claire (Wisconsin) en la que se aisló en noviembre de 2006 con un interés más personal que creativo, las canciones comenzaron a brotar y decidió registrarlas allí mismo. Poco después, y ante el entusiasmo generado tras sus primeras interpretaciones en directo y sus numerosas reproducciones online, decidió autoeditarlo y así fue como se produjo su primer lanzamiento en julio de 2007. Unos meses más tarde firmaría con el sello Jagjaguwar para su lanzamiento mayoritario en febrero de 2008 hasta alcanzar el millón de unidades vendidas entre sus diferentes formatos.

Rebotado de una crisis de pareja, expulsado de su última banda y recién recuperado de una mononucleosis, Vernon llegó a esa cabaña al modo de un Thoreau con guitarra al hombro y con el tiempo fueron surgiendo notas e ideas hasta resultar las nueve canciones que conformarían el disco. Poco después completaría su equipo con algunos micrófonos y un ordenador que serían vitales para la consecución de la particular atmósfera final. Especial importancia tuvieron sus experimentos vocales que, a base de falsetes y autotune, le descubrieron efectos de vocalización que no ha dejado de utilizar ni evolucionar y que se han extendido entre otros artistas.

El disco lo abre la preciosa Flume en la que presenta su característica voz en falsete, acompañada por momentos de su expareja Christy Smith, en una apertura austera y emotiva. A continuación aligera un poco el tono desde una guitarra rítmica y una discreta atmósfera electrónica en Lump Sum y después llega Skinny Love, primer sencillo y su tema más popular por su aparición en series de televisión (‘Anatomía de Grey’, ‘Chuck’) y versionado con éxito en 2011 por Birdy, que avanza a golpes de guitarra y alterna su voz natural con desgarros y falsetes, al igual que en The Wolves (Act I and II), más lenta y melódica que crece en emoción sin abandonar una íntima austeridad. Blindsided suena suave y más variada, protagonizada por percusión, guitarra y la voz de Vernon, antes de las emociones que se contrastan en la bella Creature Fear, cuyo final enlaza con Team, instrumental que rompe un poco la pauta con nuevos elementos (silbidos, bajo, percusiones). Los dos temas finales elevan aún más el nivel: la preciosa For Emma a la que los vientos adicionales (trompeta, trombón) aportan emoción y vitalidad, y el maravilloso y melancólico cierre re: stacks con el que deja constancia definitiva del enorme alcance de tan humildes recursos.

Prácticamente obviada su carrera anterior, en la que había grabado tres discos como Justin Vernon además de otros tres con la banda DeYarmond Edison, sería a partir de ‘For Emma, Forever Ago’ que su carrera se catapultó y comenzó a ser imitado su estilo así como solicitada su colaboración con otros artistas. Especialmente relevantes han sido sus grabaciones junto a Kanye West, además de con Jay-Z o James Blake y miembros de The National, pero lo realmente trascendente sería la continuación de su carrera con sus dos discos posteriores (además del EP ‘Blood Bank’ de 2009) en los que seguiría experimentando con acierto con sonidos atmosféricos, ejercicios vocales y melodías luminosas, como en el maravilloso ‘Bon Iver, Bon Iver’ o el más esquivo e innovador ’22, A million’.

Desde entonces ha dilatado la gestación de sus discos con períodos en los que además de sus colaboraciones se dedica a producir a otros músicos y participar en distintos proyectos (Volcano Choir, Gayngs), no como la de este que acaba de cumplir diez años y fue concebido en aquellos tres meses de aislamiento que dieron lugar a una filosofía sonora que no ha dejado de dar frutos excelentes, una sólida personalidad con la que ha descubierto nuevos espacios de creación y ha ido enriqueciendo con cada disco hasta situarse como referente de un sonido propio e inconfundible.