Bon Iver, «i,i»

Surgido de la tradición folk norteamericana y convertido en exponente puntero de las nuevas tendencias del pop, la trayectoria de Bon Iver, el proyecto más ambicioso y sonado de Justin Vernon, puede catalogarse de muchas maneras pero nunca de acomodaticia. En ninguna de sus tres primera referencias, desde que debutara hace once años con «For Emma, Forever Ago» hasta el «22, A Million» de hace tres, ha dejado de sorprender y cosechar admiración a base de efectivas innovaciones de las que en muchos casos se han servido otros artistas. Desde los efectos de voz hasta las ingeniosas combinaciones de tendencias en apariencia discordantes, desde la intimidad más exigente hasta los arreglos menos comedidos, desde la tradición hasta la posmodernidad, siempre ha optado por la evolución y, tanto ha ensanchado las posibilidades de su música, que ha pasado a disponer de un amplísimo campo en el que poder expresarlas.

En este cuarto trabajo se mueve en un terreno conocido que sigue sonando novedoso, en ese espacio que exploró con fruición y del que todavía puede extraer muchos frutos, y el resultado es un trabajo más convencional de lo que nos tenía acostumbrados pero igualmente excitante, si acaso más cercano que el anterior por su mayor recurso a los estándares del pop. Rodeado de magníficos músicos, como los hermanos Aaron y Bryce Dessner, o los también hermanos Phill y Brad Cook, así como de habituales como BJ Burton o Rob Moose, el disco combina con genialidad variados talentos y tradiciones de la que resultan algunos cortes extraordinarios.

En iMi comienza a utilizar la capacidad instrumental de su voz, a través de la riqueza de registros que es capaz de conseguir, así como una lograda intensidad sintética que continúa en la densa We combinada brillantemente con arreglos clásicos de cuerdas y vientos. Holyfields expresa una simple y evocadora intimidad antes de la sencillez inicial de la fantástica Hey, Ma, más expansiva e intensa según avanza. Abrigado por coros el piano rige en la rotunda sencillez de U (Man Like) con la que se abre una excelsa segunda parte.

En Naeem Vernon se desgarra la voz hasta desatar la emoción que inicia un sencillo piano, otra genialidad antes de los acordes forzados de la menos armónica Jelmore. A continuación Faith devuelve la calma con una cuidada eclosión emocional y preciosa seguida de una Marion en la misma línea. Vientos y cuerdas ensanchan el paso de la emocionante celebración que es Salem antes de que, tras el largo y variado pasaje menos significativo que es Sh’Diah, llegue el colofón brillante y cálido de RABi.

Prosigue con su exitosa exploración sonora Justin Vernon y, en este caso, la culmina con excelentes resultados. Cargado de la inevitable emotividad que contienen todas sus apuestas, en este nuevo trabajo se incluyen algunos de sus cortes más cálidos y ligeros y varios pasajes de inusual belleza que sumar a una trayectoria que se mantiene volando muy alto.

Bruce Springsteen selecciona algunas joyas del «Tracks»

Hace unas semanas hacíamos en Los Restos del Concierto la reseña del fallido último disco de Bruce Springsteen, Western StarsPor encima del bien y del mal, su carrera de novedades lleva mucho tiempo estancada. Pero hubo otro momento en el que parecía que la carrera de Springsteen se caía y fue en la primera mitad de la década de los 90 del siglo pasado, cuando apenas había superado los cuarenta años. Venía de haber subido de estatus con el vitaminado Born in the USA (1984) y de recaer en el intimismo con el melancólico y confesional Tunnel of Love (1987). Luego, despidió a la E Street Band y, en 1992, realizó dos obras tan controvertidas como Human Touch Lucky Town, con una nueva banda en la que se mantenían Roy Bittan y Patti Scialfa. Se apuntó a los Unplugged de la MTV con In Concert/MTV Plugged (1993), pero debió intuir que tenía que volver sobre sus pasos, y uno de ellos era recuperar a la E Street Band. Y allí que se fue aprovechando el primer recopilatorio de su carrera, un limitado Greatest Hits en 1995 que incluía el regreso de la banda con «Secret Garden», Blood Brothers», «This Hard Land» y «Murder Incorporated», esta grabada en 1982 y en cuyo fantástico vídeo de 1995 volvía también Steven Van Zandt. Aunque no los volvería a recuperar hasta 1999 para salir de gira, fue sin duda alguna un momento de celebración para todos los fans de Springsteen. Antes de terminar 1995, Springsteen sorprendía con el sobrio y acústico The Ghost of Tom Joad, inspirado en el libro Las uvas de la ira de John Steinbeck, con la sombra del Nebraska (1982) detrás y con una valoración positiva de la crítica. Había pasado un bache y ahora tocaba recomponer la leyenda de Springsteen. Primero sacó el documental Blood Brothers en 1996 que reflejaba la ya señalada reunión de la E Street Band en 1995, así como un EP que mantenía tres de los temas nuevos del recopilatorio y la versión de «High Hopes» y «Without You». Pero el plato gordo estaba en la caja Tracks de 1998, una obra monumental de cuatro CDs con sesenta y seis canciones entre descartes, caras B y demos que iban de 1972 a 1995. Aquello fue un acontecimiento, algunos de aquellos temas ya se conocían de directos y demás, pero eran una muestra del destajismo y la calidad de un Springsteen que, con los años, ha ido destapando los archivos en reediciones de sus grandes obras o directamente en discos tan soberbios como The Promise (2010) que recoge los descartes de las sesiones del Darkness on the Edge of Town (1977). Habrá tiempo de volver a este disco el año que viene, pero quedémonos en Tracks o, mejor dicho, en una selección que hizo unos meses después de algunas canciones de la caja, 18 Tracks (1999) y de la que se cumplen veinte años. Springsteen metió en la misma quince temas e incorporó tres nuevos, que luego comentaremos. Obviamente, era un trabajo de clara vocación comercial pero refleja el valor del trabajo de Springsteen junto a la E Street Band en buena parte de las canciones. Es un disco tremendo que deja en un segundo plano toda la producción de Springsteen desde finales de la primera década de los 2000 y que se escucha de un tirón. Como Tracks, mantiene generalmente un orden cronológico, con alguna excepción, lo que nos permite ver la evolución de su sonido.

Comienza con una «Growin’ Up» de su debut pero en versión demo, la forma de cantar es tremenda y se centra en un sonido más acústico que luego asciende. Se observa un poco la influencia de Dylan aunque pronto suelta lastre. «Seaside Bar Song» (1973) refleja la fuerza de sus inicios, enérgico y sin concesiones con esa presencia inevitable del saxo y el órgano. «Rendezvous» es una grabación en directo de 1981 y refleja el poderío de la E Street en directo, una canción de tono melancólico pero brutal. «Hearts of Stone» (1977) proviene de las sesiones del Darkness y es nuna canción triste, en la línea de ese disco, con un Clarence Clemons inmenso. «Where the Bands Are» (1979) es más de celebración y se vincula al sonido que explora en The River y de ese mismo año es una de las canciones más destacadas del disco, «Loose Ends», con los teclados de Bittan y Federici destacados y con un estribillo y coros que se clavan. No deja ese periodo con la también potente «I Wanna Be With You» en la que tira sonidos más de los orígenes del Rock & Roll aunque les añade un tono más épico. Y de 1982, en pleno Nebraska, es la demo de «Born in the USA», aquí descarnada y acústica, desnuda, reflejando las dobleces del «sueño americano», luego acabó en lo que acabó. «My Love Will Not Let You Down» (1982) es otra de las cimas del disco, se quedó fuera de los discos de la época ya que no encajaba en el tono de Nebraska ni en la exaltación de Born in the USA. Podría haber entrado en The River porque la canción iba en esa dirección.

Lo mismo le ocurre a la deliciosa «Lion’s Den» (1982) que se queda fuera por sus sonido más Pop y que también es una de las canciones más destacadas del disco. A continuación, incorpora dos caras B como son «Pink Cadillac» que lo fue de la exitosa «Dancing in the Dark», esta sí que una canción de más recorrido, con sonidos del Rock & Roll de los 50 y con la sección rítmica de Tallent y Weinberg recordando al «Peter Gunn Theme» de Henry Mancini y que recuperaron unos años antes The Blues Brothers. «Pink Cadillac» contaría con versiones de Natalie Cole, Jerry Lee Lewis, Bette Midler, Aretha Franklin, entre otros. La otra cara B es «Janey Don’t Lose Your Heart», del «I’m Going Down» también del Born in the USA, más cercana a la producción de este disco pero muy luminosa. A partir de aquí, la evolución del sonido de Springsteen nos lleva a «Sad Eyes» (1990), la canción que fue single de estos discos y que contaría años después con versión de Enrique Iglesias, un tema que adelanta lo que haría con «Streets of Philadelphia» o con «Secret Garden», más emparentada con esta última. Canción intimista y con ya tics de esos años, más evidentes en el acercamiento al Reggae de «Part Man, Part Monkey» (1990), el tema menos logrado del disco. Al final de 18 Tracks, como decíamos, añade tres temas nuevos que no están en la caja (¿jugada comercial para completistas?). El primero es «Trouble River» (1990) que es una canción «de las suyas», un estilo que no es el que iba a abordar a comienzos de los 90. Sí que estaba en la caja «Brothers Under the Bridge», que graba en 1995, un tema que sale de los descartes del The Ghost of Tom Joad y que tiene ese tono intimista con la letra vinculada al «sueño americano». Y aparece la cima del disco, y mira que era difícil, que tampoco la colocó en la caja, como es «The Fever», extenso tema de más de siete minutos de 1973 que ya era muy conocido entre los fans y cuyo tono contenido, que va creciendo, se basa en una interpretación maravillosa. El cierre es para «The Promise», canción de los descartes del Darkness y que recuperará en su versión más poderosa y épica en el ya referido The Promise, aunque aquí lo hace de forma más intimista, voz y piano. Es muy emocionante, una gran canción para cerrar un disco fantástico.

Después de todo esto, Bruce Springsteen y la E Street Band salieron en una gira de reunión que daría lugar a Live in New York City (2001) (allí publicó su denuncia de «American Skin (41 Shots)» que generó controversias con la policía y parte de sus fans). Fue otro acontecimiento pero nada comparado a lo que vendría después. La mítica de Springsteen creció con The Rising (2002), inspirado en la tragedia del 11-S y seguramente su último gran disco. No han parado desde entonces, la figura de Springsteen se ha agrandado más y más a pesar de sus discos mediocres. Giras, discos en directo, sus memorias, etc. No sabemos si Springsteen y la E Street Band tendrán fuerza para más giras, pero discos como 18 Tracks y la caja Tracks muestran el alto nivel de un artista superlativo. Por eso duelen más Western Stars, High Hopes (2014) o Working on a Dream (2009).

Gabinete Caligari, «Solo se vive una vez»

Hace un par de meses se publicó un recopilatorio de Gabinete Caligari con el título de una de sus canciones más famosas, Solo se vive una vez. Colección definitiva. No es la primera, hubo otras como la de 1993 cuando su estrella comenzaba a declinar; o la de 2004 titulada con poca gracia La culpa fue de Gabinete, portada insufrible incluida; y otras más. Mucha gente podrá decir que qué aporta esta nueva recopilación de una banda que cuenta con una de las historias más fascinantes de la música popular española. En los 80, Gabinete Caligari eran lo máximo, conformaban el epicentro del Pop español con Alaska, Loquillo, Radio Futura, etc. Supervivientes de «la Movida», crearon un estilo que bebía del casticismo y de otras fuentes que casi no volverían a estar en la lista de influencias, como por ejemplo el pasodoble. La iconografía y las referencias a los toros (esa etiqueta de «rock torero»), por ejemplo, simplificaron enormemente su impacto. Eso, y una década de los 90 en la que su calidad y trascendencia se fueron reduciendo a pasos agigantados. Aquí hemos hablado de Gabinete Caligari merced a los fantásticos libros de Edi Clavo, el batería de la banda que en Electricidad revisitada (2015) y Camino Soria (2018) aborda la trayectoria de la formación y su abrupta ruptura. Como esto ya se ha contado, conviene no detenerse mucho en los orígenes como Gabinete Caligari de Jaime Urrutia, Ferni Presas y Edi Clavo. Gabinete Caligari supieron hacerse un hueco a partir de las influencias de las que procedían, el PostPunk estaba ahí, y comenzaron a llamar la atención con el EP que publicaron con Parálisis Permanente en 1981, reeditado en 1983. El resto es la historia de un crecimiento imparable de Que Dios reparta suerte (1983) a su cima Camino Soria (1987), alargada con Privado (1989). Son años de Hits que comentaremos más adelante, canciones que son ya parte del universo simbólico de varias generaciones, con una presencia constante en radios y en los programas musicales de TVE. A partir de ahí, la cosa se complica, discos intrascendentes en los 90 y salida del circuito, pero eso lo contó muy bien Edi Clavo. La amarga ruptura de 1999, cuyas heridas nunca fueron curadas, dio lugar a una carrera en solitario de Jaime Urrutia que no ha tenido la profundidad de un Loquillo, de un Bunbury, de un Calamaro (su último disco es de 2010). He confesado más de una vez que no era muy fan de Gabinete Caligari, no eran una de mis bandas favoritas de aquellos años (Radio Futura, El Última de la Fila, los emergentes Héroes del Silencio…) y no supe entender todo un Camino Soria. Pero siempre es bueno aprovechar las oportunidades que nos da esta recopilación, a la que Diego A. Manrique valora como incompleta, señalando incluso el negativo papel de la industria y los medios en la deriva de la carrera de Gabinete Caligari en los 90, junto a las decisiones de ellos. Además, en ella el amigo Fernando Navarro realiza una ajustada presentación que recoge los elementos fundamentales de los madrileños. El disco, treinta canciones, se centra en la década de los 80, apenas un par o tres de referencias de los 90, una muestra de que aquella década pues como que no, por otra parte únicamente publicaron tres discos, cada uno con una compañía discográfica.

Es una recopilación al uso, cuenta con sus principales éxitos y con una representación de Camino Soria por encima del resto de su discografía, hasta siete canciones. El primer disco es un carrusel de canciones que pertenecen en su gran mayoría a la memoria colectiva. Allí, Camino Soria llega hasta las seis canciones, mientras que el EP Cuatro Rosas (1985) y Al calor del amor en un bar (1986) se quedan con tres y dos respectivamente. El resto son para Que Dios reparta suerte (1983), Privado (1989) y Cien mil vueltas (1991). El pasodoble de «El calor del amor en un bar», el homenaje a Ulises Montero en «Tócala, Uli», el medio tiempo de «Lo mejor de ti», la rupturista «Cuatro rosas» con clavicordio incluido, el toque latino en la percusión de «Amor de madre», la más rockera «Malditos refranes», la melodía de «La sangre de tu tristeza», el Swing de «Caray!», la  emotiva «Saravá», la más épica «La fuerza de la costumbre» y el clásico melancólico de «Camino Soria», su canción más universal y quizá una de las «menos suyas» dentro de ese sonido más castizo y que cuenta con unos arreglos clasicistas acertadísimos, destacan en un conjunto al que no hay que ponerle ningún pero y que completan «Suite nupcial», «Sangre española» y «Más dura será la caída».

El segundo disco es más irregular. Entran ya menos clásicos y algunas rarezas. Camino Soria sigue presente con «Pecados más dulces que un zapato de raso», otro tema Swing. Sigue con «La culpa fue del cha cha chá», el principio del fin, una canción que fue un éxito pero que queda minimizada por el resto (sin olvidar el impacto de la parodia de Martes y Trece). «Sólo se vive una vez» es una de las canciones más grandes de este segundo disco, reúne lo mejor de Gabinete Caligari y también es de Privado. «Canción del pollino» (1986) es ambiciosa y «Haciendo el bobo» (1985) apunta al Rock & Roll, línea que se sigue en «Underground» de 1998, una canción ya del final en la que regresan a sonidos más clásicos. En 1991 publican «Queridos camaradas», allí meten un acordeón para darle el tono ruso y es una canción que recuerdo con cariño de ese año (también tengo en la retina los reportajes que les hacían porque habían ido a grabar el disco a Londres). «Tango» (1985) es más ecléctica y «Gasolina con ricino» (1985) procede del single Haciendo el bobo, una canción más rockera con armónica incluida. «Que Dios reparta suerte» es una canción valiente para 1983 en la que tiran de tópicos, esas castañuelas, aunque la producción es irregular. «Golpes» es la única concesión al EP conjunto con Parálesis Permanente de 1981, aquí regrabada para el Grandes éxitos de 1993 y en la que se aprecian los mimbres de su sonido. «Me tengo que concentrar» procede del single Sangre española (1983) notándose de nuevo la producción e incorporan una enérgica versión instrumental del «Brand New Cadillac» de Vince Taylor grabada en directo en 1984. El cierre va descendiendo el nivel, «Como un animal» (1991) es un Rock fallido con Urrutia fraseando, «Un petardo en el culo» (1995) tiene una letra floja y el final es para «Like a Shot», una versión de Burning que salió en el disco Subid la música (1998) y que deja un buen sabor de boca.

Seguramente la Historia no haya sido todo lo justa con Gabinete Caligari. Edi Clavo en sus libros reconocía sus errores en la década de los 90, y la modernidad y la posmodernidad no les perdonaron ciertos tics. Es injusto porque, más allá de simplificaciones como el «rock castizo» o «rock torero», hay una enorme versatilidad en su música, para muestra un «Camino Soria» imperial. Puede que esta recopilación no sea suficientemente completa pero, como dice Fernando Navarro en el disco sobre las canciones «Son como esa parranda con los amigos en la verbena de nuestras vidas o como esos besos furtivos y etílicos en el verano de nuestras vidas. No se olvidan. Y escucharlas en pleno jolgorio humano con la celebración festiva por bandera nos causan las mismas sensaciones que la primera vez. Un profundo y extraño sentimiento de alegría y nostalgia». Y tanto.