Buzzcocks, «Singles Going Steady»

Hay discos que, sin saberlo ni quererlo, le acompañan a uno, sin haberlos escuchado. Hay que retrotraerse a cuando había tiendas de discos y expositores de CDs en las grandes superficies, así como otras tiendas especializadas. Allí, entre todas aquellas clases medias que en breve tendrán un artículo en Los Restos del Concierto. Uno de los discos que solía rondar es el que nos ocupa, Singles Going Steady de los Buzzcoks. Llamaba la atención su portada, ese fondo negro, la fotografía de la banda y el diseño del nombre, con esas zetas destacadas. Pero yo nunca compré ese disco ni casi me preocupé de ellos. Sí, sabía que era un grupo de Punk que había comenzado en la segunda mitad de los setenta, tras la estela de Sex Pistols y The Clash, pero en un peldaño por debajo. Domino ha reeditado este Singles Going Steady (1979) y el siguiente trabajo, A Different Kind of Tension (1979). Como hemos señalado, las portadas ya llaman la atención por su diseño que les llevaban a una vinculación más con la New Wave neoyorquina de finales de los 70 y lo que se haría en ese mismo periodo en el Manchester de Joy Division. El sonido de Buzzcocks era Punk pero con un barniz Pop que sintoniza con lo que hacían al otro lado del Atlántico los Ramones. La banda tuvo una primera etapa corta, 1976-1981, y reaparecieron en 1989 hasta hoy a pesar del fallecimiento de uno de sus fundadores, Peter Shelley, a finales de 2018. El otro fundador relevante, Howard Devoto, abandonaría la banda en 1977 para abordar otros proyectos. A la banda se incorporó Steve Diggle, la otra cabeza visible de la formación aunque era Shelley el compositor principal y su cantante. Singles Going Steady es una recopilación de los temas que habían realizado los Buzzcocks, fundamentalmente singles, y se convirtió desde el comienzo en un referente. La verdad es que es una lástima que uno haya tardado cuarenta años en llegar al mismo. La reedición de Domino mantiene los dieciséis temas originales y tiene un libreto fantástico. Es un disco brutal, acelerado, urgente e hijo de su tiempo. Canciones de Punk y de Pop, en algunas se nota una producción más rudimentaria pero también refleja el momento del «Do It Yourself» del Punk. Junto a Shelley y Diggle, el resto de integrantes de Buzzcocks eran la base rítmica formada por Steve Garvey y John Maher, aunque Garth Smith toca el bajo en dos de los temas.

La primera parte del disco comienza con un Punk vital y enérgico que es «Orgasm Addict», una de sus principales canciones y la única en la que participa en la composición Devoto, y donde reflejan que se lanzan a por todo. Shelley cantará con más rabia en «What Do I Get?» y tiran más del Pop en la más melódica «I Don’t Mind», para mí incluso un punto por encima de las dos primeras, que son grandísimas. Siguen en esa línea con «Love You More» para dar paso a su canción más conocida, la imbatible «Ever Fallen in Love (With Someone You Shouldn’t’ve)?», una barbaridad de Punk Pop con ramalazos de Power Pop. «Promises» gira más hacia el Punk pero siguen los «ooos» que aparecen en no pocas canciones. En «Everybody’s Happy Nowadays» derivan hacia el Pop y Shelley tira de falsete. Y la primera parte se cierra con la más cañera «Harmony in my Head» que firma y canta Diggle.

La segunda parte muestra una mayor diversidad en sus canciones, que también son un reflejo de la época. Y lo hace ya en «What Ever Happened To?» en la que destaca el un bajo que anticipa en Post Punk pero que luego se va hacia un Punk más anfetamínico. «Oh Shit!» es un tema corto, un minuto y medio, explícito y al grano, un Punk del momento. En «Autonomy» las guitarras cobran más protagonismo con un Punk más melódico mientras que en «Noise Annoys» apuestan por sonidos más experimentales, seguramente la canción más floja. «Just Lust» regresa a los cánones del Punk y en «Lipstick» tiran de una mayor producción y Shelley recupera el falsete. La sorpresa llega al final con «Why Can I Touch It?» en la que abrazan sonidos más vanguardistas, meten sintetizadores y se van de largo por encima de los seis minutos, el bajo cobra un protagonismo más destacado y consiguen una de las canciones más interesantes del disco. Y el cierre es para la muy ramoniana «Something’s Gone Wrong Again», con teclado de nuevo y con una melodía Pop que se impone. Personalmente, estas dos últimas canciones me parecen de las mejores del disco.

Tras saldar esta deuda uno está con las ganas de seguir con A Different Kind of Tension y no lo descarto. Singles Going Steady es una maravilla, un clásico de una formación que hubiese merecido más suerte. Nos acordamos de Sex Pistols y de The Clash, pero Buzzcocks tenían una personalidad propia, diferenciada de las otras dos bandas icónicas del Punk.

 

Oasis llegaron para salvar el Rock ‘N’ Roll pero…: veinticinco años de «Definitely Maybe»

Hace unas semanas, el grandísimo y divertido Dave Grohl de Foo Fighters pedía en directo en el Festival de Reading en Gran Bretaña una recogida de firmas para que Oasis se volviesen a reunir. Pocos días después, Noel Gallagher, genio y figura como Liam, respondía diciendo que proponía una recogida de firmas para que se separasen Foo Fighters. Para quitarse el sombrero, Noel Gallagher demostraba de nuevo la pasta de la que están hechos los hermanos Gallagher, protagonistas de mil y una batallas y polémicas que han echado no poca salsa al mundillo del Rock ‘N’ Roll, del que fueron su gran esperanza a mediados de los noventa cuando debutaron ahora hace veinticinco años, en un 1994 fantástico, con Definitely Maybe. Por cierto, que también se cumple el décimo aniversario de la pelea, una más, entre Liam y Noel en un camerino en París que rompió Oasis ¿definitivamente? Cosas más raras se han visto. El caso es que en 1994, como hemos contado en no pocas ocasiones, se había producido el final del Grunge con el suicidio de Kurt Cobain. Tampoco es que hubiese mucho más recorrido, sinceramente, y el mundo de la música miró de nuevo hacia Reino Unido donde algo estaba pasando. Pulp, Suede y Blur encabezaban lo que sería denominado como BritPop y que nadie definiría como una banda de Manchester encabezada por dos hermanos, Liam y Noel Gallagher, que pronto se descubrirían como dos hooligans irredentos y que se llevarían por delante hasta Oasis, pero que definieron parte de la segunda mitad de los noventa. Y es que en todas las generaciones hay grupos que han definido Rock ‘N’ Roll hasta que el Rock ‘N’ Roll ha ido adelgazando su base de seguidores y quedando en parte para la nostalgia. Si en los sesenta The Beatles y The Rolling Stones marcaron el canon; en los setenta Led Zeppelin ampliaban horizontes mediante una mezcla de calidad y de rapiña de Jimmy Page; en los ochenta llegaban unos Guns ‘N’ Roses para poner orden; y en los noventa Nirvana se convertían en la voz de una generación nihilista, Oasis reflejarían una vuelta a los orígenes. Pero Oasis también se convirtieron en una promesa que se quedó a medio camino, como luego les pasaría a The Strokes, mientras que el impacto de Wilco, The White Stripes o The Black Keys es mucho menor a nivel popular.

Obviamente, no se puede entender lo que ocurrió con el BritPop y el ascenso de Oasis y Blur sin el papel de la prensa musical británica. Con un capital simbólico desproporcionado, medios como Melody Maker, NME, Mojo, etc., eran auténticas biblias de lo que molaba o no, y de los descubrimientos que iban a ser determinantes. Antes de Pitchfork, y con otra función diferente a Rolling Stone, marcaban el camino lo que llevaba a ascender a escenas, bandas y artistas que igual no eran para tanto, que se lo pregunten a Kasabian (prometo estudiarlo). Con el BritPop, encontraron un filón y con los Gallagher, otro. Aunque Suede apostaban por el Glam Rock y por Bowie (en aquellos años no estaba muy bien visto como referencia) y Blur por el costumbrismo de The Kinks aunque tras varias búsquedas, mientras que los ya veteranos Pulp iban a su rollo, Oasis sacaron del armario guitarras garajeras, canciones urgentes y rápidas, hedonistas y alejadas de la autocontemplación del Grunge. Vale que aquello molaba pero el cambio estaba a la vuelta de la esquina. En Estados Unidos, el contraataque vino de revitalizar el Punk Rock a través de Green Day y Offspring, principalmente, pero su trascendencia fue menor que la del BritPop y fueron la base de cosas como Limp Bizpkit y compañía (no lo perdonaremos).

Oasis venían de Manchester, ciudad de capa caída en esos años tras unos finales de los 70 y una década de los 80 brutal. Del PostPunk de Joy Division y el canon que articularon al «Madchester» de New Order, Happy Mondays y la Hacienda, y por medio The Smiths y los Stones Roses, la banda que pudo ser y no fue. Pero, realmente, encuadrar a Oasis en todo aquel batiburrillo no era tan fácil. Oasis era la banda de dos hermanos de clase trabajadora que hacían gala de ello pero que tampoco se cortaban a la hora de decir que querían largarse de ese origen. Liam y Noel Gallagher se convertirían casi desde el minuto uno en icónicos por muchos motivos aunque nadie pensaba que iban a dar tanto juego (pueden escribirse páginas y páginas de sus desbarres y enfrentamientos con unos y otros, y entre ellos hasta llegar a 2009 y su separación). Enseguida la prensa británica, y ellos mismos, encontraron sus antagonistas en Blur, procedentes de clase media alta, que ya estaban en liza con varios discos, especialmente Parklife (1994). Oasis tenían actitud, chulería y más, pero también conectaron con sus dos primeros discos, lo que vino después merece otro artículo, con un sonido propio pero que bebía de The Beatles especialmente. La forma de cantar de Liam, como arrastrada por momentos, esa chulería, y las guitarras omnipresentes dieron lugar a una identidad clara. Lo malo es que también tenía un recorrido corto.

Recuerdo en el otoño de 1994 la aparición de «Supersonic» en los programas musicales de la época, bueno, el de Los 40 de Canal +. Yo estudiaba en Leioa tercero de Sociología, vivía en un piso de estudiantes en Romo (Getxo) y no me impresionaron mucho, la verdad, a mí me ganaron con «Live Forever» y, especialmente, con su obra maestra, (What’s the Story) Morning Glory (1995). En cuanto a Blur, pues tampoco, aunque su irrupción no fue tan espectacular como la de Oasis que bautizaron un estilo. Blur (y los demás) se beneficiaron de unos Oasis que sí que estuvieron en el lugar y el momento adecuados, cogiendo la antorcha del Grunge, coincidiendo ellos con la pasión de Kurt Cobain por The Beatles. Oasis eran los Gallagher y Paul Arthurs, Paul McGuigan y Tony McCarroll. Los integrantes de Oasis han sido siempre secundarios tras la omnipresencia de los Gallagher, los dos primeros aguantaron en la banda hasta 1999 y el tercero salió en 1995. Noel Gallagher era el responsable de la composición de las canciones mientras que a Liam le correspondía ser el frontman de la banda, siendo una de las imágenes más icónicas de la segunda mitad de los noventa su pose en el escenario. Fueron fichados por el sello independiente Creation de Allan McGee, lo que les vinculaba al movimiento alternativo, y en el mismo estaban The Boo Radleys, Primal Scream, Teenage Fanclub, etc. Otro elemento relevante fue la portada del disco, de indudable sabor británico, referencia beattleliana y con imágenes del futbolista Rodney Marsh del Manchester City, del no menos mítico George Best y de Burt Bacharach, toda una declaración de intenciones a mediados de los noventa el reivindicar a uno de los grandes compositores del Pop de todos los tiempos. La portada tiene un punto muy sesentero y eso enseguida también fue aprovechado para conectarlo con la herencia de la época dorada del Pop británico.

Definitely Maybe son once canciones que entran de un tirón, canciones rápidas basadas en el equilibrio entre la forma de cantar de Liam y el peso de unas guitarras eléctricas que marcan el sonido de la banda, Noel sabía lo que tenía que hacer. El comienzo es toda una declaración de intenciones, «Rock ‘n’ Roll Star» es una canción tremenda, uno de sus clásicos, no niegan ni tienen problemas en lo que quieren ser, van a vivir el momento, sin complejos. «Shakemaker» destaca por la forma de cantar de Liam y es una canción más contenida aunque luego va creciendo. Llega, para mí, una de las mejores canciones de Oasis, «Live Forever», aquí van a tirar de una épica que no está tan presente en su debut, y de nuevo dejan claras sus intenciones, contrastan estas letras con el Grunge y la angustia vital de Cobain y compañía. «Up in the Sky» también es una canción «marca de la casa», de nuevo con Liam destacado en su forma de cantar. Por su parte, en «Columbia» se adivina un toque psicodélico que, posteriormente, también explorarán de forma limitada, siendo una canción con un poso más oscuro. «Supersonic», como hemos dicho, fue su carta de presentación, Liam vuelve a cantar con ese tono «arrastrado» y las guitarras están perfectas.

«Bring It on Down» es una canción de las que menos visibilidad tuvo en su momento, pero con los años es de las mejores del disco, muy cañera. «Cigarrettes & Alcohol», Noel lo tenía claro, es otro de los temas destacados del disco desde sus comienzos, una canción que tiene un comienzo un poco diferente pero que, posteriormente, vuelve a la senda del sonido que estaban marcando. «Digsy’s Dinner» es la canción donde se ve mayor presencia de la influencia de The Beatles y «Slide Away» es otra de sus grandes canciones, incontestable en su épica y en el tono melódico. El cierre es una canción lenta y acústica, «Married with Children», que tiene una letra descarnadísima y durísima, un continuo reproche que lanza Noel.

Oasis se salieron con su debut, sobresaliente pero alzado hasta límites insospechados por la prensa musical británica que los convirtió en una reencarnación de The Beatles, siendo muy exagerados, pero que muy exagerados. Vendieron millones y millones de discos en todo el mundo y, claro, los Gallagher se vinieron muy arriba. La rivalidad con Blur se personificó en 1995 con su segundo trabajo, para mí su mejor trabajo que llegará a Los Restos del Concierto el año que viene, que fue una barbaridad todavía mayor. A partir de ahí, la historia es sabida, la carrera de los Gallagher en términos de calidad fue hacia abajo a una velocidad de crucero. Mantenían el capital simbólico de sus dos primeros discos pero Be Here Now (1997) mostraba que algo no funcionaba ya. Después, los Gallagher irían tomando más protagonismo por los conflictos entre ellos mientras iban sacando discos cada vez más intrascendentes, es difícil recordar sus canciones a partir de 1997, y lo he intentado con el recopilatorio Time Flies…1994-2009 de 2010. Sus carreras en solitario tampoco han sido especialmente relevantes. No parece que los Gallagher se vayan a juntar de nuevo y decir aquí que «cosas más raras se han visto» no funciona porque, al lado de lo de Liam y Noel, lo de The Eagles, Guns ‘N’ Roses, The Black Crowes con los Robinson o incluso The Kinks con los Davies, parecen cuestiones menores. Hay que disfrutar de los dos primeros discos de Oasis, dos grandes trabajos que marcaron una época, de una banda que se diluyó como un azucarillo.

 

 

 

 

Prince, «Originals»

Prince nos dejó hace ya más de tres años, un 21 de abril de 2016, dejando tras de sí una de las carreras musicales más apasionantes y fecundas de la historia del Pop. Prince llevaba desde finales de los setenta trabajando sin parar, era un destajista, y se había hecho imposible seguir la pista de sus lanzamientos que alcanzaron la cifra, atención, de treinta y nueve discos de estudio. Casi nada. Es cierto que el control de calidad era relativo, que muchos de estos discos pasaban desapercibidos, y que sus estrategias de relación con las discográficas y de lanzamientos estaban condicionadas por su experiencia emancipatoria de comienzos de los noventa. Cuando fallece un artista, siempre queda la ocasión de buscar en los archivos grabaciones que no vieron la luz en su tiempo y otros materiales. En el caso de Prince, se intuía que en Paisley Park tenía que contar con ingente material debido a su ritmo de trabajo. Sin embargo, desde su fallecimiento no han salido muchas novedades, lo que muestra también una contención y respeto a la hora de dar salida a su archivo, guardado en una cámara acorazada (The Vault). Si en 2018 salió Piano and a Microphone 1983, nueve demos que incluían versiones y temas propios al piano, en 2019 ha aparecido una joya como es el Originals que nos ocupa. Ojo, estamos ante un disco brutal, un disco que refleja el enorme talento y lo visionario que era Prince en esa década de los ochenta y primeros noventa del siglo pasado. Son demos de canciones que fueron interpretadas por otros artistas y bandas, la mayor parte mujeres y bajo el paraguas de Prince. Algunas ya eran muy conocidas, otras se quedaron en el olvido, y esta recuperación es muy pertinente, sin olvidar que Prince también produjo algunos de los discos en las que se encontraban. Además, es un trabajo de alto voltaje, Prince jugando con esa ambigüedad y provocación que tanto le gustaba.

«Sex Shooter» no deja lugar a la imaginación, es una canción muy del Prince de los ochenta que compuso para Apollonia 6, trío efímero que creó Prince, y en su interpretación juega con el falsete para una canción de claro contenido Funk. No para el ritmo con «Jungle Love», en este caso para The Time, grupo que también formó a comienzos de los ochenta, otra canción tremenda y claramente Funk con un bajo protagonista. «Manic Monday» es una de las canciones más conocidas del disco, fue un hit en manos de The Bangles, y aquí Prince se lanza a su lado más Pop en una interpretación no muy alejada de la The Bangles. «Noon Rendezvous» la escribió junto a Sheila E., percusionista y cantante, y aquí Prince tira de minimalismo, con la base del piano y basando la fuerza de la canción en una gran interpretación de Prince. «Make-Up» es otro ejemplo de la factoría Prince de la época, un sonido más electrónico en una canción que fue interpretado por Vanity 6, otro efímero trío femenino creado por Prince en la primera mitad de los ochenta. En cuanto a «100 MPH», de la banda Mazarati (formada por el bajista de The Revolution, Brownmark), tiene un comienzo épico de guitarras eléctricas para tomar el protagonismo un bajo muy Funk. Y, una de las canciones que se sale del tono del disco, y del tipo de intérpretes, es «You’re My Love» que fue grabada por Kenny Rogers, icono del Country. Aquí Prince se sale en una balada tremendamente «azucarada» en la que hace una interpretación soberbia.

El comienzo de la segunda parte del disco regresa a Sheila E. en una destacada «Holly Rock», exuberante y con un estribillo contagioso. «Baby, You’re a Trip» es una balada en la que Prince frasea y tira de falsete y que fue grabada por Jill Jones, otra cantante en la órbita de Paisley Park. En cuanto a «The Glamorous Life», tercera aportación de Sheila E., sigue la línea Funky aunque aquí incorpora un saxofón jazzístico al comienzo, pero es una canción que también refleja ese sonido de Prince en los ochenta. Sin duda alguna, una de las canciones que más destacan del disco es «Gigolos Get Lonely Too», de The Time, un medio tiempo elegante y muy sutil. Otro de los temas que se conocían era «Love…Thy Will Be Done» que compuso con Martika para su fallido segundo disco. Es una canción que recuerdo cuando salió en 1991, y que entonces me pareció maravillosa (creo que me compré incluso la casete). Si en la interpretación de Martika había una cierta ingenuidad, en la de Prince pesa una mayor sensualidad, clavando la canción. El Funk regresa con «Dear Michaelangelo», también de Sheila E., y que juega con el personaje de Miguel Ángel para una letra explícita. El disco se va cerrando con «Wouldn’t You Love To Love Me?» que grabó la cantante Taja Sevelle, aquí Prince sigue son el Funk y tira de falsete. El final es para «Nothing Compares 2 U», la canción que encumbró al estrellato a Sinéad O’Connor merced a la enorme potencia de la misma, su descarnada interpretación y un vídeo icónico con su rostro en primer plano. La canción ya había formado parte del disco homónimo de The Family en 1985, otro proyecto en la órbita de Prince. O’Connor llevó la canción a su terreno, el desgarro con la que la canta sobre una base instrumental más minimalista y desnuda, pero Prince (esta canción estaba ya en The Hits I en 1993), la lleva al terreno de la épica con una instrumentación orquestal y con una interpretación no menos destacada. Yo, de siempre me quedé con la versión de Prince.

Fantástico disco este Originals que no recoge, ni mucho menos, el trabajo de Prince como compositor para otros y también productor. Se quedan fuera canciones que hizo, o en las que participó, para Mavis Staples, Stevie Nicks, Chaka Khan, Madonna, No Doubt, Joe Cocker, Cindy Lauper, entre otras, aunque aquí no se sabe si existen demos con su interpretación. Lo que está claro es que ese The Vault tiene que guardar muchas cosas pero los responsables de su legado están haciendo una labor contenida y justa. Estaría bien una recopilación de la obra de Prince de 1995 a 2016, existe una extensa antología de 1995 a 2010 en versión digital, pero se echa en falta una en formato físico que ponga en valor ese periodo, caracterizado por la irregularidad aunque seguro que hay muchas canciones para recordar. Y es que Prince fue uno de los más grandes, un artista único.