Incombustibles después de más de treinta años de carrera James regresan con un nuevo disco tras cuatro años de silencio. Lejos quedan ya los noventa en que encadenaban éxitos como adelantados del desmantelado Brit-pop a pesar de lo cual mantienen intactas sus señas de identidad entre otras cosas porque su numerosa formación de siete miembros apenas ha sufrido variaciones importantes. Autodidactas desde sus inicios, sus nuevas canciones conservan la vitalidad que siempre les ha caracterizado aunque ya no obtengan la misma repercusión que en el pasado.
Lo cierto es que, superada la cincuentena por varios de sus componentes, en este disco siguen desprendiendo una enorme energía tanto la voz de Tim Booth como las interpretaciones del conjunto. Con mayor presencia de una electrónica cercana al dance en algunos de sus temas, la banda de Manchester le quita hierro a la muerte en este nuevo trabajo que se inicia con Mark Hunter al piano en Walk Like You antes de las variaciones finales de violín y la característica trompeta de Andy Diagram. Curse Curse es un bailable tema de dance pop de ritmo ascendente con curiosa mención a Messi y la Copa del Rey incluída. A continuación llega el primer sencillo, la enérgica y positiva Moving On que contiene varios de los rasgos que les han granjeado el éxito (magnífico vídeo, por cierto). La sencilla y animada canción de ruptura que le sigue, Gone Baby Gone, sigue con la positiva tónica general antes de que Frozen Britain airee con éxito la vertiente más rock de la banda. Interrogation se inicia tímidamente para crecer y ganar fuerza al ritmo de la batería. Bitter Virtue es la más pausada y casi acústica en toda su extensión. El piano abre los dos temas siguientes, las irregulares All In My Mind y Quicken The Dead aunque con bonitos estribillos antes de que All I´m Saying recupere la versión disco para poner el punto final.
Será difícil que James reediten los momentos álgidos de su carrera pero continúan componiendo con la calidad que siempre lo han hecho. Sobre todo la primera parte de La Petite Mort conserva la fuerza que siempre han desprendido sus sencillas canciones, temas animados y bailables con estribillos pegadizos y la enorme energía en la voz de un Booth por el que parecen no pasar los años.