«The Suburbs», Arcade Fire desde su barrio

Es difícil olvidar la impresión que supuso para muchos la primera escucha de «Funeral» hace alrededor de quince años. Yo recuerdo haber descubierto Wake Up en la apertura del concierto que U2 dieron en el estadio de Anoeta en 2005 y fui inmediatamente seducido por aquellos guitarrazos y aquellos coros; después escucharía el disco completo y mi admiración aumentaría. Desde entonces la banda liderada por Win Butler se ha ganado a pulso ser reconocida como una de las más importantes de las dos últimas décadas en base a cinco trabajos sin falla, de entre los cuales es difícil señalar el mejor. Si descartamos el efecto sorpresa del que solo dispuso el primero y que lo hace inigualable, cada cual podría contar con razones de peso para liderar esa miniclasificación; particularmente yo escogería «The Suburbs».

Inquietos y desmedidos en lo creativo, sorprendentes y generosos en lo comunicacional, el entonces septeto canadiense buscaría esta vez la inspiración en el barrio de Houston donde crecieron los hermanos Butler para, desde allí, reflexionar sobre temas como la juventud o la modernidad con una óptica folk, en una aproximación a las maneras springsteenianas (lo describirían ellos mismos como una mezcla entre Depeche Mode y Neil Young), no exenta de sus dramatismo y vigor habituales ni de menores toques electrónicos, que no llegaban a condicionar el cariz analógico general que buscaban en colaboración con su productor Markus Dravs. Dieciséis cortes, más de sesentaycuatro minutos de música, presentado con ocho portadas diferentes, y una promoción acompañada de un cortometraje firmado por Spike Jonze y un video interactivo en colaboración con Google daban fe de la ambición y generosidad a las que antes aludía para, allá por agosto de 2010, iniciar a lo grande su tercera aventura discográfica.

De inicio comedidos, tiraron de recuerdos en The Suburbs y los acompañaron de un ritmo insistente y poderoso cuadrado por el piano y la sección rítmica. Ready to Start es un pelotazo de mayor frialdad y dureza en el que teclados, guitarras y bajo marcan la pauta, y en Modern Man las cuerdas suenan graves, oscuras y ligeras. Rococo alcanza una intensidad máxima desde el inicio, reforzada con coros y sección de cuerdas, y en Empty Room, cantada por Regine Chassagne, suenan más duros y desenfrenados. City With No Children es de lo mejor del disco, con una estupenda guitarra omnipresente y profunda. Half Light I, también cantada por Regine, va sobrada de emoción y de una suavidad que despierta, y en Half Light II (No Celebration) asoma martilleante la electrónica para aportar su hondura sintética.

Sobre una preciosa y absorbente base de guitarra es transportada la estupenda Suburban War a la que sucede otro trallazo como Month of May, muestra de rock reverberante y tempestuoso. Recuperan la calma en Wasted Hours, pieza más acústica y folkie, antes de otra enorme Deep Blue que, abierta por el piano, va avanzando sobre emocionantes contrastes y cargándose de poder, y We Used to Wait, insistente sobre el piano y otros arreglos efectivos para desbocarse al final con brillantez. De la despedida se encargan la discordante y dramática pausa de Sprawl I y un nuevo asomo electrónico en Sprawl II que, como anticipando el tono de su siguiente disco, invita a moverse antes de completar el círculo con una breve y onírica continuación del tema de apertura.

Un año después de su lanzamiento podríamos escucharles defendiéndolo en un concierto muy especial, recogidos en la explanada del Museo Guggenheim de Bilbao, donde pudimos comprobar in situ los elogios que venían acaparando sus directos. Con solo tres discos ya acumulaban un puñado de himnos que para sí querrían otras bandas con mucho mayor recorrido, pero ni mucho menos se acomodarían en ellos y, tres años más tarde, se sacarían de la manga su mayor reinvención hasta el momento, un controvertido «Reflektor» que hemos ido apreciando con el tiempo a pesar de que en su día nos dejó precipitadamente fríos. Pero esa es otra historia y lo que ahora toca es celebrar el aniversario de este discazo que quizás no contenga hits de la talla de otros de sus trabajos pero está lleno de canciones enormes que en conjunto completan la que para muchos es su obra mayor.

Canciones para salvarte la vida y el relato generacional de Carlos Pérez de Ziriza

En uno de los capítulos finales de No olvides las canciones que te salvaron la vida. Una crónica generacional (Efe Eme) del periodista Carlos Pérez de Ziriza, el autor aborda el tema «Ready pa morir» de Yung Beef, uno de los máximos exponentes del Trap nacional, y uno no puede dejar de identificarse con sus reflexiones sobre el crecimiento de este estilo y la extrañeza que nos provoca a la gente que ya hemos entrado en una edad. Y es que Pérez de Ziriza ha construido, como bien dice el subtítulo de su libro, «Una crónica generacional». Obviamente, los dos autores de este Blog no podemos dejar de sentirnos identificados con la mayor parte de su libro ya que compartimos año de nacimiento y buena parte de las referencias que aparecen reflejadas. Nos podrán llamar nostálgicos, «viejunos» y cosas peores relacionadas con el revisionismo actual, incluidas acusaciones de anglofilia y todo lo vinculado con el «indie», aunque Pérez de Ziriza acierta en su desmitificación y en cómo era una tendencia en los noventa que no era para nada mayoritaria, pero esa es otra historia.

No olvides las canciones que te salvaron la vida está muy centrado en nuestras generaciones, aquellas que vivimos los últimos coletazos del Rock ‘N’ Roll en lo más alto. También aquellas que tuvieron en la esperanza de un futuro mejor un horizonte muy definido, aunque luego el castillo se vino abajo. Ahí también acierta Pérez de Ziriza, en esa contextualización desde finales de los ochenta hasta la actualidad, aunque las experiencias vitales puedan ser diferentes, pero es cierto que ciertos valores calaron en nuestras generaciones, sin olvidar esa década de los noventa que será fruto también de análisis y revisionismos en la dirección que se encuentra ahora los ochenta, tiempo al tiempo, y cuya segunda mitad da muchísimo juego.

Pero, volviendo a la música, Pérez de Ziriza insiste en el valor de la música, en la importancia de esa Banda Sonora que nos vamos construyendo y que nos define. No quiero imaginarme la cantidad de canciones que habrá dejado de lado en este proceso de creación de una obra en treinta capítulos, a canción por año, desde 1989 hasta 2018. Y claro, esos treinta años dan para todo: de la adolescencia a la juventud y a la edad adulta, de los estudios al mercado de trabajo, los enamoramientos y los desengaños, el matrimonio y la llegada de los hijos, la situación laboral, las noches de fiesta que parecían eternas, la amistad…en fin, que todo cabe ahí. Yo me iba haciendo mi propia lista de canciones en esos años y me costaba, me costaba, aunque lógicamente todas ellas forman parte de las que te salvaron la vida.

En cuanto a la lista, ya es una cuestión personal y de los gustos de cada uno pero, como decíamos, responde a muchos de los grandes nombres que sonaban a lo largo de estas tres décadas. Comienza con el «Debaser» de Pixies y termina con «¿Quién eres tú?» de La Habitación Roja, y van cayendo R.E.M., Teenage Fanclub, Los Planetas, Chucho, Primal Scream, Franz Ferdinand, Nick Cave & The Bad Seeds, Wilco, Richard Hawley, Arcade Fire, The National, León Benavente, entre otros. Puede sorprender ver el «Saturday Night» de Whigfield, justificado por su omnipresencia en aquel 1994, o la brutal «Crazy in Love» de Beyoncé, una canción tremenda, pero no hay muchas concesiones más fuera de un cierto canon. Me quedo con los capítulos dedicados a esos grupos y artistas que mejor representan una suerte de madurez, creo que aquí también hay un gran acierto del autor, con formaciones como The National, Wilco, La Habitación Roja, Richard Hawley, Arcade Fire o los propios Teenage Fanclub, seguramente uno de los mejores de todo el libro (junto con el de mis queridos Franz Ferdinand). Y es que, es la nostalgia la que nos mira aunque con una gran dignidad.

Muchas canciones que nos salvaron la vida, muchas más que tienen que hacerlo, y uno no puede dejar de poner esa sonrisa que se te queda cuando escuchas aquella canción de los noventa o de la primera década del siglo XXI, más de los noventa, y piensas ¡qué lejos! pero mereció la pena. Y nada mejor que escuchar una y otra vez a los fantásticos Teenage Fanclub, que insisto representan seguramente mejor que nadie el espíritu del libro. Haced la prueba, buscad esas canciones.

 

‘Neon Bible’ o cómo Arcade Fire pasaron la reválida del segundo disco

Quedan muy pocos días para que llegue el quinto disco de Arcade Fire, Everything Now, que ya ha contado con varios y suculentos adelantos. Parece que siguen en la senda de su antecesor Reflektor (2013), pero de eso ya tendremos tiempo de hablar. Seguro que también les caen tanto las valoraciones positivas por parte de la crítica como los palos de costumbre por representar la esencia de ese mundo ‘alternativo’ o ‘indie’ si esto tiene sentido hoy en día, que la verdad no lo sé, y se les acusará de grandilocuentes, ‘intelectualoides’ e impostados, entre otras cosas. A mí me gustan mucho Arcade Fire y, hasta la fecha, no tienen disco malo. Aprovechamos que su nuevo trabajo está ya casi aquí para recordar su segundo largo, el siempre complicado y muy difícil paso tras el éxito del primero, el soberbio Funeral (2004). De est disco ya hemos hablado en ocasiones anteriores y la formación canadiense había sorprendido con su épica, barroquismo, grandes canciones y el uso de violines, acordeones y percusiones que les dotaban de una personalidad propia. Y, claro, el siguiente paso era muy difícil. Win Butler, Régine Chassagne y compañía decidieron no salirse mucho del guión, épica y barroquismo a raudales, aunque con algunos pequeños matices. El resultado, un gran disco como Neon Bible (2007) que, si bien no alcanzaba la excelencia de Funeral, tampoco dejaba indiferente. Diez años ya del segundo trabajo de Arcade Fire, el complicado segundo disco.

‘Black Mirror’ marcaba el inicio, sin dejar de lado la épica pero también con un toque de oscuridad en su sonido, y de nuevo esas percusiones y el teclado que marcaban parte de sus señas de identidad. Pero el primer pelotazo llegaba con la maravillosa ‘Keep the Car Running’, un tema más optimista y animado que, obviamente, no dejaba de lado el carácter excesivo de la banda, pero una canción que se convirtió desde el minuto uno en uno de sus clásicos. ‘Neon Bible’ es un tema más corto, con un inicio como sincopado y lento pero que luego va cogiendo forma con la melodía y en el que destacarán las cuerdas. En ‘Intervention’ vuelven a llevar la grandilocuencia y el barroquismo al extremo en una canción fabulosa, ese órgano del inicio que marca el tempo, los coros de Chassagne, etc. Muy opresivo me resulta ‘Black Wave/Bad Vibrations’ (el título ya lo dice todo), un tema más complejo, con esos cambios de voces, esa percusión que también atosiga. ‘Ocean of Noise’ por su parte comienza de forma lenta para luego ir creciendo, Butler se muestra susurrante, pero al final gana en intensidad y esas trompetas fronterizas son fantásticas para un final que es de lo mejor de la canción.

‘The Well and the Lighthouse’ tiene un punto más rockero pero el bajo también suena más ochentero, destacando como se combinan las voces y de nuevo esa épica que no falte. ‘(Antichrist Television Blues)’ es más del Rock norteamericano, al que luego abrazarían en mayor medida en The Suburbs (2010), obviamente pasado por el filtro de Arcade Fire, pero siendo una canción en donde se observa un tono más crepuscular. ‘Windowsill’ es un tema de comienzo lento de nuevo que luego va creciendo y que se convierte en una preciosa canción. Pero uno de los momentos determinantes del disco llega con la canción que seguramente mejor define a Arcade Fire, o al menos su primera etapa, la imbatible ‘No Cars Go’, que ya había aparecido en su EP de debut en 2003. Recuperar ‘No Cars Go’ fue un gran acierto, un tema que te lleva con esos violines nerviosos y acelerados, esos gritos del estribillo, esas percusiones, lo tiene todo. El final del disco es para un retorno a la oscuridad, suponiendo un gran contraste con la vital ‘No Cars Go’, con ‘My Body Is a Cage’, una primera parte más vital y de lamento, como de un Blues desnudo por parte de Butler, para pasar en la segunda parte del tema a otra parte todavía más angustiosa con un órgano predominante y una percusión como de marcha fúnebre. Un cierre que no te deja indiferente y que muestra hasta dónde estaban dispuestos a llegar.

El 28 de julio llegará el quinto disco de Arcade Fire, Everything Now, y estamos deseando escucharlo. Una de las bandas más importantes de panorama musical en la actualidad, a pesar de sus detractores, una banda que ha sabido permanecer fiel a su estilo a pesar de los giros que van dando y que, hasta la fecha, les han salido bien.