La historia de «la Reina del Soul» o la biografía desautorizada de Aretha Franklin

Mientras devoraba Aretha Franklin. Apología y martirologio de la Reina del Soul. Del escriba de sus memorias. La biografía desautorizada (Libros del Kultrum) de David Ritz, hubo un momento en el que conecté este libro con el imprescindible Shakey. La biografía de Neil Young (Contra, 2014) de Jimmy McDonough. En aquel libro, inmenso, acababas hasta arriba de Young, un tipo insufrible y te ponías en la piel de un McDonough que se las vio y deseó para terminar la obra. Vale, la genialidad, el endiosamiento, el egoísmo, etc. El caso es que Aretha Franklin no llega al extremo de lo que me provocó Young, pero menudo carácter…Vayamos por partes, David Ritz es un reputado periodista y escritor que se ha encargado de las biografías de icónicas figuras de la música, muchas de ellas del Soul como Ray Charles, Marvin Gaye, Etta James o Smokey Robinson, entre otras. Ritz se había hecho cargo de las memorias de Franklin con el desapercibido Aretha: From These Roots, publicado en 1999 y que se le quedó huérfano por el control excesivo de una Aretha Franklin que, como Young, no lo puso fácil y se lo tomó con calma. Ese férreo control de su imagen sería una constante en la vida de una de las más grandes artistas de la música popular, fallecida en 2017. Ritz, por lo tanto, decidió que tenía que contar la realidad y no una visión tan hagiográfica como le salió el encargo oficial. Desde un profundo respeto y admiración, Ritz traza un recorrido por la vida de Aretha Franklin, analizando los orígenes de una carrera enfocada hacia el éxito y la trascendencia desde el minuto uno, cuando se descubre el inmenso talento que atesoraba aquella niña que ya asombraba en la iglesia y en el circuito del Góspel de la mano de su padre, el reconocido reverendo C.L. Franklin, figura icónica del movimiento de los derechos civiles.

Contar la historia de Franklin es entrar en ese paso de la música sagrada a la profana, tantas veces transitado y tan interconectado. Descubrir cómo no funciona en Columbia y cómo arrasa en Atlantic, cuando encadena a finales de los sesenta y principios de los setenta toda una lista de canciones que cualquiera puede enumerar porque forman parte del imaginario colectivo. De cómo su carrera va decayendo durante el resto de los setenta; de la comercialidad y el éxito de nuevo, aunque a otro nivel, con Arista, en los ochenta. Y de su deriva desde la década de los noventa hasta el final de su carrera, aunque ciertamente Aretha no paró.

Ritz da la voz a numerosos protagonistas de la vida de Franklin, destacando la presencia de sus hermanos/as, son imprescindibles los testimonios de Erma y Carolyn, también talentosas pero eclipsadas por la superlativa Aretha, y Cecil que funcionó como un sustituto de su padre. También aparece su hermanastro Vaughn, aunque en mucha menor medida. Su representante durante décadas, Ruth Bowen, también aporta numerosas reflexiones, así como el imprescindible Jerry Wexler, el hombre que le llevó a Atlantic y productor de aquella lista tan imbatible de canciones. Aparecen muchas más voces, pero estos son los protagonistas, junto con los testimonios de Aretha que quedan en un segundo plano, funcionando como anotaciones y contrapuntos mientras se va contando su historia.

Las inseguridades de una estrella tan enorme, marcada por el abandono de su madre cuando era una niña, y por su fallecimiento lo que le lleva a buscar referentes maternos continuamente, y por la dependencia de una figura como su padre, serán determinantes en su evolución. Procedente de una familia de clase media-alta, con unas conexiones con los protagonistas más destacados de su entorno en esas décadas, aparecen sus embarazos del inicio de su adolescencia. A lo largo de las páginas, vamos descubriendo cómo la niña tímida e insegura, que se suelta con fuerza cantando y al piano, se va convirtiendo en una persona que lucha contra sus inseguridades a través de un férreo control y de la negación de la realidad. Franklin aparece en no pocas ocasiones como una persona caprichosa e insufrible para la gente que le rodea, capaz de dejar de hablar a sus hermanos y a cualquiera ante cualquier cosa que no le guste o le contradiga. Además, su vida sentimental es un desastre, fruto de sus inseguridades. Por otra parte, también aparece una necesidad de presentar una imagen positiva a más no poder de sí misma, además de controlar todo lo que sale de ella en los medios de comunicación. Y, para finalizar, las decisiones sobre su carrera, que se tornan en no pocas ocasiones como perjudiciales, obsesionada por el éxito y por no quedarse atrás ante las artistas que amenazan su trono. Que se lo pregunten a Dionne Warwick, Anita Baker, Roberta Flack, Natalie Cole o Whitney Houston y al resto. Además, el papel de Clive Davis, que la llevó a Arista y relanzó su carrera en los ochenta, también es ambiguo por esa búsqueda incesante de hits. Entre los momentos más tremendos, la fobia a volar y sus consecuencias en su carrera; el desorden organizativo y la incapacidad de llevar la gestión de sus cuentas; una cierta avaricia con el tema de las honorarios; y el hecho de llevar siempre el bolso consigo, incluso a la hora de actuar, no salía sin el mismo, y es que llevaba efectivo. Y, todo ello, con un divismo brutal.

Pero, por el otro lado, emerge esa gran figura de un talento natural y descomunal. Una trabajadora infatigable y destajista, una persona estudiosa que demostraba esa capacidad. No hay que descubrir nada más que no se sepa en ese sentido. Su voz, su forma de tocar el piano, su compositora de grandes canciones pero, también, se capaz de hacer suyas las de los demás hasta el punto de ya, ineludiblemente, ser de ella. Su forma de transitar del R&B al Soul, del Góspel al Jazz, e incluso meterse en el Hip Hop y en el Rock. Y también una generosidad que le hacía volcarse con las más diversas causas, tanto las más conocidas como anónimamente ayudando a gente. En fin, una artista sin parangón, una vida tremenda.

La dificultad para elegir una canción de Aretha Franklin: «30 Greatest Hits»

Finalmente, la llama de Aretha Franklin se apagó el 16 de agosto a los 76 años, tras varios días en el que se venía anunciando el terrible desenlace tras la lucha contra una dura enfermedad. Ya a comienzos del año pasado, la gran Aretha se había retirado de los escenarios y, en los últimos años, los rumores sobre su salud, no habían cesado. Pero Aretha Franklin no había parado de dar conciertos, llevando su leyenda a los escenarios. Cuesta mucho decir adiós a uno de los grandes iconos de la música popular, una de las grandes imágenes de la misma en la segunda mitad del siglo XX, una figura incontestable. Icono del Soul clásico de los sesenta, se elevaba por encima del resto y eso que la competencia era feroz. Aretha, nacida Memphis (Tennessee) en 1942, venía del mundo del Góspel, como tanta gente del Soul que daría el paso a la música profana. Cimentó su carrera en los sesenta y primeros setenta, siendo sus primeros pasos en Columbia, aunque su éxito llegaría a partir de la segunda mitad de los sesenta cuando fichó por Atlantic Records de Ahmet Ertegün y bajo la producción de Jerry Wexler en buena parte de sus trabajos para el sello, aunque también ejercieron esa labor Quincy Jones o Curtis Mayfield, entre otros, así como la propia Aretha. Fueron unos años frenéticos, en los que enlazó hit tras hit a la par que superaba el Soul y se convertía en una artista global. En 1980 deja Atlantic y ficha por Arista, y a partir de entonces su carrera deriva en otra dirección, dedicada a explotar su cancionero y a ir basándose en colaboraciones, parte de ellas cuestionables. Sin embargo, la figura de Aretha Franklin era incuestionable, no tenía nada que demostrar a esas alturas, reconocida como «Reina del Soul» y con sus canciones sonando durante décadas.

A la hora de rendir homenaje a Aretha Franklin, hemos elegido recordar un recopilatorio que a mí, personalmente, me fascina desde hace más de dos décadas, el que recoge lo mejor de su producción en Atlantic Records: 30 Greatest Hits (1985). Obviamente, su obra en Atlantic es mucho más amplia y daría para centenares de páginas, no así la de Arista. De hecho, no fue mi primer recopilatorio de Aretha, en 1994 me regalaron Greatest Hits 1980-1994 (1994), que recogía lo mejor de su producción hasta ese momento en Arista y, no hay color, sin apenas canciones escritas por Franklin, a diferencia de la época de Atlantic. Hay muchos recopilatorios de Aretha Franklin, incluso alguno recoge las dos etapas, pero este 30 Greatest Hits no te da descanso ni respiro a través de un doble CD que incluso te descubre otros temas fascinantes más allá de la larga lista de hits con los que cuenta. Otra de las ventajas de este disco es que va en orden cronológico, cubriendo de 1967 a 1974, lo que muestra que en esos años Aretha Franklin se salió a través de canciones propias, temas que otros le escribieron y que Aretha haría suyos, y con versiones fantásticas a las que les daba su toque particular para llevarlas a su terreno.

Será la segunda mitad de la década de los sesenta cuando entregue sus canciones más inmortales. Allí estará su primer gran éxito, «I Never Loved a Man (The Way I Love You)», que en parte marca el canon de sus temas; su reivindicativa «Respect», que la hace suya por encima de la original de todo un Otis Redding; la emocionante «Do Right Woman, Do Right Man»; «(You Make Me Feel Like) A Natural Woman», otro tema canónico de su cancionero compuesto por Carole King y Gerry Goffin; la fantástica y animada «Chain of Fools»; el mítico «Think» elevado a otra categoría junto a The Blues Brothers»; y «I Say a Little Prayer», el tema de Bart Bacharach y Hal David para Dionne Warwick, apropiándosela un año después Aretha con ese tono melancólico y esa explosión final. Pero hay más, en «Dr. Feelgood» apunta un tono Blues; en «Save Me» los vientos le dan la réplica; la tremenda «Baby, I Love You»; la explosión Soul de «Since You’ve Been Gone»; la elegantísima «Ain»t no Way» y su forma de cantarla; la increíble «The House That Jack Built», un tema también muy de la época, un Soul muy urbano; por su parte, «See Saw» y el medio tiempo de «Share Your Love With Me», no se quedan atrás. Y, para ir cerrando este primer disco del recopilatorio, las versiones de «The Weight» de The Band, a la que le da la vuelta con ese toque Soul y con un punto de Blues, y de «Eleanor Rigby» de The Beatles, acelerándola e insuflándole más energía.

El segundo disco no tiene tantísimas canciones conocidas pero no se queda atrás en calidad, al contrario, hace más de dos décadas supuso para mí un descubrimiento muchas de ellas. Comenzando con la fascinante «Rock Steady», un tema que compuso la propia Franklin y que en 1971 incorporaba sonidos del Funk. Pero hay un grupo de temas que me emocionan muchísimo como son «Call Me», imbatible, compuesta por Franklin; la tremenda delicadeza con su interpretación de «Oh Me Oh My (I’m a Fool for You Baby)» y cómo va ascendiendo la canción con esas cuerdas; la juguetona «Day Dreaming», también de ella y donde hay claras influencias de la Bossa Nova; «Wholly Holly» es un tema de todo un Marvin Gaye que te deja sin respiración y que aparece en directo; y qué decir de «Angel», una joya en una de esas interpretaciones también de locura. Además, aparece su interpretación del «Until You Come Back to Me», un tema original de Stevie Wonder, y también en «I’m in Love» de Bobby Womack, cuya primera versión fue de Wilson Picket. Aquí también aparecen el «Spanish Harlem» de Jerry Leiber y Phil Spector, otro de sus grandes temas, así como la muy espiritual «Spirit in the Dark»; «Don’t Play That Song» el que de nuevo sobresale su voz; la adaptación a los tiempos también se observa en «You Are All I Need to Get By»; y no hay que olvidar la versión de «Bridge over Trouble Water» de Simon & Garfunkel, a la que le otorga una carga más espiritual.

En fin, que te dan ganas de ir corriendo a por los discos de Aretha Franklin en Atlantic Records, cuando se ganó con justicia el reconocimiento de «Lady Soul». Siempre se recordará a Aretha Franklin por su prodigiosa voz, sus canciones e interpretaciones, y sus reivindicaciones por los derechos civiles y de la mujer. Nos despedimos de un icono de la música popular, alguien que deja un espacio que será difícil de ocupar.