Blake Mills, «Mutable Set»

Convertido en uno de los productores más reputados y renovadores de la última música americana de inspiración tradicional, el aún joven Blake Mills no renuncia a su carrera en solitario y la afianza con un fantástico cuarto disco en el que parecen venir a desembocar sus anteriores peripecias sonoras. Si en sus dos primeros trabajos se decantaba por la tradición de la que proviene y en el tercero por una concepción más ambiental, en este último lo hace por una entrega intermedia, igualmente sugerente e íntima, pero con la trascendental aportación de la particular modulación de su voz (apenas por encima del susurro) y unas letras reflexivas y críticas con la deriva de la modernidad.

Este guitarrista que formara parte de los seminales Dawes, se alía (y se nota) en esta ocasión con Cass McCombs para componer cinco de estas once piezas delicadas y excitantes que combinan el folk con el jazz, con elementos latinos e incluso étnicos, sin renunciar a discretas aportaciones sintéticas. Grabado en los estudios Sound City de Los Angeles, prescinde de las percusiones casi en su totalidad y se acompaña de intérpretes como Sam Gendel al saxofón o de los arreglos de cuerdas de Rob Moose, entre otros, para completar una atmósfera sonora única y relajante.

A la primera canción le cuesta dos minutos arrancar, cuando aparecen las guitarras en la cálida y preciosa Never Forever. En la también bella May Later aportan profundidad los primeros teclados y arreglos de cuerda y la breve Eat My Dust se sustenta en unas guitarras más complejas. En Money Is the One True God gana protagonismo el piano, desde el que va creciendo con sencillez la intensidad, y Summer All Over es un melódico y maravilloso alegato ecologista también a partir del piano. Vanishing Twin, el que fuera primer sencillo, es una excepción en el conjunto que contiene discretos elementos tecnológicos y percusión, y My Dear One combina los sintetizadores con las cuerdas. Farsickness bebe del jazz antes de la instrumental Mirror Box, amena interpretación de guitarra acompañada de saxofón. El cierre lo ponen el bolero Window Facing a Window, compuesto junto a Armando Manzanero, y una última y breve pieza al piano, Off Grid.

Gran disco con el que sorprende este solicitado productor de relevantes trabajos para Alabama Shakes, Laura Marling o Fiona Apple entre otros (también reciente colaborador en lo último de Bob Dylan), que con apenas treintaytrés años ya acumula un currículum admirable, y que confiamos no descuide una inquieta y original trayectoria en solitario que con este disco ha alcanzado su máximo nivel.

Cass McCombs, «Tip of the Sphere»

No es una música especialmente inmediata ni variada la de este californiano, tampoco resulta demasiado contagiosa ni enérgica como ya apuntamos en reseñas de sus anteriores discos, sin embargo tiene algo que te atrapa con las paulatinas escuchas en que se va descubriendo hasta conquistarte con placeres estructurados que insisten contra lo que en principio pueda escapar a la evidencia. Con su particular sello sigue acumulando excelentes discos, desde aquella séptima referencia («Big Wheel and Others») con la que definitivamente nos sumó para su causa, hasta este nuevo trabajo que extiende la estela del más cercano «Mangy Love» con el que tanto disfrutamos.

Encuadrado en la abultada nómina de autores folk norteamericanos, sin duda es uno de los más personales y abiertos a otras influencias (mayormente tradicionales como el jazz o la psicodelia), además de un virtuoso de las guitarras con las que sostiene brillantes bases y atmósferas inconfundibles. En este nuevo trabajo vuelve a mostrarse especialmente acertado en el uso de estas, además de otros recursos que en ningún momento le apartan de la dirección que tantos años lleva siguiendo.

I Followed the South to What supone un inicio largo (más de siete minutos) e hipnotizante que empieza a ganar la atención para las guitarras y la omnipresente sección rítmica. Con The Great Pixley Train Robbery introduce con contundencia la esencia rock de su país antes de mostrarse oscuro y suave en una Estrella (con sorprendente homenaje a Juan Gabriel) en la que vuelve a destacar la fluidez de las guitarras. Un piano de salón anima el conjunto en Absentee en un tramo del disco en el que, junto a la percusión exótica de la bella Real Life, predomina la calma. La más melódica Sleeping Volcanoes crea una fantástica atmósfera con guitarras que van ascendiendo a las órdenes del bajo y Sidewalk Bop After Suicide suena profunda a partir de las cuerdas y teclados. El sabor del pedal steel fluye con suavidad en Prayer for Another Day antes de las novedosas programaciones rítmicas de la sencilla American Canyon Sutra. Más instrumentada y con una apreciable suavidad vocal, también destaca Tying Up Loose Ends antes de concluir con los diez brillantes minutos de la poderosa evocación sonora que supone Rounder.

No indicado para quienes gusten de emociones automáticas pero si para aquellos que sepan gozar de los provechosos frutos del reposo, con este «Tip of the Sphere» McCombs insiste en una mezcolanza de estilos que, con la irrenunciable sazón norteamericana, contentará una vez más a sus fieles y continúa su acercamiento a un sonido menos austero en el que las guitarras vuelven a ser protagonistas de las piezas más destacadas.