Perfume Genius, «Set My Heart on Fire Immediately»

Perfume Genius es el nombre artístico de Michael Alden Hadreas, artista de Pop norteamericano que ha logrado con sus discos una importante valoración por parte de la crítica. En una década son cinco trabajos, comenzando a tener más repercusión con Too Bright (2014) y No Shape (2017). Con unas letras muy reivindicativas desde el punto de vista LGTBI, Perfume Genius se había caracterizado por un sonido barroco y ambiental. Sin embargo, para su nuevo disco, Set My Heart on Fire Immediately, ha introducido una serie de giros más Pop y con un tono más luminoso que también ha indicado en las entrevistas sobre el disco, aunque siguen estando presentes esas canciones más atmosféricas. Producido de nuevo por el omnipresente Blake Mills, Perfume Genius se va de Roy Orbison a los ochenta con la presencia de teclados propios de esa década, y reconoce que una de sus influencias en el disco ha sido ¡Enya! En el disco colaboran los baterías Tom Chamberlain (Bob Dylan, Bruce Springsteen, Tori Amos, etc.) y Jim Keltner (Bob Dylan, Neil Diamond, Eric Clapton, John Lennon, etc.), el bajista Pino Palladio (The Who, Don Henley, etc.), o una de las grandes sensaciones de la temporada como es Phoebe Bridgers, aunque su participación es reducida.

El disco lo inicia con la clasicista «Whole Life», melancolía al estilo Orbison y con un Hadreas cantando de forma sublime. Le sigue la más indie y guitarrera «Describe», con su voz en un segundo plano y un tanto apagada como efecto de la producción. En «Whitout You» se quita de trascendencia en un Pop más juguetón y con «Jason» utiliza el falsete para una canción un tanto barroca. Más ambiental resulta «Leave», donde va cambiando el tono de su voz. Y sorprende una impactante «On the Floor», una recuperación del Pop ochentero de sintetizadores con la que te acaba por conquistar. Y en «Your Body Changes Everything» retorna a sonidos más oscuros, combinando la percusión con los vientos.

La segunda parte comienza con una más experimental «Moonbend», donde canta de nuevo en falsete, hay ecos de guitarra española y que es compuesta junto a Mills. «Just a Touch» retoma el clasicismo tomando el testigo de un Rufus Wainwright y «Nothing at All» deslumbra con un sonido más electrónico al comienzo para hacerse más contundente en su desarrollo. «One More Try» nos devuelve la sombra de un Orbison crepuscular y actualizado en otra gran canción ambiental. El disco se cierra con dos canciones como «Some Dream», comienza de nuevo de forma suave y atmosférica para ir creciendo con la guitarra eléctrica y el piano, ganando con las escuchas, y con «Borrowed Light», esta sí que claramente ambiental.

Gran disco de Perfume Genius que será, seguramente, uno de los grandes protagonistas del año, alcanzando la cima de las listas en las valoraciones al final del mismo. A mí me ha parecido una maravilla, un disco homogéneo y coherente, con contrastes, y con una voz sublime como es la de Michael Alden Hadreas.

Blake Mills, «Mutable Set»

Convertido en uno de los productores más reputados y renovadores de la última música americana de inspiración tradicional, el aún joven Blake Mills no renuncia a su carrera en solitario y la afianza con un fantástico cuarto disco en el que parecen venir a desembocar sus anteriores peripecias sonoras. Si en sus dos primeros trabajos se decantaba por la tradición de la que proviene y en el tercero por una concepción más ambiental, en este último lo hace por una entrega intermedia, igualmente sugerente e íntima, pero con la trascendental aportación de la particular modulación de su voz (apenas por encima del susurro) y unas letras reflexivas y críticas con la deriva de la modernidad.

Este guitarrista que formara parte de los seminales Dawes, se alía (y se nota) en esta ocasión con Cass McCombs para componer cinco de estas once piezas delicadas y excitantes que combinan el folk con el jazz, con elementos latinos e incluso étnicos, sin renunciar a discretas aportaciones sintéticas. Grabado en los estudios Sound City de Los Angeles, prescinde de las percusiones casi en su totalidad y se acompaña de intérpretes como Sam Gendel al saxofón o de los arreglos de cuerdas de Rob Moose, entre otros, para completar una atmósfera sonora única y relajante.

A la primera canción le cuesta dos minutos arrancar, cuando aparecen las guitarras en la cálida y preciosa Never Forever. En la también bella May Later aportan profundidad los primeros teclados y arreglos de cuerda y la breve Eat My Dust se sustenta en unas guitarras más complejas. En Money Is the One True God gana protagonismo el piano, desde el que va creciendo con sencillez la intensidad, y Summer All Over es un melódico y maravilloso alegato ecologista también a partir del piano. Vanishing Twin, el que fuera primer sencillo, es una excepción en el conjunto que contiene discretos elementos tecnológicos y percusión, y My Dear One combina los sintetizadores con las cuerdas. Farsickness bebe del jazz antes de la instrumental Mirror Box, amena interpretación de guitarra acompañada de saxofón. El cierre lo ponen el bolero Window Facing a Window, compuesto junto a Armando Manzanero, y una última y breve pieza al piano, Off Grid.

Gran disco con el que sorprende este solicitado productor de relevantes trabajos para Alabama Shakes, Laura Marling o Fiona Apple entre otros (también reciente colaborador en lo último de Bob Dylan), que con apenas treintaytrés años ya acumula un currículum admirable, y que confiamos no descuide una inquieta y original trayectoria en solitario que con este disco ha alcanzado su máximo nivel.

A (solo) diez años del debut de Dawes

Jóvenes aunque no absolutamente nuevos en el negocio, el debut del cuarteto californiano cumple diez productivos años en los que han tenido tiempo de editar hasta seis discos de estudio. Provenían de Simon Dawes, efímera banda formada en Malibu por dos futuras luminarias de la nueva música estadounidense como Taylor Goldsmith y su amigo del instituto Blake Mills, que solo editaría un disco antes de disolverse en 2007. Al bajista Wylie Gelber, ya componente de esa banda seminal, se unirían Griffin Goldsmith (hermano menor de Taylor) a la batería y el teclista Tay Strathairn (único instrumento que ha ido variando de titular en estos años) cuando, tras el abandono de Mills para dedicarse a producir y componer en solitario, pasaron a denominarse Dawes (segundo nombre de Taylor Goldsmith, al igual que Simon lo era de Blake Mills) a secas.

Dados sus orígenes de la costa californiana a nadie puede extrañar su deuda con el hervidero de talento musical que fue el barrio de Laurel Canyon en el Los Angeles de los sesenta y setenta (Jackson Browne, Joni Mitchell, The Mamas & the Papas, The Byrds…), así como con otros clásicos de la música norteamericana como Neil Young, Gram Parsons o The Band. También por la influencia de su productor Jonathan Wilson en cuyo estudio, localizado en dichas colinas de Hollywood, hicieron sus primeras sesiones y en el cual crearon la añeja atmósfera sonora de este «North Hills» con el que debutaban hace exactamente diez años.

Puede que no sea su mejor disco, ni el que les proporcionó el reconocimiento general que más bien recabarían con los dos o tres siguientes, pero se trata de un trabajo delicioso que sentó las bases de los que serían sus mejores años. Y puede que a veces peque de una excesiva calma que se ve agravada por la extensión de sus canciones, pero sin duda contiene varias composiciones excelentes que han quedado sólidamente grabadas en el imaginario de sus seguidores.

Grabado a modo de sesión conjunta y en analógico en los estudios antes citados, y asistidos por el virtuoso multiinstrumentista Pat Sansone (Wilco), las canciones son largas en parte por sus copiosas letras como también por algunos extensos y fantásticos pasajes instrumentales. Se abre con las reminiscencias soul de That Western Skyline, que introduce los teclados y coros que caracterizan algunas de las canciones, y continúa con la delicadeza algo más ligera de Love Is All I Am, regida por el bajo y con más melodía. En When You Call My Name conceden el protagonismo a las guitarras y suena más rítmica y Give Me Time es una bella e íntima muestra de sensibilidad vocal y folk ascendente.

En When My Time Comes elevan comedidamente la rabia vocal y emparejan la sección rítmica y las guitarras para certificar uno de los puntos álgidos del álbum. Le siguen la también soulera y muestra de clasicismo al piano que es God Rest My Soul y la virtuosa mesura y austeridad de la más desnuda Bedside Manner. My Girl To Me cuenta con la bonita conjunción de una original línea de bajo y una guitarra bluesera y la sencilla Take Me Out Of the City peca algo de laxitud a pesar de sus bonitos juegos de voces. También lenta, aunque algo más sonora, If You Let Me Be Your Anchor avanza el emocionante cierre de Peace In the Valley y su sugerente culminación instrumental.

Fundamental en su discografía, con este disco abrían una prometedora carrera que ha ido añadiendo en los siguientes años hasta cinco referencias en las que han ganado contundencia e inmediatez y que también contiene vaivenes y experimentos de desigual resultado. Capacitados de sobra para la excelencia, como bien han demostrado en la mayoría de sus trabajos, quizá en los dos últimos no hayan andado sobrados de inspiración (no tanto en «We’re All Gonna Die» de 2016 como en «Passwords» de 2018), pero sigue siendo una gozada recuperar discos como este y sus sucesores con los que se han ganado el reconocimiento de la escena del folk-rock norteamericano actual y que esperamos aún deparen grandes momentos.