«Everything Must Go» o cómo superar la tragedia de Manic Street Preachers

De Manic Street Preachers escribimos mucho en Los Restos del Concierto porque nos parecen una banda capital. Los galeses no nos entraron en su día a la primera. Como hemos comentado en no pocas ocasiones, en todo momento hay elecciones y selecciones, no se llega a todo, priorizas unos u otros. Manic Street Preachers eran tremendos desde el comienzo de su carrera pero nos los hemos estudiado en la última década y media, recuperando parte de sus trabajos anteriores. Marcados por la desaparición de Richey Edwards a comienzos del año 1995, los Manic Street Preachers supieron seguir adelante con su disco más reconocidoEverything Must Go de 1996. Veinticinco años ya de un trabajo en el que James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore se lanzaron a una épica rockera y orquestal con hits inmensos. Un trabajo que no se podía categorizar en la corriente de la época, el BritPop, como también fue difícil hacerlo a comienzos de los noventa en el Grunge y similares. Para entonces, los Manic Street Preachers habían pasado por tres discos, debutando con el icónico Generation Terrorists (1992), con las letras en todos los discos de Wire y Edwards. Este último, como recordará mucha gente, era el integrante de la banda que hacía gala de mayor actitud, ahí están las autolesiones y demás. Su desaparición supuso un duro golpe pero el resto de la formación siguió adelante. Su siguiente disco, el que nos ocupa, Everything Must Go, traducido como «Todo debe irse», implicó un avance hacia un sonido más épico, con esas guitarras y cuerdas expansivas, un sonido que también les permitía una mayor accesibilidad pública, y se notó con un disco que supuso su mayor hito comercial hasta el momento.

Comienzan con «Elvis Impersonator: Blackpool Pier», una canción también con letra de Edwards que comienza con un tono acústico pero que luego va hacia la épica Pop Rock que será la marca del disco. «A Design for Life» es su gran clásico, sonó por todo los sitios y tiene esa épica que se ajusta a su compromiso político, haciendo referencia a la lucha de clases y a la identidad de la clase trabajadora. Impecable y emocionante. De Edwards es la letra de «Kevin Carter», una canción que, sin salirse de la pauta, tiene un tono más melancólico y que se cuenta con la incorporación de la trompeta como un elemento destacado. «Enola/Alone» es más guitarrera aunque no deja de lado el tono melódico del disco. «Everything Must Go» es otra de las cimas del disco, de nuevo con esa épica y aquí con unas cuerdas todavía más protagonistas. «Small Black Flowers That Grown in the Sky», otra letra de Edwards es más pausada, yéndose hacia la parte del Pop más barroco, con esa arpa que marca el tono del tema.

La segunda parte retorna al tono del disco con «The Girl that Wanted to Be God», de nuevo épica apoyada en las cuerdas y canción creciente con letra de Wire y Edwards. «Removables», última con la letra de Edwards, es una canción de un Pop Rock más convencional mientras que «Australia» es otra de las grandes canciones del disco, más luminoso y también expansivo. «Interiors (Song for Willem de Kooning)» parece que va a contar con una mayor presencia de las guitarras eléctricas pero luego vuelven a la épica e incluso apuntan hacia sonidos más melódicos. «Further Away» es más orgánica, directa y contundente, están más presentes las guitarras y la urgencia, como reminiscencias del pasado Punk. Y cierran con una intensa «No Surface for All Feeling», épica y con un estribillo fantástico, con una riff final de guitarra que supone un colofón a un disco enorme.

Como decíamos, este disco supuso un punto de inflexión en todos los sentidos en la carrera de los galeses. Seguramente, muchas personas prefieran los tres primeros discos, donde ya estaban las bases de lo que vendría a partir de este momento. Para mí, este cuarto disco de Manic Street Preachers es uno de los grandes discos de los noventa, un trabajo que veinticinco años más tarde suena más urgente si cabe, no habiendo perdido nada de vigencia. Esperemos que vuelvan pronto con nuevo disco, y eso que el año pasado tuvimos el homenaje de James Dean Bradfield a Víctor Jara en Even in Exile

James Dean Bradfield, «Even in Exile»

Que Manic Street Preachers es una de las bandas de Rock más consolidadas de las últimas tres décadas no ofrece ninguna duda. Que es una de las más comprometidas social y políticamente, también. Llevan los galeses una etapa final que es fascinante y que aquí estamos siguiendo sin falta. Desde el inmenso y melancólico Rewind the Film (2013), para mí el mejor, hasta el notable Resistance Is Futile (2018), pasando por el más experimental Futurology (2014), también excelente. También hemos tenido tiempo para dedicar un artículo a Postcards from a Young Man (2010). Y, en estos momentos, llega el segundo disco en solitario de su cantante y guitarrista, James Dean Bradfield bajo el título Even in Exile, el primero es de 2006 y su título fue The Great Western. Bradfield hace un paréntesis en su trayectoria con Nicky Wire y Sean Moore y se lanza a un homenaje a toda regla al mítico cantautor chileno Víctor Jara a través de un disco conceptual basado en su vida y obra. Para este trabajo, Bradfield ha contado con las letras del poeta y escritor Patrick Jones, hermano mayor de Nicky Wire. Bradfield ha tocado todos los instrumentos, exceptuando la batería, a cargo de Richard Beak. Nos encontramos ante un disco emocionante y épico, en la línea de los Manic Street Preachers más melódicos. Bradfield no canta en español, alguna palabra aparece, y solo hace una versión de un tema de Jara, «La partida», que lleva a su terreno. Es un gran disco, que no deja indiferente y que transmite mucha emoción, como hemos señalado.

Ya el comienzo es brutal, «Recuerda» se inicia suave, casi como en un tono más íntimo, pero luego sube con las guitarras y se apunta a la épica. En «The Boy from the Plantation» sigue en esa línea épica aunque de forma más melódica, una canción de Pop melancólico. «There’ll Come a War» aborda un tono más oscuro, incorpora toques electrónicos e incide en el tono más dramático, aunque es una canción que nos convence menos. «Seeking the Room with the Three Windows» es una canción instrumental en la que sube la apuesta por la épica con sonidos pirotécnicos y guitarra española incluida. «Thirty Thousand Milk Bottles» cuenta con el piano de nuevo y se acerca al Pop Rock de los Manic Street Preachers para una de las mejores canciones del disco. «Under the Mimosa Tree» retoma al tono instrumental con protagonismo para la guitarra española en un tono más ambiental y atmosférico.

«From the Hands of Violeta» incide en la épica, para variar, aunque aquí la producción es clave con las cuerdas y unas guitarras luminosas, jugando con diferentes escenas. En «Without Knowing the End (Joan’s Song)», Bradfield canta con más garra si cabe y sigue con esas guitarras épicas. «La partida» es la versión ya señalada de Jara, una épica instrumental y crepuscular con coros incorporados. «The Last Song» es más Pop, comienza con un medio tiempo que luego crece con las guitarras. El cierre es para una más contenida «Santiago Sunrise», una bonita canción que tiene un tono muy ambiental y que gira hacia lo dramático.

Gran disco, sin duda alguna, un trabajo consistente y bien armado, un homenaje justo y merecido de un artista como James Dean Bradfield.

 

La épica orquestal de Manic Street Preachers en «Postcards from a Young Man»

Si hay una cosa que son Manic Street Preachers, entre otras muchas, es que son fiables. No suelen fallar en sus discos y James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore convencen con un sonido que han ido destilando con los años y décadas. Sus últimas tres entregas de la segunda década del siglo XXI están entre lo mejor de su carrera: Rewind the Film (2013), Futurology (2014) y Resistance is Futile (2018) son discos fantásticos. Sin embargo, más compleja fue la década anterior. Tras haber pasado por la etapa inicial con una furia Punk Rock, la desaparición de Richey Edwards en 1995, y la reinvención en un sonido más épico que les llevó al éxito más masivo con Everything Must Go (1996) y This Is My Truth Tell Me Yours (1998), entraron en un pequeño descenso. Con su compromiso social y político por bandera, Know Your Enemy (2001) y Lifeblood (2004) cosecharon peores críticas, aunque para mí son buenos discos. Sin embargo, con Send Away the Tigers (2007) publicaron un disco más contundente y directo y en 2009 llegaría Journal for Plague Lovers, un disco en el que ponían música a letras de Edwards y que contó con la producción de Steve Albini y Dave Eringa. De esta forma, los galeses estaban en modo ascendente cuando un año después llegó este Postcards from a Young Man con Tim Roth en la portada. Un disco que es un canto a la épica Pop orquestal y que tiene un sonido de guitarras combinado con cuerdas ascendentes junto con coros poderosos y gospelianos. Es como un disco de transición o de cierre de etapa que tiene una entidad propia y que merece ser rescatado.

El comienzo marca gran parte del disco con la épica «(It’s Not War) Just the End of Love», tono orquestal y épica Pop Rock que sigue en «Postcards from a Young Man» aunque aquí ya hay un punto más de melancolía y nostalgia, con las cuerdas fantásticas y con la participación de Ian McCulloch de Echo & the Bunnymen. «Some Kind of Nothingness» es más contundente si cabe e incorpora ese coro Góspel que le da la canción una personalidad diferente, siendo una de las mejores del disco. No bajan el ritmo con «The Descent (Pages 1 & 2)», épica a raudales, mientras que «Hazelton Avenue» es más liviana, quizás uno de los momentos valle del disco. Crece a medida que avanza la canción «Auto-Intoxication», también caracterizada por un tono nostálgico que suelen dominar y en la que participa John Cale a los teclados.

El comienzo de la segunda parte es para la destacada «Golden Platitudes» donde siguen con la épica, la nostalgia y recuperan el coro gospeliano. «I Think I Found It» es más previsible, una canción Pop que da paso a «A Billion Balconies Facing the Sun», en la que toca el bajo Duff McKagan (Guns ‘N’ Roses) y que es más cañera, comienza con un tono Punk y sigue luego hacia el Rock. El tramo final es para «All We Make Is Entertainment», menos conseguida aunque sin dejar la épica, a la que sigue una interesante y creciente «The Future Has Been Here 4Ever», fantástico estribillo y un final de gran fuerza. El cierre, «Don’t Be Evil», no deja mucho poso tras todo lo anterior.

Manic Street Preachers cerraban la primera década del siglo XXI anunciando que iban a seguir con fuerza, vaya si lo hicieron, y con un sonido muy poderoso. Un disco que, como decíamos, igual pasa más desapercibido, era ya el décimo de su carrera, pero que muestra a las claras sus señas de identidad.