«Todos vuelven», el espectáculo de Rubén Blades y Seis del Solar en directo

La Salsa y Rubén Blades son indisociables. Hablamos de un género musical que hunde sus raíces en varias influencias, fruto del cruce entre los ritmos latinos y caribeños, especialmente cubanos y de Puerto Rico, y los sonidos más norteamericanos. Que Nueva York fuese su punto de difusión a partir de la década de los sesenta del siglo XX no es una casualidad. Como nos ocurre con no pocos géneros, solemos pasar superficialmente por ellos, pero siempre hay algo que nos atrae. En el caso de la Salsa, esas percusiones y ese ritmo bailable se te clava. Si hay un nombre que brilla siempre que se habla de Salsa ese es Rubén Blades. Está Johnny Pacheco como su figura primigenia, o por supuesto Héctor Lavoe, Willie Colon. En mi caso, yo descubrí el género no solo a través de las canciones que todos conocemos, desde la «Pedro Navaja» a «Desapariciones» (muy popular por las versiones que hicieron Fabulosos Cádillacs o Maná), sino porque hace muchos años me fascinó la historia de la Fania All-Stars. Recuerdo que El País puso a la venta unos CDs de diferentes músicas y una de ellas era sobre la Fania. Allí descubrí un «Plástico» de Blades que me impactó. La Fania estaba compuesta por figuras de la música latina, naciendo en Nueva York a finales de los sesenta y llegando hasta la actualidad, siendo los setenta su época de máximo esplendor. Por allí pasaron, o pasan, los nombres citados y artistas como Celia Cruz, Cheo Feliciano o Ray Barretto. Fania, recuerdo que leí en algunos artículos sobre su historia, quería ser una especie de Motown latina, con esquemas similares. También cabe destacar que hay un fuerte componente de identidad, desde el punto de vista de esos latinos en Estados Unidos que defienden su cultura y su idioma. Inmigrantes y descendientes en una tierra de oportunidades pero dura. Sonidos que se convertirán en los del barrio y de la calle. Festivos pero también cotidianos y reivindicativos. Rubén Blades se convirtió en una de esas figuras claves de la música popular, aunque para muchos la Salsa también se identificaría con toda una Celia Cruz que tocaba muchos palos. Blades ha hecho de todo. Músico determinante, como hemos señalado, actor, político, activista, el panameño no ha parado. Primero, en los setenta dentro de esa Fania All-Stars, luego en solitario con discos como Buscando América (1984), y girando sin parar en conciertos que deben ser una fiesta. El disco que nos ocupa es un doble de 2011 que se publicó cuando se reunió con su banda Seis del Solar. Es un disco en directo que muestra la potencia y la fuerza de una música imperecedera. Una percusión que te va llevando y un Blades que no deja de contar historias que nos llevan tanto a lo cotidiano como a los grandes procesos sociales, económicos y políticos. Yo tenía anotado este disco desde hacía tiempo y fue el año pasado cuando me hice con él. Y es un no parar. Grabado en 2009 en San Juan de Puerto Rico, recoge toda la intensidad del directo de una enorme banda y de un Rubén Blades que convence y que no para de interactuar con el público. Veintiuna canciones en los que la percusión  y los vientos te ganan, con canciones de grandes letras que se van alargando.

El primer CD cuenta con temas del calado de «El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés», uno de sus grandes éxitos y reflejo de la realidad de Latinoamérica en un periodo concreto. También fascina la nostálgica «Cuentas del Alma». Emocionante es «Amor y Control» con una letra que te llena de nuevo. La percusión y el piano se imponen en la grandísima «Decisiones» y «Buscando Guayaba» es uno de los momentos más celebrados con esos vientos como protagonistas. «Plantación Adentro» mantiene el altísimo nivel y en «Te Están Buscando» ya entran en un sonido más urbano sin dejar la Salsa. Llega «Plástico», una barbaridad que se va a la celebración con ese tono de inicio Disco y luego esa letra tan fascinante. Y el final con la lista de países, sin palabras. «Ligia Elena» es otra gran canción con esa historia que cuenta y Blades se pone político mencionando a Barack Obama, estamos en 2009. El cierre del primer CD es para «Juan Pachanga», otro clásico, aquí con Cheo Feliciano, con los vientos y los timbales lanzados.

El segundo CD se inicia con la gran «Pablo Pueblo», sin comentarios, con un ritmo ascendente. La letra social regresa a «Maestra Vida», con los vientos ya lanzadísimos. Siguen en la festiva «Caminando», con los coros también como elemento central de la canción. En «Adán García» cambia el registro con un tono acústico. Pero llega otro momento importante, la gran «Desapariciones», una canción de letra tan impresionante que te sigue poniendo los pelos de punta. Blades se reivindica en la misma señalando que cantaba la misma en esos países. En «Patria» adoptan un tono más contenido y los instrumentos van entrando poco a poco, siendo de nuevo la percusión clave. «Muévete» retorna a la fiesta, presenta a la banda y es un no parar. En el cierre se ha guardado un trío de canciones tan imbatibles. La primera, «Pedro Navaja», nada que decir, su gran hit. Luego, «Todos Vuelven» que tiene un tono nostálgico que funciona de maravilla. Y termina con «Buscando América», comienza con el piano y luego va creciendo con fuerza y potencia, otro clásico.

Rubén Blades es un grande. Unas canciones que hay que reivindicar. Seguramente fue también fruto de un contexto y de un escenario en el se dieron diferentes factores. Pero, nos hacen falta más Rubén Blades y más en momentos como los actuales. Y menuda rabia no haberlo visto en directo…

 

Siempre es bueno volver a Willy DeVille

En la primera mitad de los años noventa del siglo XX, Willy DeVille se convirtió en un artista habitual en España. Obviamente, no de modo masivo pero primero con su versión en clave mariachi del «Hey! Joe» en el disco Backstreets of Desire (1992) que coprodujo Dr. John. Aquello fue un puntazo porque no era habitual una versión de esas características a la par que DeVille aparecía como un pirata o un dandy de New Orleans. Luego llegaría su momento, el ya comentado aquí Willy DeVille Live (1993) que contaba con «Demasiado Corazón», sintonía del programa de Televisión Española Corazón Corazón, la versión del clásico Soul de Ben E. King «Stand By Me» y, obviamente, «Hey! Joe». DeVille era un personaje y descubrimos parte de su trayectoria a finales de los setenta y los ochenta, con Mink DeVille y en solitario, con sus mezclas de Rock, Blues, Soul que luego serían extensibles al Cajún, el Tex Mex o los sonidos más latinos. Producido por Jack Nitzsche o Mark Knopfler, fichado por grandes majors (Atlantic, A&M, Capitol), firmando ya como Willy DeVille a finales de los ochenta, el caso es que siempre quedará como uno de esos «malditos» de la música cuya carrera, talentosa, no llegó a cimas más altas. Tampoco ayudaba el ritmo de vida de Willy que no estaba en los parámetros de la salud. En 1995 llegaría Loup Garou con una preciosa «Still (I Love You Still)» (aquí la interpretó también en castellano, lo que nos recuerda que también grabó «Cuéntame un cuento» en 1995 con Celtas Cortos… en fin, no decimos nada más) y, en 1996, Atlantic publicó una recopilación con lo mejor de sus años en el sello. Sería Love & Emotion: The Atlantic Years, que es el disco que nos ocupa, años como Mink DeVille que representan de lo más destacado de su trabajo, además de contar con interpretaciones de otros discos. El caso es que, tras esos años, la pista de DeVille se va haciendo más difusa aunque sigue publicando discos, cada vez más espaciados, hasta su último trabajo, Pistola (2008). Aguantando casi hasta el final, fallecería en 2009 debido a un cáncer de páncreas. Willy DeVille es un grande de la música popular, supo aunar diferentes sonidos y tradiciones, y creó grandes composiciones que no han perdido su vigencia. Abrió el camino para muchos otros y volvemos a sus canciones con este Love & Emotion en las que hay espacio para sus discos en Atlantic que fueron con Mink DeVille Coup de Grâce (1981) y Where Angels Fear to Tread (1983). Muchas de las canciones incluidas en esta recopilación también fueron las del Willy DeVille Live, lo que muestra cómo parte de su cancionero más conocido surge de esos dos discos.

Comienza con una versión instrumental en directo de «Harlem Nocturne», muy intensa con el saxofón como elemento destacado. Luego llega la maravilla que es «Love and Emotion» con ese tono Soul y esos vientos tan fantásticos, incorporando ya algunos toques latinos. «Demasiado corazón», una canción de Salsa que te lleva con la percusión y los vientos. Y «Each Word’s a Beat of My Heart» que es más crepuscular y más Rock. En «Around the Corner» vuelve a tirar de sonidos latinos, con guitarra española incluida. «River of Tears» no deja ese sonido latino pero le incorpora una perspectiva como más épica, ese sonido del acordeón, y cómo canta Willy DeVille. En «Lilly’s Daddy’s Cadillac» nos encontramos con una de sus cimas, una canción con unos vientos poderosos. También destaca su intensa versión del clásico «Stand By Me» de Ben E. King. Y sigue en esa línea con «Maybe Tomorrow», Rock y Soul combinados con ese saxofón que recuerda por unos momentos a Clarence Clemons y la E Street Band.

La segunda parte del disco se inicia con la muy de los cincuenta «Teardrops Must Fall», sonido clásico que muestra el respeto de DeVille por sus maestros, no en vano también colaboró con Doc Pomus. «She Was Made in Heaven» es más Rock pero no deja de lado su cadencia Soul y R&B, también aparece de nuevo la sombra de Springsteen. «End of the Line» recupera el toque latino pero con cuerdas incorporadas. Y en «So in Love Are We» es una canción Soul intensa y emocionante. «You Better Move On» es una versión de una canción de Arthur Alexander a la que incorpora un punto latino que le queda muy bien. El tramo final queda canciones grabadas en directo en el mítico CBGB’S de Nueva York en 1976, sonido crudo y directo que capta el ambiente primero con «Let Me Dream if I Want You (Amphetamine Blues)», un Rock & Roll poderoso, al que sigue el Reggae acompasado y pausado que es «Change It Comes». «Cadillac Moon» muestra algunas de las constantes del futuro sonido de DeVille y termina el disco con una versión del año de la publicación del disco, 1996, de «The Moonlight Let Me Down», Hammond y coros Soul para darle todavía más intensidad si cabe.

Willy DeVille fue un grande, un intérprete y compositor de primerísimo nivel que, lamentablemente, no tuvo el éxito que merecía. Sus canciones siguen sonando fascinantes décadas después y siempre es bueno volver a un artista mayúsculo. Impagable e irrepetible.