«Les retrouvailles», Yann Tiersen en estado puro

De regreso en Ushant, la pequeña isla del Finisterre francés en la que nació, este huidizo bretón trató de re-encauzar las aguas que el éxito global de su banda sonora para «Amélie» (2001) había encrespado. Aunque en los cuatro años que separan aquel acontecimiento de la edición de este que aquí tratamos no estuvo parado, sí que estuvo menos expuesto en el trabajo que grabó junto a la rockera Shannon Wright en 2004 además de en la banda sonora de la película alemana «Good Bye, Lenin» un año antes.

De esa forma, recluido en su isla natal, concibió y grabó el que sería el regreso a su esencia tras sendas incursiones rockera y cinematográfica. En la que sería su quinta y penúltima grabación para el sello francés Icy, d’ailleurs, volvía a combinar los sonidos orquestales, aportados en esta ocasión por la Orquesta Nacional de París, con los extraídos de su extraordinario repertorio instrumental. Además volvía a recurrir a figuras de relieve de la escena musical francesa e internacional para varias interpretaciones vocales que también contribuían a esa fusión del clasicismo con la modernidad que tan bien ha sabido plasmar en su música.

Como para muchos, mi puerta de entrada al universo de Yann Tiersen fue la aclamada «Amelie», una banda sonora que ya incluía algunas muestras de su anterior discografía. Fue entonces que pasó de ser un extravagante y apocado compositor de formación clásica e ínfulas rock, integrado en la nómina de la Nouvelle Chanson noventera, a ser reconocido como un genial autor y un habilidoso aglutinador de tradiciones de diferentes épocas que iban desde Eric Satie a la Chanson pasando por la New Age y el rock o el hip-hop. Pero su recorrido se había iniciado en 1995 y con cinco largos y varias bandas sonoras para cine y teatro ya había dado suficientes muestras de su talento.

Entre «L’absente», su anterior disco de estudio en solitario, y «Les retrouvailles» transcurrieron los citados cuatro años, y para acompañarlo grabó el documental «La traversée» que recogía su gestación, y añadió a los dieciséis cortes del álbum un corto de animación titulado «Le train». Para la grabación del disco Tiersen se reservó un buen número de instrumentos, entre ellos varios inusuales y antiguos artilugios, para grabar él solo varios temas que añadiría a otros más orquestados y poperos hasta completar el listado. Así, de inicio, interpreta en solitario la minimalista Western, que parte de guitarras y violines para ir cargándose de una energía positiva y contagiosa, antes de introducir a la primera colaboración en la voz de Elizabeth Fraser, de los Cocteau Twins, tarareando entre percusiones y cuerdas variadas la bella y relajante Kala. De nuevo en solitario, Tiersen aúna en Loin des villes varios instrumentos pequeños para crecer, mucho, y emocionar sin remedio antes de que el acordeón abra la destacada La veillée, en la que se van aglutinando cuerdas para multiplicar los efectos vigorizantes.

Emociones menos vigorosas pero igualmente bellas nos trae Plus d’hiver, en la voz de Jane Birkin, con piano y cuerdas reluciendo el conjunto, y la artesanal oscuridad de A ceux qui sont malades par mer calmé, un auténtico despliegue de sonidos y una muestra del talento innovador de Tiersen. Llega después la también oscura A Secret Place, cantada por Stuart A. Staples de Tindersticks, grave en la voz y las guitarras. Le matin es un precioso solo de piano y Les Enfants, también en solitario, supone un acelerón que mezcla con brillantez juguetes e instrumentos clásicos.

Una de las piezas centrales es Le jour de l’ouverture, profunda y dramática y con sentidas interpretaciones vocales de Miossec y Dominique A, para continuar con el rock melódico de otra preciosidad como La boulenge, tan veloz como emocionante, y el bello solo de Tiersen al piano que es La plage. De nuevo Elzabeth Fraser canta en la delicada Mary con una sutileza que eriza la piel acompañada de orquesta, para dar paso al violín lejano de 7:PM antes de concluir con la maravilla Les retrouvailles, que combina a la perfección la orquestación con los artilugios de Tiersen, y su extraordinaria prolongación al clavecín de La jetée.

Un alarde de habilidad e ingenio que cumple quince años con una lozanía incuestionable, quizás debido a que es uno de los trabajos más vitales del artista galo. A él le seguiría la maravillosa B.S.O. del documental «Tabarly» y el enérgico directo «On Tour» antes de firmar con Mute Records y abrir una nueva y más innovadora etapa que abarcaría sus tres siguientes discos, pero eso no viene al caso; ahora toca rememorar el disco con el que Yann Tiersen terminó de conquistar a quienes nos subimos con retraso a su tren, un trabajo que desde el ecuador de su producción sigue conservándose como una de sus cimas.

Yann Tiersen, «All»

Hace menos de tres años que Tiersen nos presentaba la pequeña isla en la que reside desde hace una década con un recorrido musical por sus localizaciones más representativas; era en su disco «Eusa», nombre bretón de la isla de Ushant, y lo hacía únicamente servido de su piano en un regreso a los sonidos clásicos después de publicar sus dos trabajos más innovadores y anglosajones hasta la fecha («Skyline» e «Infinity») con los que satisifizo su cuota experimental y enriqueció la variedad de su repertorio.

Este nuevo trabajo vuelve a estar radicado en esa isla y supone una suerte de evolución sonora respecto de «Eusa»; grabado en su nuevo estudio The Exkal (ubicado en las instalaciones reformadas de una discoteca abandonada de la isla) Tiersen se hace cargo de todos los instrumentos y vuelve a caracterizar la grabación con elementos ambientales como pájaros, coyotes, cencerros, maleza… que la integran en el territorio en el que ha sido concebida. Para las partes vocales ha contado con diferentes colaboraciones, entre las que destaca su esposa Emilie Tiersen o el cantante francés Denez junto a otros artistas de origen escandinavo, en unas letras expresadas en bretón, finés o sueco y que complementan a la perfección el protagonismo de las melodías y la interpretación del propio Tiersen.

En referencia al antiguo aeropuerto berlinés, Tempelhof supone una cálida y romántica apertura al piano, que continúa presentando los primeros elementos vocales y electrónicos que aportan profundidad sonora en Koad, al igual que los delicados coros y la melodía vocal de la onírica Erc’h, sin duda bella. Los violines son suficiente abrigo para templar la pequeña y emocionante Usal Road antes de repetir efectos contemporáneos (guitarras, electrónica y efectos vocales) para completar una Pell igualmente cercana. Inquietante de inicio Bloavezhioù va abrazando emociones sencillas a medida que avanza, Heol es algo más movida y variada instrumentalmente pero igualmente cálida, y Gwennilied recupera el cariz más popular en la voz de Denez, al igual que una Aon de sabor tradicional y evocadora y cálida. Para cerrar, el precioso y suficiente piano acompañado de los cantos de los pájaros de Prad y la más concurrida y acogedora despedida coral de Beure Kentañ.

Once composiciones de una belleza inusual, llenas de romanticismo, tradición y apego a la naturaleza, que nos recuerdan al más clásico y original Tiersen; un artista libérrimo capaz de extraer maravillosas piezas de las frías islas del mar Céltico para seguir componiendo con ellas una discografía de extraordinaria riqueza.