Leonard Cohen, ‘Thanks for The Dance’

A partir de grabaciones realizadas durante las sesiones de ‘You Want It Darker’ hace tres años Adam Cohen ha completado, respetando la voluntad e indicaciones que su padre pudo transmitirle poco antes de fallecer, el último disco póstumo del irrepetible autor quebequés fallecido a finales de 2016. Grabadas, al igual que aquellas sesiones, en el salón de casa de un Leonard Cohen aún lúcido aunque endeble a sus ochenta y dos años, la sorda pero extraordinaria labor de su hijo ha consistido en acompañar con sutileza unas palabras que inciden en algunos de los temas centrales de la obra de su padre, como el amor y la muerte, desde la perspectiva de la etapa vital que estaba atravesando. Fueron muchos los ilustres que hicieron su aportación a la grabación, entre ellos el aragonés Javier Mas, habitual guitarrista en sus últimas giras, y Silvia Pérez Cruz quienes, junto a músicos del nivel de Daniel Lanois, Dustin O’Halloran, Richard Reed Perry o Bryce Dessner entre otros más populares como Beck, Feist o Damien Rice, hicieron discretamente por arropar la voz del poeta canadiense.

El disco lo abre la que podría considerarse pieza central Happens to The Heart, con letra ya incluida en su poemario póstumo «La llama», de rasgos autoreferenciales y preciosos arreglos que sostienen contenida la intensidad, preciosa. Moving On parece un canto de desamor, algo más oscura y con detalles minimalistas al que sigue The Night of Santiago, adaptación del poema «La casada infiel» (‘Romancero gitano’) de su idolatrado Lorca, arreglada con palmas y guitarra española. Thanks for The Dance es una canción de amor que suena a despedida, otra preciosidad, e It’s Torn se sostiene en unos graves que subrayan la dureza de sus palabras. The Goal parece un epitafio esperanzado, pequeño anticipo del final que le rondaba, y Puppets es brillante, una recitación apenas entonada e intensificada por un precioso coro, al igual que The Hills, otra pieza autoreferencial con sabor a despedida, antes de acabar con el mínimo e intenso final de tintes místicos, con acompañamiento vocal entre otros del dúo australiano Luluc, Listen to The Hummingbird.

Mucho más que honroso complemento a la terna con la que parecía culminar su adiós (los fantásticos ‘Old Ideas’ de 2012, ‘Popular Problems’ de 2014 y ‘You Want It Darker’ de 2016), esta suerte de epitafio no hace sino enlucir la leyenda del autor de Montreal, a modo de colofón lleno de sabiduría y sensibilidad, y del incalculable valor de su legado a la vez que aviva la pena por lo que muy probablemente suponga su último testimonio sonoro.

Luluc, «Sculptor»

Sin duda que el hallazgo discográfico que más me impactó del 2014 fue el segundo disco de este dúo australiano compuesto por Zoë Randell y Steve Hassett que te conquistaba a base de tímidos y acogedores abrazos musicales, desde la frágil voz de la Randell y los discretos arreglos de Hassett junto a Aaron Dessner de The National.

Recién aterrizados en Sub Pop seis años después de su también excelente debut con «Dear Hamlyn», autoproducido en 2008, se daban a conocer más ampliamente con el ya mencionado «Passerby» (cómo evitar un recuerdo para la maravillosa Without a Face) y comenzaban a recabar numerosos halagos que no les han urgido a la hora de grabar este tercer álbum ni a variar las coordenadas con respecto a los anteriores, si bien introducen ligerísimos elementos sintéticos que no llegan a alterar la percepción básicamente acústica de sus canciones.

La maravillosa voz de Zöe ya acapara la atención desde el inicio y pule la densa intensidad que va adquiriendo Spring, al igual que en Heist, que se arma paulatinamente sobre el órgano, los vientos y las preciosas voces. La emoción de Kids se sostiene sencillamente sobre la guitarra y el órgano y en Controversy musican con éxito un fragmento literario de la novela «My Brother Jack» del también australiano George Johnston.

Tanto Cambridge (algo larga), como Me and Jasper (con J Mascis a la guitarra) y Genius (con una percusión más jazzera a cargo de Jim White) suponen el tramo más flojo del disco que nuevamente remonta en el trío final. Son preciosos los arreglos de guitarra y piano de Moon Girl o los ligeros añadidos agudos a la desnudez de Needn’t Be antes continuar en la misma línea de profundidad instrumental con que cierra Sculptor.

De nuevo acompañados en varias interpretaciones por Aaron Dessner, además de otros músicos ya mencionados y alguno más, vuelven a surgir las inevitables comparaciones con la música de Low y la voz de Mimi Parker, pero Luluc se definen mejor en los rasgos de un indie-folk, de amable pero fuerte personalidad, que se nutre de esa y otras influencias en su íntimo recorrido musical que, bajo una apariencia uniforme, cobija un montón de bellos y emocionantes detalles.