«Guero», Beck vuelve a su barrio

Después de dejarnos noqueados con su cara más afectada e introspectiva en el maravilloso «Sea Change», volvía Beck en 2005 para entregar un álbum que no suele incluirse entre lo mejor de su producción, sin embargo es imposible no disfrutarlo si te gusta lo que venía haciendo desde «Mellow Gold». Y es que no nos tenía acostumbrados (tampoco ahora) a mirar atrás y reeditar sonidos de probado éxito, como los que había desarrollado en «Odelay» y en «Mutations» y que parecieron servirle de modelo para el disco que nos ocupa.

Hablar de referencias en un autor tan inclasificable y poliédrico como el californiano siempre es osado, pero puede adivinarse un desarrollo a partir de las bases que sentaron aquellos dos álbumes, algo que a ciertos críticos no gustó, a pesar de lo cual sus cifras de ventas rondaron las 900.000 copias y siguen suponiendo  su mayor éxito comercial. Para empezar reclutaba de nuevo a The Dust Brothers para la producción (también rondaba por ahí haciendo las mezclas Nigel Godrich) con lo que, si tenemos en cuenta que el autor se encargaba de la mayoría de los instrumentos, el equipo de entonces volvía a estar casi al completo. Con el añadido de los sampleados habituales y de algunas colaboraciones, bebiendo de mil y una influencias, más o menos exóticas o cercanas, ya disponía de los medios para volver a destapar la caja de los ritmos.

Y  lo hizo desde el principio, a golpe de sample de los Beastie Boys, con la potente e imparable E-Pro, para seguir con el hip-hop Qué onda guero en referencia a los latinos del barrio angelino donde creció. Despista el arranque tecno de Girl, que rápidamente vira al folk en otra demostración de ritmo que da paso a esa bossanova del norte que es Missing. La bailable Black Tambourine se sostiene con apenas sección rítmica antes de recuperar el tempo brasilero en Earthquake Weather y el del hip-hop en Hell Yes.

El piano aporta algo de luz a la espesura de Broken Drum, en homenaje a Elliott Smith, a continuación se te van las palmas y te atrapa sin remedio el bajo de Scarecrow. Con el bajo de Jack White a los mandos avanza lento pero seguro Go It Alone y después llega la bluesera Farewell Ride, con armónica y slide incluidos. Rental Car, distorsionada y psicodélica en el estribillo, y el blues pesado de Emergency Exit, sirven para echar el cierre.

No es un trabajo que sobresalga especialmente en su discografía, a pesar de su ambición y calidad, pero al remitirse a un sonido anterior del músico y carecer del efecto sorpresa, no llamó la atención como otros. Sin embargo tiene elementos de todos los estilos que ha transitado y que han caracterizado la obra de Beck: la originalidad y contundencia de las sección rítmica, la densidad de algunas melodías, las referencias a otros músicos y culturas… Con este disco, que complementaría a finales de ese mismo año con «Guerolito» (una extensión con algún inédito y varias remezclas), regresaba al territorio excéntrico que tan bien dominaba e iniciaba una etapa más previsible y menos relevante pero igualmente atractiva.

Eran unos años de incertidumbre en la industria musical que les llevaba a ofrecer curiosos formatos y contenidos extra (deuvedés, remezclas…) para atraer y fidelizar a sus seguidores, y personalmente adquirí un formato muy original que lo hace destacar en mi discoteca; quizás también por eso, y por que tiene varias canciones reivindicables que bien lo merecen, me haya decidido a rescatarlo en estos días para dedicarle un recuerdo en su quince aniversario.

Beck, ‘Hyperspace’

Insiste en invitarnos a bailar el genio de California y en sacar a relucir su interminable paleta de ritmos y melodías para contagiarnos una corriente menos agresiva que en el fantástico ‘Colors’ de hace dos años pero también muy efectiva. Si para aquel se asociaba con Greg Kurstin en las labores de composición y producción en este se apoya principalmente en Pharrell Williams, con quien coescribe y produce gran parte del disco.

A base de referencias sonoras clásicas y contemporáneas, remozadas con ingeniosas programaciones rítmicas y una gama enorme de sonidos sintéticos, ejercita su demostrada inventiva para remodelar el hip hop y el R&B y ampliar así su espectro de audiencia, incluso rejuvenecerla con aproximaciones a prácticas más actuales de la música negra. Para ello se ha apoyado en gente como Paul Epworth para crear el hip hop amable y melódico de Star, Cole M.G.N. para escribir el grave medio tiempo Die Waiting que interpreta junto a Sky Ferreira a los coros o en el mismo Greg Kurstin para el cálido R&B de See Through.

El resto es obra del propio Beck en solitario, como la tranquila psicodelia entre teclados y guitarras de Stratosphere (con la aportación apenas perceptible de Chris Martin), o bien en colaboración con otro geniecillo como Pharrell Williams: desde el baile lento de Uneventful Days pasando por el potente acelerón de Saw Lightning, el hip hop denso de Chemical, la sintética evocadora Hyperspace (en compañía de Terrell Hines) y Dark Places o el bello cierre baladístico de Everlasting Nothing, con unos intensos coros finales como perfecto colofón.

Algo más comedidos la personalidad y el empuje del californiano que en sus últimos trabajos, o puede que más diluidas sus señas entre tanta aportación ajena, en este combina aciertos plenos con canciones menos inspiradas o diferentes, pero sigue sin cejar en su irreprimible curiosidad ni en el particular discurrir por las décadas de carrera que empieza a acumular, y continúa siendo un disfrute escucharle aunque en esta ocasión cause un impacto menor que en sus últimas entregas.

Leonard Cohen, ‘Thanks for The Dance’

A partir de grabaciones realizadas durante las sesiones de ‘You Want It Darker’ hace tres años Adam Cohen ha completado, respetando la voluntad e indicaciones que su padre pudo transmitirle poco antes de fallecer, el último disco póstumo del irrepetible autor quebequés fallecido a finales de 2016. Grabadas, al igual que aquellas sesiones, en el salón de casa de un Leonard Cohen aún lúcido aunque endeble a sus ochenta y dos años, la sorda pero extraordinaria labor de su hijo ha consistido en acompañar con sutileza unas palabras que inciden en algunos de los temas centrales de la obra de su padre, como el amor y la muerte, desde la perspectiva de la etapa vital que estaba atravesando. Fueron muchos los ilustres que hicieron su aportación a la grabación, entre ellos el aragonés Javier Mas, habitual guitarrista en sus últimas giras, y Silvia Pérez Cruz quienes, junto a músicos del nivel de Daniel Lanois, Dustin O’Halloran, Richard Reed Perry o Bryce Dessner entre otros más populares como Beck, Feist o Damien Rice, hicieron discretamente por arropar la voz del poeta canadiense.

El disco lo abre la que podría considerarse pieza central Happens to The Heart, con letra ya incluida en su poemario póstumo «La llama», de rasgos autoreferenciales y preciosos arreglos que sostienen contenida la intensidad, preciosa. Moving On parece un canto de desamor, algo más oscura y con detalles minimalistas al que sigue The Night of Santiago, adaptación del poema «La casada infiel» (‘Romancero gitano’) de su idolatrado Lorca, arreglada con palmas y guitarra española. Thanks for The Dance es una canción de amor que suena a despedida, otra preciosidad, e It’s Torn se sostiene en unos graves que subrayan la dureza de sus palabras. The Goal parece un epitafio esperanzado, pequeño anticipo del final que le rondaba, y Puppets es brillante, una recitación apenas entonada e intensificada por un precioso coro, al igual que The Hills, otra pieza autoreferencial con sabor a despedida, antes de acabar con el mínimo e intenso final de tintes místicos, con acompañamiento vocal entre otros del dúo australiano Luluc, Listen to The Hummingbird.

Mucho más que honroso complemento a la terna con la que parecía culminar su adiós (los fantásticos ‘Old Ideas’ de 2012, ‘Popular Problems’ de 2014 y ‘You Want It Darker’ de 2016), esta suerte de epitafio no hace sino enlucir la leyenda del autor de Montreal, a modo de colofón lleno de sabiduría y sensibilidad, y del incalculable valor de su legado a la vez que aviva la pena por lo que muy probablemente suponga su último testimonio sonoro.