Las 15 de 2014 de Los Restos del Concierto (del 11 al 15)

Este año nos hemos decidido a hacer una lista de las canciones del año 2014, aquellas referidas a discos que hemos reseñado en Los Restos del Concierto aunque se ha colado algún «outsider». Ha sido un año con muchísimas novedades y la elaboración de esta lista ha sido complicada, incluso con valoraciones diferentes por parte de los dos integrantes de Los Restos del Concierto, pero refleja lo que ha sido un año muy apasionante en lo musical, con muchísimas novedades, discos muy destacados y descubrimientos increíbles. Son quince, pero casi nos tendríamos que haber ido a las cincuenta. Estas son las quince canciones de 2014 para nosotros:

15. Luluc: ‘Without a face’

Con un único disco en el mercado, el autoeditado Dear Hamlyn de 2008, Luluc tardaron seis años en editar su segundo trabajo, esta vez en SubPop.  Este dúo australiano formado por Zoe Randell (voz y guitarra) y Steve Hassett (productor y multiinstrumentista) conquistó al miembro de The National Aaron Dessner quien les ofreció su estudio de Brooklyn para grabar este Passerby que contiene pequeñas joyas de indie folk como este Without a face en el que la sencillez acústica y la evocadora voz de Zoe Randell agitan sabiamente las emociones sin llegar a desbordarlas.

14. The Fakeband: ‘Someone’

En la primavera, un grupo de Getxo nos conquistó. Se llaman The Fakeband y con su segundo largo, Shining on Everyone, se convirtieron en una de las sensaciones para la crítica. Con un estilo que bebe directamente de las fuentes del rock americano, del folk y del country, como si fuesen unos Jayhawks de Euskadi. Sus canciones son bellísimas, tienen clase y elegancia y ‘Someone’ es una de las más destacadas del disco, un tema que emociona e impacta, que nos recuerda a aquellos temas de Olson y Louris, a las canciones de Josh Rouse. Pero no, son The Fakeband, y hay que seguirlos.

13. Foo Fighters: ‘In the clear’

Grabada en New Orleans como ineludible etapa de ese itinerario histórico-artístico por la música norteamericana que es Sonic Highways, último disco de estudio de la banda de Dave Grohl, In The Clear es una de sus canciones más redondas: sencilla y enérgica pieza del rock inconfundible de los de Seattle, sin la vocación de himno que les ha conducido en otras ocasiones a desmedir su potencia pero sin renunciar a los épicos finales que tan bien saben hacer y acompañados en esta ocasión por la Preservation Hall Jazz Band de New Orleans, In The Clear es la pieza que más recuerda a su excelente disco anterior Wasting Light.

12. Joana Serrat: ‘Flowers on the Hillside’

No abandonamos los sonidos de origen norteamericano, en esta ocasión también escorados al folk y al country. La historia de Joana Serrat fue una de las que más nos gustó de todo el año 2014, y su disco Dear Great Canyon también. Procedente de Vic, Serrat ofreció un disco de una gran melancolía, sustentado en unas composiciones impecables y su voz personalísima, con una producción ajustadísima que la reforzaba. Y claro, si tienes una canción para empezar tu disco como ‘Flowers on the Hillside’, poco más se puede añadir, además de lo bien que le queda el pedal steel. Un lujo.

11. Beck: ‘Say Goodbye’

Enormes composiciones las que incluye Morning Phase, décimo disco de estudio del talentoso músico angelino quien, tras seis años de silencio, se puso en solitario a los mandos de la mesa de mezclas para entregar un intimista trabajo en la línea de su aclamado Sea Change. En el cuarto corte del disco deja asomar su vena más folkie de la que resulta un bello y amargo medio tiempo con sabor a sol y cereal en el que aparece un banjo para cerrar con brillantez.

Foo Fighters, ‘Sonic Highways’

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Eran muchas las expectativas puestas en el octavo disco de estudio de los Foo Fighters después del excelente Wasting Light que los aupó a liderar sin discusión el rock americano actual. Son veinte los años que han pasado desde que el exbatería de Nirvana colgó las baquetas para ponerse al frente de su propio proyecto, dos décadas en las que la banda de Seattle ha ido creciendo y conquistando más y más público hasta su álgido momento actual consecuencia de un anterior trabajo de cuya estela han conseguido no desviarse demasiado.

Para este Sonic Highways se propusieron lanzar «una carta de amor a la historia de la música norteamericana», para lo que contaron con el mismo productor de su último trabajo (Butch Vig) con la intención de grabar en ocho emblemáticos estudios de otras tantas ciudades (Chicago, Washington, Nashville, Austin, Nueva York, New Orleans, Seattle y Los Ángeles) cada una de las canciones que lo componen. Lo cierto es que este original y ambicioso proyecto inicial de Grohl, que viene acompañado de una serie de televisión de otros tantos capítulos que también dirige, ha quedado en anécdota dada la escasa influencia de las localizaciones en el resultado final de un disco cuyas canciones suenan bastante uniformes, sin salirse en ningún momento del sonido al que nos tienen acostumbrados, y sin asomo de influencias locales más allá de algunas colaboraciones puntuales. Tampoco contiene la frescura ni la variedad del disco anterior cuyas directrices evidentemente han seguido, aunque sí que evita con acierto la potencia desmedida de la que han adolecido en otros trabajos.

El disco lo abre Something From Nothing, primer y acertado sencillo con un destacable cierre de rock  sinfónico. La energía del rock duro continúa en The Feast And The Famine antes de la brillante pieza pop que es Congregation y el pop-rock de What Did I Do?/God As My Witness que insiste en el cierre sinfónico. La línea de bajo cobra protagonismo en la potente Outside que da paso a InThe Clear, una de los puntos álgidos del disco con un épico final junto una Jazz Band de Nueva Orleans. La canción más pausada es Subterranean, grabada en Seattle con la colaboración a los coros de Ben Gibbard (Death Cab For Cuttie). El disco termina con I  Am A River, canción grande con creciente apoteosis.

Ni este octavo disco de Foo Fighters es una mera banda sonora para la serie documental grabada para HBO ni un estricto homenaje a la música norteamericana; más parece una honrosa y original celebración de los veinte años de una banda en la cima de su carrera, un trabajo de desiguales resultados marcado por la fuerte personalidad de unos músicos que han intentado grabar un disco menos ambicioso de lo habitual y cuyas canciones no sorprenden pero tampoco defraudan.

Lucinda Williams, ‘Down Where The Spirit Meets The Bone’

810ZmO9hedL._SL1500_Nuevo disco de una de las figuras iconicas de esa etiqueta llamada Americana, que la gran dama del country y el folk rock norteamericano que se destapa con este doble disco de título tan sugerente como Down Where The Spirit Meets The Bone. Veinte canciones que nos muestran a una Lucinda Williams entregada a la causa, pero que se ha pasado de temas ya que en algunas ocasiones, más de las que nos gustaría, Williams parece funcionar con el piloto automático. Sin dejar de considerar a Lucinda Williams como una de las grandes, con discos como el magnífico Car Wheels on a Gravel Road (1998), entre otros, con su nueva entrega ha conquistado de nuevo a la crítica aunque creemos que podría haberle quedado un disco más redondo con menos temas. Pese a este hándicap, Williams sigue mostrando esa voz tan personal, esa voz rota que te sigue poniendo los pelos de punta en algunas canciones, con esas guitarras acústicas características y el ambiente que crea. En Down Where The Spirit Meets The Bone también hay sitio para las colaboraciones habituales, en este caso Jonathan Wilson y Jakob Dylan, destacados entre una larga lista de invitados habituales del género.

Lucinda Williams ha reunido en estas veinte canciones, de las que sólo la última, la extensísima (casi diez minutos) e intimista versión del ‘Magnolia’ de JJ Cale, no es composición propia, todas sus gamas. Hay temas más rockeros, otros en los que deriva más al blues o al country, y finalmente esos temas más cercanos a los medios tiempos. Y todo ello con su voz característica, auténtica ‘marca de la casa’. El inicio, dejando de lado la introductoria ‘Compassion’, es soberbio con la contundente ‘Protection’, seguida del medio tiempo ‘Burning Bridges’, donde nos dejamos llevar por un estribillo genial. A continuación baja el pistón con la más country ‘East Side of Town’ mientras que gana con las escuchas ‘West Memphis’, armónica incluida. ‘Cold Day in Hell’ es sencilla pero fácil y con ‘Folishness’ regresa a la senda más rockera, otro de los temas destacados de disco. En ‘Wrong Number’ vuelve a esos medios tiempos característicos, que serán los que menos huella nos dejen, y el final del primer disco es de lo menos inspirado del conjunto, ‘Stand Right by Each Other’ y la más acústica ‘It’s Gonna Rain’.

El segundo disco comienza con la notable ‘Something Wicked This Way Comes’, más cercana al blues, pero con ‘Big Mess’ reincide en los medios tiempos que alcanzan su cima con otro de los momentos más inspirados de este trabajo, la sobresaliente ‘When I Look At The World’, la excepción. En ‘Walk On’ destacan los solos de guitarra mientras que en ‘Temporaty Nature (Of Any Precious Thing)’ se salva el órgano. Mejora con las escuchas la rockera ‘Everything But The Truth’, y de nuevo nos encontramos con un final más insustancial, tres canciones que están entre lo más flojo de este Where The Spirit Meets The Bone, en nuestra opinión: la country ‘This Old Heartache’, la más rápida ‘Stowaway In Your Heart’ y la lenta ‘One More Day’. El final es para la ya reseñada ‘Magnolia’ de JJ Cale, en la que Williams despliega buena parte de sus armas.

En definitiva, Lucinda Williams podría haber realizado un trabajo más comedido y más homogéneo, con una elevada calidad, pero ha presentado un disco doble que, por momentos, se dispersa y tiene canciones que le bajan el nivel. Eso sí, hay también un buen y amplio puñado de temas en los que Williams demuestra su sobrado talento, especialmente en los que se decide a acelerar el ritmo. No cabe duda que ha convencido de sobra a sus fans, y que la crítica le ha respaldado, no en vano es una de las voces con más pedigrí en su estilo.