La rota amistad de Michael Jackson y Paul McCartney y su resultado: «The Girl Is Mine» y «Say Say Say»

Puede que sorprenda que en nuestra sección de colaboraciones haya espacio para la que protagonizaron dos iconos de la música popular como Michael Jackson y Paul McCartney a comienzos de los ochenta, pero también nos dejamos llevar por la nostalgia y los recuerdos de nuestra infancia. Vaya por delante que no considero a «The Girl Is Mine» ni a «Say Say Say» como entre lo mejor de uno y otro. Esta es una historia de una amistad, de unas canciones que llegaron muy lejos y del final de una relación que culminó cuando Jackson se hizo con los derechos de los temas de The Beatles, casi nada. Pero volvamos al momento de su idílica amistad y colaboración. Michael Jackson venía del salto que había dado con Off the Wall (1979), un disco ya producido por Quincy Jones y se estaba preparando para facturar Thriller (1982). En cuanto a Paul McCartney, el ex Beatle había finiquitado a los Wings con los que había funcionado a lo largo de los setenta y en 1980 estaba de nuevo en solitario con McCartney II. En 1982 publicaría Tug of War, disco que contaba con otra de las colaboraciones más conocidas de McCartnety, el «Ebony and Ivory» con nuestro admiradísimo Stevie Wonder, todo un hit al que el tiempo le ha sentado muy mal y que fue un número 1 mundial. Pero regresemos con Jackson y McCartney.

Parece que los dos artistas se profesaban una auténtica admiración por su trabajo y se decidieron a colaborar juntos a través de la composición y grabación de algunos temas para sus siguientes discos. Primero le tocó el turno a «Say Say Say», escrita por ambos, y que no vería la luz hasta el disco de McCartney de 1983 Pipes of Peace, donde también entraría otra colaboración con Jackson como «The Man». Por su parte, McCartney colaboraría, aunque no compuso, «The Girl Is Mine» que entraría en el imbatible Thriller. Ambos temas, como hemos comentado, fueron singles, de hecho ambos los primeros de sus respectivos discos y alcanzaron los puestos más elevados en las lista, especialmente «The Girl Is Mine».

«The Girl Is Mine», que insistimos fue el primer single de Thriller, es un medio tiempo dialogado entre Jackson y McCartney en el que ambos se disputan el amor de la misma chica. En estos tiempos chocaría mucho el uso del posesivo, algo tendría que decir la chica en cuestión cuyo papel en la letra parece ser ya no el de observadora sino el de la paciente espera, en fin, otros tiempos. La producción de Quincy Jones tiene ese tono Pop suave y no es de las canciones de Jackson que mejor ha envejecido. Además, si lo comparamos con lo que venía en Thriller, pues poco que decir ante la propia «Thriller», «Wanna Be Startin Somethin'», «Billie Jean», «Beat It» o «P.Y.T. (Pretty Young Thing)».

Más cariño le tengo a «Say Say Say», puede que también mediatizado por el recuerdo del vídeo de esos primeros ochenta en el que McCartney, Jackson y Linda McCartney eran los protagonistas. La canción fue producida por el gran George Martin, que le da diferentes toques para crear un tema adictivo desde el estribillo, aunque también aparecen elementos como la armónica, un cierto aroma disco y la presencia de una sección de vientos.

Pero la amistad entre ellos no duraría mucho más ya que, en 1984, tras una compleja historia que cuenta en este artículo Julián Ruiz, Jackson se hizo con los derechos de las canciones de The Beatles. Aquello dejó muy tocado a McCartney, obviamente, que se sintió traicionado por un Jackson que mostraría en su vida muchos episodios complejos. Esa amistad dejó las dos canciones que hemos comentado, que son muy fruto de la época también, y que nos remiten a la nostalgia. Jackson no dejaría de incorporar colaboraciones de lujo en sus discos, aunque siempre en un lugar secundario, y McCartney comenzaría en los siguientes años una fructífera colaboración con Elvis Costello. El resto, es historia.

 

Natalie Prass, «The Future and the Past»

Han pasado más de tres años desde que Natalie Prass nos convenciese con su primer disco, el delicado Natalie Prass, producido por Matthew E. White y Trey Pollard en Spacebomb. Prass tenía estilo y personalidad, una gran voz que conquistaba con canciones como «My Baby Don’t Understand Me». Mucho tiempo de silencio para una Natalie Prass que regresaba hace unos meses con nuevo disco de título ya significativo, The Future and the Past. Y es que, como tantos otros, Prass ha decidido dar un giro en su dirección musical para hacer una mezcla en la que caben sonidos Pop de los ochenta, bases electrónicas un tanto disipadas, miradas hacia el R&B contemporáneos y reminiscencias de su primer trabajo. Todo ello bajo la producción de nuevo de White. El resultado es un tanto irregular, no sabes a qué carta quedarte, algunas canciones funcionan muy bien, otras no tanto, pero siempre con esa voz tan especial de Natalie Prass. Ciertamente, el disco te deja un poco descolocado por momentos, pero varios temas ganan con las escuchas.

El comienzo es para el Pop muy ochentero de «Oh My», con unas guitarras en las que la huella de Prince está presente a través de un toque Punk, y en la que ella cambia su forma de cantar con respecto a su primer trabajo. Mantiene un elevado nivel apostando por el Pop en «Short Court Style», que incluso nos remite a su debut en cierto sentido, pero con un tono más festivo. «Your Fire» es un brevísimo interludio de cuerdas, como de recuerdo, que da paso a «The Fire», un tema que sigue teniendo un matiz muy de los ochenta del siglo pasado, siendo un medio tiempo ascendente. Pero en «Hot For the Mountain» mezcla diferentes estilos y no acaba de funcionar del todo, basando todo en su forma de cantar. En «Lost», por su parte, se abona a un sonido más vinculado a su primer trabajo, con una presencia más destacada de las cuerdas.

La segunda parte del disco comienza con «Sisters», sonidos más electrónicos, aunque derivándose hacia el R&B más contemporáneo, un tema en el que el piano le da un toque Jazz, pero se queda un tanto a medias a pesar de ganar con las escuchas. No deja esa dirección en «Never Too Late», un tema bonito con algunas bases electrónicas que no acaban de cuadrar del todo. Y aquí comienza la parte más floja del disco, primero con «Ship Go Down», de nuevo mezclando sonidos de su primer disco, R&B contemporáneo y un toque jazzístico, pero que no funciona muy bien. Lo mismo ocurre en «Nothing to Say» que se queda muy a medias. En «Far From You» retoma los sonidos más clásicos para una balada más desnuda, su voz y el piano junto con algún apoyo de las cuerdas, mientras que el cierre es para «Ain’t Nobody», tema que retoma al sonido del comienzo del disco, incluso más intensificados los ritmos funkies, pero que no alcanza las cotas del primer tercio del disco.

Se nota que Natalie Prass está buscando su dirección y que por momentos lo hace de forma desacomplejada y, en otros, más forzada. Matthew E. White también parece buscar una dirección en su producción que, en ocasiones, queda un tanto abigarrada. Hay algunos aciertos, canciones que están muy bien, pero en su conjunto, lo que decíamos, un disco de búsqueda de estilo.

Luluc, «Sculptor»

Sin duda que el hallazgo discográfico que más me impactó del 2014 fue el segundo disco de este dúo australiano compuesto por Zoë Randell y Steve Hassett que te conquistaba a base de tímidos y acogedores abrazos musicales, desde la frágil voz de la Randell y los discretos arreglos de Hassett junto a Aaron Dessner de The National.

Recién aterrizados en Sub Pop seis años después de su también excelente debut con «Dear Hamlyn», autoproducido en 2008, se daban a conocer más ampliamente con el ya mencionado «Passerby» (cómo evitar un recuerdo para la maravillosa Without a Face) y comenzaban a recabar numerosos halagos que no les han urgido a la hora de grabar este tercer álbum ni a variar las coordenadas con respecto a los anteriores, si bien introducen ligerísimos elementos sintéticos que no llegan a alterar la percepción básicamente acústica de sus canciones.

La maravillosa voz de Zöe ya acapara la atención desde el inicio y pule la densa intensidad que va adquiriendo Spring, al igual que en Heist, que se arma paulatinamente sobre el órgano, los vientos y las preciosas voces. La emoción de Kids se sostiene sencillamente sobre la guitarra y el órgano y en Controversy musican con éxito un fragmento literario de la novela «My Brother Jack» del también australiano George Johnston.

Tanto Cambridge (algo larga), como Me and Jasper (con J Mascis a la guitarra) y Genius (con una percusión más jazzera a cargo de Jim White) suponen el tramo más flojo del disco que nuevamente remonta en el trío final. Son preciosos los arreglos de guitarra y piano de Moon Girl o los ligeros añadidos agudos a la desnudez de Needn’t Be antes continuar en la misma línea de profundidad instrumental con que cierra Sculptor.

De nuevo acompañados en varias interpretaciones por Aaron Dessner, además de otros músicos ya mencionados y alguno más, vuelven a surgir las inevitables comparaciones con la música de Low y la voz de Mimi Parker, pero Luluc se definen mejor en los rasgos de un indie-folk, de amable pero fuerte personalidad, que se nutre de esa y otras influencias en su íntimo recorrido musical que, bajo una apariencia uniforme, cobija un montón de bellos y emocionantes detalles.