‘Up’ después de 20 años

Para intentar desmarcarse del éxito absoluto que cosecharon al iniciarse los noventa con ‘Out of Time’ y ‘Automatic for the People‘ (extensible al ‘Green’ con el que en 1988 iniciaron su extensa andadura en la Warner Bros), los más insignes habitantes de la pequeña ciudad de Athens, con permiso de la entonces pujante Kim Basinger y de sus amigos de B-52s, se sirvieron del ruido en sus dos siguientes trabajos (‘Monster’ y ‘New Adventures in Hi Fi’) y mostraron su lado más eléctrico y oscuro. Más allá de la frescura y el descaro de sus primeros discos a principios de los ochenta, seguían conservando una sorprendente independencia pese a haberse instalado por derecho en el estrellato, y continuaban experimentando y extrayendo geniales melodías de la extraordinaria habilidad de todos sus componentes.

Pero un desafortunado incidente vendría a alterar la gloria de estos años cuando durante un concierto en Laussane en marzo de 1995 Bill Berry tenía que abandonar el escenario aquejado de un intenso dolor de cabeza que se confirmaría como un aneurisma del que tuvo que ser intervenido con urgencia. Por fortuna el batería se recuperó y retomó las baquetas durante un tiempo, pero fue tras la grabación de ‘New Adventures in Hi Fi’ (el 30 de octubre de 1997) cuando anunció su intención de abandonar la banda para llevar una vida más tranquila en su rancho junto a su familia. De esta forma la formación original quedó en terceto un año antes de publicar ‘Up’, para unos su último gran disco, para otros el primero de su etapa menos afortunada.

Para solucionar el reciente problema en la percusión reclutaron a Joey Waronker, baterista de sesión que ya había grabado junto a Beck o The Smashing Pumpkins (en la actualidad es integrante de Atoms for Peace), que les acompañaría junto a otros colaboradores más habituales como Scott McCaughey o Ken Stringfellow en la grabación del disco, y que giraría con ellos hasta la grabación y el lanzamiento de ‘Reveal’ en 2001.

En este disco recurrieron más que nunca a las programaciones y la electrónica, algo que se hace patente desde la extensa intro. A continuación los teclados protagonizan junto a la voz desdoblada de Michael Stipe el que sería segundo sencillo del disco Lotus y en Suspicion, que sería el cuarto sencillo, bajan la intensidad pero suenan igualmente luminosos. El lanzamiento tuvo lugar con Daysleeper, una maravilla acústica con moderados trazos de un optimismo que no sobra precisamente en el conjunto del disco. La lista de sencillos la cierra At My Most Beautiful, preciosidad delicadamente orquestada que engrandecen el piano y los coros.

Pero además contenía joyas con menos protagonismo como Hope, cesión a la electrónica que crece sostenida en las programaciones, o The Apologist, una pieza oscura y desencantada cuyo perturbador estribillo bien vale el perdón, o las tristes Sad Professor y You’re in the Air en las que recuperan las cuerdas con sensible habilidad. A continuación dos grandes canciones, por las que uno siente cierta debilidad; Walk Unafraid, de desasosegante inicio que se acelera en el memorable estribillo, o Why not Smile, cuya economía inicial va progresando hasta una magnífica explosión de belleza y esperanza. El disco lo completa un trío conformado por Diminished, pausada y emocionante, al igual que los teclados de Parakeet, y el solemne cierre de despojada intensidad de Falls to Climb.

Reconozco que en su momento este disco me golpeó con virulencia; ahora que cumple veinte años no me produce el mismo efecto (sí un recuerdo emocionado) pero despierta la misma admiración. Se pueden encontrar en él numerosas muestras de grandeza de una banda que prolongaba su estado de gracia por encima de los avatares y seguía con paso firme un camino tan honesto como arriesgado. Tras las cimas alcanzadas a principios de los noventa y los posteriores desvíos por terrenos más rudos, ‘Up’ pudo suponer su regreso al redil a la vez que el inicio del final de una carrera a la que todavía habrían de quedar episodios más que interesantes, porque si para algo REM estaban incapacitados era para defraudar.

‘Camino Soria’ de Edi Clavo

Resulta inevitable dejarse llevar por la melancolía al leer este Camino Soria de Edi Clavo y recordar dónde estaba uno en ese 1987-1988 cuando Gabinete Caligari alcanzaron el lo más alto del panorama musical español. Uno estaba en 1º de BUP y recuerdo que ‘Camino Soria’ se coló por todos los sitios, era un tema omnipresente y Gabinete Caligari, con su icónica imagen en la que ponían en valor ciertos elementos de la identidad propia, aportaban una mirada diferente. Sí, ‘Camino Soria’ la canción, Camino Soria el disco y Gabinete Caligari estaban en todos los sitios, en todos los programas de televisión y sonando sin parar en las radios. Junto a ellos, por esos años desfilaban otras referencias nacionales como El Último de la Fila, Radio Futura, Mecano (también inevitables), Alaska…en lo que era la digestión de la posmovida y entrando en unos años curiosos e indefinidos. Edi Clavo, batería de la banda madrileña y que nos convenció de sobra hace unos años con sus memorias en Electricidad Revisitada (Editorial Milenio, 2015), ha abordado en este Camino Soria (Contra) la labor de contarnos cómo se gestó el proceso de elaboración de un disco fundamental de la música española así como de su presentación y difusión. Clavo, poseedor de una prosa excelente y que te va atrapando a medida que pasas las páginas, ha vuelto a entregar un gran libro que hará las delicias no sólo de los seguidores de Gabinete Caligari sino de todos los aficionados a la música.

Clavo nos encuadra perfectamente el contexto del panorama musical español y cómo Gabinete Caligari, donde compartía formación con Jaime Urrutia y Ferni Presas, habían ido alcanzando un estatus gracias al éxito de Cuatro rosas (1985) y Al calor del amor en un bar (1986), todavía en la independiente DRO. Inclasificables dentro de la Movida y adquiriendo signos de identidad propios, lo que se llamaría el »Rock Torero’, Gabinete Caligari ficharon por la multinacional EMI para dar el salto que consiguieron con un Camino Soria en el que aunarían diferentes influencias pero que se vería determinado por los sonidos de The Beatles, The Kinks, el Country-Rock norteamericano, entre otros. Clavo va relatando la planificación, escritura y grabación del disco, a la par que va transmitiendo cómo eran conscientes de que iban gestando algo especial y único, prestando especial atención a esa grabación en los estudios Doubletrownics de Madrid bajo la producción de Jesús N. Gómez.

Pero ese proceso de gestación y grabación del disco se queda corto, en el sentido de una especie de ‘calma que precede a la tempestad’, ante la difusión y promoción del disco, y todo ello en el contexto de hace treinta años. Clavo nos sumerge en la sobrexposición a los medios de comunicación, a su presencia en todo tipo de programas, en las presentaciones, grabación de vídeos y, especialmente, una gira extenuante durante el tramo final de 1987 y 1988. Son unas páginas a las que Clavo mira desde el presente aunque tampoco hay un espacio muy protagonista para la melancolía.

Camino Soria contaría con nueve temas, algunos de ellos fueron grandes éxitos y acabarían por formar parte del imaginario colectivo de la música en español como la dedicada al fallecido saxofonista Ulises Montero en la soulera ‘Tócala Uli’, ‘La sangre de tu tristeza’, ‘Suite nupcial’ y, especialmente, ‘Camino Soria’, una canción sobresaliente con un sonido melancólico y dedicada a una ciudad como Soria, huyendo de las imposturas del momento y de las supuestas modernidades que tan bien Clavo relata en su libro. Además, y fundamental, hay espacio tanto para el diseño de esa portada icónica como para la sesión fotográfica en Soria a cargo de Alberto García-Alix. En definitiva, Edi Clavo nos ha contado desde la primera persona cómo Gabinete Caligari se convirtieron en un fenómeno de masas con Camino Soria, cómo llegaron a ese éxito masivo a través de una obra incostetable y cómo vivieron esos momentos, en una dinámica imparable. Imprescindible, una vez más, Edi Clavo.

 

Franz Ferdinand, ‘Always Ascending’

Puede que sea verdad que a Franz Ferdinand se ‘les pasó el arroz’ pero no cabe duda que algo queda. Y es que sólo hay que leer la diversidad de valoraciones que ha recibido su nuevo disco, Always Ascending, quinto trabajo de los escoceses con cambios en la formación incluidos, habiéndose convertido en quinteto tras la baja del guitarrista Nick McCarthy y la incorporación de Julian Corrie, que ha participado en la composición de los temas, y Dino Bardot. Junto a ellos, Alex Kapranos, Bob Hardy y Paul Thomson continúan con sus ritmos bailables aunque es cierto que hay menos espacio en este Always Ascending para esas guitarras y riffs característicos de sus inicios y más para los teclados y sintetizadores. Always Ascending no es un mal trabajo pero también es cierto que peca de algunos momentos irregulares y canciones que no acaban de funcionar, aunque a cambio también hay momentos gloriosos, y sí que es verdad que la melodía del ‘Take Me Out’ aparece de nuevo. Pero es un disco en el que también se observa algún punto más nostálgico y es que los años pasan para todos. Y es mejor disco que su predecesor, Right Thoughts, Right Words, Right Actions (2013), si nos olvidamos del experimento junto a Sparks que fue FFS (2015).

El comienzo ya te lanza arriba, ‘Always Ascending’ es un tema potente y discotequero, con ganas de seguir la fiesta, aunque al final les sale un tono un tanto barroco con ese teclado excesivo. Y la continuación no baja el tono, al contrario, gana con las escuchas, un ‘Lazy Boy’ más guitarrero y machacón y de nuevo con unos teclados ochenteros que se convierten en una constante en parte del disco. Luego llega el turno de un tema más pausado, ‘Paper Cages’, menos lograda y que ya no funciona tan bien, y lo mismo le ocurre con la invasiva ‘Finally’, donde las guitarras quedan en un segundo plano claramente. ‘The Academy Award’ es más nostálgica y con una melodía más oscura que también gana con las escuchas.

La segunda parte en conjunto baja el nivel, aunque tiene la mejor canción del disco. Si con ‘Lois Lane’ retornan a ese ritmo de teclados que no te suelta, ‘Huck and Jim’ resulta de lo más flojo de todo el conjunto, conjugando un tono épico al comienzo con una deriva irregular. Y ‘Glimpse of Love’ puede que sea un tema divertido, el teclado de nuevo es omnipresente, pero es una canción facilona. Claro que luego lo perdonas cuando llega todo un hit como ‘Feel the Love Go’, tremendo con un comienzo fantástico y un ritmo pegadizo, aunque la sombra de ‘Take Me Out’ es muy alargada, y la incorporación del saxofón es un gran acierto, habiendo algunos críticos visto la huella de Roxy Music. Una canción de las mejores de su repertorio que da paso al cierre, un insustancial ‘Slow Don’t Kill Me Slow’, donde Kapranos se pone excesivamente intenso.

Vale que los años 2004 y 2005, cuando publicaron sus dos primeros discos, no van a regresar, que luego se dejaron unos años por el camino, y que los años pesan, pero todavía mantienen un cierto pulso aunque también algunas lagunas. Eso sí, si me ponen en un bar ‘Feel the Love Go’, yo salgo a bailar.