The Jayhawks, «Xoxo»

Estamos tan acostumbrados a que The Jayhawks siempre estén en la excelencia que, cuando no es así, nos dejan un poco fríos. Pasó con Mockingbid Time (2011), el último disco de la formación clásica con Mark Olson, que es un trabajo que, probablemente, sea el más flojo de la banda. Después del mismo, Olson volvió a dejar The Jayhawks y Gary Louris, el fiel Marc Perlman, Karen Grotberg y Tim O’Reagan contaron de nuevo con Kraig Johnson, que ya estuvo en el grupo anteriormente, siendo sustituido en 2016 por John Jackson. Estos años convencieron con el notable Paging Mr. Proust (2016) y con las canciones de Louris que habían grabado otros artistas, Back Roads and Abandoned Motels (2018)Xoxo hace el onceavo disco de The Jayhawks y las expectativas son altas, pero no llega al nivel de sus dos predecesores. En este disco, Louris ha cedido el testigo a sus tres compañeros en labores de composición e interpretación como nunca había ocurrido en la banda, y el disco parece la suma de diversas visiones, es un tanto ecléctico, y hay de todo lo que se puede esperar del grupo pero no te acaba de dejar un poso, más allá de algunas canciones bien enlazadas. Sorprende O’Reagan, que ya había mostrado algunas pinceladas en otros discos, pero tampoco se observa que Louris está en su mayor punto de inspiración. Pero, son The Jayhawks y aquí les tenemos en un pedestal, lo cual tampoco nos impide ser críticos.

Comienzan con una canción del estilo más clásico de su repertorio. «This Forgotten Town» está compuesta por todos ellos menos por Grotberg, y es de su primera mitad de los noventa, melodías potentes y las armonías de las voces, «marca de la casa». Luego la muy rockera «Dogtown Days» que firma y canta O’Reagan, acelerada y potente que destila también un aroma de Power Pop. «Living in a Bubble» (Louris) podría haber ido más lejos, tiene grandes aciertos como ese piano y el tono melancólico, ese comienzo es fantástico, pero se va enredando y queda diluida. «Ruby» corre a cargo de Grotberg y es muy melancólica, intensa, pero también le falta algo, no acaba de encajar, aunque parece querer crecer a medida que avanza. Y a «Homecoming» (Louris) le pasa algo parecido, aunque aquí va hacia su sonido más clásico de nuevo pero queda redundante. «Society Pages» (O’Reagan) recupera la fuerza más Rock aunque aquí se va más hacia el Power Pop pero no alcanza el nivel de «Dogtown Days».

«Illuminate», de nuevo compuesta por los tres integrantes masculinos del grupo, mantiene el tono melancólico y juega con las armonías de las diferentes voces, pero es una de las canciones que nos resultan más fallidas. «Bitter Pill» (Louris, O’Reagan, Grotberg) levanta el tono, es una canción del «Americana» con una parte central que cuenta con la mandolina y en la que aquí sí que las voces suenan con más fuerza. «Across My Field» es la canción más lograda de Grotberg, es crepuscular y gana con las escuchas, sin olvidar la presencia de unas cuerdas que inciden en el tono de la canción. En «Little Victories» (Louris, O’ Reagan) entran unas guitarras más pantanosas y Rock, aunque luego avanzan hacia unos sonidos menos profundos y más Pop, incluso con un punto beatle. «Down to the Farm» de Perlman es un tema Folk y acústico que funciona bien, siendo una canción de tonalidad triste. Y O’Reagan sigue en esa misma tónica con «Looking Up Your Number», que es acústica y luego incorpora un tono más eléctrico pero como contrapunto. El disco cuenta con tres canciones ocultas como son «Jewel of the Trimbelle», en la línea de Grotberg y que no aporta mucho más, destacando el pedal steel. Mejora «Then You Walked Away», otro ejercicio de nostalgia hacia los Jayhawks clásicos. Y la sorpresa final es «Hypocrite’s Lament» que es una canción Folk acústica que está entre lo mejor del disco, un tono intimista que sirve de cierre.

¿Mal disco de The Jayhawks?, no, tampoco. ¿Obra maestra?, ni mucho menos. Un disco con algunos aciertos pero que, como decíamos, no parece que vaya a dejarnos un poso tan amplio como los dos discos anteriores.

«Smile», The Jayhawks aferrados al pop

Ya hemos comentado alguna vez que nuestra afición por The Jayhawks es tardía; no sabría precisar exactamente la fecha en que comencé a seguirlos, algo que de inmediato se tradujo en una fidelidad que aún perdura, a pesar de que en los últimos años no se hayan esmerado demasiado (ni en cantidad ni en calidad) para conservarla. No creo que este sea un caso excepcional; no conozco (me cuesta imagnar) a nadie que tras escuchar sus primeros discos no se haya rendido a sus melodías.

Lo habitual entre sus seguidores es adorar sobre todo sus dos primeros discos en Def American (sello de Rick Rubin que derivaría en American Recordings), en los que aún contaban con Mark Olson al lado de Gary Louris en las labores compositivas, y añorar el efecto de sus voces a la par, considerar en fin esa primera etapa como la cima de su producción. Y es muy probable que así sea, pero también es cierto que apenas se me ocurren razones para no admirar sus tres discos posteriores a la marcha de Olson, los que grabarían entre 1997 y 2003 antes de iniciar un silencio de ocho años. Tanto la expresión psicodélica y más rockera de «Sound of lies» como la increíble sutileza folk de «Rainy Day Music» son más que admirables, como también lo es, aunque más arriesgada, la apuesta que hicieron con este disco que en mayo cumplirá la veintena.

Además de Louris, junto a Marc Perlman únicos miembros originales, contarían con Karen Grotberg añadiendo teclados y voces, Tim O’Reagan cantando y a la batería, y el guitarrista Kraig Johnson, y desde el principio quedaría claro que «Smile» iba a ser su mayor apuesta por los estribillos pop, los coros y las melodías deslumbrantes, además de una incursión por nuevos terrenos sintéticos que hasta entonces apenas habían transitado. Para ello recurrieron a Bob Ezrin, productor conocido sobre todo por sus trabajos con Pink Floyd, quien junto a otras colaboraciones para orquestaciones y programaciones, perfilaría la presentación sonora.

Personalmente siento debilidad por la preciosidad que abre y da nombre al disco, una pieza con brilantes arreglos orquestales y corales, cuyo vitalizante estribillo me ayudó a sobrellevar algunas momentos difíciles. También rebosa energía positiva I’m Gonna Make You Love Me, muestra de folk redonda y optimista, antes de que la balada What Led Me To This Town añada su melancólica belleza con melodías y coros. ¡Sorpresa! Los ritmos programados llegan con Somewhere In Ohio, explosiva en su segunda parte, a la que sigue A Break In The Clouds con más melancolía y cargada de una emoción que realzan los coros. Queen Of The World es una descarga de frescura y pop mientras que Life Floats By apuesta por el rock eléctrico. Sigue con una intimista Broken Harpoon, sin percusiones pero con teclados, y la más tecnológica y psicodélica Pretty Thing. Con Mr. Wilson parecen revisitar el sonido que les hizo grandes, más acústico y cercano, antes de reconectar los ritmos programados en la pegadiza In My Wildest Dreams. Lenta y emocionante Better Days avanza entre el piano y los coros suaves, para terminar con la épica eléctrica de Baby, Baby, Baby y su cierre pletórico.

Un disco muy completo que en su día levantó ampollas entre algunos de sus seguidores por considerarlo una traición a sus raíces country, pero lo cierto es que les quedó muy bien y, a la postre, tan solo supondría un rodeo por territorios nuevos que nunca volverían a visitar con ese descaro. Al contrario, en su siguiente disco abrazarían de nuevo su sonido original con maravillosos resultados, y sería años más tarde que entregaran sus dos trabajos más flojos antes de con el último («Back Roads and Abandoned Motels», 2018) recuperar el buen pulso con algunas canciones versionadas y otras nuevas que volverían a ilusionar a sus seguidores con retazos de sus más admiradas cualidades, esas de las que es tan difícil liberarse una vez te consiguen atrapar.

The Long Ryders, «Psychedelic Country Soul»

Son The Long Ryders uno de esos grupos que tuvo la mala suerte de no estar en el momento adecuado en el lugar preciso. Y es que The Long Ryders pueden situarse como uno de los pioneros del luego llamado «Americana» aunque su sonido tiene más matices, con presencia del Power Pop y muy vinculados al californiano Paisley Underground. De 1983 a 1987 fue su momento cumbre y dejaron el poso de una banda mítica que influiría en numerosas formaciones posteriores. Durante las siguientes décadas, salvo algunas reuniones puntuales, la banda no funcionaría y la carrera en solitario de su líder, Sid Griffin, tendría un mayor recorrido. Pero su regreso se ha producido tras muchísimo tiempo sin material nuevo con este Psychedelic Country Soul, un disco luminoso que a través de doce canciones nos lleva del Power Pop al Country Rock pasando por otros estadios. Nosotros no estábamos nada familiarizados con los angelinos pero nos han convencido de sobra con este disco donde priman las melodías, los juegos de voces y las guitarras.

Comienzan potentes con «Greenville», una canción que empieza con un sonido más de raíces pero que deriva hacia el Power Pop con un estribillo fantástico. En «Let It Fly» mantienen la apuesta, es un medio tiempo más clásico del sonido de raíces, recuerdan a unos Jayhawks inspirados y cuentan Debbi y Vicki Peterson de The Bangles a los coros, también siendo relevantes las cuerdas. En «Molly Somebody» retornan a sonidos más de Power Pop, también de forma destacada, y en «All Aboad» se deslizan hacia el Rock, con unas guitarras más punzantes que nos recuerdan a Tom Petty and the Heartbreakers. «Gonna Make It Real» es un medio tiempo de Country Rock donde destaca la melodía e «If You Want to See Me Cry» es una canción casi acústica con el apoyo de unas cuerdas de fondo.

La segunda parte se inicia con la más rockera, aquí el protagonismo es para las guitarras eléctricas, «What the Eagle Sees». «California State Line» es más acústica de nuevo, muy del «Americana» y con presencia destacada del pedal steel. En «The Sound» vuelven a imprimir más aceleración siendo una de las mejores canciones de la segunda mitad del disco, sonido más rockero con contrapuntos a cargo de nuevo del pedal steel. Llega el turno para la relectura del «Walls» de Tom Petty and the Heartbreakers, de su disco de 1996 que era la banda sonara de She’s the One, donde vuelven a participar a los coros las hermanas Peterson y que está muy ajustada. En el cierre aparece «Bells of August», un tema de nuevo del «Americana», un medio tiempo intimista, y termina el disco con «Psychedelic Country Soul», una canción que mezcla el Power Pop y el «Americana», de nuevo con un sonido que nos recuerda de nuevo a The Jayhawks.

Destacado disco de The Long Ryders, un regreso muy celebrado y que nos ha dejado una importante colección de canciones. Esperemos que no se queden en un hecho puntual.