The Sheepdogs, «Changing Colours»

Hace poco más de dos años nos hacíamos eco del quinto disco de los canadienses The Sheepdogs, Future Nostalgia (2015), un trabajo que sonaba al Rock más clásico con vínculos con el Southern Rock, el Blues, etc. Es decir, como salidos de los setenta aunque no es menos cierto que en aquel disco parecían avanzar hacia unos My Morning Jacket de sus comienzos. Llegó hace unas semanas su sexto disco, Changing Colours, un trabajo más canónico y que funciona mejor que Future Nostalgia, en el que los ecos de Crosby, Still, Nash & Young están presentes, y la sombra de Young es alargada también, junto todas esas formaciones de guitarras poderosas pero también con una fuerte presencia de los teclados, ese Hammond en algunos momentos queda fantástico, y la forma de cantar de Ewan Currie al que apoyan a lo largo de los temas el resto de la banda en unos coros que suenan muy bien. Además, incorporan instrumentos como la mandolina, el banjo o el pedal steel, lo que les hace todavía más deudores de esas formaciones de los setenta que van de los Allman Brothers a Lynyrd Skynyrd, sin olvidar también las reminiscencias más deudoras del Blues. El disco se escucha de un tirón y en ningún momento decae, al contrario.

El comienzo con «Nobody» ya entra muy bien, un tema clásico del Rock americano y con la voz de Currie en un primer plano, el Hammond funciona a la perfección y hay presencia del pedal steel. A continuación llega la todavía más contundente «I’ve Got a Hole Where My Heart Shoul Be», muy sureño con unas guitarras destacadas y unos coros que serán una de las señas de identidad de todo el disco. Enlaza directamente con «Saturday Night», siguiendo la misma línea, pero con «Let It Roll» entran en sonidos más sutiles, voces en falsete, siendo un tema delicioso. «The Big Nowhere» tiene una gran percusión al comienzo, muy setentero de nuevo, Hammond, guitarras y coros bien presentes. «I Ain’t Cool» es una de nuestras favoritas, ese inicio con vientos incorporados está muy bien, y los coros vuelven a brillar.

La segunda parte comienza con un retorno a la contundencia del comienzo a través de «You Got to Be a Man», Rock de raíces con un tono Blues. «Cool Down» es más suave, medio tiempo que tiene reminiscencias del Santana de los setenta, con una voz más alejada y que Currie va adaptando al tempo de la canción. «Kiss the Brass Ring» es instrumental y se vuelve más dura, guitarras casi llevadas al Heavy, un virtuosismo más claro al comienzo para regresar a la senda del conjunto del disco. En «Cherries Jubilee» adoptan un punto más cercano al Country al comienzo del tema, pedal steel incluido, mientras «I’m Just Waiting for My Time» adopta un tono más épico con un final de teclados muy interesante. El cierre, como en su anterior disco, vuelve a ser un medley de temas en los que mezclan sus diversas influencias, hay virtusiosmo guitarrero de nuevo, teclados y Hammond, mandolinas, Country, y esos coros que saben que les funcionan tan bien, especialmente en ese final que es «Run Baby, Run».

Muy buen trabajo The Sheepdogs, revisando los sonidos del Rock nortaemericano de los setenta pero sin caer ni el revivalismo ni en la nostalgia, ni mucho menos sonar impostados. The Sheepdogs estarán en el próximo Azkena, seguro que hacen un gran concierto.

 

‘Attack & Release’, el primer estirón de los Black Keys

Antes de que ‘El Camino’ lo cambiara todo, de que Lonely Boy iniciase la voladura de todas las previsiones y desmidiera los horizontes de una carrera que no parecía destinada a semejantes cotas de éxito; seis años después de que dos jóvenes aprovecharan la estela de The White Stripes para, únicamente servidos de guitarra y batería, comenzar a grabar clásicos del blues en un sótano de Akron (Ohio); cuando los ecos de sus tres primeros discos (‘The Big Come Up’, ‘Thickfreakness’ y ‘Rubber Factory’) seguían demandando atención y aumentando paulatinamente sus seguidores y su contrato con Nonesuch Records acababa de fructificar dos años antes en su primer álbum de material enteramente propio (‘Magic Potion’); Dan Auerbach y Patrick Carney hicieron su primera maniobra de renovación sonora con este disco que acaba de cumplir diez años y que supuso el inicio de la más importante deriva, quién sabe si definitiva, de su carrera.

Para ello se hicieron acompañar en la producción por Brian Burton (Danger Mouse), joven pero ya reputado músico neoyorquino que con apenas un lustro en el negocio ya había trabajado en varias producciones exitosas como Gorillaz o Gnarls Barkley, comenzando así una sociedad que terminaría por proporcionarles su actual estátus y que ha permanecido inalterada hasta su más reciente trabajo, el ‘Turn Blue’ de 2014. Pronto se hicieron notar los frutos de la colaboración con Burton que, armado de herramentas clásicas de la música negra (coros, teclados, banjos…), se reveló como un complemento ideal para el deseado avance de su sonido sin perder los rasgos definidores de su música.

Así de renovados suenan en All You Ever Wanted, con esos nuevos elementos (teclados, bajo) que le añaden densidad, para a continuación poner al frente un fantástico reef marca «Hendrix» que sostiene por sí solo la garajera I Got Mine. Truenan los platos junto a otro brillante reef en Strange Times antes de diferenciarse en el estribillo y dar paso a la genial Psychotic Girl, grave, calmada y rítmica en la que el piano y el banjo se hacen un hueco. Más Hendrix en Lies, uno de los cortes de resultado más clásico y, para acabar la primera parte, el pesado fogonazo inicial de Remember When antes de la continuación fría y garajera (como en sus viejos tiempos) con que se abre la fantástica segunda parte.

Notas sin estridencias al rebufo de la guitarra suben el nivel en Same Old Thing y un resabor latino distingue con elegancia y ritmo So He Won´t Break antes de cerrar con dos piezas enormes como Oceans and Streams, efectivo blues-rock  fantásticamente cantado por Auerbach, y Things ain’t like They Used to Be, precioso colofón que despide el disco con intensidad y calor.

Sería la puerta de salida, el primer paso para asomar fuera del underground en el que eran ya reconocidos, la primera vez que grababan fuera del sótano de Carney, entraban en un estudio y utilizaban técnicas e instrumentos que irremediablemente iban a sofisticar su sonido pero que no suprimirían la frescura de sus interpretaciones siempre vivas y directas. Fue entonces que estaban iniciando su desvío hacia el éxito masivo, un éxito al que se acercarían con su siguiente trabajo ‘Brothers’ (ganador de tres Grammys, entre ellos el de mejor álbum de música alternativa) y abrazarían en 2011 con el fantástico ‘El Camino’ que definitivamente les llevaría a encabezar festivales importantes y a situar sus cifras de ventas al nivel de grandes estrellas del rock.

Amenudo amenazante la sombra de la disolución (son muchos los rumores sobre su mala relación desde hace años) e inmersos desde 2014 en un más que sospechoso silencio durante el que ambos han desarrollado proyectos por separado, este décimo aniversario es la excusa perfecta para recordar el momento en que el dúo de Akron inauguraba la segunda parte de su carrera, no necesariamente mejor pero sin duda más exitosa, con este fantástico disco.

Pearl Jam y su incontestable «Vs.»

Aquí no puedo ser objetivo, no puedo. En otoño se va a cumplir el vigésimoquinto aniversario de la publicación del segundo disco de Pearl Jam, Vs. (1993), punto intermedio de esa trilogía mítica que definió a los de Seattle como una de las últimas grandes bandas de nuestro tiempo, entre los también incontestables Ten (1991) y Vitalogy (1993). Y es que Pearl Jam venían de haber arrasado con ese debut que fue Ten y que les situó en la vanguardia del Grunge, en la primera línea, con un supuesto «enfrentamiento» con Nirvana, aunque es cierto que Cobain miraba con desdén a Vedder y compañía. Pero Pearl Jam, como su carrera ha demostrado, iban más allá del Grunge. ¿Eran más accesibles que Nirvana, Soundgarden y Alice In Chains?, pues seguramente sí, pero eso no les quita ningún mérito. Pearl Jam tampoco lo tenían fácil con su segundo disco tras el pelotazo de Ten y haber obtenido mayor visibilidad con la Banda Sonora de la película sobre Seattle Singles, donde estaba la imbatible «State of Love and Trust». Vedder, Ament, McCready, Gossard y el entonces batería Dave Abruzzesse (en 1994 se le invitó a abandonar la banda) decidieron seguir con una línea continuista pero con matices. Seguramente, Vs. es un disco más urgente y menos épico que Ten, hay un punto de aceleración en algunos temas que remiten a sonidos más duros, pero también hay espacios para temas más acústicos e introspectivos. La evolución de Pearl Jam daría un nuevo giro con Vitalogy pero, con Vs., fueron a asegurar y acertaron, generando nuevos clásicos. Además, vendría de nuevo la «competencia» con Nirvana, que publicaron su más áspero y ruidista In Utero (del que también hablaremos en breve) unas pocas semanas antes, lo que daría lugar a más comparaciones y portadas en la prensa. Es un disco en el que Vedder se va a desgañitar, con unas guitarras de McCready y Gossard punzantes y con una sección rítmica poderosa a cargo de Ament y Abruzzesse. Con todas las letras de Vedder, la música estará más repartida pero caerá en mayor medida en Gossard. Y, para terminar, ya no habrá vídeos de Pearl Jam, comenzarán ese proceso en el que tratarán de seguir su camino, llevado al punto más álgido con el comienzo en 1994 de su renombrado litigio con Ticketmaster por el precio de las entradas, una batalla que les hizo ganar mucha legitimidad pero cuyo resultado no fue seguramente el deseado.

El comienzo es brutal, «Go» es un tema urgente de Abruzzesse, esa batería metalizada del comienzo impacta y el bajo de Ament se te clava, una canción que suele estar presente todavía en sus conciertos. Parece mentira pero la intensidad la suben con la tremenda «Animal», furia y fiereza para una canción de Gossard en la que destacan las guitarras por encima del conjunto. Y Gossard demuestra estar en estado de gloria con el cambio de rumbo para la delicada y fantástica «Daughter», un tema semiacústico que se convertirá en una de las favoritas para los seguidores de la banda.

Con este comienzo ya te han dejado fundido pero la cosa sigue con «Glorified G», en esta ocasión a Gossard le acompaña McCready en la autoría, y las guitarras vuelven a imponerse, siendo un tema más festivo si se quiere aunque Vedder sigue desgañitándose. Pero con «Dissident» te cambian el tempo de nuevo, Ament se une a los dos guitarristas en la composición, siendo un tema que comienza pausado pero que sube en intensidad hasta la épica con un Vedder de nuevo soberbio. En «W.M.A.», tema a cargo de la sección rítmica y se nota, apuestan por un sonido casi tribial al comienzo y que luego adapta un tono marcial, con la fuerza de la canción para la parte instrumental mientras que en buena parte de la misma la voz de Vedder queda en la lejanía.

Serán de nuevo Gossard y McCready los compositores de la música de «Blood», las guitarras cobran más fuerza, un tema más marcado por McCready seguramente, y Vedder desgañitado ya casi del todo. Y llega otro momento clásico, el «Rearviewmirror» que firma Vedder, una canción que admite todos los adjetivos que se quieran, un riff histórico, la línea de bajo de Ament, una canción ascendente hasta un final glorioso. Es difícil quedarse con un tema de un disco pero igual aquí no queda otra que hacerlo con «Rearviewmirror»…»Rats» (Ament) es otro tema diferente, Vedder casi frasea tras haber comenzado susurrando, una canción también más experimental pero que encaja bien en el conjunto para dar paso a otro momento clásico, el tema de Vedder «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town», un tema muy campestre, acústico y con un sonido muy clásico, con una gran interpretación de Vedder, una maravilla.

El cierre del disco es para «Leash», de nuevo a cargo de los guitarristas, un tema de los que ganan con el tiempo, con un sonido muy de los setenta en las guitarras. Y llega otra joya como «Indifference», de Ament y Gossard, ambiental y con un toque psicodélico, hipnótico, que confirma que la paleta de sonidos de Pearl Jam iba a ser muy amplia. Finalizaba así un disco que es un clásico que nunca te cansa y que en 2011 tuvo una reedición junto a Vitalogy, junto con un directo de 1994. En la misma, se incorporó la demo de «Hold On», el descarte de estudio de «Cready Storm» y la versión del «Crazy Mary» de Victoria Williams que sería un gran momento en muchos conciertos futuros, en la que participó la propia intérprete y que fue incluida en el disco que se publicó en 1993 para ayudarla con su enfermedad. En fin, que nunca hemos dejado de escuchar este Vs., uno de los discos de nuestra juventud y que a muchas personas nos marcó, fue un disco del que hablamos mucho en esos meses, meses en los que todavía estábamos cumpliendo veinte años…casi nada, como para no cantar «Rearviewmirror».